sábado, 30 de noviembre de 2013

Saboteando las negociaciones de paz entre Estados Unidos e Irán

El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu intervino desde Tel Aviv condenando toda posibilidad de que se llegara a un acuerdo entre el grupo 5+1 e Irán. Empeñado en sabotear las negociaciones de Ginebra sobre el proyecto nuclear iraní, el gobierno de Israel movilizó a sus poderosos representantes en Estados Unidos, quienes movilizaron a su vez a los congresistas y periodistas que tienen en su nómina. El profesor Jaime Petras describe los medios que Israel ha venido utilizando para imponer sus propios objetivos al Congreso y al poder ejecutivo de Estados Unidos desde hace medio siglo.

"Los grupos que desarrollan políticas a favor de Israel, como el AIPAC, trabajan con financiamiento ilimitado para desviar la política de Estados Unidos en la región (del Medior Oriente)". 

Jack Straw, Diputado laborista y ex ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido.

"Estados Unidos debería lanzar una bomba atómica en Irán para incitar ese país a poner fin a su programa nuclear". 
Sheldon Adelson, principal donante del Partido Republicano y gran recaudador de fondos para los Comités de Acción Política pro Israel, discurso pronunciado en la Universidad Yeshiva, de Nueva York, 22 de octubre de 2013.

La diferencia entre la guerra y la paz con Irán reside en las políticas que adopten la Casa Blanca y el Congreso de Estados Unidos. Las propuestas de paz del recientemente electo presidente de Irán Hassan Rohani fueron acogidas favorablemente en todo el mundo, excepto en Israel y entre sus acólitos sionistas en Estados Unidos y Europa.

La primera sesión de la negociación se desarrolló sin recriminaciones y dio lugar a una evaluación optimista por ambas partes. Precisamente ante esa respuesta inicial favorable, el gobierno israelí intensificó su guerra de propaganda contra Irán. Sus agentes en el Congreso estadounidense, en los medios de comunicación y en el seno del ejecutivo están ahora movilizados en función de socavar el proceso de paz. Lo que está en juego es la capacidad de Israel para emprender guerras a través de las fuerzas armadas de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN contra cualquier gobierno que desafíe la supremacía militar de Israel en el Medio Oriente o que se oponga a la anexión violenta de los territorios palestinos y sus posibilidades de atacar impunemente a cualquier adversario.

Para entender lo que está en juego en las negociaciones de paz tenemos que tratar imaginar las consecuencias que tendría su fracaso: bajo la presión de Israel, Estados Unidos se declara listo a activar sus fuerzas armadas –concretamente, se trataría de golpes con misiles y de una campaña de bombardeos contra 76 millones de iraníes con vistas a destruir su gobierno y su economía. Teherán podría responder a la agresión con ataques contra las bases militares de Estados Unidos en la región y las instalaciones petrolíferas del Golfo, lo cual desencadenaría una crisis mundial. Eso es lo que quiere Israel.

Comenzaremos analizando el contexto de supremacía militar de Israel en el Medio Oriente. Examinaremos después el increíble poder de influencia de Israel sobre el proceso político estadounidense y cómo logra hoy moldear el proceso de negociación, deteniéndonos para ello especialmente en su poder sobre el Congreso de Estados Unidos.

El contexto de la supremacía militar de Israel en el Medio Oriente

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Israel ha bombardeado, invadido y ocupado más Estados del Medio Oriente y África que cualquier otra potencia colonial anterior, con excepción de Estados Unidos. En su lista de víctimas están Palestina, Siria, Líbano, Egipto, Irak, Jordania, Sudán y Yemen. Si incluimos los países en los que Israel ha cometido ataques y asesinatos terroristas casi clandestinos, la lista se amplía considerablemente hasta llegar a una docena de países de Europa y Asia, incluyendo los propios Estados Unidos.

La proyección de la fuerza militar de Israel y su capacidad para librar a su antojo guerras ofensivas se corresponde con una impunidad casi total. A pesar de sus reiteradas violaciones del derecho internacional, incluidos sus crímenes de guerra, Israel nunca ha sido condenado por ningún tribunal internacional ni ha sido sometido a sanciones económicas porque Washington utiliza [a favor de Tel Aviv] su derecho al veto en el Consejo de Seguridad de la ONU así como la presión de sus aliados de la OTAN y la Unión Europea.

