La Antártida es el continente más remoto, cuyo acceso y clima son respectivamente el más difícil y el más extremo (¡hasta -89,2 grados Celsius!).
Durante 6 meses del año permanece en la oscuridad más completa, mientras que en el verano austral, un sol pálido brilla cerca al horizonte.
Sin contar la banquisa, las tierras antárticas tienen un total aproximado de 14 millones de kilómetros cuadrados de extensión.
Por consiguiente, se trata del quinto continente más grande del mundo.
Aunque desde la antigüedad se había conjeturado sobre su existencia, representándola en varios mapas de la Edad Media con el nombre de Terra Australis Incognita, el continente fue avistado por primera vez sólo el 27 de enero de 1820 por el oficial de la Marina imperial rusa Fabian Gottlieb von Bellingshausen, mientras que el primer hombre que pisó sus tierras fue el anglo-estadounidense John Davis, el 7 de febrero de 1821.
En 1908, el Reino Unido reivindicó su soberanía sobre la porción de Antártida que se extiende del Polo Sur al sexagésimo paralelo y del meridiano 20 oeste hasta el meridiano 80 oeste.
Sucesivamente, otras siete naciones soberanas (Nueva Zelanda, Francia, Australia, Alemania nazista, Noruega, Chile, Argentina), presentaron peticiones oficiales a los organismos internacionales para obtener el dominio sobre otras tantas áreas de Antártida (la reivindicación de Alemania nazista sobre la tierra llamada Nueva Suabia perdió todo su valor luego del resultado de la segunda guerra mundial).
Extrañamente, la Unión Soviética (y posteriormente la Federación Rusa) y los Estados Unidos de América, aunque haya sido un ruso y un anglo-estadounidense, respectivamente, el primero en avistar Antártida y el primero en pisarla, no han presentado hasta ahora demandas oficiales sobre áreas de Antártida, sino que se han limitado a declarar que se reservan el derecho de hacerlas en el futuro.
Sin embargo, las reclamaciones territoriales antárticas no se han hecho sobre todo el continente. La Tierra de Marie Byrd (de unos 1,6 millones de kilómetros cuadrados de extensión), explorada por el estadounidense Richard Byrd en 1929, no ha sido nunca solicitada por ningún estado soberano. ¿Por qué?
La fecha crucial de la exploración de Antártida fue el mes de diciembre de 1911, cuando el noruego Roald Amundsen llegó al Polo Sur en una arriesgada expedición.
Los exploradores, por lo general, han sido enviados siempre por los servicios secretos de los estados y, frecuentemente, tienen la misión de identificar las zonas aptas para la explotación minera y también las que son militarmente estratégicas.
Después del fin de la segunda guerra mundial, ciertas naciones soberanas establecieron algunas bases en la Antártida, oficialmente por motivos científicos.
La Unión Soviética construyó una base situada en las coordenadas 78 grados 27’ Sur y 106 grados 50’ Este, y la llamó Vostok (este, en ruso).
Hoy, la estación Vostok, localizada a 3488 metros sobre el nivel del mar (exactamente sobre una costra de hielo de más de 3600 metros de espesor), es la más aislada de las 67 estaciones científicas (pertenecientes a 30 estados diferentes), que existen actualmente en la Antártida, y su campo base es la estación Mirny, en la costa antártica.
En 1970, luego de las prospecciones radar efectuadas por medio de aviones, los rusos declararon que su base había sido construida casualmente justo en el lugar donde, 3623 metros más bajo, estaba el lago subglacial más grande del mundo, el cual fue también bautizado Vostok.
Muy extraño: en efecto, si se considera que la superficie de la Antártida es de 14 millones de kilómetros cuadrados y que el lago tiene alrededor de 14.000 kilómetros cuadrados de extensión, la probabilidad de construir fortuitamente la base en el punto exacto donde 3623 metros más abajo surge el lago, ¡es una entre 1000!
Debe recordarse que los lagos subglaciales en la Antártida son aproximadamente 140, pero el Vostok es ciertamente el más extenso y también el más misterioso.
