¿Es verdad que llegaban a edades tan longevas —hasta casi el milenio en algunos casos, como el de Matusalén— o esas cifras ocultaban mensajes para que un día, en el futuro, fueran descifrados?
¿Es la relación una cronología histórica real o alegórica?
Qué diferencia existe entre los llamados patriarcas antediluvianos y postdiluvianos? ¿Hubo manipulación genética por parte de los «dioses» para que el ser humano no viviera más de 120 años?
Si lo narrado en el Génesis se correspondiera con hechos históricos reales, los descendientes de Adán y Eva —en teoría, para los más ortodoxos, toda la humanidad— lo serían también de los dos hijos que les sobrevivieron (recordemos que Abel murió asesinado por su hermano): Caín y Set.
Empero, hay que señalar que del primero se nos cuenta (Génesis, 4, 15-16) que «Yahvé puso una señal a Caín para que nadie que le encontrase le atacara», añadiendo que «salió de la presencia de Yahvé y se estableció en el país de Nod, al oriente de Edén».
Breve párrafo que demuestra taxativamente —por sí mismo y para quien no acepte la teoría evolucionista— que, además de los hijos de Adán y Eva, había otros hombres en el planeta. Luego el mito de que Adán y Eva fueron los primeros seres humanos se derrumba, no explicándose siquiera la gestación de tal mito.
Y, por si queda duda alguna, el Génesis cuenta luego que Caín conoció a su mujer, mentando los nombres de algunos de sus descendientes. Momento a partir del cual se habla de los hijos del tercer vástago de Adán y Eva, Set, que serían conocidos desde entonces como los «patriarcas».
Pues bien, lo primero que sorprende es la longevidad de tales patriarcas, incluidos, por cierto, sus propios padres, porque el texto —que no dice cuándo murió Eva— sí explícita que Adán murió ¡a los 930 años!, edad sólo superada por sus descendientes Yéred —962 años— y Matusalén —969 años—. Pero leamos el relato en Génesis 5, 1-32: «Esta es la lista de los descendientes de Adán. El día en que Dios creó a Adán, le hizo a imagen de Dios.
Los creó varón y hembra, los bendijo, y los llamó “Hombre” en el día de su creación. »Tenía Adán ciento treinta años cuando engendró un hijo a su semejanza, según su imagen, a quien puso el nombre de Set.
Fueron los días de Adán, después de engendrar a Set, ochocientos años, y engendró hijos e hijas. El total de los días de la vida de Adán fue de novecientos treinta años, y murió. »Set tenía ciento cinco años cuando engendró a Enós. Vivió Set, después de engendrar a Enós, ochocientos siete años, y engendró hijos e hijas.
El total de los días de Set fue de novecientos doce años, y murió. »Enós tenía noventa años cuando engendró a Quenán. Vivió Enós, después de engendrar a Quenán ochocientos quince años, y engendró hijos e hijas.
El total de los días de Enós fue de novecientos cinco años, y murió. »Quenán tenía setenta años cuando engendró a Mahalalel. Vivió Quenán, después de engendrar a Mahalalel, ochocientos cuarenta años, y engendró hijos e hijas.
El total de los días de Quenán fue de novecientos diez años, y murió. »Mahalalel tenía sesenta y cinco años cuando engendró a Yéred. Vivió Mahalalel después de engendrar a Yéred, ochocientos treinta años, y engendró hijos e hijas. El total de los días de Mahalalel fue de ochocientos noventa y cinco años, y murió. »Yéred tenía ciento sesenta y dos años cuando engendró a Henoc.
Vivió Yéred, después de engendrar a Henoc, ochocientos años, y engendró hijos e hijas. El total de los días de Yéred fue de novecientos sesenta y dos años, y murió. »Henoc tenía sesenta y cinco años cuando engendró a Matusalén. Henoc anduvo con Dios; vivió, después de engendrar a Matusalén, trescientos años, y engendró hijos e hijas.
El total de los días de Henoc fue de trescientos sesenta y cinco años. Henoc anduvo con Dios, y desapareció porque Dios se lo llevó. Dios toma a Henoc, como en Génesis 5:24: «Y Henoc anduvo con Yahvé, y desapareció porque Yahvé se lo llevó». Ilustración de Figuras de la Biblia (1728); ilustrado por Gerard Hoet (1648-1733) y otros. »
Matusalén tenía ciento ochenta y siete años cuando engendró a Lámek. Vivió Matusalén, después de engendrar a Lámek, setecientos ochenta y dos años, y engendró hijos e hijas.
