miércoles, 18 de abril de 2018

El Milagro de la Luz

Cada equinoccio de otoño y primavera cientos de personas se reúnen para contemplar un prodigio que atesora el secreto de los gremios de constructores en torno a una pequeña iglesia cerca del camino de Santiago. Francisco Contreras.

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En la comarca de Benavente y Los Valles, al norte de la provincia de Zamora, a ochenta kilómetros de la capital, a orillas del río Tera , el viajero-buscador de enigmas y misterios, de lo mágico y sagrado, encontrará uno de los templos románicos de la provincia más antiguos, vinculado al Camino de Santiago.

Guarda entre su muros los códigos ocultos y mensajes secretos de los canteros del Medievo y es escenario, durante los equinoccios, de un prodigio en el que el arte y la fe, la naturaleza y el hombre, se dan la mano, reminiscencias de cultos ancestrales relacionados con la madre naturaleza.




Un santuario erigido en una tierra marcada por lo mágico-sagrado desde tiempos remotos, como así lo demuestra el dolmen de Arrabalde, el Castro de Las Labradas, el más grande la provincia, o el Domus de Camarzana de Tera.

Una iglesia en la que, siempre el mismo día, la fecha de los equinoccios de otoño y primavera, y a la misma hora, a las ocho de la mañana –hora solar–, congrega a cientos de personas venidas desde diferentes puntos de la geografía española para contemplar, y sentir, un prodigio que despierta emoción y fascinación. El momento en el que la oscuridad del templo es rota por la aparición del haz de luz de los rayos de sol del amanecer –que aparece por un óculo redondo ubicado en la parte superior del ábside–, atraviesa de forma diagonal el altar mayor así como parte de la nave central, para ir ascendiendo poco a poco por los sillares hasta iluminar un capitel tallado en la fría piedra.

Es el denominado fenómeno de la luz equinoccial, el momento en el que se produce el llamado “Milagro de la Luz”. Pero, ¿cuándo, cómo y por qué los gremios de constructores medievales pusieron luz a este capitel y lo llenaron de simbolismo?

UN TEMPLO MARCADO POR EL ENIGMA Y EL GREMIO DEL CAMINO

Poco se sabe de sus orígenes y de sus constructores. Las riberas del Tera acogieron en la Alta Edad Media, durante la repoblación, la fundación de numerosos cenobios del que Santa Marta de Tera, ya en el siglo X, fue uno de los primeros y más importantes.

Las diferentes excavaciones arqueológicas han sacado a la luz que en el mismo solar donde se levanta la iglesia existió una villa alto-imperial romana –del siglo I–, y un posterior templo hispano-visigodo desde el siglo VI. Un antiguo lugar que fue sacralizado a lo largo del tiempo. A pesar de ello, las primeras referencias documentales sobre el mismo aparecen en el año 979, y se tiene noticia que su primer abad se llamaba Julián.

Su fundación está ligada a las reliquias de la mártir astorgana santa Marta, del siglo III, cuyos restos llegaron al templo en el siglo XI, cuando los reyes Fernando I de León y doña Sancha donaron el monasterio a San Ordoño, obispo de Astorga, en reconocimiento por haber traído y puesto a salvo las reliquias de San Isidoro.

La advocación del mismo se debe a que la mártir fue enterrada aquí después de negarse a practicar ritos paganos, por lo que fue decapitada. Más tarde, en el siglo XII, ya con gran popularidad, se convirtió en centro de peregrinación cuando el monarca Alfonso VII visitó el enclave para agradecer a la santa la curación de una grave enfermedad. Milagros de los que no sólo habla la tradición sino que han quedado marcados en la fría piedra en forma de estrella en distintos puntos del templo, en los sillares cercanos a donde se produjeron.




ENIGMAS TALLADOS EN LA PIEDRA

Hito del románico zamorano, guarda en su estructura los cánones y cincelado del enigmático “gremio de peregrinación”, que fuera modelo para los templos del Camino de Santiago.