El lago Vostok, que contiene agua en estado líquido, tiene 250 kilómetros de largo y unos 60 de ancho.
El volumen total de agua que contiene es de alrededor de 5400 kilómetros cubos (¡serían suficientes para el consumo hídrico de unas 50 millones de personas durante 3 años, calculando cien litros por persona al día!)
Entre los varios misterios que esconde el lago Vostok, se incluye el de la altitud sobre el nivel del mar del fondo del mismo lago: si se consideran los datos del Scientific Commitee on Antartic Research, la superficie del lago está situada 3623 metros debajo de la base Vostok, que a su vez está a 3488 metros sobre el nivel del mar.
La superficie del lago se encontraría, por lo tanto, a 135 metros bajo el nivel medio del mar, y como la profundidad máxima es de 800 metros (profundidad promedio de 670 metros), el fondo del lago se hallaría a 935 metros bajo el nivel medio del mar.
Según los datos oficiales, la temperatura del agua del lago es de -3 grados Celsius, y su estado líquido se mantiene gracias a la enorme presión causada por la capa de hielo. Otras fuentes indican, en cambio, que en algunos puntos del lago la temperatura alcanza los 19 grados, lo que sugiere que debajo de él hay, probablemente, una intensa actividad geotérmica.
Actualmente, hay opiniones controvertidas sobre cuán antiguo es el estrato de hielo que cubre al lago Vostok. Mientras que algunos científicos proponen una antigüedad de 420 milenios, otros investigadores sostienen que se formó sólo hace 13 milenios.
En 1998, algunos científicos rusos, estadounidenses y franceses perforaron esta corteza hasta llegar a unos 120 metros antes de la superficie del lago, con la excusa oficial de evitar contaminarlo.
Ha habido ulteriores perforaciones (2008 y 2009), pero ninguna, hasta hoy, ha profundizado en la costra de hielo hasta el punto de llegar al lago. Los análisis del hielo extraído identificaron rastros de metano, bacterias, restos de polen, de pluricelulares marinos y otros residuos de seres pluricelulares desconocidos.
De los estudios efectuados se llegó a la conclusión de que el lago Vostok es un ambiente super saturado de oxígeno (la concentración de éste podría ser 50 veces mayor de la de un lago normal superficial).
Por ahora, estos factores han convencido a los científicos de no perforar del todo la capa de hielo, ya que una vez abierta, podrían surgir del lago bacterias completamente desconocidas hasta hoy, capaces de contaminar el ambiente circunstante.
La última noticia, de febrero de 2010, informa que el científico ruso Valerie Lukin, encargado de la expedición rusa en Antártida, se considera listo para enviar una sonda al interior del lago en el 2012.
La sonda sería estéril, con el fin de no contaminar el ambiente subglacial. Lukin sostiene que se podrán estudiar micro-organismos vivos que se remontan a cientos de milenios atrás.
A partir del 2001, un grupo de científicos estadounidenses comenzó a sobrevolar el lago Vostok a baja altura, con el fin de estudiar la actividad magnética que se verifica por allí. Durante estos sobrevuelos, se descubrió una poderosa anomalía magnética en la zona suroriental del lago.
La discrepancia se calculó en 1000 nanoteslas, una cantidad enorme, cuyas causas son ignotas. Otra característica de la anomalía es su extraordinaria amplitud, ya que se extiende por unos 166 kilómetros cuadrados.
Inicialmente se intentó explicar la anomalía magnética a partir de causas naturales.
Michael Studinger, de Columbia University, sostuvo que muy probablemente, la corteza terrestre es muy delgada en el fondo del lago. Por tanto, la cercanía con el manto causaría un aumento de la actividad magnética.
El geólogo Ron Nicks sostiene, en cambio, exactamente lo contrario: la delgadez de la corteza y la consiguiente cercanía del manto causarían un calentamiento de la costra misma y esto debería reducir la actividad magnética en vez de aumentarla.
