Supervivientes de la combustión humana espontánea aportan claves para descifrar un enigma parapsicológico y forense que, a día de hoy, sigue despertando incógnitas y misterio...
Misteriosos casos de Combustión Humana Espontánea
La Combustión Humana Espontánea (CHE) es un clásico de la parapsicología y una rara avis en la criminalística.
En esencia, consiste en el hallazgo de un cuerpo sin vida que parece haberse quemado de dentro hacia afuera, es decir: no a causa de un incendio sino que, el calor que prendió la llama y carbonizó parte del cadáver, se inició en el interior del cuerpo.
Aunque muchos son escépticos ante esta afirmación, la Interpol -en 2013- aún considera esta posible causa de muerte (véase el 17th Interpol International Forensic Science Managers Symposium, Lyon, 8-10 Oct 2013).
Ahora, Brent Swancer, experto en criptografía que vive en Japón ha recopilado varios casos históricos para demostrar que el fenómeno de la Combustión Humana Espontánea no es superchería. A diferencia de otros trabajos, Swancer ha reunido casos en los que el protagonista del suceso logró ¡sobrevivir al fuego!
Los sucesos analizados disponen de informes médicos y datos objetivos aunque, en detrimento del estudio, hay que señalar que los casos son muy antiguos y, por consiguiente, existe una la limitación de datos científicos para evaluar correctamente las causas.
La ciencia forense se refiere a estos casos como 'efecto mecha'
Antes de examinar alguno de ellos, permítame señalar que la ciencia forense actual se refiere a estos casos como “efecto mecha” por la combustión de la grasa subcutánea («fat wick burns»)
En otras palabras: La víctima muere por causas naturales, ya sea un infarto, una embolia o una simple caída y es un fuego próximo, tal vez procedente de un cigarrillo encendido o una chispa la que provoca que su ropa comience a arder y se vaya quemando lentamente, sin llamas. El calor derrite la grasa subcutánea y la tela carbonizada la absorbe como una mecha y la quema.
Experimentos efectuados con cerdos envueltos en sábanas han demostrado que el cuerpo del animal arde de forma estable durante más de siete horas a una temperatura constante de 800ºC, lo que termina carbonizando partes del animal. ¿Esto sucede en la CHE?
En 2006, fue hallado en el interior de su casa, en una pequeña aldea del centro de Francia, el cadáver de un hombre de 57 años de edad. El fallecido vivía de la asistencia social, era adicto al alcohol y al tabaco, y poseía un temperamento violento y carente de habilidades sociales.
La vivienda estaba cerrada por dentro, con las llaves todavía en la puerta.
Cuando los gendarmes consiguieron entrar en su interior, descubrieron junto a un montón de periódicos y una silla de paja, el cadáver carbonizado de este hombre desaparecido 48 horas antes. Lo curioso es que los objetos no habían sido afectados por el fuego, sólo estaban ennegrecidos por el hollín.
El análisis toxicológico forense confirmó la combustión espontánea
El análisis toxicológico forense confirmó que el fallecido estaba borracho antes de morir, con una concentración de alcohol en sangre de 3,20 g/L. El cuerpo no contenía otros materiales inflamables ni tampoco su ropa tenía acelerantes que justificaran el suicidio a lo bonzo.
La autopsia concluyó que la combustión había ocurrido postmortem, pero era imposible determinar la causa exacta de la muerte. Habida cuenta que no hubo indicios de robo con fuerza, ni signos de asalto en la escena del crimen ni tampoco combustible en la casa que pudieran haber servido para iniciar el fuego se concluyó que fue una combustión espontánea.
El perfil de este suceso encajaría dentro del “efecto mecha” aunque constituye un misterio saber cómo se inicia el fuego.
De ahí que el trabajo de Swancer resulte tan importante para evaluar los momentos previos a la combustión.
Recordemos: son supervivientes de la CHE. Casos como el del fraile italiano Don Gio Maria Bertholi, sucedido en la localidad de Filetto (Italia) en 1776.
Un día de octubre, este fraile se fue a pasar la noche a la casa de su cuñado. Durante la noche, se empezaron a escuchar gritos en la habitación y encontraron a Bertholi rodeado de un aura de llamas azules que se apagaron ante la proximidad de quienes se acercaron a auxiliarle. El fraile sobrevivió al episodio aunque con quemaduras graves.
Explicó que sintió como si una mano invisible lo hubiera golpeado y, posteriormente estalló en llamas. A pesar de sus quemaduras, curiosamente, su camisa y sus pantalones no habían sufrido daños, y su cabello había permanecido intacto a pesar de las quemaduras en su rostro y que su gorra -de seda- se había quemado hasta quedar crujiente.
Interesante es conocer la opinión de los facultativos del siglo XVIII. Examinado por el galeno François-Emmanuel Fodéré, descubrió que “los integumentos del brazo derecho estaban casi completamente separados y colgantes de la carne; desde los hombros hasta los muslos, los integumentos estaban igualmente heridos; y en la mano derecha, la parte más herida, la mortificación ya había comenzado”
Vamos, estaba muerto… en vida. El fraile terminó muriendo cuatro días después pero, según el médico, antes “se quejaba de sed ardiente y estaba horriblemente convulsionado, pasaba por las heces materia pútrida y biliosa, y estaba exhausto por los vómitos continuos acompañados de fiebre y delirio.”
Al cuarto día, después de dos horas de insensibilidad comatosa, murió.
El informe histórico de Swancer recoge otros casos del siglo XIX y uno de 1974. Tras su lectura uno concluye que la Combustión Humana Espontánea no tiene qué ver con el efecto mecha y que su realidad es incuestionable.
Periodista y escritor
29 de Mayo de 2020 (12:00 CET)