domingo, 6 de diciembre de 2015

Turquía: 300 años de traición y lucha contra Rusia

El derribo del cazabombardero ruso Su-24M el pasado 24 de noviembre dentro del territorio de Siria por el avión turco F-16 que le disparó un misil después de incursionar deliberadamente en Siria, fue llamado por el presidente ruso, Vladímir Putin, como “una puñalada por la espalda”.

Los tratados y juramentos se guardan en el filo de la daga

— Proverbio turco

Así fueron convertidos de golpe en cenizas, los cuatro años de esfuerzos del Gobierno ruso para lograr amistad y armonía en las relaciones con el Gobierno turco.

Parece que los estrategas rusos no revisaron bien los 300 años de la lucha de los turcos contra Moscú y la traición de los tratados que se firmaban periódicamente.

Tampoco los servicios de inteligencia rusos prestaron debida atención al dicho popular en las calles de Estambul (el motor de la economía) y Ancara (capital de Turquía) que afirma que “cuando el presidente de Turquía Recep Tayyip Erdogan te dice que eres hermano, significa que quiere subirse encima tuyo”.

Hace cinco años cuando el primer ministro Vladímir Putin y su colega Recep Erdogan, también primer ministro de su país, firmaron tratados energéticos evaluados en 100.000 millones de dólares, incluyendo la construcción del gasoducto Turk Stream, mejoramiento del sistema de transporte de petróleo y la construcción de la central nuclear Akkuyo en la ciudad turca Mersin, Recep Erdogan abrazó a Putin y le dijo que era “su mejor amigo para siempre”. Pero la “amistad eterna” en la percepción turca está limitada por el espacio y tiempo de la conveniencia.

Lo puede confirmar también el presidente de Siria Bashar Asad pues hace apenas seis años atrás Recep Erdogan lo llamaba “mi hermano” y sus familias descansaban juntas en el lujoso centro turístico turco Bodrum. Ahora Asad es considerado un enemigo de Turquía y en especial de Erdogan.

Los tiempos cambian pero las ambiciones imperiales de Turquía siempre son las mismas a pesar del desmantelamiento del Imperio Otomano después de la Primera guerra Mundial. En un reciente artículo publicado por la agencia de información “Regnum”, el analista Ruben Zargarian habla de cinco siglos de lucha de Turquía contra Rusia.

Primero, el Imperio Otomano que empezó a expandirse en los años 1400 utilizó a su vasallo el Janato Tártaro de Crimea que ya en 1507 atacó a las ciudades rusas Beliuov y Kozelsk. Hasta 1680 Moscú tuvo que pagar tributo al Janato de Crimea que entre 1500 y 1700 entregó al Imperio Otomano más de dos millones de esclavos rusos y polaco-lituanos.

Posteriormente, el Imperio Turco hizo sus propias guerras a Rusia en 1676-1681; 1695-1700; 1710-1713; 1735-1739; 1768-1774; 1787-1791; 1806-1812; 1828-1829; 1853-1856; 1877-1878 y 1914-1918. Después de la disolución del imperio al comienzo de los años 1920, el que sería el primer presidente de la República de Turquía en 1923 y el héroe nacional Mustafa Kemal Atatürk logró convencer a Lenin y a Trotsky de que Turquía estaba lista para la revolución mundial y así recibió de Rusia 200 kilos de oro y armamento pero esto fue utilizado para su expansión en el Cáucaso y la “revolución mundial” traicionada. Atatürk prefirió alejarse de los bolcheviques, cobrar otro tanto y pasarse al lado de los británicos que tenían sus propios intereses en Azerbaiyán y Armenia y querían utilizar Turquía para prevenir la expansión del comunismo en estos países.

En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Turquía mostró nuevamente su “pragmatismo interesado”. El 19 de octubre de 1939 firmó un pacto de asistencia con Francia y el Reino Unido a cambio de dos destructores británicos y varios aviones militares franceses.

Al percatarse del avance militar arrollador de Alemania en Europa el gobierno turco decidió pasarse al lado de los alemanes. El 18 de junio 1941, cuatro días antes del inicio del inicio de la “Operación nazi Barbarroja” contra la URSS, Turquía firmó un tratado de amistad con Alemania, obteniendo en recompensa cuatro submarinos alemanes cerca de 4.000 fusiles y una docena de aviones militares.

También Turquía planificó al final de junio 1941, según la revista nacional “Bozgurt”, declarar la guerra a la Unión Soviética después de que cayera Stalingrado y ocupar el Cáucaso, Crimea, Armenia y Asia Central con la venia y bajo la supervisión de los alemanes. Sin embargo, los planes bélicos turcos tuvieron que ser anulados porque los alemanes sufrieron una severa derrota en la batalla de Stalingrado que duró desde el 23 de agosto de 1942 al 2 de febrero de 1943. En este período los turcos no permitieron a los barcos de los países aliados de Rusia- EEUU y Canadá, que traían ayuda, cruzar los estrechos de Bósforo y el de los Dardanelos.

