martes, 4 de diciembre de 2012

El Valle de la Muerte :Calderos Metálicos enterrados en Siberia

En nuestro planeta existen aún muchos lugares sin explorar, ese es el caso de los inmensos bosques de Siberia, al sur de la tundra ártica. 
La República de Sajá (Yakutia), república del Distrito Federal del Lejano Oriente y la mayor región de Rusia, existen la leyenda de los calderos metálicos en una región que han denominado “Uliuiu Cherkechekh: El Valle de la muerte”. 
En esta zona habitan los Yakutos, de origen turco y mongol, quienes han hablado durante mucho tiempo de los extraños fenómenos de la zona.

Se cuenta que en un área particular de este basto territorio existen extraños objetos en forma de cúpula, en donde habitaban los antiguos demonios de la taiga (territorio inhabitado, cubierto de vastos bosques). Se dice que estas cúpulas llegan a tener extraños y letales efectos en los seres vivos, misteriosamente la gente muere si permanece por mucho tiempo en la zona.
Estos extraños objetos son metálicos, no han podido ser dañados o perforados, tienen bordes afilados y su material aún es desconocido.
En 1853, Richard Karlovic Maak, explorador conocido de la región, escribió: “En Suntar [una aldea yakutia] me dijeron que en los cauces superiores del Viliui hay una corriente llamada el Timirbit de Algy (que se traduce como “la gran caldera hundida”) que fluye en el Viliui. Cerca de su banco en el bosque hay una caldera gigantesca hecha de cobre. Su tamaño es desconocido ya que solamente el borde es visible sobre la tierra, pero varios árboles crecen dentro de él.
En 1936 un un geólogo dirigido por nativos encontró uno de estos hemisferios de metal, de color rojizo, sobresaliendo de la tierra con un borde tan agudo que “cortaba una uña”. Se erguía inclinado de tal modo que era posible montar debajo de él en un reno. El geólogo envió una descripción de esto a Yakutsk, el centro regional. En 1979, una expedición arqueológica de Yakutsk procuró encontrar el hemisferio sin éxito.
En uno de sus artículos, Valery Uvarov (director de la Academia de Seguridad Nacional rusa) recoge los siguientes testimonios entre los años de posguerra y los 70:
En épocas antiguas, el Valle de la Muerte era parte de una ruta nómada usada por los Evenk, de Bodaibo a Annybar y de allí a la costa del Mar de Laptev. Hacia 1936, un comerciante llamado Savvinov trabajaba en esta ruta; cuando se retiró, los habitantes abandonaron gradualmente esos lugares. Finalmente, el comerciante envejecido y su nieta Zina decidieron trasladarse a Siuldiukar. En alguna parte en la tierra entre dos ríos que se conoce como Kheldyu (“casa de hierro” en la lengua local), el viejo la condujo a un arco rojizo pequeño, levemente aplanado donde -bajando por un pasadizo en espiral- había cierto número de compartimentos de metal en los cuales pasaron la noche. El abuelo de Zina le dijo que incluso durante las heladas más severas hacía calor en aquellos compartimentos.
En tiempos pasados, hubo hombres atrevidos entre los cazadores locales que durmieron en estos camarotes; pero comenzaron a caer seriamente enfermos, y los que habían pasado varias noches seguidas allí pronto murieron. De tal manera los locales aprendieron a no aventurarse demasiado en la cercanía de estas instalaciones.
Gutenev y Yuri Mikhailovsky, dos investigadores que vivían en Mirny (Yakutia), informaron que en 1971 un viejo cazador perteneciente al pueblo Evenk había dicho que en el área entre dos ríos conocida como Niugun Bootur (“ardiente campeón“) y Atadarak (“lugar del tridente“) hay sobresaliendo de la tierra una especie de estoque que da lugar a su nombre -un arpón “muy grande” de hierro, con tres puntas- mientras en el área entre dos ríos conocida como como Kheliugur (“gente de hierro“) hay una especie de madriguera de hierro en la cual se encuentra gente con ropa de hierro, delgados y obscuros y con un solo ojo. “Dijo que podría llevar a quien quisiera allí, y que no estaba demasiado lejos, pero nadie le creyó. Al cabo de un tiempo el viejo murió“.
