Casi en secreto, avanzan velozmente los planes del gobierno pronorteamericano de Macri para que militares de Estados Unidos desembarquen en Argentina. También se acelera el “acuerdo” Mercosur-Europa, devastador para la industria. No solo las “reformas” laboral, jubilatoria e impositiva amenazan a la nación.
Un dicho alegórico, con forma de pregunta, se refiere a una manera posible de disimular una situación determinada escondiéndola detrás o debajo de otra. El dicho (conocido por muchos) pregunta:
“¿Cómo se hace para que nadie vea un elefante en un lugar que está lleno de gente?” (por ejemplo, una cancha de fútbol colmada de público o una concurrida calle peatonal de una gran ciudad). La respuesta es: “Que en ese lugar haya cien elefantes”. Es decir que, entre una multitud de animales de ese tipo, nadie mirará a uno solo en particular.
La derecha argentina y sus respaldos internacionales, como parte de su plan destinado a remodelar radicalmente al país para ponerlo al servicio de los intereses del bloque de poder dominante local y del capitalismo financiero trasnacionalizado a nivel mundial, está aplicando minuciosamente ese método.
Entre los cien elefantes de las llamadas “reformas” que intenta perpetrar el gobierno de Mauricio Macri hay algunos que nadie mira, pero que son animales enormes. Se trata de medidas de militarización del territorio nacional y de reglas salvajes para el comercio exterior, que significarán pasos determinantes en el rumbo que lleva al país hacia un nuevo abismo.
La ofensiva no solo ataca las condiciones de vida de la población porque impedirán el desarrollo económico y aumentarán la injusticia social –lo cual ya es extremadamente grave–, sino además porque volverán a poner a Argentina, como ya ocurrió bajo el gobierno de Carlos Menem, en un lugar de colonia sometida a las estrategias económicas, militares y geopolíticas de Estados Unidos y sus aliados de Europa.
El “sálvese quien pueda” que se instalaría en la estructura industrial del país, y por lo tanto en las fuentes de trabajo de millones de personas, sería la aprobación del pacto Mercosur-Unión Europea. Ese dispositivo de dominación comercial y financiera, favorable a los conglomerados capitalistas trasnacionalizados y contrario a los intereses de la producción nacional y la soberanía de las naciones del sur continental, cobró un nuevo impulso en la semana recién terminada.
Los cancilleres de Argentina y de Uruguay, junto con el canciller del gobierno de facto de Brasil, se reunieron en Brasilia con el vicepresidente de la Comisión Europea y aceleraron a fondo con las negociaciones. Henchidos de poder e impunidad, acordaron apurar todo el proceso para que el “acuerdo” sea firmado antes de fin de año (una reseña del tema fue publicada el viernes 10 por Clarín digital. Excepcionalmente, no se trata de un texto propagandístico, sino de una crónica periodística seria firmada por su corresponsal en Brasil, Eleonora Gossman).
Algunos sectores del empresariado industrial argentino empezaron a darse cuenta de que los resultados de un pacto comercial de ese tipo pueden ser demoledores (así lo reflejó Página/12 este sábado 11, en una nota del periodista especializado en economía Javier Lewkowicz).
En cambio, hasta el momento no hubo ninguna reacción pública de los sindicatos que representan –debieran representar– a trabajadores de la industria. En este caso, como en tantos otros, las cúpulas gremiales se acostumbraron a “hacer la plancha” durante la larga década de prosperidad kirchnerista en la cual continuamente se generaban puestos de trabajo, llegó a haber prácticamente pleno empleo, los salarios subían a la par o por encima de la inflación, y como derivación de todo ello los propios gremios aumentaron exponencialmente su cantidad de afiliados.
“Ejercicios militares”
Otra de las medidas que está pasando inadvertida como un elefante entre cien es el ingreso a nuestro territorio de tropas norteamericanas y de cualquier país cuyo gobierno responda al mando del complejo militar-industrial estadounidense (un factor de poder que permanece más allá de quien sea el presidente, llámese Barack Obama, Donald Trump o cualquiera que venga en el futuro). La excusa, como es habitual, es que serían autorizaciones para realizar “ejercicios militares”.
Hace un mes, antes de las elecciones, también el oficialismo había intentado aprobar el proyecto.
El 4 de octubre Clarín publicó una nota de propaganda político-ideológica firmada por la patética operadora Natasha Niewieskikwiat, quien en sus apariciones televisivas presume de ser una periodista seria e independiente pero en ese texto mostraba a los diputados del Frente para la Victoria como los malos que ponen “trabas” para la noble y bienintencionada “capacitación en la lucha contra narcotráfico y terrorismo”.
