No son pocos los historiadores que defienden que las Juventudes de Esquerra Republicana de Cataluña (Jerec), creadas en 1931, copiaron los postulados violentos del «Duce» y admiraron su figura
Israel Viana / Madrid
Actualizado: 18/02/2019 12:16h
«Nadie puede tener duda sobre que siempre hemos rechazado cualquier forma de violencia. Lo hacemos y lo seguiremos haciendo. Nunca avalamos la violencia.
Porque cualquier noble objetivo en la vida puede resultar inmoral si los mecanismos que se usan para conseguirlo son indecentes». Pero si buceamos en la historia del partido del exvicepresidente de la Generalitat, para el que se piden
25 años de cárcel por un delito de rebelión, encontramos una excepción: las Juventudes de Esquerra Republicana de Cataluña-Estado Catalán (Jerec).
Fue una organización política creada en 1931 que operó como rama juvenil de
ERC y, según han defendido algunos historiadores, copió voluntariamente algunos aspectos del fascismo italiano y siguió los postulados violentos de
Mussolini, por el que alguno de sus dirigentes declaró su admiración.
De hecho, este movimiento fundado por José Dencás y Miquel Badía adquirió pronto algunos elementos estéticos de las camisas negras, aquellas milicias creadas por el «Duce» para asaltar el poder en 1922: eligieron las camisas verde oliva como uniforme identitario, celebraron impresionantes desfiles de carácter paramilitar e impulsaron sus propias milicias, las conocidas guerrillas.
Los escamots del Estat Catalá, como se refería la prensa a sus militantes, jugaron un papel muy activo en el boicot de las huelgas convocadas por la
CNT, su principal enemigo.
También atacaron a sus adversarios políticos, a los que sometieron a un acoso continuo, y actuaron como cuerpos de seguridad en los mítines de las formaciones nacionalistas e independentistas. Eran tan intimidatorios y violentos que, durante los años de la República, sus acciones eran comparadas a las de los seguidores de Mussolini.
Fue un debate muy común en los ambientes políticos de Cataluña entre 1931 y el comienzo de la
Guerra Civil. Y aunque Dencás y Badía defendían que la función de sus guerrillas era simplemente defensiva, lo cierto es que era habitual verlos reventando mítines hasta de los rivales más moderados dentro del catalanismo, por el simple hecho de no coincidir con su radical postura de apoyo al sector más extremista del Estat Catalá.
«Fascismo catalanista»
La cuestión de si existió un fascismo dentro del independentismo catalán no se ha cerrado nunca realmente. En 2012, el debate dio señales de vida entre algunos especialistas que aseguraban que esta organización de ERC había representado en el pasado una especie de «fascismo catalanista».
El año pasado se publicó un libro, «El catalanismo ante el fascismo» (Editorial Gregal, 2018), que reflexionaba también sobre esta cuestión. Y volvió a resurgir de nuevo con el nombramiento de Quim Torra como presidente de la Generalitat en mayo, después de que este se declarara admirador de Dencás y Badía. José Dencás
Pero, ¿quién eran estos? Badía fue el líder oficial de esta organización y llegó a participar en el atentado frustrado contra Alfonso XIII en 1925.
Después fue secretario de Orden Público de la Generalitat, poco antes de organizar las milicias paramilitares de las Jerec. Dencás, por su parte, fue el ideólogo principal, un militante de ERC que siempre se mostró abiertamente partidario de la independencia, hasta el punto de que fue uno de los promotores de la autoproclamación del Estado catalán en 1934.
Se produjo prácticamente en los mismos días en que, efectivamente, declaró ante el diplomático italiano Alessandro Masseroni «su entusiasta admiración por la ética del fascismo, cuyos principios sustanciales espera poder realizar un día en Cataluña», en palabras del historiador Arnau González.
El ministro de Trabajo, Sanidad y Previsión Social durante la Segunda República, Juan Lluhí, los describió durante uno de sus discursos en el Parlamento catalán como «una organización de tipo fascista… francamente fascista».
Las denuncias crecieron después de que un grupo de escamots de las Jerec destrozara la redacción del semanario satírico «El Be Negre» por haberse burlado de ellos. El 25 de octubre de 1933, algunos periódicos nacionales se hacían eco del incidente. «Ayer tarde se presentaron cuatro o cinco individuos en la imprenta donde se edita “El Be Negre” y preguntaron por el encargado.
Después, los intrusos sacaron sus pistolas y penetraron en el interior de la imprenta, acompañados de siete u ocho más, y causaron destrozos. A continuación se apoderaron de todos los ejemplares impresos, unos cinco mil, y amenazaron a los trabajadores con prender fuego al establecimiento si continuaban editando la revista», podía leerse en el «
Heraldo de Madrid».
«
La Nación», por su lado, aseguró que «el semanario había dedicado últimamente algunas bromas sangrientas a los elementos de Esquerra y, evidentemente, el asalto fue realizado por los escamots». Lo mismo que el diario «
La Tierra», que subrayaba «la enérgica actitud de un obrero, a quien no lograron amedrentar los nazis catalanistas, e hizo que no se cometieran más estropicios […].