La supremacía militar de Israel no está vinculada a su propio desarrollo técnico e industrial como con las transferencias y el simple robo de la tecnología del armamento nuclear, químico y biológico de Estados Unidos [1]. En Estados Unidos y Francia los sionistas han desempeñado un papel estratégico en el robo y la transferencia ilegal a Israel de tecnología nuclear y componentes de armas, según una investigación realizada por el ex director de la CIA Richard Helms.

Israel mantiene enormes cantidades de armas nucleares, químicas y biológicas cuyo acceso niega a los inspectores internacionales y no se ha visto obligado a cumplir el Tratado de No Proliferación Nuclear porque Estados Unidos se encarga de intervenir a su favor en el plano diplomático. Bajo la presión de la «Configuración de poder sionista» (CPS), el gobierno de Estados Unidos ha bloqueado toda acción que pudiese limitar la producción de armas de destrucción masiva por parte de Israel. En realidad, Estados Unidos incluso sigue proporcionando a Israel –en violación del derecho internacional– armas estratégicas de destrucción masiva para que Tel Aviv las utilice contra los países vecinos.

La ayuda militar estadounidense y la transferencia de tecnología a Israel superó durante el último medio siglo los 100 000 millones. La intervención diplomática y militar de Estados Unidos en la guerra de 1973 resultó crucial para salvar a Israel de la derrota. La negativa del presidente de Estados Unidos Lyndon Johnson a defender el USS Liberty en 1967, cuando ese navío de inteligencia –que no portaba armas– fue bombardeado y regado con napalm por buques de guerra y aviones de combate israelíes en aguas internacionales, fue para Israel una tremenda victoria gracias a los consejeros sionistas de Johnson. La impunidad de que goza Israel, incluso cuando mata soldados estadounidenses, ha dejado a Tel Aviv en entera libertad para emprender guerras de agresión y sojuzgar a sus vecinos, cometer actos de terrorismo y asesinar a sus adversarios por todo el mundo sin temor a represalias.

La indiscutible superioridad militar de Israel ha llegado a convertir a varios de sus vecinos en colaboradores y prácticamente clientes: Egipto y Jordania han sido de hecho sus aliados, junto con las monarquías del Golfo, al ayudar Israel a reprimir los movimientos nacionalistas y propalestinos de la región.

El factor más decisivo en el florecimiento y la consolidación del poder de Israel en el Medio Oriente no han sido sus proezas militares sino el alcance y la influencia política que ejerce a través de sus agentes en Estados Unidos. Las guerras de Washington contra Irak y Libia y su actual respaldo a los mercenarios en Siria han destruido los tres principales oponentes nacionalistas laicos que se obstaculizaban las ambiciones hegemónicas Israel.

A medida que Israel acumula más poderío en la región, extendiendo su colonización de los territorios palestinos, su mirada se vuelve hacia el este para destruir el último obstáculo que se opone a sus políticas coloniales: Irán.

Desde hace al menos dos décadas, Israel ha solicitado a sus agentes en el extranjero la destrucción del gobierno iraní mediante la desestabilización de su sociedad, el asesinato de sus científicos, bombardeando sus instalaciones militares y laboratorios y estrangulando su economía.

Cuando la CPS logró –en 2003– empujar Estados Unidos a la guerra contra Irak –donde se arrasó literalmente la sociedad secular compleja de ese país y matando más de un millón de iraquíes–, el nuevo objetivo pasó a ser la destrucción del Líbano (el Hezbollah) y del gobierno laico de Siria para aislar Irán y preparar el ataque. Miles de civiles libaneses fueron asesinados en 2006 pero el ataque de Israel al Líbano falló, a pesar del apoyo del gobierno de Estados Unidos y de la intensísima campaña de propaganda. Histérico por el fracaso y para «compensar» su derrota ante el Hezbollah y «levantar la moral», Israel invadió y destruyó en 2008-2009 gran parte de Gaza, la mayor prisión a cielo abierto del mundo.