Algunos ancianos contaban que estando en el lugar llamado Tong Duurai hay una corriente llamada Ottoamokh (“agujeros en la tierra“) y alrededor de ésta hay unas aberturas increíblemente profundas conocidas como “los abismos rientes”. Ese mismo nombre también se encuentra en leyendas que indican que ésta es la casa de un gigante ardiente que destruye todo alrededor. Aproximadamente cada seis o siete siglos, una bola de fuego monstruosa brota de allí y vuela hacia alguna parte en la distancia y (juzgando por las crónicas y leyendas de otras gentes) estalla, o estalla directamente sobre su punto de salida- como resultado de lo cual el área en cientos de kilómetros la redonda se ha reducido a un desierto chamuscado de rocas.
Las leyendas yakutias contienen muchas referencias a explosiones, a torbellinos ardientes y a esferas ardientes levantándose por el aire; y todos esos fenómenos están de alguna manera u otra asociados a las construcciones misteriosas de metal encontradas en el Valle de la Muerte. Algunas de ellas son grandes, redondas, “casas de hierro” que se mantienen en pie con numerosos contrafuertes laterales. No tienen ventanas ni puertas, solamente una boca espaciosa en lo alto de la bóveda. Algunas de ellas se han hundido casi totalmente en el permafrost, dejando solamente una protuberancia en forma de arco apenas visible en la superficie. Testigos que no se conocen entre sí describen esto como la ”casa resonante de metal“. Otros objetos dispersos a través del área son tapas hemisféricas metálicas que cubren algo desconocido. Las leyendas yakutias dicen que las esferas ardientes son producidas por ”orificios que arrojan humo y fuego” con una “tapa de hierro que golpea”.
En los años 50, los militares soviéticos inspeccionaron esta área, evidentemente debido a la población excepcionalmente escasa en sus franjas norteñas, y condujeron una serie de pruebas atómicas allí. Una de las explosiones tuvo resultados inesperados, y los especialistas extranjeros todavía están especulando sobre él.
La estación Deutsche Welle de la radio alemana divulgó en septiembre de 1991 que, cuando un dispositivo nuclear de 10 kg. fue probado en 1954, por razones desconocidas la intensidad de la explosión excedió los cálculos en un factor de 2 a 3000, alcanzando 20-30 megatones -como fue registrado por los laboratorios sísmicos alrededor del mundo. La causa de una discrepancia tan significativa en la energía de la explosión sigue siendo confusa. La agencia de noticias TASS dio un aviso de que una bomba de hidrógeno compacta había sido detonada a cierta altura, pero más adelante resultó que este dato era incorrecto.
Mikhail Koretsky de Vladivostok escribe sobre sus experiencias en la región (1933, 1937 y un último viaje en 1947): “El ‘ valle de la muerte ‘ se extiende a lo largo de un tributario derecho del río de Viliui. En realidad es una cadena entera de valles a lo largo de sus tierras inundadas. Las tres veces estuve allí con un guía, un yakutio.(…) En cuanto a objetos misteriosos, hay probablemente muchos de ellos allí, en tres años vi siete de esas ‘calderas‘. Todas me dejaron totalmente perplejo por una cosa, su tamaño -entre seis y nueve metros de diámetro. En segundo lugar, estaban hechos de algún metal extraño. Todos lo han descrito como que estaban hechos de cobre, pero yo estoy seguro que no es de cobre. La cosa es que incluso un cortafrío afilado no marcaba las calderas (lo intentamos más de una vez). El metal no se rompía ni alteraba con un martillo. En cobre, un martillo habría dejado definitivamente abolladuras sensibles. Pero este ‘cobre’ estaba cubierto con una capa de un material desconocido que se asemeja al esmeril. (…) Observé que la vegetación alrededor de las calderas era anómala, totalmente diferente de la que crece alrededor. Es mas opulenta: lampazos de grandes hojas; juncos muy largos; hierbas extrañas, de una o dos veces la altura de un hombre. El grupo entero (seis personas) pasamos la noche en una de las calderas. No detectamos nada malo, y dejamos el lugar tranquilamente sin ninguna clase de experiencia desagradable: nadie cayó enfermo, excepto que tres meses más adelante, uno de mis amigos perdió todo su cabello. Y en el lado izquierdo de mi cabeza (el lado sobre el que dormí recostado), me aparecieron tres pequeñas manchas dolorosas del tamaño de una cabeza de fósforo. He intentado librarme de ellas toda mi vida, pero todavía están conmigo.”(…)
“Ninguno de nuestros esfuerzos para sacar aunque sea un pedazo pequeño de las calderas tuvo éxito. La única cosa que pude traerme fue una piedra: no una piedra ordinaria, sino que era media esfera perfecta, de seis centímetros de diámetro. Era de color negra y sin ninguna muestra visible de haber sido trabajada, igualmente era muy lisa como si estuviera pulida. La cogí del piso de dentro de una de esas calderas.”
