«Mi invento requiere de una gran instalación pero, una vez establecida, es posible destruir todo lo que esté en un radio de 200 millas (322 km), ya sean hombres o máquinas», Nikola Tesla, Liberty Magazine.
A finales de 1908, todo el mundo estaba al tanto del osado intento de Robert Peary por alcanzar el Polo Norte, por lo que si alguien quería llamar la atención de la prensa internacional, ese era el momento adecuado.
Según reporta el libro Suddenly del Dr. Fred Lipschitz, fue así como Tesla quiso exponer de manera contundente que había inventado un dispositivo capaz de transmitir energía a todo el mundo.
El inventor de origen serbio entonces concentró sus fuerzas en enviar un rayo de energía hacia el lugar donde estaría el explorador estadounidense y esperar un reporte de vuelta… un reporte que jamás llegaría.
No obstante, Tunguska, en la Siberia rusa, estaba en la misma latitud en la que el supuesto rayo de energía fue dirigido (ver mapa), y allí sí ocurrió algo.
Las conclusiones de los seguidores de Tesla fue que el rayo enviado se desvió o erró a su objetivo en el Polo Norte, explotando sobre Tunguska y derribando 80 millones de árboles en un área de 2 150 km² de bosque y matando, que duda cabe, cientos de animales.
Aquí cabe aclarar que jamás se pudo probar que el causante de tal destrucción haya sido el llamado «rayo de la muerte», empero, era sabido que el genio serbio tenía un historial en responder con hechos lo que la gente le achacaba como imposible.
Por ejemplo, en 1898 dio una demostración en el Madison Square Garden sobre un dispositivo para el control inalámbrico por voz, dirigiendo una pequeña embarcación con este método.
Demostración de transmisión inalámbrica de energía durante una presentación de 1891.
El evento de Tunguska sería explicado oficialmente por otros factores, como la caída de un meteoro o parte de un cometa que explotó al chocar con la atmósfera —algo que hasta ahora tampoco ha sido demostrado—, y Tesla quedaría libre de toda culpa y cargo.
Teleforce, un arma para terminar con las guerras
A pesar del poder destructivo que tendría este dispositivo transmisor de energía, denominado Teleforce por el propio Tesla, el inventor pensaba que, lejos de ser un arma que pondría en peligro a la humanidad, la misma podría acabar con todas las guerras si cada nación poseía una, pues el nivel de disuasión haría imposible las invasiones o ataques, ya sean por tierra, mar o aire.
Al menos así lo vendía décadas después (1934) ante la prensa que, para escarnio de Tesla, sería la que elegiría darle el nombre maldito de «rayo de la muerte»: «Hasta ahora, todos los dispositivos que se podía utilizar para la defensa también podían usarse en aras de la agresión.
Esto anulaba el valor de hacer mejoras con el propósito de la paz. Yo he tenido la suerte de desarrollar una idea nueva y de perfeccionar medios que se pueden utilizar principalmente para la defensa.
Si se adopta, revolucionará las relaciones entre naciones. Hará que cualquier país, grande o pequeño, sea inexpugnable a los ejércitos, los aviones y otros medios de combate. Mi invento requiere una gran maquinaria, pero una vez conseguida será posible destruir cualquier cosa. »
Este invento mío no contempla el uso de ningún denominado “rayo de la muerte” como tal.
Los rayos no son pertinentes porque no se pueden producir en las cantidades requeridas y porque con la distancia disminuyen rápidamente de intensidad.
Ni toda la energía de la ciudad de Nueva York transformada en rayos y proyectada a 30 kilómetros podría matar a un ser humano porque, de acuerdo con una bien conocida ley de la física, se dispersaría en tal medida que no sería eficaz »
Mi aparato proyecta partículas que pueden ser relativamente grandes o de unas proporciones microscópicas, lo que nos permitiría transmitir a un área pequeña situada a gran distancia billones de veces más energía de la que es posible trasladar con rayos de otro tipo.
De esta forma se pueden transmitir miles de caballos de vapor a través de una corriente más delgada que un pelo, así que nada se puede resistir.
Esta característica maravillosa hará posible, entre otras cosas, conseguir en el campo de la televisión resultados con los que jamás se ha soñado, porque no habrá límites para la intensidad de la iluminación, el tamaño de la imagen o la distancia de la proyección».
Estos principios pacifistas y sociales de Tesla serían los que, justamente, llegarían a impedir que Teleforce llegara alguna vez a materializarse.
Después de todo, ¿qué gobierno querría financiar una costosa tecnología que lo pondría al mismo nivel que sus enemigos?
La idea muere con el genio
Se dice que, poco antes de su muerte en 1943, el serbio habría decidido destruir toda documentación sobre su invento, pues de caer en malas manos y sin su supervisión, el mundo sí habría estado en grave peligro de ser conquistado por la nación que decidiera adueñarse por completo de él.
Esta última especulación se agarra del hecho que, cuando el FBI ordenó que la Custodia de Propiedades Extranjeras se apropiara de las pertenencias del difunto, no encontró nada sobre el supuesto «rayo de la muerte», algo extraño considerando el gran autobombo a nivel internacional que el inventor hizo sobre él…
Las preguntas siempre quedarán sobre la mesa, ¿fue Tunguska una demostración de que era posible transmitir energía inalámbricamente a todo el globo terráqueo? ¿Qué hubiera pasado si Tesla lograba la financiación necesaria para llevar a cabo Teleforce?
Y… ¿qué tan realista era el concepto pacifista de utilizar esta tecnología para acabar con todas las guerras?
Por Arkantos Khan.