Según el profesor Thomas Gold (revista Nexus Australia), la anomalía sería causada por una excepcional concentración de xenón, argón y metano, que provendría justamente del manto. Si se extrajera la capa de hielo que cubre al lago Vostok, se produciría una inmensa explosión, y la consiguiente dispersión de los gases mencionados en la atmósfera podría conllevar imprevisibles daños al planeta.
Para algunos investigadores (Charles Hapgood, Graham Hankook, Flavio Barbero), quienes apoyan la teoría Atlántida en Antártida, la anomalía magnética podría ser causada por las ruinas metálicas de una enorme ciudad que fue quemada y destruida hace milenios.
Según estas hipótesis, la Antártida fue habitada por el hombre en épocas remotas, pudiendo gozar de un clima templado, incluso cálido. Estas afirmaciones se basan en el hecho de que, según varios climatólogos y geólogos, el polo norte pudo haberse encontrado al sur de las actuales islas Aleutianas hasta el noveno milenio antes de Cristo, por lo que la Antártida se habría hallado relativamente lejos del Polo Sur, con un clima bastante templado.
Una enorme catástrofe, quizás causada por la caída de un meteorito en la Tierra, habría producido el desplazamiento del eje terrestre, el derretimiento de los enormes glaciares del hemisferio boreal y la consiguiente glaciación repentina de la Antártida. Muchos pueblos de la Tierra recuerdan este cataclismo como el diluvio universal, y lo relataron, transmitiéndolo hasta hoy.
Según el psíquico estadounidense Edgar Cayce, los atlantes escondieron en su continente perdido un enorme cristal que sería su fuente energética durante muchísimo tiempo. Para algunos investigadores que apoyan la teoría de las civilaciones antediluvianas, la anomalía magnética del lago Vostok sería justamente el cristal descrito por Cayce.
Uno de los investigadores más polémicos, que postuló una teoría todavía más extraña de la llamada Atlántida en Antártida, fue el chileno Roberto Rengifo, quien en sus obras Los Chiles (1921) y El Papel del Territorio de Chile en la Evolución de la Humanidad prehistórica (1935), sostiene incluso el origen antártico de la especie humana.
Según Rengifo, un terrible cataclismo obligó a los sobrevivientes antárticos a emigrar hacia Suramérica, África y Australia. Una de las pruebas que apoyarían esta teoría sería el hallazgo arqueológico de Monte Verde, cerca a Puerto Montt, en Chile, donde se encontraron restos humanos de 33 milenios de antigüedad.
Otra de las pruebas indirectas en pro de la teoría de Rengifo serían los extraños mapas que se trazaron en el siglo XVI, como los de de Piri Reis (1513) y Oroncio Fineo (1531), que ofrecen detalladas descripciones topográficas de las costas antárticas, cuando en cambio el continente antártico fue oficialmente descubierto y trazado en mapas solo a partir del siglo XIX.
En mi opinión, si bien los mapas de la Edad Media no prueban nada de definitivo (la costa “antártica” del mapa de Piri Reis podría ser la Patagonia y la masa continental austral en el mapa de Oroncio Fineo podría ser el resultado de una unión de la supuesta Terra Australis Incognita con las costas septentrionales de Australia, avistadas quizá por navegantes portugueses en la segunda década del siglo XVI), y la extraña teoría de Roberto Rengifo no tiene fundamento alguno, sino que consiste tan sólo en débiles suposiciones, no se puede descartar que Antártida haya gozado de un clima distinto del actual, mucho más cálido, entorno a los diez milenios antes de Cristo.
También la teoría de Mendes Correa podría confirmarlo.
Por ahora no se puede afirmar con certeza si la anomalía magnética del lago Vostok tiene un origen natural o artificial. Es correcto proceder de a pequeños pasos, cumpliendo con el método científico, pero, considerando que la ciencia no puede responder a todas las preguntas, creo que también es sabio no descartar ciertas hipótesis “extrañas” de algunos místicos y psíquicos, quienes podrían, con sus percepciones, indicar a los hombres de ciencia el camino correcto para llegar a la solución del misterio.