El vicepresidente de la Generalidad ha puesto fecha al referéndum de autodeterminación de Cataluña.
Será el 11 de septiembre de 2014, han acordado José Luis Carod-Rovira y Joan Ridao, y desvela este viernes el diario nacionalista Avui, citando un documento político que se dará a conocer el próximo 20 de octubre. El anuncio coincidia con la celebración de la Fiesta de la Hispanidad y se producia dos semanas después del anuncio de Ibarretxe de que celebraria un referéndum en el País Vasco el próximo 25 de octubre.
El vicepresidente de la Generalidad y el candidato de ERC al Congreso, Joan Ridao, han acordado establecer el 11 de marzo de 2014 como la fecha de celebración del referéndum "para que los catalanes decidan si quieren un Estado propio", según revela este viernes Avui, citando un documento político que se hará público el próximo 20 de octubre, durante la Conferencia Política de los republicanos.
Según Avui, que asegura haber tenido acceso a la ponencia, la fecha del referéndum se ha hecho coincidir con la conmemoración de los 300 años de la Batalla de Almansa en la que, según ERC, "Cataluña perdió su condición de Estado".
El 11 de septiembre se celebra, cada año, la Diada o fiesta autonómica de Cataluña.
La iniciativa de ERC –siempre según Avui– se propone trabajar desde ahora para conseguir que en 2014 Cataluña pueda "estar preparada para decidir su futuro democráticamente".
El establecimiento de la fecha del referéndum no figuraba en un primer borrador de la ponencia política de ERC, según el mismo diario nacionalista.
Finalmente, las diferencias entre Ridao –su redactor– y Carod Rovira se han cerrado con un acuerdo sobre la iniciativa del referéndum y sobre su fecha: 11 de septiembre de 2014.
2007-10-12 (Libertad Digital)
La verdadera historia del 11 de Septiembre
El 11 de septiembre de 1714 Barcelona se rindió a las fuerzas borbónicas. La ciudad, contra la costumbre de la época, no fue saqueada.
Hecho que los barceloneses atribuyeron a las promesas que realizaron a la Patrona de la ciudad: entre ellas, que se rezaría perpetuamente el rosario en las plazas o se impediría que las mujeres vistieran impúdicamente. La derrota, a la postre, fue muy beneficiosa para Cataluña.
Las numerosas tropas acantonadas en la Ciudadela sirvieron para impulsar la producción textil de Cataluña, pues debían abastecerse de uniformes. El siglo XVIII, pese a los gemidos nacionalistas, fue uno de los mejores para el Principado en términos de prosperidad y paz. Se abrieron las puertas de América a los comerciantes catalanes y la riqueza empezó a fluir. Pronto los catalanes se olvidaron de la derrota y participaron en los destinos de la monarquía hispánica.
Por ello, no es de extrañar que el padre del nacionalismo catalán, Prat de la Riba, dijera respecto a los defensores de 1714: “Admiradlos pero no imitadlos”, pues era consciente de la necesidad de España para la prosperidad de Cataluña. Los historiadores catalanistas aún no han sabido, o no han querido, explicar por qué una parte de Cataluña se posicionó con el Archiduque Carlos. Felipe de Anjou había sido recibido en 1702 con entusiasmo en Barcelona y había jurado las Constituciones Catalanas. La respuesta está en la Narraciones históricas de Francesc Castellví, un testigo privilegiado de la época y que el filósofo catalán Francisco Canals supo sacar a la luz. Tras un conflicto con las cátedras de la Universidad de Barcelona, se vio en el pretendiente borbónico un “modernizador” que atentaba contra la tradición tomista de la Universidad, pues deseaba otorgarlas a jesuitas identificados con la teología “moderna”. Este sustrato del conflicto ha sido convenientemente escondido, pues implica aceptar que el espíritu catalán enlazaba más con la Edad Media que con la modernidad que ahora pretenden defender los nacionalistas.
Las manifestaciones de religiosidad, españolidad y monarquismo del pueblo catalán posicionado con el Archiduque son más que contundentes. El bando que el venerado Rafael de Casanova emitió el propio 11 de septiembre, apelando al último combate, no deja lugar a dudas: “Se confía que todos, como verdaderos hijos de la patria, amantes de la libertad, acudan a los lugares señalados a fin de derramar gloriosamente su sangre y su vida por su rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España”. Esto es así hasta tal punto que el historiador republicano Rovira y Virgili afirmó que los verdaderos herederos del 11 de septiembre eran los “carlistas de la montaña” y no los republicanos catalanistas. No deja de ser sorprendente que aquellos catalanes de 1714 se identificarían mucho más con los carlistas sublevados en Barcelona el 18 de julio de 1936, que no con cualquier militante de Esquerra Republicana de Catalunya. Y esto es así se mire como se mire.
Entonces, cabe preguntarse por qué, hoy en día, los nacionalistas celebran como una guerra de secesión lo que fue una guerra de sucesión. ¿Cómo es posible que la historia haya sido tan desvirtuada y que nadie se atreva a decir que el rey está desnudo? El filósofo Max Scheler, en su estudio sobre El resentimiento en la moral, nos da la clave. El resentimiento es una intoxicación psíquica fruto de una impotencia para aceptar la realidad. Produce efectos perniciosos como la reinterpretación de la realidad o la transformación de las estructuras valorativas. En la famosa fábula de la zorra, esta cambia su valoración sobre la uvas al no poder alcanzarlas, afirmando que estaban amargas cuando en realidad estaban maduras. Igualmente, el nacionalismo catalán ha sabido transformar la manifestación del espíritu tradicional de la Cataluña hispana, expresado en la resistencia pírrica de la Barcelona de 1714, en un ajeno espíritu independentista y antitradicional.
El resentimiento hacia la propia historia ha provocado que, en un siglo de nacionalismo, se haya distorsionado tanto la historia que incluso se nos ha hecho creer que los Mossos d’Escuadra son parte de las señas identitarias del catalanismo. Cosa extraña, pues el fundador de este cuerpo policial fue Pere Anton Veciana, un felipista entusiasta de la ciudad de Valls (Tarragona). Utilizó esas unidades para represaliar a los restos de guerrilleros austracistas que aún quedaban en las montañas.
Por eso, no es de extrañar que los nacionalistas escogieran como Diada nacional una derrota en vez de una victoria. Posiblemente, es el único caso en la historia política de los pueblos y nos manifiesta ese oculto resentimiento que impide a los nacionalistas reconocer la verdadera historia de Cataluña.
Javier Barraycoa es vicerrector de Abat Oliba CEU.