viernes, 1 de mayo de 2020

Cráneos alargados ofrecen pistas sobre los tiempos finales del Imperio romano

 Cráneos de aspecto «alienígena» han sido desenterrados en un cementerio húngaro por décadas. Ahora, estos restos están revelando cómo el colapso del Imperio romano desató cambios sociales en la región. 

Uno de los cráneos alargados encontrados en el cementerio húngaro. 

Crédito: © Balázs G. Mende. Research Centre for the Humanities, Hungarian Academy of Sciences, Budapest, Hungría. 

Durante el quinto siglo d.C., la gente de Europa central tenía entre sus costumbres la deformación craneal, una práctica que consistía en elongar dramáticamente la forma de la cabeza, y que muchos investigadores heterodoxos asocian hoy en día con la imitación del aspecto de antiguos «dioses» —sobre todo por el hecho que era más común entre la élite gobernante—. 

En esta misma época, el Imperio romano comenzaba a colapsar, a la vez que varios pueblos en Asia y el oriente europeo eran desplazados por la invasión de los hunos. 





Un cementerio en Mözs-Icsei dűlő, Hungría, excavado por primera vez en 1961, posee la mayor colección de cráneos alargados de esta zona del mundo. 

Un nuevo estudio ha investigado cómo las comunidades deformadoras de cráneos co-existieron con otras culturas en tiempos de inestabilidad política y cómo esta práctica pudo ser compartida entre diferentes grupos

. «La deformación craneal artificial puede ser rastreada hasta la era Paleolítica y ha persistido hasta tiempos modernos», explica la autora principal Corina Knipper junto con los coautores István Koncz, Zsófia Rácz y Vida Tivadar.

 Esta práctica se propagó a través de Asia central en el segundo siglo a.C., y se expandió a Europa alrededor del segundo y tercer siglo d.C., donde se volvió cada vez más popular hasta la mitad del siglo quinto. Parte superior de un cuerpo en la Tumba 43 del cementerio.

 La joven tiene un cráneo artificialmente deformado y fue sepultada con un collar, aros, un peine y cuentas de vidrio. Crédito: Wosinsky Mór Museum, Szekszárd, Hungría.

 «El sitio de Mözs que estudiamos representa este periodo de tiempo y es un ejemplo excelente de una comunidad en donde la costumbre era muy común», escriben los autores. 

Para el nuevo estudio, los investigadores examinaron 51 cráneos alargados sepultados en el cementerio, en lo que otrora fue una provincia romana conocida como Pannonia Valeria.

 Los entierros, 96 en total, estaban divididos en tres grupos y representaban tres generaciones, desde el 430 d.C. hasta que el lugar fue abandonado en el 470 d.C. 

El primer grupo sepultado se piensa es el grupo fundador del cementerio, y sus restos estaban enterrados en tumbas del estilo romano. 

Por otra parte, un segundo grupo está enterrado en un estilo que parece haberse originado fuera de la región. 

Y un tercer grupo combina prácticas que tomó el Imperio romano de los pueblos conquistados. A: Un entierro alineado con ladrillos en la Tumba 54, representa una antigua tradición que prevalece entre el grupo fundador del cementerio. B: Tumba 43, el entierro en nicho de una muchacha, probablemente miembro del último grupo enterrado allí. 

Individuos con cráneos artificialmente alargados fueron hallados en los tres grupos. El 32 % en el primer grupo, 65 % en el segundo, y 70 % en el tercero. Sin embargo, la ubicación y dirección de los canales en los cráneos, sugieren que fueron utilizadas diferentes técnicas de vendado. 

Los análisis de isotopos en los huesos proveyeron más pistas sobre el lugar de dónde provenían los individuos del cementerio. Algunos tenían su origen cerca de Mözs, mientras que otros se asentaron allí luego de ser desplazados de sus lugares de nacimiento, lejos de allí. 





Hallar personas de varias partes reunidas en el mismo sitio sugiere que estos grupos vivían juntos, estableciendo una comunidad donde los hábitos culturales y costumbres que eran regionales fueron adoptados entre los grupos provenientes de otros sitios durante el ocaso del Imperio romano de occidente. 

El estudio detallando todos los descubrimientos fue publicado esta semana en la revista PLOS ONE. Fuente: Live Science.


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