La muerte ha escapado de Siria. Las cifras dentro de sus fronteras se
acercan a los 30.000 muertos. Pero, durante los últimos meses, la Parca
ha escalado las fronteras con el Líbano, amenazando, como señaló el
Primer Ministro libanés Nayib Miqati, con “ahogar” al país en una riada
desde su vecino. Turquía tampoco ha sido inmune a la escalada de la
violencia.
Las fuerzas del gobierno sirio han atacado los campos de refugiados
sirios, y anteayer un ataque de mortero contra la ciudad turca de
Akcakale mató al menos a cinco personas e hirió a otras ocho.
Estas son cifras minúsculas comparadas con los muertos sirios y con
los kurdos turcos muertos (30.000, incluidos los de los “accidentes
operativos”).
Sin embargo, han puesto a Turquía al borde de los nervios. El
gobierno ha empezado a limpiar los campos junto a la frontera y su
Ministro de Asuntos Exteriores, Ahmet Davutoblu, declaró: “Nadie debería
dudar de las capacidades defensivas de Turquía”.
Turquía contestó lanzando fuego de mortero hacia la ciudad siria de
Idlib. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) entró en
conciliábulo al igual que hizo el Consejo de Seguridad de la ONU. Está
por ver si se produce una escalada. La declaración de la OTAN se quedó
en una llamada a consultas (artículo 4 de su Carta) y no en una llamada a
las armas (artículo 5). Esto indica que no habrá escalada esta vez.
La tensión a lo largo de la frontera turco-siria se ha ido
intensificando a lo largo del mes pasado. Este no es el primer ataque de
mortero contra Akcakale. Tras un ataque que se produjo el 28 de
septiembre, Turquía envió una nota diplomática a Damasco. El
Viceministro ruso de Asuntos Exteriores Gennady Gatilov advirtió contra
la “diplomacia de la bomba”.
Las tensiones en la frontera, señaló, podrían proporcionar “pretexto
para poner en marcha un escenario militar o para introducir iniciativas
tales como corredores humanitarios o zonas-tampón”. Turquía se había
contenido a sí misma después de que las fuerzas del gobierno sirio, en
junio de este año, echaran abajo un avión Phantom F-4 turco.
Los sirios
afirmaron que el F-4 había volado “a muy baja altura y a velocidad muy
alta” sobre sus aguas territoriales cerca de Lataquia. En aquel momento,
Turquía no respondió con la fuerza.
Yaser al-Nayar, miembro del Consejo Nacional Sirio del Ejército Sirio
Libre (ESL), dijo recientemente a la periodista Lina Attalah en El
Cairo, que el ESL se opone a cualquier intervención militar de
Occidente, pero que cree que “establecer una zona de exclusión aérea no
implica intervención”. Esto es precisamente lo que el entonces
Secretario General de la Liga Árabe, Amr Musa, creía cuando refrendó una
zona de exclusión aérea sobre Libia el 12 de marzo de 2011.
Ocho días después, una vez iniciado el bombardeo de la OTAN, Musa
dijo: “Lo que está sucediendo en Libia difiere del objetivo de imponer
una zona de exclusión aérea. Y lo que nosotros queremos es proteger a
los civiles, no que se bombardee a más civiles”. No está claro si lo que
al-Nayar quiere puede conseguirse fácilmente sin una intervención a la
Libia. Una de sus esperanzas era que se estacionaran misiles de la OTAN
en Turquía a fin de “proteger de 30 a 40 kilómetros de territorio hacia
el sur”.
No es probable que Turquía permita que la OTAN estacione misiles en
sus distritos del sur para que se establezca un corredor humanitario en
el norte de Siria. En el curso de los últimos años, el ejército turco ha
vuelto a instigar a las fuerzas del Partido Kurdo de los Trabajadores
(PKK) en la región. Tras un breve paréntesis entre 1999 y 2004, varias
secciones del PKK reiniciaron la guerra, saliendo de sus reductos en
forma de pequeñas bandas guerrilleras para combatir con los puestos de
vigilancia y llevar a cabo actos de terrorismo urbano (incluyendo un
atentado con bomba en Ankara en 2007).
La pérdida de sus bases en Iraq, y
en cierta medida en Siria, y las divisiones entre los líderes del PKK
impidieron el tipo de ataques frontales que conturbaron los años de la
década de los pasados noventa. Solo este año han muerto alrededor de 700
personas, con el ejército turco desplegado en diversas operaciones a lo
largo del mes de septiembre por la montañosa región fronteriza que
Turquía con Iraq e Irán.
La razón de la intensificación de la batalla entre el PKK y el
ejército turco se debe a una decisión estratégica de al-Asad. Este
verano, entregó gran parte del norte de Siria, que es una zona
demográficamente kurda, al PKK y su frente sirio, el Partido de la Unión
Democrática. Esas nuevas áreas sirvieron para que el PKK se reagrupara y
empezar un asalto importante contra la ciudad de Semdinli (los turcos
acusan al régimen de Asad de haber entregado armamento pesado al PKK,
incluyendo lanzacohetes y ametralladoras de gran calibre).
Como este conflicto armado se intensificó en septiembre, la
judicatura turca condenó a 324 altos oficiales del ejército por un
complot para derrocar al Primer Ministro Recep Tayip Erdogan en 2003.
