domingo, 31 de agosto de 2014

La Historia nos vendió Algunas Mentiras?

Nos convencieron de que el hombre americano era un recién llegado por el estrecho de Bering y ahora resulta que construían pirámides al mismo tiempo que los egipcios faraónicos.

Ahí está la civilización de Caral para demostrarlo, con carbono 14 y todas las pruebas que quieras. 

Era una bruta cultura al norte de Lima, que floreció hace unos 5.000 años, cuando los europeos eran salvajes completos y en Egipto andaban mirando dónde poner unas pirámides. 

Por ese entonces en América también les había dado por las pirámides, ¡qué manía!

A los restos arqueológicos los conocen desde 1905, en 1937 los tenían bastante estudiados pero se recaía en la datación tardía.

La arqueóloga Ruth Shady reunió todo lo conocido y en coordinación con el Proyecto Especial Arqueológico Caral-Supe realizaron en Estados Unidos 42 estudios radio carbónicos que determinaron esa antigüedad sorprendente. 

Debajo encontrarán un mapa de ubicación para quienes quieran ir a ilustrarse o a depredar, así como una reconstrucción de lo que se supone es un lugar de culto.

Las pirámides estaban de moda hace 5.000 años, pero ¿y esos círculos?

En mi generación trataron de convencernos de que las civilizaciones americanas eran fresquitas, casi recién llegadas por el estrecho de Bering.

Luego tuvieron que conceder que antes de los incas por ahí había una cultura Chavín, pero apenas 900 años antes de Cristo. Después tuvieron que conceder que la cultura Chavín andaba por ahí en el 1.500 AC. 

Pues bien, los Carales o como se llamaran a sí mismos, estaban en los valles de varios ríos peruanos al menos 9.210 años antes de Cristo, es decir, hace 11.000 años.

Se hicieron pruebas concluyentes con radiocarbono. Y tenían perros, que también nos decían que eran desconocidos en América y los descubrieron por aquí.

Hasta los tenían los antecesores de los charrúas en nuestros cerritos funerarios de la Laguna Negra. Y perros bien finolis, que para evitar pulgas carecían de pelo y eran calentitos en invierno.

Los carales también sabían escribir, pero no con punzones ni con tinta, sino con nudos. Cada cual se las ingenia como puede.

 Y es cierto que no tenían caballos, pero tenían llamas, hicieron caminos a lo largo y ancho de América y comerciaban con todos los que encontraban.

Hubo que esperar 1.500 años para que aparecieran los olmecas en América Central; los mayas aparecieron mucho después. Todo eso según dicen, porque los carales demuestran que muchas veces se dicen cosas que con el tiempo resultan incorrectas.






¿Qué hacemos entonces con toda la historia eurocentrista que reconocía al norte de Africa y al Cercano Oriente pero solo para explicar a los griegos y los romanos?

 Deberíamos hacer lo mismo que cuando pasan por alto que algunos de los faraones que más lustre le dieron al Egipto clásico eran negros de total negritud.

 Cuando esos negros tuvieron que bajar por el Nilo porque los faraones semitas habían dejado al país hecho un desastre, eliminaron la esclavitud, pusieron orden y luego volvieron a su Etiopía natal, esa misma de la que hablaba Homero con enorme respeto y a la que iban los dioses del Olimpo cuando se tomaban vacaciones.

Esa misma Etiopía donde en la Edad Media suponían que había (capaz que lo hubo) un poderoso reino que los iba a ayudar a rescatar al Santo Sepulcro.

Lo que pasa es que no hay que bajar la guardia. Historiadores y arqueólogos son muy respetables, pero no están vacunados contra los prejuicios.

Tampoco lo están en Perú, donde están haciendo una formidable investigación sobre esta cultura y recaen en lo de siempre: andar buscando dónde era que los sacerdotes le arrancaban el corazón a la gente o los sacrificaban vivos porque Torraca no anunciaba lluvia.

¡Claro! En Europa eran más prolijitos: a la gente la freían en aceite, la empalaban o la metían en la hoguera hasta que se convencieran que solo ellos tenían la verdad. No era la sequía sino la herejía lo que los incitaba a matar.





¡Sin ejército y sin violencia! Hasta que se pruebe lo contrario deberíamos conservar la ilusión de lo que hasta ahora se sabe sobre la cultura Caral.

¡No tenían ejércitos, no hay restos de armas, no hay constancias de guerra!

Los carales eran los costarricenses de la sublime antigüedad. Y no me digas que es porque en cinco mil años no queda nada, porque se encontraron pila de instrumentos musicales.