Del antiguo cenobio sólo se conserva la iglesia, y ningún sillar, escultura o capitel están ubicados al azar. De planta de cruz latina, cimborrio en el crucero y cabecera cuadrangular, marcada por los gremios del pre-románico asturiano, atesora un tallado iconográfico similar al de Iglesias como Santo Tomé en Zamora, San Isidoro de León o San Martín de Frómista en Palencia.

Presenta dos fases constructivas, la primera del siglo X y XI, que marcó la estructura. Y una segunda, del XII, que corresponde con los muros de la nave en su parte alta y la cubierta de la bóveda de arista, así como los florones del exterior. Todo ello remarcado con tres filas de impostas del “ajedrezado jaques”, la marca de cantería que señala los santuarios para peregrinos en el Camino, tanto en el exterior como en el interior. Un templo marcado por peculidaridades que lo convierten en único para aquellos viajeros- buscadores que sepan ver más alla de la piedra.


Todo en él guarda un orden, bajo un mensaje oculto y olvidado. En el exterior, en el pórtico sur, hallaremos la imagen de Santiago peregrino más antigua de Europa. Una talla en la que el apóstol aparece con la indumentaria de los “concheiros” –bordón, zurrón y concha–, estampa arquetípica del Camino, así como varias columnas de templo romano reutilizadas.

Todo ello rodeado por capiteles de imágenes zoomórficas, como sirenas, dragones y felinos. En los canecillos y capiteles del ábside aparecen piñas, símbolo del conocimiento, así como un relieve de tres figuras humanas que son un misterio. En la portada norte, abierta en el brazo de transepto, encontraremos la talla de san Judas Tadeo, con una inscripción, relacionada con la portada meridional. En el interior destacan el capitel de David tocando el arpa ante el rey Saúl, el sacrificio de Isaac el de David y Goliat, el de la mujer adultera, y el compuesto por tres rostros superpuestos que miran desde las alturas al altar mayor y a la nave central.

EL MILAGRO DE LA LUZ

Pero es el capitel de la “asunción del alma” el que acapara todo el protagonismo cada mes de septiembre y de marzo, cuando se producen los equinoccios de otoño y primavera, momento en el que tiene lugar el fenómeno de la luz equinoccial, el “Milagro de la luz”.

Fue descubierto en septiembre de 1997, cuando el ya fallecido párroco de la localidad, Julián Acedo –tras meses de observación movido por la curiosidad e interés por el románico de la iglesia–, descubrió que en dichas fechas ocurría un extraño suceso del que ya hablaban los más mayores del pueblo.

Por el óculo del ábside, entraba un rayo de sol iluminando el templo de una forma extraña y, más concretamente, un capitel, el que alberga una esbelta figura antropomorfa desnuda, tallada en la piedra caliza, de cuerpo entero y asexuada. El padre Acedo descubrió un fenómeno relacionado estrechamente con cultos paganos solares que los canteros heredaron de culturas como la egipcia, la griega y la romana, que encontramos incluso en las construcciones megalíticas.

Un prodigio de los constructores medievales con el que dejaron cincelado un calendario astronómico para el pueblo que indicaba desde los tiempos de las cosechas, los rituales religiosos –como la celebración de la Semana Santa– y hasta ceremonias secretas relacionadas con cultos a la madre tierra.

Un fenómeno luminoso, prodigio de la arquitectura mágico-sagrada del Medievo, que se produce entre los días 21 y 24 de septiembre y 21 y 24 de marzo, cuando los rayos de sol del amanecer penetran en el templo por el pequeño órfico de la cabecera, recorren parte del interior del templo e iluminan el capitel historiado situado a la izquierda del altar mayor. 




Un momento, como descubrirá el viajero buscador de enigmas y misterios, de lo mágico y sagrado, en el que la oscuridad se convierte en luz, en el que el mensaje olvidado cobra vida y forma.

Miércoles 04 de Abril, 2018
http://revistaenigmas.com/secciones/momento-decisivo/milagro-luz

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