El total de los días de Matusalén fue de novecientos sesenta y nueve años, y murió. »Lámek tenía ciento ochenta y dos años cuando engendró un hijo, y le puso por nombre Noé, diciendo: “Éste nos consolará de nuestros afanes y de la fatiga de nuestras manos, por causa del suelo que maldijo Yahvé”. Vivió Lámek, después de engendrar a Noé, quinientos noventa y cinco años, y engendró hijos e hijas. El total de los días de Lámek fue de setecientos setenta y siete años, y murió. »
Era Noé de quinientos años cuando engendró a Sem, a Cam y a Jafet».
Añadiéndose más adelante —en Génesis 9, 28-29—: «Vivió Noé después del Diluvio trescientos cincuenta años.
El total de los día de Noé fue de novecientos cincuenta años, y murió». Hasta aquí la cronología de los patriarcas, que plantea —entre otras— algunas cuestiones muy interesantes: Que los patriarcas vivieron todos entre los «escasos» 777 años de Lámek y los 969 de Matusalén.
Que Henoc no murió en la Tierra, sino que se lo llevó «Dios» cuando tenía 365 años y no se le volvió a ver más, algo similar a lo que mucho después —siempre según la Biblia— les ocurriría a Elías, a Baruc y a Esdrás.
Que, teniendo en cuenta la edad en que engendraron y la edad en la que murieron, vivieron prácticamente todos «juntos» a la vez. Es decir, que Adán convivió con sus hijos, nietos, bisnietos, tataranietos… y los descendientes de varias generaciones posteriores más. Y —obviamente— éstos entre sí.
Que salvo en los casos de Adán y Noé —primero y último de la lista—, de todos se menciona el nacimiento de un hijo —presumiblemente el primogénito y, por tanto, su heredero—, añadiéndose luego la coletilla «y engendró hijos e hijas» al referirse a todos y cada uno de ellos. Por lo que es obvio que cada uno tuvo muchos más descendientes, nada de extrañar si vivían tantos años.
Que todos engendraron a sus primogénitos cuando contaban entre los 65 años —Mahalalel— y los 182 —Lámek—, salvo Noé, de quien se dice que tuvo a sus hijos Sem, Cam y Jafet cuando ya contaba con 500 años. Que Noé tenía 600 años cuando se embarcó en el Arca para salvarse del Diluvio. Que —según se lee en Génesis 9, 19—, «Estos tres fueron los hijos de Noé, y a partir de ellos se pobló toda la tierra».
Que, consecuentemente, cuando y Noé se embarcó en el Arca, vivían su padre, su abuelo, su tatarabuelo y muchos de otros de sus ascendientes y de su extensísima parentela, excepción hecha de su bisabuelo Henoc, a quien —según el texto bíblico— «arrebató Dios». Y que, en consecuencia, ¡murieron todos! en el llamado Diluvio Universal.
Algo completamente inexplicable.
En cualquier caso, la longevidad de tales patriarcas sólo podría explicarse —salvo que neguemos los hechos históricos narrados y reinterpretemos el texto alegando que el mismo es simbólico y alegórico— si aceptásemos que su genética no era similar a la nuestra.
Es decir, que los y patriarcas eran «hijos de los dioses». Pero, ¿de qué dioses? ¿Inferimos que éstos no existieron y son un mito, como arguyen algunos exégetas para intentar justificar la aparente inconsistencia del texto bíblico, o aceptamos que aquellos «dioses» eran seres procedentes de una civilización no terrestre y de ahí su longevidad, propia de una raza distinta a la nuestra?
Decida el lector qué tiene, a su parecer, mayor sentido. Pero antes, lea lo que se cuenta en el Génesis 6, 4: «Los Nefilim existían en tierra por aquel entonces (y también después) cuando los hijos de Dios se unían a las hijas de los hombres y ellas les daban hijos: estos fueron los héroes de la antigüedad, hombres famosos». Yahvé pone límite a los años humanos, ¿ingeniería genética?
Por cierto, que tampoco deja de llamar la atención que el propio Yahvé decidiera que los hombres no alcanzaran esa longevidad. Veámoslo: «Cuando la humanidad comenzó a multiplicarse sobre la faz de la tierra y les nacieron hijas, vieron los hijos de Dios que las hijas de los hombres les venían bien, y tomaron por mujeres a las que preferían de entre todas ellas.
