A finales de agosto del 844 una flota de ochenta naves fue avistada en las costas de al Andalus. Se trataba de los Nordumâni, los temibles vikingos.
Dos meses más tarde, Sevilla ardía en su fuego, sus habitantes eran pasados a cuchillo, violados y convertidos en esclavos.
La pregunta que todos se hicieron. ¿Quiénes eran los vikingos?
Estos temibles guerreros que llegaron por mar, eran un grupo étnico originario de Escandinavia. A su denominación más conocida se unían también las de varegos, rus o normandos. No obstante, la palabra vikingos proviene del vocablo «Wik» -posteriormente cambiado a Vik-, que significa «hombres del norte» u «hombres del mar».
Sus ataques y aparición en la escena política europea, ya que hasta entonces no se tenía conocimiento de ellos, dieron inicio en el año 793 con el saqueo del monasterio de Lindisfarne.
A partir de ese periodo sus incursiones fueron frecuentes y llegaron a ocupar amplias zonas en Inglaterra, Irlanda y Francia, donde el rey galo entregó el feudo de Normandía a un caudillo vikingo a fin de que mantuviese alejados de sus costas a otros grupos de la misma etnia.
Ejercieron una gran influencia en la historio europea y en torno al año 1000 intentaron asentarse también en Norteamérica.
Distintos investigadores dan por extinguida la era vikinga con la caída del último reducto hostil que representaba el rey Horald III el despiadado, muerto el año 1066 en la batalla del puente de Stamford cuando intentaba hacerse con el control del territorio ocupado hoy por la actual Inglaterra.
A finales del año 229 de la hégira (agosto del 844), en las costas occidentales de al Andalus cincuenta y cuatro velas blancas fueron avistadas en el mar enfrente de la ciudad musulmana de Lisboa.
Se trataba de los al-Urdumâniyyun, o Nordumâni. Los normandos, piratas vikingos de los que los andalusíes conocían historias, a través de los cristianos norteños y de los comerciantes, aparecían por primera vez ante sus ojos.
Habían escuchado relatos que hablaban de ataques despiadados, muertes brutales, y un rastro de sangre a su paso, pero hasta entonces para todos ellos se trataba de cuentos que circulaban de boca en boca.
Sin embargo, ahora la realidad se abría paso en Lisboa, donde una de sus escuadras se desplegaba en el puerto dispuesta al combate.
Los cronistas árabes que recogen el más terrible ataque normando contra al Andalus mencionan que el número de sus barcos rondaba los ochenta, de los que cincuenta y cuatro eran de grandes dimensiones y los otros restantes más ligeros.
Conocedor de su mala fama, el gobernador de Lisboa, Ibn Hazm, luchó con ellos bravamente, rechazándole después de varios días de encarnizados choques.
Apenas las velas desaparecieron en el horizonte, en dirección al sur, Ibn Hazm escribió una carta al emir de Córdoba ‘Abd alRahmân, en la que le informaba de estos sucesos y le advertía de la próxima aparición de las bestias del norte, si eran ciertas sus noticias y se disponían a golpear el sur.
En efecto, pasadas catorce noches del mes de Muharram del año 230 de la hégira (finales de septiembre de 844), los vikingos ya se habían apoderado de Qabpil, la Isla Menor, en Cádiz, y remontaban el Guadalquivir dispuestos a saquear y destruir Sevilla y aun la mismísima capital de al Andalus si sus fuerzas se lo permitían.
Cuatro naves se separaron de la flota principal, para inspeccionar el territorio hasta la localidad de Coria del Río, donde desembarcaron y dieron muerte a todos sus habitantes a fin de impedir que tuvieran tiempo de advertir a los suyos. El camino hacia su fortuna estaba libre.
Apenas transcurridas tres jornadas desde su desembarco, los normandos decidieron remontar por fin el Guadalquivir hacia Sevilla, conocedores de las riquezas que era fama se albergaban en esta ciudad.
Para entonces sus habitantes se disponían a la defensa solos, sin un caudillo militar claro que guiase su ejército, pues el gobernador de la ciudad les había abandonado a su suerte, huyendo a Carmona. Los musulmanes se encontraban, por tanto, a merced del peor de los enemigos.