Al darse cuenta de la eminente derrota de los alemanes, Turquía endureció sus relaciones con los nazis y finalmente el 1 de marzo de 1945 le declaró la guerra a Alemania y Japón cuidándose de no participar en ninguna batalla.

En 1950 el ministro de Relaciones Exteriores de la URSS Andrey Gromico preguntó al embajador turco en Moscú, Kemal Nejat Kavur: “Su país tiene el más grande ejército en Europa. Si es contra su enemigo tradicional como Grecia, es demasiado grande, si es de otro lado contra nosotros, es demasiado pequeño. ¿Entonces, cuál es la razón?” Por supuesto el embajador no tenía la respuesta preparada pues no podía revelar los anhelos nacionales de reconquistar en algún momento el Cáucaso y Crimea.

En 1952 Turquía fue admitida en la OTAN y al final de los 1950 permitió a los EEUU a desplegar 50 misiles Júpiter con un rango de 5.300 kilómetros cerca de la frontera con la URSS. Recién en 1962 estos misiles alineados contra la Unión Soviética fueron retirados a cambio del retiro de los 36 misiles soviéticos R12 de Cuba, esto después de un arreglo secreto entre Nikita Kruschef y John Kennedy que puso fin a lo que se llamó “La Crisis de los Misiles”, iniciando así un corto período llamado la “Coexistencia Pacífica”.

Después del desmantelamiento de la URSS en 1991, Turquía inició una paciente labor en Crimea con la población tártara que retornó a la península. Ellos fueron amnistiados en 1980 después de su deportación al Asia Central ordenada por Stalin en 1944 por su colaboración con los nazis. El gobierno de Ucrania en cuya jurisdicción estaba Crimea por un decreto de Jruschov cerró los ojos y permitió un fuerte adoctrinamiento de tártaros en la orientación de rusofobia por Turquía. Al reincorporarse Crimea a Turquía, los líderes tártaros opositores a este proceso como Mustafa Dzemilev y Rufat Chubarov entre muchos otros se refugiaron en Turquía y se convirtieron en agentes de influencia de aquel país que anteriormente dio refugio a los yihadistas chechenos.

Es decir, en todos estos últimos años el lento acercamiento que trató de forjar el gobierno ruso y que aparentemente fue compartido por Turquía no ha sido sincero por parte de los turcos. Fue motivado por el deseo de lograr mayores concesiones de la Unión Europea (UE) y EEUU. El año pasado, la respuesta del primer ministro de Turquía Erdogan a la Comisión Europea alarmada por el acercamiento de Turquía a Rusia a pesar de las sanciones contra Moscú: “Turquía no necesita permiso de nadie: vamos a hacer lo que es necesario para el país”, fue también una acción fríamente calculada para levantar el prestigio del país y lograr las mayores ventajas de sus aliados de la OTAN.

A lo que no prestaron la atención los líderes de Rusia, fue al hecho que, mientras Recep Erdogan anunciaba a cuatro vientos su amistad con Rusia, siendo primer ministro, sus fuerzas militares seguían fieles al documento titulado “2010-2015 La Estrategia de Seguridad Nacional” que considera a Israel y Rusia como países que representan peligro a Turquía. La fidelidad al tradicional “pragmatismo calculado y temporal” del gobierno de Turquía continúa, por eso no es de extrañar la actual alianza del Servicio de la Inteligencia Nacional (MIT) turco con la Mossad de Israel en la selección, adiestramiento, equipamiento y el traslado a Siria a los yihadistas sunitas del Estado Islámico (EI) para derrumbar el régimen de Bashar Asad.


También es lógico, desde el punto de vista del presidente Erdogan, el alejamiento de su “amigo” Putin cuando coincidieron en los Juegos Europeos el pasado 13 de junio en Bakú, Azerbaiyán donde se encontraron cara a cara pero sin mirarse a los ojos. Rusia había tomado la decisión de no permitir el derrocamiento del presidente sirio Asad, lo que iba en contra de los planes de Turquía y la OTAN.

Rusia no puede permitir que el Estado Islámico forme un califato, cuya idea pertenece a los estrategas “iluminados” norteamericanos y franceses quienes decidieron utilizar las ambiciones turcas del resurgimiento del neo otomanismo y convertir este país en el instrumento vital para la balcanización de Siria. Erdogan tiene la oferta de una parte fronteriza de Siria cercana a Turquía poblada por unos 200.000 turcomanos o turkmenos (un pueblo túrquico que se encuentra principalmente en Afganistán y Turkmenistán).

El califato islámico está proyectado después de terminar su formación en Siria e Irak, expandirse al Asia Central, Cáucaso, Tatarstán, Urales y la parte de China donde viven los uigures que son musulmanes, estos junto con los yihadistas chechenos y daguestaníes forman batallones del Estado Islámico.

El rol de Turquía en la expansión del Estado Islámico fue diseñado en secreto en 2011. Según el analista geopolítico francés Thierry Meyssan, el ex ministro de relaciones exteriores de Francia Alain Juppe colaboró en el plan con el actual primer ministro de Turquía Ahmet Dovutoglu que fácilmente dejó su anterior consigna “Cero Problemas con los Vecinos”. Por supuesto, la estrategia regional de Turquía fue abalada por Washington.