La demora en la aprobación de Diputados, según todo indica, es un tropiezo menor ante una decisión que avanza con toda velocidad y peligrosidad. Esto es así porque el ingreso de tropas extranjeras ya fue aprobado por el Senado hace dos meses. En esa Cámara, donde Cambiemos tiene una presencia ínfima (que aumentará a partir de diciembre como resultado de las recientes elecciones, pero no dejará de ser minoritaria), la complicidad necesaria para hacer realidad los planes de Macri y de toda la derecha está a cargo de la mayoría del bloque del PJ-Frente para la Victoria.
El opo-oficialista Miguel Pichetto, quien se siente un prócer de la república y espera reconocimientos de la historia por garantizar la “gobernabilidad”, encabeza el grupo apoyado por la mayoría de los gobernadores peronistas que, en los casi dos años de gobierno macrista, han avalado todas las tropelías del oficialismo que está devastando a la nación. Los “ejercicios militares” encabezados por Estados Unidos en Argentina, en primer lugar uno llamado “Cormorán”, fueron aprobados por el Senado el 7 de septiembre con 47 votos a favor. En gestos honorables, solo votaron en contra las senadoras Magdalena Odarda (Frente Progresista, Río Negro) y María Inés Pilatti Vergara (Frente para la Victoria, Chaco). Más de veinte miembros de la Cámara estaban ausentes.
Esa vez, en una denuncia tan digna, valiosa y valiente, como solitaria y reveladora –por contraste– de la inexistencia de expresiones políticas que defiendan al pueblo y a la nación ante el avasallamiento de la derecha, el secretario general de ATE y CTA de Río Negro, Rodolfo Aguiar, alertó que “estas fuerzas militares extranjeras llegarán para custodiar los intereses de los Lewis y los Benetton” (así lo informaba el portal ARGnoticias en una nota del 12 de septiembre).
Bases armadas de Estados Unidos
El proyecto para la entrada el país de tropas de Estados Unidos avanza rauda y secretamente, y solo por casualidad el mencionado incidente menor en Diputados impidió que fuera legitimado por el Congreso. El gobierno está envalentonado y la oposición oficialista lo respalda. Enfrente, el kirchenrismo intenta reconstruir su fortaleza mientras sufre minuto a minuto el asedio de las corporaciones judiciales, del espionaje y mediáticas, que no le dan respiro y amenazan con meter presa a Cristina Kirchner para descabezarlo y dejarlo exhausto.
En ese contexto de extrema debilidad de las fuerzas populares y democráticas, si Argentina ingresa en la nueva fase de militarización dirigida por Estados Unidos, la paz interior estará en peligro y se generarán las condiciones que coloquen al país como partícipe y/o como escenario y/o como blanco –cualquiera de esas alternativas, o de otras más, separadas entre sí o combinadas y simultáneas– para las guerras, el terrorismo internacional y toda forma de conflictos violentos.
Una monumental y luminosa investigación de la periodista Telma Luzzani, volcada en el libro Territorios vigilados. Cómo opera la red de bases militares norteamericanas en Sudamérica”, documentó en 2012 más de setenta instalaciones de ese tipo en el sur del continente (un acceso digital a ese imponente material bibliográfico se puede realizar a través del sitio web de la empresa editorial Casa del Libro, de España).
De tales bases militares pertenecientes a Estados Unidos, y en el caso de Malvinas, a sus aliados ingleses de la alianza armada que lleva por nombre Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), ninguna se encontraba ubicada en Argentina (excepto, precisamente, la del territorio usurpado de Malvinas), ni tampoco en Bolivia, Brasil, Ecuador, Uruguay ni Venezuela, donde en ese tiempo (hace cuatro años) sus gobiernos no lo permitían. La mayoría estaba asentada en Colombia, y en Puerto Rico y otros países de Centroamérica.
Hoy, y en el futuro, todo puede ser distinto. No solo las reformas laboral, jubilatoria e impositiva llevan a los argentinos y argentinas a una nueva catástrofe histórica. La derecha gobernante en nuestro país y sus cómplices en el Congreso le están abriendo la puerta al armamentismo y sus negocios, a una mayor dominación norteamericana sobre nuestra patria, y a la guerra y sus calamidades humanitarias. Imposible imaginar un abismo peor que ese.
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