Advertidos de esta deserción y de la escasa preparación militar de quienes se habían quedado a resistir su ataque, los hombres del norte marcharon con sus naves hasta los arrabales de la ciudad. Desde ellas, aprovechando su ventaja, dispararon sucesivas tandas de flechas contra los sevillanos, hasta romper su cohesión y provocarles el mayor desconcierto y miedo. Conseguido su propósito, abandonaron las embarcaciones para luchar cuerpo a cuerpo con ellos, seguros de su victoria.
La matanza y el saqueo duraron unos siete días. Una semana en la que los más fuertes huyeron, escapando cada uno por su lado, y los más débiles cayeron en las garras de los vikingos. Mujeres, niños y ancianos desvalidos fueron pasados a cuchillo y violados.
A algunos de ellos se les perdonó la vida, aunque su destino era también estremecedor: la esclavitud. Sin respetar siquiera lo más sagrado, cargados con el botín y los prisioneros, regresaron a sus naves para volver al seguro campamento de Qabpîl.
No contentos, volvieron a Sevilla en una segunda ocasión, esperando aumentar el número de cautivos entre los desafortunados que regresaran a sus hogares al considerar que los ataques habían cesado. No encontraron más población que un puñado de viejos, que se habían reunido en una mezquita para rezar por los suyos y hacerse fuertes.
De nada sirvieron sus oraciones: los normandos tomaron a la fuerza el lugar santo y su sangre bendijo la tierra de aquel lugar que, a partir de entonces, pasó a llamarse “la Mezquita de los Mártires”. Durante casi dos meses camparon totalmente a su antojo, desolando y sembrando el pánico entre los andalusíes. Hasta que, en noviembre, el emir ‘Abd alRahmán consiguió movilizar un ejército lo suficientemente fuerte para plantarles cara.
Parte de esta tropa, al mando de Ibn Rustum y otros generales, pronto alcanzó la comarca del Aljarafe sevillano, donde en un fustigamiento conjunto de caballería e infantería, consiguieron desconcertar plenamente a sus enemigos. Coordinaba los esfuerzos musulmanes Nasr, favorito del príncipe omeya, quien dispuso una emboscada para terminar de una vez por todas con aquella amenaza.
Mientras algunos de los soldados provocaban con sus escaramuzas a los vikingos en los alrededores de la ciudad, el grueso del ejército andalusí esperaba a que aquellos valientes atrajeran a los normandos a un lugar llamado Tablada, al sur de Sevilla, donde hasta hace poco hubo un aeropuerto militar.
Confiados en su notable superioridad numérica y como guerreros, los hombres del norte mordieron el anzuelo y descendieron con sus naves el río Guadalquivir en persecución de aquellos que habían osado provocarles. Al llegar a la aldea de Tejada desembarcaron y el cielo se abatió sobre ellos.
Allí les aguardaba emboscado Ibn Rustum, con el grueso de sus soldados. Apenas los normandos superaron su posición y le ofrecieron la espalda, les salió al encuentro mientras los perseguidos musulmanes detenían su huida para encararse con sus perseguidores. Atrapados entre dos fuegos, los vikingos no pudieron sino luchar por sus propias vidas contra hombres que buscaban venganza por la sangre de los suyos.
Aquella atroz derrota les supuso la mayor de las humillaciones que hasta entonces habían recibido. Sobre el campo de batalla quedaron más de mil cadáveres de normandos, y cerca de cuatrocientos fueron capturados para escarnio de todos.
Mientras los supervivientes escapaban profundamente aterrorizados hacia sus naves, abandonando más de treinta embarcaciones en la huida, Ibn Rustum ordenó la decapitación ejemplar de los prisioneros supervivientes a la vista de sus camaradas.
El fuego acabó sobre el Guadalquivir con las naves vacías mientras algunas de las cabezas cortadas eran enviadas al emir ‘Abd al-Rahmân y otras, clavadas en picas o en palmeras, permitieron saber a los sevillanos que su sufrimiento había llegado a su fin, que los asesinos de sus seres más queridos ahora les miraban desde las cuencas de sus ojos vacíos.