La otra cosa sorprendente es que también a estos tipos les dio por construir pirámides.

Ya encontraron unas 32 y puede haber más.

Usaron mucho adobe, pero también piedras talladas con la misma técnica que miles de años después emplearon los incas para levantar Macchu Picchu.

¿Querés un disparate tan legítimo como muchas de las arriesgadas aseveraciones de la historia oficial?

Pues bien, varias veces se encontraron similitudes entre la lengua aymara y el arameo. Naturalmente todos se burlaron de tal incongruencia. 

Hace poco encontraron en Bolivia una fuente que ya llaman la “Piedra Roseta” indoamericana.

Se la calificó como una superchería hasta que resistió todas las pruebas a que fue sometida, tras ser hallada cerca del lago Titicaca, en Bolivia.

La Fuente Magna y su supuesta escritura cuneiforme.

Pues bien, se asegura que la fuente tiene 5.000 años igual que Caral y su ornamento no es tal, parece que es escritura cuneiforme proto sumérica y semítica. ¡Mirá si será antiguo el turismo cultural!

Thor Eyerdhal diría que fueron sumerios o egipcios que atravesaron el Atlántico en barcos hechos con papiro; pero me permito advertirte que el amigo Thor tuvo que llevar constructores de botes del Titicaca, pues el papiro no sirvió, lo que si sirvió para llegar a América desde Africa, fue el junco boliviano.

 Si querés, reíte a carcajadas. Pero no dejes de reírte con otras fantasías tan estrambóticas como éstas, pero destinadas a justificar la cristianización a prepo de los indígenas americanos que no murieron por las plagas importadas.

La llamada “Fuente Magna” se exhibe en el Museo del Oro de La Paz, estas elucubraciones pueden leerse en http://www.lagranepoca.com/articles/2010/04/03/4437.html

Qué se sabe de Caral. La Civilización Caral se formó en el Área Norcentral del Perú, antes que en cualquier otro lugar de los Andes y de América. El desarrollo de las poblaciones de esta área fue precoz en comparación con otras que habitaban en el continente.

Su datación solo es similar a los focos civilizatorios más antiguos del Viejo Mundo: cuando en Egipto se construía la antigua pirámide de Sakara o, posteriormente, las pirámides de Keops, Kefrén y Micerino, en el valle de Giza, o cuando se ocupaban las ciudades sumerias de Mesopotamia o crecían los mercados en la India, por esos tiempos, entre 3000 y 2500 a. C., ya se edificaban y remodelaban los edificios piramidales de Caral, y en sus plazas se realizaban periódicas congregaciones con fines económicos, sociales y religiosos.

Así lo asegura la web oficial del sitio arqueológico y también las investigaciones muy bien realizadas tanto por la BBC como por el diario peruano El Comercio. De esas fuentes tomamos algunas de las ilustraciones de este artículo.

Continuamos citando la web oficial: el Área Norcentral comprendió el espacio entre los ríos Santa y Chillón, el callejón de Huaylas, Conchucos, la puna de Junín y las cuencas de los ríos Marañon y Huallaga; incluye regiones de costa, sierra y selva andina. En esa extensión de, aproximadamente, 400 por 300 Km hubo un manejo transversal del territorio y sus recursos.

En la cuenca de Supe, y en las zonas bajo su influencia, una economía complementaria, pesquero-agraria, articulada por el comercio, sustentó al sistema social, promovió la especialización laboral, la interacción interregional, la acumulación de riqueza y el desarrollo. El intercambio de anchovetas secas y mariscos (choros y machas) por productos agrícolas, industriales o alimenticios (algodón, mate, frijol, achira, zapallo, camote, etc.), iniciaba la cadena de comercio que, si bien se extendió a las otras regiones, enriqueció a los conductores de las poblaciones costeñas.

La vastedad urbana de la cultura Caral y Supe identificada por Google desde los satélites.

Los pobladores de Supe, continúa la web oficial, vivieron en asentamientos nucleados, de diversa extensión y complejidad, distribuidos por secciones del valle; en cada uno de ellos construyeron estructuras arquitectónicas, residenciales y públicas. Algunos asentamientos contienen impresionantes edificios monumentales, como en la denominada “zona capital de Caral”, que congregó a ocho centros poblados, entre ellos a la ciudad más extensa y compleja de la época, cuidadosamente planificada, con edificios piramidales, grandes plazas y varias agrupaciones residenciales.

Más información

Guillermo Pérez Rossel

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