Al no disponer de la capacidad militar necesaria para atacar Irán por su cuenta, Israel orientó a sus agentes hacia la manipulación del gobierno de Estados Unidos con vistas a iniciar una guerra contra Teherán. Los líderes militaristas de Tel Aviv movilizaron sus recursos políticos a través de todo el territorio de Estados Unidos para que trabajen a favor de la destrucción de Irán, el último adversario realmente temible para la supremacía israelí en el Medio Oriente.

La estrategia de Israel y el CPS está diseñada para abrir el camino a una confrontación de Estados Unidos mediante el uso de sus agentes en el ejecutivo [estadounidense] y recurriendo también al soborno y al control que ejercen sobre el Congreso de Estados Unidos. El control del CRPS sobre los medios masivos de difusión de comunicación favorece su campaña de propaganda. ElNew York Times y el Washington Post publican a diario artículos y editoriales que promueven la agenda de guerra de Israel. El CPS utiliza el Departamento de Estado para forzar otros países de la OTAN a que también se enfrenten con Irán.
La guerra a través de intermediarios de Israel contra Irán: presión política estadounidense, sanciones económicas y amenazas militares

Si Israel tuviese que contar únicamente con sus propios medios, la «guerra» israelí contra Irán no iría mucho más allá del sabotaje cibernético, de los asesinatos periódicos de científicos iraníes a través de los agentes a sueldo que tiene Tel Aviv dentro de diversos grupos terroristas y de los incesantes discursos de políticos israelíes y del montón de sumisos que le siguen la corriente. Fuera de Israel, esa campaña ha tenido poco impacto en la opinión pública. La «guerra» de Israel contra contra Irán depende única y exclusivamente de su capacidad para manipular la política estadounidense a través de sus agentes locales, de los grupos que controlan el Congreso y mediante las nominaciones de funcionarios que ocupan puestos fundamentales en los Departamentos del Tesoro, de Comercio y de Justicia y como «consejeros» en asuntos del Medio Oriente. Israel no puede organizar [por sí solo] una campaña de sanciones eficaces contra Irán. Eso sólo puede hacerlo Estados Unidos. El predominio de Israel en el Medio Oriente proviene enteramente de su capacidad para movilizar a sus apoderados en Estados Unidos, individuos que a su vez tienen como misión la de garantizar la sumisión total de los representantes electos a los intereses de Israel –especialmente en todo lo que tenga que ver con los adversarios regionales de Israel.

Colocados en puestos estratégicos, los personajes que tienen la «doble ciudadanía americano-israelí» han utilizado su ciudadanía estadounidense para hacerse de puestos de alta responsabilidad dentro del gobierno, directamente vinculados con las políticas que tienen que ver con Israel. Como israelíes, sus actividades siguen los preceptos de Tel Aviv. En la administración Bush (2001-2008) esos altos funcionarios «ante todo israelíes» controlaron el Pentágono (Paul Wolfowitz y Douglas Feith), la política de seguridad para el Medio Oriente (Martin Indyk y Dennis Ross), la oficina del vicepresidente de Estados Unidos (“Scooter” Libby), el Departamento del Tesoro (Stuart Levey) y el Departamento de Seguridad de la Patria (Michael Chertoff). En la administración Obama los «ante todo israelíes» incluyen a Dennis Ross, Rahm Emanuel, David Cohen, el secretario del Tesoro “Jake la serpiente” Lew, el secretario de Comercio Penny Pritzker y Michael Froman como representante para el comercio, entre otros.

El poder a través de intermediarios que Israel ejerce dentro del poder ejecutivo estadounidense es comparable a su control sobre el Congreso. Contrariamente a lo que afirman algunos críticos, Israel no es ni un «aliado» ni tampoco un «cliente» de Estados Unidos. El último medio siglo está lleno de pruebas sobre la clara asimetría de esa relación. Gracias al poder de sus agentes dentro del Congreso estadounidense, Israel ha recibido de Estados Unidos más de 100 000 millones durante los últimos 30 años, o sea más de 3 000 millones de dólares al año. El Pentágono ha transferido a Israel la tecnología militar más avanzada y se ha implicado en varias guerras por cuenta de Israel. El Tesoro estadounidense ha impuesto sanciones que bloquean inversiones potencialmente muy lucrativas en el Medio Oriente (en Irán, Irak y Siria) privando así al sector agrícola de Estados Unidos, a su industria y sus compañías de petróleo de ingresos ascendentes a 500 000 millones de dólares. La Casa Blanca sacrificó las vidas de 4 400 soldados estadounidenses en la guerra contra Irak –guerra promovida por los apoderados de Israel a pedido de los dirigentes de Israel. El Departamento de Estado ha rechazado relaciones amistosas y estables con más 1 500 millones de musulmanes para respaldar la colonia ilegal de un poco más de medio millón de colonos judíos que ocupan militarmente la tierra palestina en Cisjordania y Jerusalén.

