Las Películas que todo conspiranoico debería ver


El cine no solo ha servido para la difusión de la ideología dominante. Un puñado de películas, producidas dentro del sistema de estudios, ha ido más allá del mero entretenimiento apuntando a que la realidad que se nos presenta como única obedece en realidad al interesado diseño que beneficia a “alguien” o “algo” que se oculta detrás de las apariencias. Este es el listado de las más representativas de esta “filosofía de la sospecha”.

“Están vivos” (John Carpenter, 1988)

John Nada, un trabajador en paro, encuentra por casualidad una caja repleta de gafas de sol que permiten ver la realidad tal cual es: mensajes subliminales llamando a la obediencia, a la resignación y al consumo, alienígenas reptiloides infiltrados en todas las esferas de poder y un lema oculto en los billetes: “Este es tu Dios”. La película conspiranoica por antonomasia. 

“La cortina de humo” (Barry Levinson. 1997)

La sobreinformación como modo de anular el sentido crítico de los ciudadanos, la fabricación de la actualidad mediática al ritmo de los intereses del Poder y la profecía de que un presidente de los E.E.U.U. camuflaría un escándalo sexual con una becaria creando de la nada un conflicto bélico. ¿Suena a algo conocido? Inequívocamente, la realidad imita a Hollywood.

“Matrix” (Larry y Andy Wachowsky, 1999)

Reformulación hiper-sofisticada del mito platónico de la caverna, con la humanidad esclavizada por las máquinas sobreviviendo en un entorno que no es sino una gigantesca simulación de realidad virtual y un posible Mesías cuya función al final es solo la de perpetuar el sistema, amenazado por un virus autoreplicante -el agente Smith- al que deberá derrotar. Un envoltorio excesivo y ruidoso, prolongado luego en dos secuelas progresivamente decepcionanates, para un mensaje de estéril resignación. 

“Capricornio Uno” (Peter Hyams, 1978)

Ante la imposibilidad de materializar el primer aterrizaje humano en Marte, la NASA opta por simular el acontecimiento en un estudio de televisión. Los astronautas que integraban la misión cooperan hasta el momento en que, como parte del engaño, se hace creer al público que han muerto en un accidente durante el regreso. De pronto, que estén vivos se convierte en un obstáculo para la credibilidad de la historia oficial.

Brillante “thriller” de aroma añejo que funciona como comentario de uno de los temas recurrentes de la conspiranoia: la posibilidad de que el hombre nunca pisara la luna y el hecho fuera filmado y fotografiado en un plató cinematográfico.



“Dark City” (Alex Proyas, 1998)
Claro antecedente de “Matrix”, presenta la aparente realidad como el juguete de los Ocultos, seres capaces de alterar no solo el presente, sino también los recuerdos de los habitantes de una ciudad de la que parece imposible salir, y en la que nadie, salvo el protagonista, acusado de unos crímenes que no recuerda, se da cuenta de la contínua deconstrucción-reconstrucción que ocurre mientras todo el mundo duerme. Una pequeña joya ignorada de la ciencia ficción más desasosegante.
“JFK” (Oliver Stone, 1991)
La expresión “teoría de la conspiración” nació para calificar a quienes señalaron en su momento los agujeros de la versión oficial sobre el magnicidio de Kennedy. Oliver Stone reconstruye con pulso y amenidad la investigación del fiscal Jim Garrison en un largometraje que pese a superar las tres horas de duración no llega a cansar en ningún momento. Un film sobresaliente y un poderoso alegato contra las cloacas del poder político.
“Pi” (Darren Aronofsky)
Única “opera prima” de esta lista, el film, de escaso presupuesto pero desbordante imaginación, juega con la idea de que hay conocimientos que no se dan a nivel humano, sazonando su tesis con guiños a la reconstrucción del Tercer Templo y con una trama entre cabalística y pitagórica que podría conducir a su protagonista, Max Klein, a encontrar el nombre secreto de Dios encriptado matemáticamente en una cifra que a su vez, permitiría predecir las fluctuaciones de la Bolsa. 


“Network, un mundo implacable” (Sidney Lumet, 1976)

Otro film “profético”, que en fecha tan temprana como mediados de los 70 supo predecir el arrollador poder de la televisión para manipular la realidad, denunciando la dictadura del “share” de audiencia y la búsqueda del éxito a costa de la verdad, la profesionalidad o la mera decencia. El progresivo desmoronamiento moral y deterioro mental de un veterano presentador es servido como espectáculo a un público ansioso de novedades.