El mismo vicepresidente de EE.UU. Joe Biden confirmó en octubre 2014 en su discurso en Harvard, que fue rápidamente silenciado, que “Turquía apoya al Estado Islámico con cientos de miles de dólares y miles de toneladas de armas”.

Biden evitó decir que Turquía fue permitida por Washington y Bruselas para hacer su negocio sucio de oro negro sirio con el Estado Islámico. Lo curioso también es que, de acuerdo al editor de la publicación norteamericana Veterans Today, Mike Harris, las corporaciones British Petroleum y ExxonMovil son también compradores del petróleo ilegal del Estado Islámico.

Pero el primer beneficiario es Turquía que obtuvo en los últimos ocho meses unos 800 millones de dólares por este negocio sucio. Ahora, resulta que la familia del presidente Erdogan está envuelta en este negocio a través de su tercer hijo Bilal Erdogan quien recientemente compró dos buques tanques y posee, según el vicepresidente del Partido Republicano del Pueblo Turco (CHR) Gürsel Tekin, la compañía marítima BMZ Ltd. que hace el negocio de petróleo con el Estado Islámico.

Precisamente este negocio fue interrumpido por la aviación militar rusa lo que produjo una irritación entre los negociantes internacionales del oro negro. Pero sería equívoco atribuir aquel trágico incidente con el SU-24 y la muerte de su piloto y un soldado rescatista ruso exclusivamente a los intereses de los negociantes de petróleo.

Lo que no pueden digerir los estrategas “iluminados” de Washington y Bruselas es que sus planes del “caos programado” en Asia y Medio Oriente fueron bruscamente interrumpidos por la entrada decidida de Rusia en Siria para no permitir la balcanización de este país y de paso formar una alianza con Irán y posiblemente con Irak.

Turquía en este juego occidental es simplemente un instrumento hábilmente utilizado por EEUU y la UE a través de su incondicional y extremadamente ambicioso oportunista Recep Erdogan quien se ofuscó por sus ideas de un futuro resurgimiento de un nuevo Imperio Otomano, sin darse cuenta que su país se acerca cada día más a una guerra civil debido a la creciente represión contra el pueblo kurdo.

Recientemente, uno de los más famosos defensores de los derechos humanos pro kurdos Tahir Elei fue asesinado durante una conferencia de prensa. Es sabido que el Servicio de Inteligencia Nacional (MIT) mantiene la población turca sumida en miedo.

Hace poco el escritor turco Premio Nobel de Literatura Orhan Pamuk (2006) escribió que “lo peor es el miedo, todo el mundo tiene miedo en Turquía”.

Y cómo no tenerlo si recientemente fueron encarcelados sin juicio por “traición y espionaje” dos periodistas turcos del diario Comhuriyet por haber revelado las fotos de un convoy del MIT transportando armas al Estado Islámico en Siria. También fueron encarcelados dos generales y un coronel de gendarmería por detener otro convoy del MIT con armas destinadas al EI.

El año pasado murió en un accidente sospechoso, en la ciudad turca Suruc, la periodista norteamericana Serena Shim quien fue la primera en escribir y mostrar fotos de los yihadistas transportando de Turquía a Siria en los camiones de la ONG World Food Organization.

El 18 de octubre pasado fue encontrada “suicidada” en el baño del aeropuerto de Estambul la famosa y curtida periodista británica Jacky Sutton que era directora del Institute for Peace and War Reporting. Dijeron que se mató por haber perdido su avión.

Mientras todo esto sucede en Turquía, el presidente Erdogan sigue jugando con el fuego internacional cumpliendo las pautas del departamento de Estado norteamericano y de los líderes de la OTAN que lo defienden y apoyan por el momento incondicionalmente. Recientemente el embajador norteamericano ante la OTAN, Douglas Lute declaró que el “comportamiento de Rusia en Siria es peligroso, innecesario e irresponsable”.

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, justificó el derribo del avión ruso en Siria que según él estaba en “el espacio soberano turco” como si el territorio de Siria perteneciera a Turquía.

Erdogan toma estos gestos como un incentivo para no pedir disculpas, amenazar a Rusia, poner trabas en el paso de sus barcos por el estrecho Bosforo o mandar dos submarinos para vigilar al crucero ruso Moskva. Todos son gestos de bravura inducidos por la desesperación y alimentados por sus ambiciones y la fe ciega en sus “amigos” norteamericanos y europeos.

En este enredo geopolítico se olvidó Recep Tayyip Erdogan de las sabias palabras de su héroe Mustafá Kemal Atatürk: “Paz en la patria, paz en el mundo”.

Actualmente no hay paz en Turquía y el apoyo que está gozando Erdogan de Washington y Bruselas es efímero que puede desaparecer en cualquier momento pues ni EEUU, ni la Unión Europea tienen recursos o condiciones para iniciar una guerra contra Rusia. Tanto Putin como Obama lo saben y Erdogan ya presiente que en cualquier momento puede convertirse en un chivo expiatorio.

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