La cuestión estratégica que se plantea consiste en saber cómo y por qué se mantiene desde hace tanto tiempo esta relación unilateral entre Estados Unidos e Israel a pesar de tratarse de una relación tan evidentemente contraria a tantos intereses estratégicos de Estados Unidos e incluso a su propia élite. La interrogante más urgente e inmediata es ¿cómo influye esta relación históricamente desequilibrada en las sanciones de Estados Unidos contra Irán y las negociaciones nucleares?
Irán y las negociaciones de paz

No cabe duda de que el presidente de Irán recientemente electo y su ministro de Relaciones Exteriores están dispuestos a negociar el fin de las hostilidades con Estados Unidos haciendo importantes concesiones que garanticen el uso pacífico de la energía nuclear. Han declarado que están abiertos a la reducción o incluso a poner fin a la producción de uranio altamente enriquecido, a la reducción del número de centrífugas e incluso a permitir inspecciones intrusivas no anunciadas, entre otras propuestas prometedoras. Como parte de los acuerdos iniciales, el gobierno iraní propone una hoja de ruta con objetivos finales. La Alta Representante de la Unión Europea para las Relaciones Exteriores, Catherine Ashton, emitió comentarios favorables sobre la reunión inicial.

El gobierno de Estados Unidos emitió señales contradictorias luego de las invitaciones iraníes y la reunión de apertura. Algunos comentarios individuales son prudentemente positivos y otros son menos alentadores y más rígidos. Los sionistas de la administración, como el secretario del Tesoro Jack “Jake” Lew, insisten en que se mantengan las sanciones hasta que Irán cumpla con todas las exigencias estadounidenses (léase israelíes). El Congreso de Estados Unidos, comprado y controlado por la CPS, rechaza las prometedoras y flexibles aperturas iraníes, insistiendo en «opciones» militares o en el total desmantelamiento del programa nuclear legal y pacífico de Irán, pero en realidad se trata de posiciones de la CPS diseñadas para sabotear las negociaciones. Con ese propósito, el Congreso ha adoptado nuevas sanciones económicas aún más fuertes para estrangular la economía petrolera de Irán.
Cómo los Comités de Acción Política de Israel controlan el Congreso de EEUU y preparan la guerra contra Irán

La Configuración del Poder Sionista (CPS) utiliza su poder financiero para dictar la política del Congreso estadounidense sobre el Medio Oriente y para asegurarse de que la Cámara de Representantes y el Senado no se aparten ni un ápice de servir de intereses de Israel. El instrumento sionista que se utiliza para sobornar a los congresistas en Estados Unidos son los Comités de Acción Política (PAC).

Gracias a una decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos tomada en 2010, los súper PACs vinculados a Israel dedican grandes sumas de dinero a lograr la elección o la destrucción de candidatos. Los PACs trabajan para Israel. Mientras los fondos no vayan directamente al candidato, estos súper PACs no están obligados a revelar las sumas que gastan ni cómo las gastan.

Los estimados más conservadores de los fondos directos e indirectos que vinculan a la CPS con los parlamentarios estadounidenses se elevan a cerca de 100 millones de dólares en los últimos 30 años. La CPS dirige por lo general esos fondos hacia el poder legislativo y en particular hacia los miembros de los comités del Congreso que tienen que ver con el Medio Oriente. No resulta sorprendente ver que los mayores receptores de dinero del CPS en el Congreso estadounidense sean precisamente los que han promovido activamente las políticas de línea dura de Israel. En otros países del mundo esa compra de votos entre los miembros del poder legislativo sería considerada como un soborno flagrante y los implicados –tanto quienes reciben los pagos como quienes pagan– serían enviados a los tribunales y se expondrían a ir a la cárcel. Pero en Estados Unidos la compra y venta de políticos es llamada «cabildeo» [En inglés «lobbyng»] y es totalmente legal y pública. La rama legislativa del gobierno estadounidense ha llegado a parecerse a un prostíbulo caro o una a subasta de esclavos blancos –con la característica de que en ella se juega con las vidas de miles de ciudadanos.

