Los yacimientos arqueológicos no humanos son, ya, una constatable realidad.
Se han descubierto las primeras evidencias que prueban que los chimpancés y los monos capuchinos llevan siglos transportando diversas materias primas, que van acumulando en determinados enclaves, para su uso posterior.
Las acumulaciones así generadas constituyen estructuras artificiales que, con el paso del tiempo, merecen la definición de “yacimientos arqueológicos del mono”.
Según se indica desde el portal Noticias de la Ciencia, los conjuntos ahora descubiertos en el Parque Nacional de la Sierra de Capivara, en Brasil, constituyen uno de los cuatro yacimientos arqueológicos −conocidos hasta ahora− que se sabe han sido creados por monos.
Otros muy similares se hallaron, a principios de la pasada década, en Costa de Marfil, África, y en ellos se obtuvieron pruebas de la existencia de una tecnología creada por chimpancés para cascar frutos secos que se remonta hasta hace casi 4.300 años.
Tal y como explica el Doctor Huw Barton, miembro del Departamento de Arqueología e Historia Antigua de la Universidad de Leicester, en el Reino Unido, los monos capuchinos brasileños han creado sus propios yacimientos arqueológicos desde hace, al menos, 600 o 700 años, el equivalente de unas cien generaciones de monos, lo que a escala humana serían unos 2.500 años.
En estas localizaciones, según un estudio reciente, han ido acumulando herramientas para cascar frutos secos elaboradas a partir de huesos craneales.
El Dr. Barton formó parte de una investigación realizada en el año 2007 sobre los chimpancés de las selvas bajas del Parque Nacional de Tai, en Costa de Marfil. Entonces descubrió que, sorprendentemente, los chimpancés disponen de su propia arqueología, utilizando herramientas para golpear desde hace, al menos, 4.300 años.
“Estos recientes estudios arqueológicos sobre primates nos obligan a redefinir nuestras definiciones sobre el significado de ser humano.
La evidencia más temprana del uso de herramientas en homínidos -grupo formado por los humanos modernos, las especies humanas extinguidas y todos nuestros antepasados inmediatos- se remonta hasta hace 3,3 millones de años y los yacimientos arqueológicos más antiguos conocidos, ubicados en la garganta de Olduvai, Tanzania, se han datado en 2 millones de años.
Estos yacimientos consisten en amontonamientos de piedras y huesos rotos de animales. Dichas piedras fueron utilizadas como herramientas para golpear (igual que sucede en los yacimientos arqueológicos de chimpancés y capuchinos) y también para crear bordes de corte afilados (un comportamiento que nunca se ha observado en primates modernos en libertad)”, ha comentado el científico.
Barton opina que tan singulares emplazamientos podrían dar pie a nuevos ámbitos de la arqueología, así como ayudar a profundizar en los lazos que nos unen con nuestros parientes evolutivos más cercanos.
Esta hembra adulta de gorila del Parque Nacional de Nouabalé-Ndoki, en el norte del Congo, usa una rama como bastón y para medir la profundidad del agua, lo que demuestra que los gorilas también utilizan herramientas. (CC BY-SA 2.5)
“Durante mucho tiempo se ha argumentado que el transporte deliberado y la acumulación de piedras y herramientas en determinados lugares constituyen un punto importante en la evolución humana, que son pruebas del uso de herramientas, de una profunda planificación y de la resolución de problemas, así como de la manipulación de materiales para disponer de acceso a mayores recursos vegetales y animales.
De hecho, este patrón de comportamiento ha sido denominado como el comienzo de la aparición de la humanidad, como los inicios reales del género Homo.
Tanto los capuchinos como los chimpancés muestran ahora esta misma actitud de planificación, transportando materias primas como piedras, desde un lecho del río hasta un lugar concreto donde saben que serán necesarios para su uso futuro: a veces a lo largo de hasta 200 metros”, ha agregado el experto.
Según defiende Huw Barton, habrá que ampliar nuestra definición de arqueología, extendiéndola más allá de los restos dejados por los humanos.
Así, explica que en las observaciones de campo los monos capuchinos seleccionan, cuidadosamente, herramientas con la densidad adecuada porque saben, por experiencia, que les servirán de forma correcta, descartando las piedras más ligeras.
“Este nuevo estudio nos muestra que, una vez más, la ciencia nos ha separado del resto de las familias biológicas de las que formamos parte. Nos gusta pensar que somos especiales, que nuestro camino es el único que realmente importa.
Pero este trabajo nos dice que hay que dar un paso atrás y pensar de nuevo. Debemos reafirmar nuestro lugar en el mundo y celebrar los lazos que nos unen a nuestros parientes más cercanos y con el resto del reino animal”, apostilla finalmente el Doctor Barton.
Joven capuchino de cabeza blanca, Parque Nacional Palo Verde, Costa Rica. (Gouldingken/CC BY-SA 3.0)
Imagen de portada: Fotografía de la WonderCon 2011 – Disfraces de personajes del Planeta de los Simios (Dr. Zaius y Dra. Zira) (The Conmunity - Pop Culture Geek/CC BY-SA 2.0)
Autor: Mariló T. A.
31 AGOSTO, 2016 - 15:17 GREEN FAIRY