“Los tres dias del cóndor” (Sidney Pollack, 1975)

Un analista de la CIA que trabaja buscando mensajes cifrados en novelas de reciente publicación encuentra que todos sus compañeros han sido súbitamente asesinados, y que, si no consigue averiguar la razón, él será el siguiente. No sabe de quién se puede fiar, ni si es su propio gobierno el que le persigue. Una pesadilla kafkiana y una desoladora reflexión acerca de quién nos gobierna realmente, que luego continuaron “El informe pelícano”, “Enemigo público” y otras

“El mensajero del miedo” (John Frankenheimer, 1962)

Uno de los filmes más inquetantes respecto a la idea de que quienes detentan puestos del máximo poder pueden ser en realidad marionetas de intereses ocultos. En la película, el candidato a la presidencia de los E.E.U.U., un prestigioso héroe de guerra, ha sido, en realidad, programado por los comunistas por medio de un lavado de cerebro que, paradójicamente, funciona como la manipulación MK-Ultra de la CIA. El“remake” de 2004 no le llega a la suela de los zapatos al original.

“La conversación” (Francis Ford Coppola, 1972)

Una obra aparentemente menor en la abrumadoramente sobresaliente filmografía de Coppola, que justamente ese año rodaba su primer “Padrino”, pero que presenta con sobriedad y contención la pérdida de intimidad y, en consecuencia, de humanidad, en que nos ha situado el espionaje generalizado a los ciudadanos. Antes de que Assange y Snowden lo confirmaran, este film ya planteó la terrible sospecha de que la privacidad es una reliquia del pasado.

“Eyes wide shut” (Stanley Kubrick, 1999)

Obra póstuma del director “conspiranoico” por excelencia, el film presenta a una pareja en crisis que se asoma a una realidad que les desborda: la de los rituales esotéricos de la Élite, una aparente mascarada que oculta algo más. Como dice un amigo (por cierto, Pollack, director de la comentada “Los tres días del Cóndor”) al protagonista: “Si te dijera quiénes son esta gente, no dormirías”. El análisis de todas las claves del film llenaría páginas y páginas (web).

“Ciudadano Bob Roberts” (Tim Robbins, 1992)

Originalísimo falso documental que recrea la campaña electoral al senado de un nuevo rico del sur, más fascista que republicano, populista cantante folk y peón de intereses económicos inconfesables que no duda en fingir ser víctima de un atentado para ganarse al electorado (¿les suena?). De la sátira de lo que tiene la política “made in USA” de gran espectáculo circense vamos pasando al desvelamiento de la falsedad de un sueño americano que se presenta como pura apariencia.

“Siete días de mayo” (John Frankenheimer, 1964)

Segundo largometraje de Frnakenheimer en esta lista, presenta a un presidente de los EE.UU. al que su vocación de poner fin a la Guerra Fría enfrenta a una facción del ejército que no duda en planificar un golpe de estado. Pese a la ingenuidad de su desarrollo, articula la sospecha propia de la era post-Kennedy de que quien dirige los hilos de la política USA no es quien la ciudadanía elige, sino el lobby militarista.

Kafka, la verdad oculta (Steven Soderbergh, 1991)

Finalmente, una marcianada (en el mejor sentido) que convierte a Franz Kafka en protagonista de un juego metaliterario con elementos tomados tanto de “El castillo” como de “El proceso” y que desvela la naturaleza totalitaria e inhumana del Poder. Una imaginativa recreación del espíritu del escritor checo y una notabilísima interpretación del gran Jeremy Irons.

https://periodismo-alternativo.com/2014/11/19/las-15-peliculas-que-todo-conspiranoico-deberia-ver/

Rusia, China y Arabia Saudita ponen en jaque la hegemonía del dólar

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Estados Unidos encuentra cada vez más obstáculos para mantener la hegemonía del dólar como moneda de reserva mundial. Durante los últimos meses, los países emergentes , al igual que Rusia y China, han vendido gran cantidad de bonos del Tesoro de Estados Unidos. Pero ahora también lo hace Arabia Saudita. Además, para protegerse de las bruscas fluctuaciones del dólar, los bancos centrales de varios países han venido adquiriendo enormes volúmenes de oro para diversificar sus reservas monetarias. En definitiva, la ofensiva global contra el dólar estadounidense está recrudeciéndose a través de la venta masiva de deuda estadounidense y, en paralelo, de compras colosales de metales preciosos.

La supremacía de Washington en el sistema financiero mundial recibió un golpe tremendo el pasado mes de agosto: Rusia, China y Arabia Saudita vendieron bonos del Tesoro de Estados Unidos por valor de 37 900 millones de dólares, de acuerdo con la última actualización de datos oficiales publicada hace unos días [1]. Desde una perspectiva general, las inversiones globales en la deuda del gobierno estadounidense se desplomaron a su nivel más bajo desde julio de 2012. Ya es evidente, el papel del dólar como moneda de reserva mundial nuevamente se ve cuestionado.

