sábado, 16 de junio de 2018

Biohacker que decía tener la cura del VIH encontrado muerto en extrañas circunstancias


Aaron Traywick, el hombre que se inyectó ante las cámaras una terapia genética contra el herpes que había inventado él mismo, fue hallado muerto en extrañas circunstancias. El polémico biohacker que aseguraba tener la cura contra el VIH (SIDA), ha puesto en primera portada un término que apenas conocíamos.

En los últimos años se está oyendo hablar cada vez más constantemente del biohacking. Una práctica ilegal en todos los países desarrollados del mundo y desaconsejado por las Naciones Unidas, pero que, sin embargo, está siendo requerida por muchas corporaciones privadas y por algunos gobiernos que, en la sombra, financian esta práctica de “laboratorio de garaje”.



La filosofía del biohacking se basa en el “hazlo tú mismo”, como es el caso del bricolaje. Una práctica cada vez más habitual, en un terreno tan delicado como el de la biología humana llevada al extremo con el fin de ampliar nuestras capacidades físicas y mentales. Los que practican esta nueva moda son defensores del transhumanismo y en la democratización de la investigación biológica.

La herramienta más utilizada por estos “doctores de garaje” es la “Crisper”, una técnica accesible y sencilla para poder realizar cambios concretos en una molécula de ADN. Esto ha llevado a una revolución en el campo de la medicina y la genética. Pero hay algún que otro biohacker que está experimentando con su propio cuerpo hoy en día, sin tener conocimiento las autoridades y sin saber qué efectos puede conllevar en el futuro para el resto de la humanidad.

El biohacker del que hablamos hoy, un chico de California, desarrolló un compuesto para adquirir visión nocturna temporalmente. Colgó en la red su experimento grabado en vídeo, donde se aprecia la inoculación del compuesto en sus ojos, cambiando por completo el aspecto de éstos, dilatando sus pupilas al máximo y cambiando su color a un negro absoluto. Las imágenes son realmente sorprendentes.

Y del que os hablamos hoy, Aaron Traywick, se había hecho famoso por anunciar que había logrado conseguir un compuesto capaz de neutralizar al virus del VIH (SIDA), y que incluso le inoculó a un amigo suyo, infectado con el virus, para llevarlo a práctica a través de un canal de Youtube. Aunque desgraciadamente el tratamiento no sólo no funcionó, sino que aumentó la carga viral de su amigo.

Este chico había fundado su propia empresa para poder competir en el mercado y según él, para poder llevar la cura de enfermedades incurables o con poca financiación para tratamientos, a países subdesarrollados o con problemas gubernamentales como es el caso de Venezuela. Tenía un sentido del espectáculo que recordaba a los investigadores y médicos del siglo XIX o de principios del XX, quienes hacían extravagantes exhibiciones de sus descubrimientos.

El pasado 4 de febrero, Traywick convocó a la prensa en la “BDYHAX CONVETION” celebrada en Austin (TEXAS). Allí dijo tener la cura contra el herpes y se inyectó delante de la prensa y el resto de presentes al evento, el compuesto que decía curarlo. Y 84 días después de su exhibición, fue hallado muerto. Lo encontraron el 29 de abril en uno de los tanques de meditación extrasensorial del Soulé Skin Spa de Washington D.C. El cuerpo estaba boca abajo y la policía local dice que no habían pruebas de que hubiese sido un crimen.



Las primeras hipótesis hablan de que pudiera tratarse de un suicidio. Traywick tenía muchos pleitos abiertos, pues siempre ponía denuncias a quien le contradecía en medios, etc. Un mes antes de su muerte había pedido a su abogado que retirara todas las demandas. Y su actitud era extraña, según los más allegados. Pero muchos tratan su muerte como un crimen, ya que podría haber encontrado realmente la cura contra el herpes, o mejor aún, el SIDA.

Otros, apuntan que podría tratarse de un ajuste de cuentas entre Biohackers. La autopsia aún no se ha hecho pública y muchos creen que es víctima del sistema establecido que no consentirá que avancemos en este sentido. Aunque los más optimistas piensan que la próxima revolución tecnológica será la de la biotecnología y que, al igual que pasó con Apple y otro tipo de empresas que fueron punteras, de estos laboratorios de garaje podría surgir el próximo imperio.


         

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