Ibn Rustum fue premiado, Nasr, favorito del príncipe, encumbrado a lo más alto. Se compusieron poemas en loor de aquella victoria sin igual.
El recuerdo de aquel oscuro episodio no terminó aquí. Las murallas de Sevilla fueron reforzadas y fortificadas, se repararon los daños causados por los normandos en las mezquitas, los baños y las casas. El puñado de hombres del norte que consiguió salvar la vida y escapó por tierra hasta Carmona y Morón, fue arrinconado por Ibn Rustum, que les forzó a rendirse y consiguió su conversión al Islam.
Asentados en el valle del Guadalquivir, es fama que se especializaron en la cría de ganado y en la producción de leche y sus derivados y que sus quesos se convirtieron en más que famosos en aquellos tiempos. Años después, en el 859, Sevilla volvió a sufrir un nuevo ataque, que terminó con el incendio de la mezquita de Ibn ‘Addabâs (actual iglesia de San Salvador).
La respuesta del emir de al Andalus fue dura y contundente: durante esos mismos años había ordenado la construcción de una flota de guerra capaz de frenar aquella amenaza y no dudaría en enfrentarla con los mejores marinos del Islam a quien se atreviera a atacar Sevilla.
Cuentan las crónicas que juró arrasar sus bases y sus tierras del norte si osaban volver a derramar la sangre de un solo andalusí. Aquella advertencia parece que sí caló en el ánimo de los vikingos, pues durante largos años no se documentaron más strandhógg, como llamaban en su lengua a estas campañas de saqueo.
Mientras, al Andalus se poblaba de atalayas y fortalezas en la costa para vigilar el mar y los hijos de aquellos hombres del norte pasaban a engrosar las filas de los servidores de los Omeyas como soldados de élite destinados a proteger al príncipe. Tales medidas consiguieron su fruto, ya que los musulmanes hispanos lograron rechazar los ataques de los vikingos durante el siglo X.
Y al mismo tiempo que los grandes cronistas recogían estos éxitos de las armas musulmanas de Hispania, del valor de los sevillanos, el recuerdo de la derrota quedó en el fondo histórico de la nórdica saga de Ragnar y en el silencio de las restantes fuentes normandas.
Extra:
LA PRINCESA VIKINGA DE SEVILLA
Si no fuera porque todo es real sería para empezar dicinedo . “Erase una vez ……
Kristina Haakonardóttir ( el nombre es como para deletrearlo por teléfono ) nació en Bergen, Noruega en 1234, fue una princesa noruega e infanta de Castilla. Era hija de los reyes Haakon IV de Noruega y Margarita Skulesdatter.
Debido a las alianzas castellanas y noruegas dentro del Sacro Imperio Romano Germánico se llevó a cabo el compromiso matrimonial en 1257 de la princesa con el infante Felipe de Castilla ( 1231 – 1274), hermano del rey Alfonso X , el Sabio, porque dicho matrimonio era conveniente tanto para Alfonso X como para Haakon IV.
Un matrimonio político y de conveniencia .
La princesa Cristina emprendió el viaje por mar desde Tonsberg, cerca de Oslo, hacia la Peninsula Ibérica donde fue recibida por Jaime I el Conquistador que quedó prendado de sus encantos , llegando a proponerle matrimonio, a pesar de estar el compromiso acordado con el rey de Castilla .-
Cuando llega ante el rey castellano Alfonso X el Sabio le dan a elegir entre sus hermanos, entre ellos a Don Fadrique, ( el de la torre , donde le dió por acostarse con su madrastra Juana de Danmartín por lo que lógicamente , como eso está muy feo , el rey Sabio ordenó que lo mataran ) , que la nórdica princesa a pesar de sus dotes don junescas lo rechazó por tener una cicatriz en la boca, por lo que eligió a Felipe , entre otras cosas porque media casi dos metros, era el único mal alto que ella y mas joven. Había sido abad de la Colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias hasta la edad de 21 años y más tarde obispo de Sevilla , teniendo que renuncia a su carrera eclesiatica .-
La pareja se casó en la Colegiata de Valladolid el 31 de marzo de 1258, con veinticuatro años estableciendose en Sevilla, donde ya residía el infante junto a su padre .-
Pero verán, Cristina tenía un problema gordo , no solo era guapa , tenía una larga melena rubia con ojos azules sino que ademas media mas de 1,70 y delgada , es decir era una rubia espectacular , que destacaba sobre manera entre las damas de la corte de Sevilla, en una ´ época que por aqui no abundaban las turistas nordicas o “suecas”, por lo que logicamente se ganó su envidias y recelos , en especial de su cuñada la inquietante reina Violante de Aragón esposa del Rey Sabio ( desde los diez años de edad, ahí es nada ) e hija de Jaime I el Conquistador , por lo que vió en ella una amenaza desde el primer dia .