Entre los condenados estaban Ibrahim Firtina (jefe de la Fuerza Aérea ),
Ozden Ornek (jefe de la Marina) y Engin Alan (que había ayudado a
capturar y trasladar al dirigente del PKK Abdullah Ocalan desde Kenia).
La nueva cúpula del ejército se alinea con el gobierno de Erdogan y está
desconcertado ante esos veredictos.
Durante estos procedimientos judiciales y mientras el ejército turco
se enfrenaba al PKK, el Ejército Sirio Libre trasladó su base en la
provincia de Hatay, en Turquía, a Siria. Las razones esgrimidas por el
ESL fueron que ahora estaba preparado para emprender la lucha contra el
régimen de Asad en su propio suelo. La señal del gobierno turco puede
interpretarse de varias formas: o que aceptan el punto de vista del ESL
de que debe intensificar su campaña dentro de Siria, o que el gobierno
turco está intentado encontrar una vía para liberarse de su propia
política.
La política exterior turca bajo el régimen de Erdogan-Davutoglu
oscila entre la política de “cero problemas con los vecinos” y una
política de gran potencia neo-otomana (buyuk devlet). Fue esta
última la que llevó a Erdogan-Davutoblu a adoptar una posición firme
contra el régimen de Asad, y como el problema kurdo se le ha puesto por
montera, es a la primera a la que parecen haber vuelto. El ataque de
mortero del 3 de octubre y la represalia turca cambia un tanto la
situación.
Grupo de contacto
Creado por el Presidente egipcio Mohammed Morsi, el Grupo de Contacto
sobre Siria tenía que haberse reunido en Nueva York la pasada semana en
los márgenes de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva
York. El objetivo de la reunión era alcanzar una vía que pusiera fin al
baño de sangre en Siria. Los miembros del Grupo (Egipto, Irán, Arabia
Saudí y Turquía) han prometido que sus Ministros de Asuntos Exteriores
se reunirían en El Cairo antes del encuentro en la ONU y que después
enviarían a sus jefes de gobierno para que entablaran debate hasta
conseguir llegar en Nueva York a algún tipo de acuerdo. El Ministro de
Exteriores saudí se saltó la reunión de El Cairo; se dijo que estaba
enfermo (“The Mistery of the Syria Contact Group”, Asia Times Online,
22 de septiembre). El resto de Ministros de Exteriores siguieron
adelante con la reunión, excepto que, sin Arabia Saudí, las cosas se
quedaron estancadas.
En El Cairo, los egipcios revelaron los cuatro principios del enfoque
del Grupo de Contacto sobre Siria: 1) Cese de la violencia. 2) Rechazo a
una intervención extranjera. 3) Preservar la unidad del pueblo y el
territorio sirios. 4) Mantener la unidad política. Los tres primeros
puntos se explican solos, y fueron aceptados por iraníes y turcos. El
cuarto punto es mucho más ambiguo: ¿cómo puede mantenerse la unidad
política si el país está inmerso en una guerra civil? Turquía no estaba
convencida de la posibilidad de la unidad; ha pedido la expulsión de
Bashar al-Asad y su camarilla, lo que significa que no les ve formando
parte de una futura Siria. Sin embargo, el turco Davutoglu no indicó que
su gobierno fuera a abandonar el Grupo de Contacto a causa de ese
desacuerdo.
Ni Arabia Saudí ni Turquía han sido un socio bien dispuesto en el
Grupo de Contacto. Ambos han faltado a reuniones y ambos se han mostrado
reacios a adoptar los cuatro principios especificados por Morsi. Sin
embargo, los cuatro países tienen buenas razones para estar en el Grupo.
Turquía compra a Irán la tercera parte de su petróleo y se propone
duplicar su actual comercio, por valor de 15.000 millones de dólares,
con ese país a pesar de las sanciones estadounidenses y europeas. La
ofensiva del PKK y la tensión en la frontera sirio-turca aumentan los
temores de que Turquía no pueda aislar sus propios problemas de la
vorágine siria. Arabia Saudí, como señalé anteriormente, había insinuado
un acuerdo con los iraníes en cuanto a retirarse de Siria si éstos
dejan de apoyar las manifestaciones que se produce en el este de Arabia
Saudí.
Esto se debe a que es Qatar, una vez más, quien ha estado haciendo
ruido acerca de una intervención árabe en Siria (esto es muy poco
probable que se llegue a materializar ya que el ejército de Qatar está
en gran medida integrado por pakistaníes y debería depender de que un
reacio Egipto le proporcionara elementos para las actuales fuerzas).
Irán está desesperado por conseguir un alto el fuego en Siria. Cuando el
Grupo de Contacto parecía venir en su apoyo vital en Nueva York, el
Presidente iraní Ahmadineyad sugirió que iba a formar un nuevo Grupo
para ocuparse del problema sirio. Esto no es probable que ocurra. Egipto
sigue teniendo interés en el Grupo y necesita a Irán en él, ya que
Teherán es la única capital regional con credibilidad con Asad (además
de Bagdad).
¿Ha muerto el Grupo de Contacto con los hechos de Akcakale? ¿Saldrá
la OTAN de sus corrillos y proporcionará la “zona de exclusión aérea”
que pide al-Nayar, lo que equivale prácticamente a una intervención de
la OTAN en el conflicto sirio?
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Fuente: http://sleepwalkings.wordpress.com/2012/10/08/que-va-a-hacer-ankara/