miércoles, 31 de octubre de 2018

La Manipulación esotérica de Halloween

Tener en la mano el conocimiento de las llaves simbólicas da poder sobre el mundo

No ocuparé estas líneas (porque ameritaría un artículo por derecho propio) extendiéndome sobre la estrategia propagandística de emplear festividades populares con fines ideológicos, lo que es históricamente indudable. 

En ese sentido, cierta mirada postula que la difusiòn de la parafernalia costumbrista asociada a Halloween (dulce o truco, calabazas encendidas, etc.) no es ajeno a cierto imperialismo cultural. 

Empero, aquí quiero señalar otro peligro implícito: el que se trate de colectoras de energía colectiva, manipuladores de arquetipos.

Fui invitado a un programa de televisión local para hablar, precisamente, de Halloween. 

Los conductores comenzaron con lo obvio: qué significaba la palabreja, de dónde venía, porqué la costumbre de disfrazarse, y yo aburriendo con explicaciones históricas, mostrando algunas imágenes… “Hasta aquí vamos bien, dijo el lechón y estaba a la puerta del horno”, pensé. Porque no podía durar.

Fue cuando –no quiero hacer una cuestiòn de género, pero así fue- la conductora comenzó a preguntarme si calar una calabaza y colocarle una vela dentro servía para alejar las “malas vibras” mientras invitaba, no, perdón, entusiasmaba a la audiencia con “disfrazarse y salir a divertirse”. 





Intervine (interrumpí, en puridad) para señalar que, esotéricamente –es decir, filosóficamente- la fecha demandaba seriedad y prudencia, y en cámara con una sonrisa helada –y en un corte comercial, con mayor sequedad- me dijeron que “había que hablarle a la gente de una forma que entendieran”, que en “ese horario la gente quería entretenerse”, que “había que ser sencillo al hablar”.

–O sea, hay que idiotizarles un poco más aún –respondí con una sonrisa, la mía un tanto cínica. Regresamos de la pausa, cerramos con algunos conceptos de cortesía y me marché.

Como sabemos, la fiesta históricamente ancestral, Samhain (“fin del verano” o “tiempo de cosechas”, según la traducción) era una fiesta que culturalmente celebraba tanto la recolecciòn de los frutos de la tierra como la expresión de deseos que el pronto invierno (en el hemisferio norte) pase rápido y leve. Simbólicamente, inconscientemente (y yo agregaría, espiritual y energéticamente) hay una “transfusión” de energía vital de los humanos a la Naturaleza, una ofrenda, un “sacrificio” no de sangre, sino de espíritu. 

Arcanamente, el hoy nuevaeurístico concepto de “Gaia” encontraba su correlato en una filosofía que ya en aquél entonces percibía a la Tierra como viva y, acreedora de la gratitud social, merecía recibir la ofrenda de energía liberada en fiestas casi orgiásticas.

Pero la ocasiòn tenía un aspecto más sombrío; era el momento en que se rasgaba el velo entre el mundo de los vivos y el de los muertos, y unos y otros pasaban y caminaban lado a lado. ¿La coincidencia entre uno y otro significado?. 

La Dualidad. Como “fiesta de las cosechas” celebraba la Vida, apostaba a ella. Como “portal” entre dos mundos, recordaba la Muerte. 

Y la pentáculo cósmico

fecha calendárica en sí tiene un significado astrológico o, más bien, astronómico: es una de las cinco puntas del Pentáculo Cósmico, aquél que, microcósmicamente –y aprovechando así las resonancias e influencias de la Ley de Correspondencia- representamos en el pentáculo de nuestros “occultum” y círculos mágicos.

Cuando una fecha de, no solo significado simbólico intenso sino –lo que en términos esotéricos es más importante- de implicaciones y correspondencias macrocósmicas se trata, su celebración imprime vectores, pulsiones y tensiones específicos en el Inconsciente Colectivo. 