Ya tenemos fascismo, y su primera heroicidad se ha perpetrado contra la libertad de pensamiento. ¿Permitirán los españoles y los catalanes que arraigue este movimiento?».
Por último, el periódico «
La Luz», que apuntó directamente a los responsables:
«Dos de los asaltantes, debidamente identificados, resultaron ser Alejandro Forcada, escamot, redactor de la Radio y orador de los mítines del Estat Catalá, y el hijo del doctor Jaime Aguadé [uno de los fundadores de ERC el 19 de marzo de 1931].
Este último fue quien, con un martillo, machacó el molde de la imprenta, mientras Forcada les amenazaba con una pistola».
«Somos!»
José Dencás y Miquel Badía siempre negaron que sus milicias fueran fascistas, alegando que muchos otros partidos tenían organizaciones juveniles, como los socialistas, falangistas, comunistas y carlistas, sin que generaran tanto debate.
En diciembre de 1933, el primer número del periódico que editó las Jerec, «Somos!», publicó una lista sus pretensiones: una república federal española con plena autonomía para Cataluña, que reconozca el constitucionalismo, la libertad individual y las elecciones parlamentarias. Miquel Badía
Pero muchos hispanistas británicos de la segunda mitad del siglo XX no lo ven así.
A menudo presentaron definiciones donde sí comparaban la doctrina de las Jerec con la creada por Mussolini en Italia. Gerald Brenan (1894-1987), por ejemplo, declaró que estas juventudes de ERC «eran fascismo catalán». Gabriel Jackson fue un poco más cauto y las calificó de «casi fascistas».
Hugh Thomas, fallecido en 2017, utilizaría el término «semi-fascistas», pero subrayando que las guerrillas de las Jerec estaban, efectivamente, «moldeadas según la milicia fascista». Mientras que la historiadora María Dolores Ivern y Salvá concluyó más recientemente que estas tuvieron «algunas características propias de una organización o partido fascista, pero sin llegar a serlo estrictamente».
En aquel momento, José Dencás gozaba de gran respeto en el ámbito político de Cataluña y las acusaciones de fascismo no le debilitaron. Es más, su carrera siguió en ascenso.
En enero de 1934 fue nombrado consejero de Sanidad y Asistencia Social de la Generalitat y, en octubre, alcanzó la cima de su poder al hacerse cargo de la seguridad y las fuerzas de Policía de la Generalitat. En ese cargo estaba cuando se produjo el famoso pronunciamiento de
Lluís Companys.
Y Badía, por su parte, fue nombrado comisario de Orden Público, donde era propenso a interrogar él mismo a los detenidos mediante palizas, amenazas o reclusiones forzadas.
Llegó a arrestar al fiscal de la Audiencia de Barcelona sin mandato judicial, lo que causó su destitución por parte del presidente de la Generalitat, aunque poco después lo repusiera en el cargo.
Todo ello, mientras algunos escamots eran integrados en el Somatén, la institución catalana de carácter parapolicial y armada.
«El binomio Dencás-Badía instauró, en 1934, un aparato de represión y persecución obrera y anticenetista que usaba métodos fascistas y racistas», señalaba a ABC, en mayo del año pasado, el historiador
Agustín Guillamón.
El final de Dencás y Badía
El hispanista Stanley G. Payne defendía recientemente que el nacionalismo catalán ha funcionado casi siempre dentro de un contexto liberal y generalmente democrático.
El autor de «Historia del fascismo, 1941-1945» (Planeta, 1995) cree que en eso se diferencia de la mayoría de los nacionalismos europeos que, desde la segunda mitad del siglo XIX, han tendido a deslizarse hacia la derecha, llegando a su expresión más extrema en los fascismos alemán e italiano de las décadas de 1920 y 1930.
Pero añadía después que las Jerec serían la excepción a dicha afirmación.
El final de Dencás y Badía se produjo el 6 de octubre de 1934, cuando Companys se asomó al balcón de la plaza de Sant Jaume y grita para decir aquello de: «En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del parlamento, el Gobierno que presido asume todas las facultades del poder en Cataluña (…).
Y proclamo el Estado catalán en la República federal española». Cuando el president fue detenido y encarcelado, ambos no hicieron nada por evitarlo. Se dice que, incluso, huyeron del Palau por las alcantarillas, vestidos de mujer, para luego marcharse al exilio.
En mayo de 1936, las Jerec experimentaron una fuga de miembros al nuevo grupo juvenil Joventut d’Estat Català.
Fue perdiendo importancia hasta que, en 1937, ya iniciada la Guerra Civil, se unió con otras organizaciones políticas de acción catalanistas en el llamado Front de la Joventut. Comenzada la dictadura de Franco, su presencia fue prácticamente insignificante en comparación con el nuevo Frente Nacional de Cataluña. Y los intentos por reflotarla en 1945, fueron testimoniales.