Ya en 2010, el almirante Michael Mullen, presidente de los Jefes del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, lanzó la advertencia de que la deuda representaba la principal amenaza para la seguridad nacional [2]. A mi juicio, no es tanto que un alto nivel de endeudamiento público (actualmente por encima de los 19 billones de dólares [3]) sea una piedra en el zapato para la economía estadounidense, sino que más bien para Washington es decisivo garantizar diariamente un enorme flujo de recursos desde el exterior a fin de cubrir sus déficit gemelos (comercial y presupuestario); es decir, para el Departamento del Tesoro es un asunto de vida o muerte vender títulos de la deuda estadounidense a todo el mundo para de esta manera poder financiar los gastos del Estado norteamericano.

Hay que recordar que tras la quiebra de Lehman Brothers, en septiembre de 2008, el Banco Popular de China se vio fuertemente presionado por Ben Bernanke, en aquel entonces presidente del Sistema de la Reserva Federal (FED), para que no vendiera sus títulos de la deuda estadounidense. En un primer momento, los chinos aceptaron sostener el dólar. Pero, ya en un segundo momento, el Banco Popular de China se resistió a comprar más bonos del Tesoro de Estados Unidos y, al mismo tiempo, puso en marcha un plan de diversificación de sus reservas monetarias.

Pekín ha venido comprando oro de forma masiva en los años recientes, y lo mismo ha estado haciendo el banco central de Rusia. En el segundo trimestre de 2016, las reservas de oro del Banco Popular de China alcanzaron las 1 823 toneladas frente a las 1 762 toneladas registradas el último trimestre de 2015. La Federación rusa por su parte, incrementó sus reservas de oro en alrededor de 290 toneladas entre diciembre de 2014 y junio de 2016, con lo cual, cerró el segundo trimestre de este año con un acumulado de 1 500 toneladas.

Frente a los brutales bandazos del dólar, es crucial comprar activos más seguros como el oro que, en momentos de gran inestabilidad financiera, actúa como un valor refugio. Por eso la estrategia de Moscú y Pekín de vender bonos del Tesoro de Estados Unidos para luego comprar oro ha sido seguida por muchos países: según las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), las reservas de oro de los bancos centrales del mundo alcanzan ya el nivel más alto de los últimos 15 años luego de registrar a principios de octubre un volumen total de casi 33 000 toneladas [4].

La geopolítica también está jugando su parte en la configuración de un nuevo orden financiero mundial. Tras la imposición de sanciones económicas contra el Kremlin, a partir de 2014, la relación con China tomó gran relevancia para los rusos. Desde entonces, ambas potencias han profundizado sus vínculos en todos los ámbitos, desde la economía y las finanzas, hasta la cooperación militar. Además de comprometer el suministro de gas a China para las próximas tres décadas, el presidente Vladímir Putin construyó junto con su homólogo Xi Jinping una poderosa alianza financiera que busca terminar de una vez por todas con la dominación de la divisa estadounidense.

Actualmente, los hidrocarburos que Moscú vende a Pekín ya no se pagan en dólares sino en en yuanes. De este modo, la “moneda del pueblo” (‘renminbi’, en chino) se está abriendo paso poco a poco en el mercado mundial de hidrocarburos a través de los intercambios comerciales entre Rusia y China, los países que, a mi modo de ver, encabezan la construcción de un sistema monetario multipolar.

La gran novedad es que a la carrera por la desdolarización de la economía global se ha sumado Arabia Saudita, país que desde hace varias décadas se había mantenido como un aliado incondicional de la política exterior de Washington. Sorpresivamente, durante los últimos 12 meses Riad se deshizo de más de 19 000 millones de dólares invertidos en bonos del Tesoro de Estados Unidos, convirtiéndose junto con China, en uno de los principales vendedores de deuda estadounidense [5]. Para colmo de males, la furia del Reino Saudita contra la Casa Blanca viene incrementando su intensidad.

Sucede que a finales de septiembre, los congresistas estadounidenses aprobaron la eliminación del veto del presidente Barack Obama que permite a los ciudadanos estadounidenses denunciar a Arabia Saudita ante los tribunales por su presunta participación en los atentados del 11 de septiembre de 2001 [6]. Simultáneamente, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) llegó a un acuerdo histórico con Rusia para disminuir el nivel de producción de crudo y, con ello, promover un incremento de precios [7].

Es llamativo también que, justo por esos días, Pekín haya abierto la negociación directa entre el yuan y el riyal de Arabia Saudita a través del Sistema de Comercio de Divisas Extranjeras de China (CFETS, por sus siglas en inglés) a fin de realizar transacciones entre ambas monedas sin necesidad de pasar antes por el dólar [8]. En consecuencia, es altamente probable que, más temprano que tarde, la empresa petrolera Saudi Aramco acepte pagos en yuanes en lugar de dólares. De concretarse este arreglo, la casa de los Saud estaría apostando de lleno por el petroyuan [9].

Ante nuestros ojos, el mundo está cambiando. 


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