Rituales concretos, respetados a través de los siglos, son una “gimnasia espiritual” para manifestar esos arquetipos. 

A través de la “forma” (ritual) en el “momento” (fecha festiva) adecuado, el ser humano es Uno con el Universo. O, cuando menos, con ciertos matices de él. Es el momento en que el ser humano “es” dios, pues se reencuentra con su esencia divina, con su Adam Kadmon interno. La ritualizaciòn no es expresión de neurosis mágica: mantenemos en orden nuestras neurosis gracias a la ritualizaciòn.

Observo que dos cosas subyacen detrás de ese “deterioro” que en términos “espirituales” percibimos en la Humanidad. La pérdida de la sacralidad y la pérdida de la capacidad de simbolizar. En lo primero, lo colectivo. En lo segundo, lo individual.

La sacralidad dota de “sentido trascendente” a las acciones. Nos hace vivir en un Tiempo Fuera del Tiempo (mundano). No hacemos las cosas “para”, sino las hacemos “porque”. Pero aparece un seudo progresismo intelectualoide que dice que eso estultiza al individuo, lo estupidiza, que el mundo es materia y biología y nada más, que es entretenimiento de débiles y tontos… 

Y en cuanto a lo segundo, cuando te educan desde la cuna en que “lo importante es lo que produce dinero”, que tienes que dedicarte “a lo que sirve”, no a lo que te interesa… ¿cómo llegarás a la vida adulta pudiendo simbolizar?.

Y sin embargo, la historia luminosa del pensamiento humano creativo y generador de culturas y civilizaciones es la historia de la simbolizaciòn abstracta: lo que hemos hecho alguna vez sólo existió en la imaginación de alguien. La creación es simbolizaciòn.

Ahora, pensemos en un Poder en las Sombras que para sus fines necesita que la especie humana olvide su esencia divina. Que cada uno de nosotros ignore o, peor aún, ridiculice su potencial de ser dios-en-su-mundo. Hay algunos caminos para ello.





 Uno, negar la espiritualidad y todo su etcétera. “Materializar” (en el sentido de hacer materialista) al ser humano. Otro, para quienes sean reacios a esa fórmula, vender una “espiritualidad envasada” en formato de religiones e iglesias. 

Con estándares calculados, con simbologías estudiadas que provoquen específicas reacciones del grupo bajo su influencia, reacciones funcionales al resultado manipulatorio que se busca.

Y una tercera vía es la desacralización de los momentos sagrados. “Descomprimir” y vaciar de contenido simbólico esos verdaderos “portales cósmicos” que son las fechas sagradas. Como Samhain. Halloween.

Y entonces, se “baja discurso” festivo, lúdico, frívolo, superficial. Donde la profundidad simbólica del momento es rellenada de dulces, calabazas, fiestas y, cómo no, alcohol, música alegre y lo que ofrezca el momento. Lobotomizamos a las jóvenes generaciones transmitiéndoles una “celebración” hueca, porque nadie sabe desde dónde y qué se celebra. 

Hacemos producciones televisivas, el negocio de fiestas de entrada paga, souvenires y cotillón. Risas estridentes para olvidar por un momento los sinsabores de la vida. Y tus congéneres te dicen, casi con lastimosa displicencia que eres muy complicado, que qué hay de malo en divertirse un rato… Cabal evidencia que no comprendieron nada.

Pero propongamos proactivamente, entonces. ¿Qué hacer, qué debemos difundir, compartir, estimular en estas fechas?. Primero, cada uno de nosotros (pues no puede predicarse lo que no se practica) conocer el significado –otra vez- simbólico y ancestral. 

Y luego, celebrarlo, sí, conforme a la tónica, espíritu original, es decir, recuperando el sentido original. Y el ritual, con seriedad, respeto, amor, será la herramienta, la vía rápida para ello.

https://alfilodelarealidad.wordpress.com/2018/10/31/la-manipulacion-esoterica-de-halloween/

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