La CPS ha comprado la sumisión a gran escala de congresistas y senadores: de los 435 miembros de la Cámara de Representantes 219 han recibido pagos de la CPS a cambio de sus votos a favor del Estado de Israel. La corrupción es mucho mayor aún entre los 100 senadores ya que 94 de ellos han aceptado dinero del PAC y del súper PAC como pago por su lealtad a Israel. La CPS distribuye dinero tanto entre los republicanos como entre los demócratas, garantizando así votos increíbles en estos tiempos de bloqueos congresionales, con votaciones casi unánimes (por parte de los parlamentarios de ambos partidos) a favor del «Estado judío», incluso a favor de sus crímenes de guerra, como el bombardeo contra Gaza y el Líbano, sin contar los más de 3 000 millones de dólares provenientes del bolsillo del contribuyente estadounidense que van a parar a los cofres de Tel Aviv. Al menos 50 senadores estadounidenses han cobrado cada uno entre 100 000 dólares y un millón en dinero proveniente del CPS durante las últimas décadas. Y a cambio han votado más de 100 000 millones de dólares en subvenciones destinadas a Israel… además de otros «servicios y pagos». Los miembros de la Cámara de Representantes son más baratos: 25 de ellos han recibido entre 238 000 y 50 000 dólares mientras que el resto se conformaba con migajas. Independientemente del monto percibido, el resultado es siempre el mismo: los miembros del Congreso estadounidense recitan el texto que les entregan sus mentores sionistas de los PACs, los súper PACs y del AIPAC, respaldan todas las guerras de Israel en el Medio Oriente y promueven la agresividad estadounidense en nombre de Israel.

Los legisladores más locuaces e influyentes son los que obtienen la mayor tajada del soborno sionista. El senador Mark Kirk (¡Bombas sobre Teherán!) encabeza la lista de los más golosos con 925 000 dólares en pagos del CPS. Le sigue John McCain (¡Bombas sobre Damasco!) con 771 000 dólares mientras que los senadores Mitch Connell, Carl Levin, Robert Menendez, Richard Durban y otros sionistófilos tampoco se cohíben cuando se trata de pasar el cepillo entre los repartidores de dinero de los PAC proisraelíes. En La Florida, la congresista Ileana Ros-Lehtinen encabeza la lista con 238 000 dólares como pago de sus posiciones 100% proisraelíes y por ser más belicista aún que el propio Netanyahu. Eric Cantor recibió por su parte 209 000 dólares por defender las «guerras de Israel» a costa de vidas estadounidenses al cortar los pagos de la Seguridad Social a los estadounidenses de edad avanzada para aumentar la ayuda militar a Tel Aviv. El representante de las minorías Whip Steny Hoyer consiguió 144 000 dólares por haber encaminado nuevamente hacia Israel a los pocos demócratas que vacilaban en favorecer al Estado hebreo. Y el líder de la mayoría John Boehner recibió 130 000 dólares por hacer lo mismo entre los republicanos.

La CPS ha dedicado también enormes sumas de dinero a castigar y destruir a una docena de legisladores disidentes que se opusieron a las guerras de Israel y a sus violaciones de los derechos humanos. La CPS invirtió millones en campañas individuales, no sólo en financiamiento de candidatos opositores que habían prometido lealtad a Israel sino también en campañas de difamación contra los que critican a Israel. Esas campañas fueron orquestadas en los más oscuros lugares de Estados Unidos, sobre todo en distritos de población afroamericana, donde serian absolutamente nulos los intereses sionistas locales y carecerían de toda influencia.