La amiga Violante, no se andaba con tonterias, sabiendo manejar muy bien los venenos , llegando incluso a envenenar a su propia hermana .El caso es que como en esa época no había CSI , la rubia vikinga misteriosamente enfermó y fallecio repentinamente en Sevilla en 1262 a los veintiocho años de edad , en todo el esplendor de su belleza sin dejar descendencia .-
Su marido, que como les he comentado, antes de su matrimonio había sido abad de la Colegiata de San Cosme y San Damián de Covarrubias , hizo enterrar a su esposa en el claustro de la colegiata de Covarrubias ( Burgos ) en un sepulcro gótico. Si ya esta historia es tremenda su redescubrimiento es mas tremendo todavía .-
Como la Bella Durmiente, pasaron 696 años y en 1958 un albañil en unas obras de restauración descubre el sepulcro y cuando abre la tumba , se encuentra a nuestra amiga Cristina absolutamente intacta , pues su cuerpo estaba naturalmente momificado ( entre otras cosas por la rasca tan tremenda que hace en las tierras burgalesas ) conservando la rubia cabellera, uñas , parecia que estaba dormida, según testimonio de su descubridor, aquella alta y delgada joven que llevaba puestos ricos ropajes incorruptos con restos de bordados de oro y piedras preciosas. También llevaba joyas que indicaban su alto linaje.
Junto al cuerpo momificado se encontraba un pergamino con versos de amor.Lógicamente la tumba la han cambiado de enclave , colocandola en un lugar mas destacado y rodeandola con las banderas de Ex-paña , Castilla, Comunidad Europea y Noruega , siendo un lugar de casi peregrinaje , asi que si este verano le viene a mano , por favor vaya para allá y visite a la bella princesa noruega e infanta castellana que vivió y murió en Sevilla .-
Frente a la portada del templo, se erige una estatua en bronce de la princesa ( foto superior ) con ocasión del homenaje que se le dispensó en abril de 1978, al que asistieron diversas personalidades noruegas .
Desde entonces, los contactos oficiales y oficiosos entre el gobierno noruego y la villa de Covarrubias se han sucedido, llegándose recientemente a la creación de la Fundación Cristina de Noruega, cuyo principal propósito será la construcción de una capilla ( que tambien tiene su misteriosa historia ) dedicada a San Olav, patrono de Noruega, en la localidad castellana.
Esta fundación y la embajada de Noruega celebran a finales de octubre un festival anual de música noruega con un mercadillo de productos típicos noruegos en Covarrubias .-
Cuenta la leyenda que aquellas doncellas solteras que quieran encontrar el amor, sólo tiene que ir hasta el sepulcro de la princesa y tocar la campana para que la princesa le ayude a encontrarlo y que lo encontrará pasado un año. algo asi como
El negro de Santa Ana
.-Si no les pilla a mano y le interesa esta tremenda historia , pueden leerse bajo la sombrilla playera ( modelo “canópeo basilical” ) el libro de Espido Freire ( la ganadora del premio Planeta mas joven de su historia ) y su novela histórica La Flor del Norte donde en primera persona le relata esta impresionante historia de nuestra efímera paisana Kristina Haakonardóttir .-
5 diciembre, 2018
Fuente: http://grandesbatallasdelahistoria.blogspot.com.es/2009/04/el-ataque-vikingo-sevilla.html