El rey saudí Abdullah y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu no fueron conquistados por las promesas del presidente Barack Obama en las llamadas telefónicas personales que realizó a los dos líderes de Oriente Medio la semana pasada de que no permitirá que Irán adquiera unarma nuclear. Su escepticismo sólo aumentó.
Este desarrollo en la polémica nuclear iraní encuentra a dos de los tres líderes atrapados en una brecha de credibilidad entre sus declaraciones públicas y la realidad iraní, que ha superado a ambos por mucho.
La promesa tantas veces repetida de Obama es anulada por la mayoría de expertos nucleares occidentales, que están convencidos de que Irán logró avanzar a una capacidad para producir cuatro bombas nucleares, al amparo prolongado de la diplomacia. En su opinión, la primera etapa actual del acuerdo, seguida de un acuerdo integral en el plazo de seis meses, no son más que un intento de las seis potencias mundiales de contener a Irán para que no pueda ampliar aún mas su arsenal.
Las afirmaciones del Presidente de EE.UU., por lo tanto son huecas.
Los Príncipes y las autoridades saudíes han dicho a menudo que si Irán adquiere armas nucleares o alcanza el umbral de esta capacidad, el reino del petróleo no se va a quedar atrás.
Todo lo que Riyadh tiene que hacer ahora, dicen fuentes de Oriente Medio de Debkafile, es invocar el acuerdo firmado con Islamabad en 2004, en virtud del cual se proporcionó financiación saudí para el programa de la bomba nuclear de Pakistán a cambio de algunas de las bombas o cabezas nucleares producidas en espera de la llamada de Arabia Saudita para su entrega, con los misiles apropiados.
Pakistán niega la existencia de tal acuerdo.
Sin embargo, los expertos militares y de inteligencia de Occidente están seguros de que a pesar de que esta transferencia aún no ha tenido lugar, lo hará pronto, a la luz del alcance que Irán ha ganado en sus actuales negociaciones con Occidente.
Por lo tanto, la conversación telefónica de Obama con Abdullah era más sobre mantener una bomba nuclear fuera de las manos de Arabia Saudita que fuera de Irán.
Desde 2008, el primer ministro israelí ha prometido una y otra vez que evitará que Irán alcance un umbral nuclear, dejando claro que las fuerzas armadas israelíes serían enviadas a la acción - si fuera necesario.
Así que su déficit de credibilidad está a la par con el de Obama.
En el Muro de las Lamentaciones, el jueves 11 de noviembre en víspera de Hanukkah, Benjamin Netanyahu parafraseó una canción de fiesta popular para declarar: "Hemos venido para expulsar a la oscuridad y la mayor oscuridad que amenaza al mundo de hoy es un Irán nuclear."
¿Qué quiso decir con esas palabras, si no es la intención de ejercer la opción militar de Israel de "expulsar a la oscuridad?"
El general de división Yakov Amidror - hasta hace poco asesor de Seguridad Nacional del primer ministro - escribió la semana pasada en The New York Times que Irán ya tiene suficiente uranio enriquecido para hacer cuatro bombas. "El acuerdo de Ginebra, en definitiva, no se refirió a la amenaza nuclear en absoluto", escribió. Irán llegó a ese punto hace más de un año, así que ¿como tomarnos las repetidas promesas del primer ministro de "actuar por él mismo, por nosotros mismos" para evitar que esto suceda?
El primer ministro Netanyahu ha evitado cuidadosamente presentar a la Knesset o a la gente una idea clara de donde está Israel en relación con el programa nuclear de Irán, nunca ha expuesto su política sobre la cuestión ni ha mostrado lo que puede depararnos el futuro.
E igualmente su "opción militar" ha disminuido progresivamente en credibilidad tanto en casa como en el extranjero.
En una llamada telefónica de Obama a Netanyahu, fuentes de inteligencia y de Washington para Debkafile informan que el presidente describió en detalle las medidas de inteligencia de Estados Unidos que se aplicarán para la verificación del cumplimiento por parte de Irán del acuerdo de Ginebra. Él dijo que sus conclusiones se remitirían a la inteligencia israelí para una segunda evaluación.
Obama también sugirió una visita a Washington de una delegación de la inteligencia militar israelí de expertos nucleares para ultimar los detalles de la colaboración entre EEUU e Israel para la verificación de que Irán estaba a la altura de sus compromisos en virtud de los acuerdos.
Cuando este diálogo israelí-estadounidense llegó a sus oídos, los iraníes se pusieron furiosos. El Jueves, 28 de noviembre, el ministro de Relaciones Exteriores, Javad Zarif, dejando caer el semblante afable que asumió en Ginebra, volvió al habla dura de la República Islámica cuando dijo: "Nunca tal cosa va a suceder y, definitivamente, no vamos a estar en una sala en la que los representantes del régimen sionista tengan una presencia!"
Estaba claro que Teherán boicotearía la discusión técnica sobre los detalles del acuerdo de Ginebra si los expertos israelíes fueran a sentarse en una habitación lateral, una propuesta que también podría extenderse a Arabia Saudí, ya que las dos naciones de Oriente Medio afrontan más directamente los riesgos derivados de una capacidad nuclear iraní.
Luego, el viernes, el presidente Hassan Rouhani pesó a devaluar aún más el peso internacional del acuerdo de Ginebra. En una entrevista con el Financial Times, dijo que Irán nunca desmantelará sus instalaciones atómicas. Cuando se le preguntó si se trataba de una "línea roja" para la república islámica, Rouhani respondió: "Al 100 por ciento".
En otras palabras, no sólo Netanyahu sino que Obama también puede olvidarse de cualquier esperanza que pudieran haber albergado sobre que Irán cierre su planta de enriquecimiento de Fordo o que retenga la construcción de su planta de agua pesada en Arak para la producción de plutonio.
El Martes, 26 de noviembre, dos días después de que las seis potencias firmaran su acuerdo nuclear de primer paso con Irán, Netanyahu llamó al gabinete de seguridad a una sesión extraordinaria que se prolongó hasta la noche para oír y debatir informes de inteligencia de oficiales de las FDI (AMAN).
Ni una palabra se ha filtrado sobre esa sesión, pero algunas fuentes afirman anónimamente que los ministros recibieron las perspectivas más optimistas que habían oído en años.
Antes de dar peso a tal posible optimismo, analistas de Debkafile recuerdan la predicción de AMAN en 2011 de que la caída de Bashar Assad era inminente, y su mala interpretación de las situaciones imperantes en Washington y Teherán.
Fuente: Debkafile