No existe nada parecido a los PACs, a los súper PACs, a los líderes partidistas o de organizaciones cívicas que sea capaz de contrarrestar el poder de la quinta columna de Israel. Según los documentos que ha recopilado el valiente investigador Grant Smith, del IRMEP, cuando se trata de Israel, el Departamento de Justicia se niega categóricamente –al menos desde 1963– a aplicar las leyes federales que estipulan la apertura de procedimientos penales contra los ciudadanos estadounidenses que trabajen en secreto para un Estado extranjero. Sin embargo, a través de la llamada «Anti-Defamation League», la CPS ha presionado exitosamente al Departamento de Justicia, al FBI y la NSA para que se investigue y se lleve a los tribunales a ciudadanos patriotas y respetuosos de la ley que han criticado el robo de tierras palestinas y denunciado los sobornos sionistas que corrompen el sistema político estadounidense.

La «prensa respetable», igualmente parcializada y corrupta, hace posible la corrupción y la degradación de la democracia en Estados Unidos. El crítico de los medios de difusión Steve Lendman subrayó en su investigación para el New York Times el vínculo directo que existe entre Israel y los medios de comunicación. Los principales periodistas [presentados como] «justos y equilibrados» que informan sobre Israel tienen fuertes lazos familiares y políticos con ese país y sus artículos no son otra cosa que propaganda. El reportero del Times Ethan Bronner, cuyo hijo sirvió en las fuerzas armadas de Israel, es desde hace tiempo un apologista del Estado sionista. Isabel Kershner, también reportera del Times, cuyos «escritos» parecen venir directamente del ministerio israelí de Relaciones Exteriores de Israel, está casada con Hirsh Goodman, asesor del régimen de Netanyahu sobre «asuntos de seguridad». El jefe de la corresponsalía del Times en Jerusalén, Jodi Rudoren, vive cómodamente en el hogar ancestral de una familia palestina desposeída de esa antigua ciudad.

La inquebrantable postura proisraelí del Times garantiza una cobertura política y la necesaria justificación a los políticos corruptos de Estados Unidos cuando estos hacen sonar los tambores de guerra en nombre de Israel. No es de extrañar que el New York Times, al igual que el Washington Post, esté profundamente comprometido en denigrar y denunciar las actuales negociaciones entre Estados Unidos e Irán. Ambos diarios dedican amplios espacios a la retórica unilateral de los políticos israelíes y de sus repetidores estadounidenses, mientras excluyen sistemáticamente las opiniones más racionales de experimentados ex diplomáticos estadounidenses, de jefes militares cansados de la guerra y de representantes del mundo de los negocios y de los sectores universitarios estadounidenses.

Para entender la hostilidad del Congreso hacia las negociaciones nucleares con Irán y sus esfuerzos tendientes a hacerlas fracasar a través de la imposición de nuevas sanciones ridículas, es importante ir a la fuente misma del problema, o sea las declaraciones de los principales políticos israelíes, quienes marcan a sus acólitos estadounidenses el camino a seguir.

A finales de octubre de 2013, el ex jefe de de la inteligencia militar israelí Amos Yadlin declaró que había que elegir entre «La bomba o el bombardeo», mensaje que de inmediato repitieron los 52 presidentes de las principales organizaciones judías estadounidenses [2]. El 22 de octubre de 2013, el ministro de Inteligencia de Israel Yuval Steinitz llamó a la adopción de nuevas sanciones contra Irán e insistió en que Estados Unidos debe utilizarlas como instrumento de presión para que Irán acepte renunciar por completo a la energía nuclear con fines pacíficos y a su programa de enriquecimiento de uranio. El ministro de Defensa Moshe Yaalon afirmó que «Israel no aceptará ningún acuerdo que permita a Irán enriquecer uranio». La posición de Israel consiste en amenazar con la guerra –a través de Estados Unidos– si Irán no pone fin de inmediato a su programa nuclear. Esto es lo que define la posición de todos los grandes PACs, de los súper PACs y del AIPAC, que a su vez dictan los discursos que pronuncian sus asalariados en el Congreso estadounidense. Por lo tanto, el Congreso de Estados Unidos aprueba sanciones económicas aún más extremas contra Irán para sabotear las actuales negociaciones.

