El discutido y famoso Erik von Däniken publica en una de sus obras la fotografía de un cráneo de uro con un supuesto orificio de bala en el centro.
Este uro, que tiene 10.000 años de antigüedad, se encuentra en el Museo Antropológico de Moscú.
Von Däniken publica esta impresionante fotografía en su obra Meine Welt in Bildern, traducida al castellano con el título de “El mensaje de los dioses”.
Al pie de dicha fotografía, se hace esta pregunta: “Se puede ver aquí un agujero como el que produciría un proyectil balístico”. ¿Quién poseía entonces armas modernas?.
Expertos forenses afirman que, lo que disparó al uro fue un proyectil de alta velocidad y el agujero no han sido hecho por una piedra, una lanza o incluso una flecha con exceso de velocidad.
De todos modos, arcos y flechas no habían sido inventadas hace 8.000 años. Algo con una tecnología que no existía hace casi 8.000 años o más puso un agujero en el cráneo y lo mató. Los Uros son los ancestros de los bisontes de hoy en día, vivieron durante el Neolítico hace unos 10.700 a.c. 4.500 a.c.
En 1921, el British Museum recibió un cráneo humano, hallado en curiosas circunstancias. Cuando los trabajadores de una mina de cinc de Zambia se dedicaban a terraplenar una colina llamada Broken Hill, y que no medía más allá de veinte metros de altura, encontraron una galería obstruida que desembocaba en una caverna.
La cueva estaba abarrotada de restos humanos, y todo daba la impresión de ser un lugar de enterramiento prehistórico.
Pero no se tuvo gran cuidado en la recuperación de los huesos: entre los pocos que llegaron a manos de los paleontólogos, se encontraba un enorme cráneo humano de frente huidiza, grandes arcos superciliares y una estructura facial muy bruta y primitiva, de tipo netamente neanderthaloide.
Pese a que no se pudo establecer una estratigrafía precisa, la antigüedad de los restos óseos era evidente.
Los paleontólogos colocaron al “hombre de Broken Hill” u “hombre de Rhodesia” (conocido por ambos nombres) en la estirpe filogenética humana, y le llamaron “el Neanderthal africano”.
Pero estudiando el cráneo vieron dos cosas, una de ellas aparentemente inexplicable: aquel ser, que había vivido quizá hacía un millón de años, había sufrido una enfermedad dental.
Y a ambos lados del cráneo presentaba dos orificios de igual diámetro, que dejaron perplejos a los expertos. A juicio del profesor Mair, de Berlín, parecían los orificios de entrada y salida que dejaría una bala moderna.
El enigma que esto planteaba parecía insoluble. Alguien aventuró una hipótesis imposible: ¿Y si el hombre de Broken Hill hubiese sido un fósil superviviente, muerto de un disparo por un cazador moderno? Esto aparte de ser absurdo no explicaba, su presencia en una caverna que llevaba cerrada, al parecer, miles de años. Y ante este “hecho condenado”, la Ciencia se encogió de hombros…
El cráneo de Moiá
Este cráneo encontrado, es ya el de un hombre moderno, un ejemplar de la raza de Cro-Magnon, que vivió sin duda hace seis o siete mil años.
Pertenece a un hombre de gran talla y edad avanzada para la época: aproximadamente 1,70 m de estatura y unos cincuenta años de edad.
Procede, como el resto del esqueleto y otros esqueletos contemporáneos, de la cueva del Toll, España, interesante cavidad subterránea recorrida por un curso de agua y que constituyó un albergue humano durante unos cinco mil años, desde los albores del Paleolítico hasta la Edad del Bronce.
Los restos de animales abundan en ella, junto con restos, utillaje y ajuar humanos. Todo ello ha permitido montar varias salas interesantísimas en el Museo Arqueológico de Moiá.
El esqueleto encontrado está perfectamente conservado, cuyo hueso frontal presentaba una perforación perfectamente circular, que evocaba de inmediato la que produciría una bala moderna.
El orificio era completamente circular, por lo que se descartaba que hubiera podido ser causado por una punta de lanza de sílex, que hubiera producido una fractura traumática irregular, estrellada, el ángulo de penetración del supuesto proyectil causante de la herida era de arriba abajo y ligeramente de derecha a izquierda, el orificio se abría en el hueso frontal y daba directamente al seno frontal derecho, en cuyo tabique del fondo no se apreciaba orificio de salida y el supuesto proyectil, por tanto, debió de quedar alojado en el seno frontal. Según se dedujo el sujeto debió sobrevivir a la herida, pues los bordes del orificio aparecían esclerosados y además, ésta no afectaba a ninguna parte vital.
¿Quien tenía armas de fuego en aquella época?, ¿extraterrestres? ¿ viajeros del tiempo?…
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Emet -2 septiembre, 2017
https://www.emetlaverdad.com/disparos-la-prehistoria/