“Llevé mi recuerdo de Yakutia conmigo a la aldea de Samarka, districto de Chuguyevka, región de Primorsky (el lejano este soviético), donde mis padres vivían en 1933. Estuve allí un tiempo sin nada que hacer y mi abuela se decidió a construir una casa. Necesitábamos poner el cristal en las ventanas y no había cortavidrio en la aldea entera. Intenté entonces cortarla con el borde de la media esfera de piedra, y resultó cortar con facilidad asombrosa. Después de eso, mi hallazgo fue utilizado a menudo como si fuera un diamante por todos nuestros parientes y amigos. En 1937 di la piedra a mi abuelo, pero ese otoño lo arrestaron y fue llevado a Magadan donde siguió viviendo sin que le hicieran ningún juicio hasta 1968, fecha de su muerte. Nadie sabe dónde terminó mi piedra.”
Koretsky enfatiza que en 1933 su guía yakutio le dijo lo siguiente: cinco o diez años antes, él había descubierto varias calderas esféricas que sobresalían por encima de la tierra a más altura que la de un hombre. Parecían totalmente nuevas. Los cazadores las habían visto posteriormente también, pero en esas ocasiones estaban rotas y dispersas. Koretsky también observó que cuando él visitó una “caldera” una segunda vez, luego de pasados pocos años, que ésta se había hundido apreciablemente en la tierra.
Más recientemente, un equipo de científicos e investigadores rusos compuesto por 3 geólogos, 1 astrofísico, 1 ingeniero mecánico y tres asistentes de investigación liderado por Michale Visok realizaron una expedición a la zona para investigar estos calderos metálicos, y pudieron encontrar hasta 5 de ellos.
Fuimos al valle de la muerte para ver e investigar las calderas o domos que la gente aseguraba que existían en el lugar y hemos encontrado 5 objetos metálicos enterrados en unos pantanos. Cada uno de ellos está sumergido en pequeños charcos pantanosos; los objetos son definitivamente metálicos; los científicos entraron al pantano, caminaron sobre los objetos y escucharon sonidos metálicos cuando los golpearon con otros objetos. La parte superior es suave pero tiene puntas afiladas en los bordes exteriores; Dos de los miembros del equipo se sintieron mal durante las investigaciones.
Ivan Mackerle también dirigió una expedición a la zona, de acuerdo a sus testimonios, pudieron encontrar varias estructuras metálicas enterradas en el fango. Curiosamente, Mackerle enfermo de forma misteriosa.
De acuerdo a la creencia popular de la zona, se dice que su origen es extraterrestre, y que eran usados como armas de defensa para defender a la tierra de diferentes amenazas, como asteroides y cometas. Curiosamente numerosos meteoritos se han estrellado o explotado en la zona, incluyendo al misterioso evento de Tunguska en 1908 que todavía no se sabe con exactitud que fue. También tenemos el meteorito Chulym en 1984 y el Vitim en 2002.
Existen numerosas hipótesis sobre el origen de estas misteriosas cúpulas, desde su origen extraterrestre, instalaciones que fueron creadas por las primeras civilizaciones de la humanidad, etc. Otra de la posibilidades es que nada de esto sea cierto, aún teniendo una buena cantidad de testimonios. Por otro lado, también se ha dicho que pueden ser formaciones geológicas o algún tipo de cuevas
Lo cierto es que hasta ahora solo contamos con testimonios, más allá de eso no se tienen pruebas concretas.
expresionbinaria.com

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