Entonces dijo Yahvé: “No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne; que sus días sean ciento veinte años”». (Génesis 6, 1 -3)
Con lo que queda claro que esa era —genéticamente— la vida máxima que un ser humano normal podía alcanzar o bien que se le manipuló genéticamente para que así fuera. Algo difícil de aceptar teniendo en cuenta que eso no puede hacerse en un planeta muy poblado… pero que es factible si la humanidad «desaparece» a excepción de unos pocos seres humanos seleccionados.
Bueno, pues recordemos que es entonces cuando Yahvé decide eliminar a todo ser viviente, salvo a aquellos que son introducidos en el Arca: «Por mi parte, voy a traer el Diluvio, las aguas sobre la tierra, para exterminar toda carne que tiene hálito de vida bajo el cielo: todo cuanto existe en la tierra perecerá» (Génesis 6, 17).
¿Fue realmente así?
Y, en tal caso, ¿la razón fue la de controlar —genéticamente— la longevidad de los supervivientes?
No tenemos respuesta. Pero sí sabemos que la edad de los llamados «patriarcas postdiluvianos» —y, por cierto, sólo son considerados así los hijos de Sem y no los de Cam y Jafet— disminuyó progresivamente. Lo que no deja de ser llamativo. Veamos lo que se cuenta en Génesis 11,1 -32: «Estos son los descendientes de Sem: Sem tenía cien años cuando engendró a Arpaksad, dos años después del Diluvio.
Vivió Sem, después de engendrar a Arpaksad, quinientos años, y engendró hijos e hijas. »Arpaksad era de treinta y cinco años de edad cuando engendró a Sélaj.
Y vivió Arpaksad, después de engendrar a Sélaj, cuatrocientos tres años, y engendró a hijos e hijas. »Era Sélaj de treinta años cuando engendró a Héber.
Y vivió Arpaksad, después de engendrar a Sélaj, cuatrocientos tres años, y engendró a hijos e hijas. »Era Sélaj de treinta años cuando engendró a Héber.
Y vivió Sélaj, después de engendrar a Héber, cuatrocientos tres años, y engendró hijos e hijas. »Era Héber de treinta y cuatro años cuando engendró a Péleg.
Y vivió Héber, después de engendrar a Péleg, cuatrocientos treinta años, y engendró hijos e hijas. »
Era Péleg de treinta años cuando engendró a Reú.
Y vivió Péleg, después de engendrar a Reú, doscientos nueve años, y engendró hijos e hijas. »
Era Reú de treinta y dos años cuando engendró a Serug.
Y vivió Péleg, después de engendrar a Reú, doscientos nueve años, y engendró hijos e hijas. »
Era Reú de treinta y dos años cuando engendró a Serug.
Y vivió Reú, después de engendrar a Serug, doscientos siete años, y engendró hijos e hijas. »Era Serug de treinta y dos años cuando engendró a Najor.
Y vivió Serug, después de engendrar a Najor, doscientos años, y engendró hijos e hijas. »
Y vivió Serug, después de engendrar a Najor, doscientos años, y engendró hijos e hijas. »
Era Najor de veintinueve años cuando engendró a Téraj.
Y vivió Najor, después de engendrar a Téraj, ciento diecinueve años, y engendró hijos e hijas. »Era Téraj de setenta años cuando engendró a Abram, a Najor y a Harán. Abram, Saray y Hagar (esclava de Saray con la que Abram engendraría a Ismael). Ilustración de 1897. »
Y estos son los descendientes de Téraj: Téraj engendró a Abram, a Najor y a Harán. Harán engendró a Lot.
Harán murió en vida de su padre Téraj, en su país natal, Ur de los caldeos. Abram y Najor se casaron.
La mujer de Abram se llamaba Saray, y la mujer de Najor, Milká, hija de Harán, el padre de Milká y de Jiská. Saray era estéril, sin hijos. »
Téraj tomó a su hijo Abram, a su nieto Lot, el hijo de Harán, y a su nuera Saray, la mujer de su hijo Abram, y salieron juntos de Ur de los caldeos, para dirigirse a Canaán. Llegados a Jarán, se establecieron allí. »
Fueron los días de Téraj doscientos cinco años, y murió en Jarán». Es decir, que mientras Sem murió a los 600 años, su hijo alcanzó los 438; rápida disminución que llevaría a Téraj — novena generación desde Noé— a morir con «sólo» 205 años.
En definitiva, ¿qué hay de verdad en lo narrado en el texto bíblico? Por nuestra parte, sólo queremos relatar los hechos bíblicos; en cuanto a su interpretación, juzgue por usted mismo. Por José Antonio Campoy.