Los que más vociferan son los que se han beneficiado con los mayores sobornos: el senador Mark Kirk (925 379 dólares), autor de un proyecto de ley anterior sobre las sanciones, exige que Irán abandone la totalidad de su programa nuclear y balístico (sic) y declaró que el Senado estadounidense «debe avanzar de inmediato con una nueva serie de sanciones económicas contra todos los ingresos y reservas que aún le quedan a Irán» [3]. La Cámara de Representantes ya aprobó un proyecto de ley que limita drásticamente a Irán la posibilidad de vender su principal producto de exportación, el petróleo. ¡Y nuevamente la CPS de Israel es el eje de un Congreso que trata de imponer al pueblo estadounidense la agenda guerrerista de Israel! A finales de octubre de 2013, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu «cocinó» durante 7 horas al secretario de Estado John Kerry hasta que este último le prometió cobardemente que promovería la agenda de Israel a favor del desmantelamiento del programa de enriquecimiento nuclear de Irán.

Para contrarrestar la campaña promovida por los lacayos de Israel en el Congreso estadounidense en contra de la economía petrolera de Irán, Teherán ha ofrecido generosos contratos a las compañías petroleras de la Unión Europea [4] y de Estados Unidos. Incluso se está procediendo al levantamiento de medidas proteccionistas. Bajo las nuevas condiciones, las compañías extranjeras tienen derecho a escoger las zonas que desean explotar o pueden participar en proyectos iraníes. Irán espera atraer como mínimo 100 000 millones de dólares en inversiones en los próximos 3 años. Ese estable país cuenta con las mayores reservas de gas del mundo y sus reservas de petróleo ocupan el 4º lugar a nivel mundial. Debido a las actuales sanciones estadounidenses –dictadas por Israel– la producción cayó de 3,5 millones de barriles diarios en 2011 a 2,58 millones de barriles diarios en 2013. Está por ver si las transnacionales estadounidenses y europeas serán capaces de desafiar el control de la CPS sobre la política de sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea. Hasta el momento, la CPS ha predominado en ese sentido y ha marginado a las compañías petroleras recurriendo para ello al chantaje, a la amenaza y las presiones contra quienes trazan las políticas estadounidenses, alejando así eficazmente a las empresas estadounidenses del lucrativo mercado iraní.
Conclusión

Mientras tratan de negociar con Irán, Estados Unidos y los otros 5 países enfrentan enormes obstáculos ante el poder de Israel en el Congreso estadounidense. Durante las últimas décadas, los agentes de Israel han comprado la lealtad de la mayoría de los congresistas, amaestrándolos para que obedezcan con la mayor sumisión a la menor señal de los guerreristas de Tel Aviv.

Ese «eje de la guerra» ha perjudicado gravemente al mundo entero, causando la muerte de millones de víctimas de las guerras estadounidenses en el Medio Oriente, en el sudoeste de Asia y el norte de África. La evidente corrupción y la ampliamente reconocida quiebra del sistema legislativo estadounidense son resultado de su sometimiento a una potencia extranjera. Lo que queda de Washington es un Estado vasallo y degradado que se ha ganado el desprecio de sus propios ciudadanos. Si el Congreso controlado por la CPS nuevamente impone su voluntad y logra destruir las negociaciones entre Estados Unidos e Irán con nuevas disposiciones belicistas, nosotros –el pueblo estadounidense– tendremos que pagar un altísimo precio en vidas y dinero.

Es este el momento de actuar. Es hora de levantarse y de denunciar el papel de los PACs israelíes, de los súper PACs y de las 52 principales organizaciones judías estadounidenses cuya misión consiste en sobornar al Congreso y convertir a «nuestros» representantes electos en lacayos al servicio de las guerras de Israel.

Es significativo el silencio de nuestros críticos más reconocidos –sólo unos pocos medios alternativos han denunciado el control que Israel ejerce sobre el Congreso estadounidense. La evidencia está a la vista y al alcance de todos. Los crímenes son irrefutables. El pueblo estadounidense necesita verdaderos líderes políticos con el coraje suficiente para arrancar de raíz la corrupción, acabar con los corruptores y obligar a quienes fueron electos para representarnos en la Cámara de Representantes y en el Senado a que defiendan los intereses del pueblo de Estados Unidos.

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