Conseguir un piso de alquiler se ha convertido en un quebradero de cabeza y una competición "estresante y frustrante" para muchos madrileños debido a su escasez y al alza de los precios, que han crecido en un 28% en los últimos cuatro años y ya tocan máximos.
Así lo explica en una conversación con Efe Laura, maestra, de 28 años, que para mudarse con su pareja, Pablo, de 35, pasó más de dos meses visitando inmuebles "a diario", en ocasiones con hasta otras diez personas al mismo tiempo, en una competencia "absurda" y "frustrante".
Durante la búsqueda, tuvieron que darse la vuelta porque los pisos se alquilaban antes de llegar, descartaron otros porque entrar a vivir suponía invertir "de golpe" 6.000 euros entre comisiones y avales y vivieron condicionados por las alertas de los portales inmobiliarios, y si tardaban más de 5 minutos en reservar una visita, habían perdido su oportunidad.
Buscaban un piso de más de 40 metros cuadrados que costase entre 800 y 850 euros y finalmente lo obtuvieron gracias a un conocido.
Una situación similar viven Gloria y Jorge, recientemente jubilados y que buscan vivienda porque su casero les pide 200 euros más para renovar el alquiler del piso de Chamberí en el que residen, firmado tras la reforma de la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU) que limitó de cinco a tres años la duración de los contratos.
Ambos están inmersos en "una jungla" donde "incluso los mejores precios son muy altos" y luchan para conseguir un inmueble en el interior de la M-30 que no se lleve el 60 por ciento de su pensión y espacio suficiente para que ambos, una editora y un músico, puedan continuar trabajando.
Miriam, por su parte, ya ha dejado de buscar un piso para vivir sola. Actualmente alquila una habitación por 350 euros en un piso compartido en Lavapiés, un barrio donde los estudios con camas en altillo, que ella denomina "cocinas con litera", superan los 600 euros.
"Tormenta perfecta"
El delegado de Desarrollo Urbano Sostenible del Ayuntamiento de Madrid, José Manuel Calvo, califica esta situación de "tormenta perfecta" y denuncia que los altos precios provocan "grandes dificultades" para acceder al alquiler a quienes tienen "una renta limitada".
Para explicar el encarecimiento de los alquileres los expertos aluden a varios factores: la escasez de la oferta, el fin de los primeros contratos tras la reforma de la LAU, que la vivienda sea de nuevo un "refugio" para la inversión y, en menor medida, los inmuebles que han pasado a ser de uso turístico.
Calvo pone el acento en la "competencia desleal" que en su opinión se crea entre la "capacidad inversora" de las familias y la de los fondos de inversión y socimis, que pueden invertir a "costes mínimos" y con "tributaciones bajas".
En un contexto de bajos tipos de interés los inversores "buscan comprar vivienda para posteriormente ponerla en alquiler y eso hace subir los precios porque se buscan rentabilidades altas", explica a Efe la directora de Estudios de Fotocasa, Beatriz Toribio, que también señala que hay una mayor demanda de alquileres.
Mercado al alza
Según un estudio de Fotocasa, los precios del alquiler se han incrementado en un 28 por ciento en los últimos cuatro años en la capital, una subida que golpea de lleno a los inquilinos cuyos contratos se firmaron en mínimos y se renuevan en máximos.
Ante ello, han surgido colectivos como el Sindicato de Inquilinas, que buscan hacer frente unidos a un problema que es "colectivo" y del que culpan sobre todo a la nueva LAU.
Con el mercado al alza, los vecinos también denuncian la existencia de pisos vacíos en manos de fondos de inversión y particulares que agravan el problema de la escasez de la oferta y piden fórmulas para que entren en el mercado.
Además, en el centro de la ciudad se une el elemento de los pisos turísticos o la "gallina de los huevos de oro", como los denomina José Inwit, del Sindicato de Inquilinas.
Pese a que su volumen "no es tan grande", las viviendas de uso turístico (VUT) reducen la vivienda disponible -6.700 se arriendan al completo para turistas en el distrito Centro, según Airbnb- y crean un "efecto llamada", ya que, según Calvo, generan una expectativa de beneficio en los propietarios, que exigen más renta para renovar los contratos.
El efecto se extiende "en cascada" hacia el resto de los distritos, que reciben a nuevos vecinos que a su vez presionan al alza los precios, como explica a Efe el arquitecto Álvaro Ardura, autor junto al sociólogo Daniel Sorando de "First we take Manhattan".
"Se está creando una burbuja importante", subraya Ardura, que ve "insostenible" que los precios continúen subiendo en un contexto de "depreciación salarial".
"Hay una expulsión de vecinos con bajos ingresos y el hueco que dejan o bien se queda vacío y lo 'okupan' o bien pasa a ser de estratos con mayor poder adquisitivo", denuncia Vicente Pérez, de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM).
Sin embargo, José Manuel Calvo apunta al largo periodo necesario para dar un giro en este sentido, sobre todo tras la "enajenación continuada" del patrimonio por parte de anteriores gobiernos.
Aún construyendo 3.000 viviendas públicas destinadas al alquiler social al año -algo "heroico" según el concejal- se tardaría "un siglo" en lograr un parque público del 20 por ciento que permitiese influir, por lo que Calvo aboga por limitar el mercado privado y hacer aflorar las viviendas vacías.
Por su parte, Toribio descarta una burbuja y cree que el mercado se autorregulará, ya que los ciudadanos tienen un límite para abonar subidas y se han registrado ya caídas interanuales.
En cambio, Ardura recuerda que en la anterior burbuja no se reguló y advierte de que el atractivo turístico de las ciudades radica en la vida de sus vecinos y se resiente cuando se expulsa a muchos.
El centro, asegura, corre el riesgo de convertirse "aún más" en un "parque temático para turistas y consumidores".
10/03/2018 - 12:49
http://www.eleconomista.es/economia/noticias/8995328/03/18/La-subida-del-alquiler-dispara-las-alarmas-en-Madrid.html
Me expulsan de mi barrio: no puedo pagar la subida del alquiler
La alta demanda, el boom de los pisos turísticos, la gentrificación y una ley permisiva complican el acceso a una vivienda en alquiler en Madrid y Barcelona. Ambas ciudades alcanzan precios máximos en más de una década. Estas son historias de mudanzas forzadas, cástines de inquilinos y barrios en riesgo de perder su vida vecinal
La SER inicia una serie de reportajes sobre las consecuencias del incremento del precio del alquiler con voces de afectados y la opinión de expertos de todos los sectores.
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Una pancarta contra los apartamentos turísticos en un barrio de Barcelona / PAU BARRENA/AFP/Getty Images
Rosario está organizando su mudanza. Es sábado por la mañana y espera a los amigos de una vecina que se han interesado por sus muebles de segunda mano. También los oferta por Internet.
"Si no lo vendo todo, intentaré hacer un intercambio con la propietaria o los donaré a una ONG para drogodependientes. El dinero es importante, pero a los 70 años ves la vida diferente". A esa edad ha decidido irse a vivir con una amiga ante la
imposibilidad de asumir una subida del alquiler. Vive en Barcelona desde hace 30 años, aunque estuvo un tiempo fuera, en Suiza e Italia. No le tiene miedo a coger las maletas pero en esta ocasión se ve forzada.
Reside en el
barrio de Horta-Guinardó, donde los alquileres han subido un 37% en los últimos cuatro años. Como muchos inquilinos, en estos meses finaliza su contrato de cinco años, firmado con la anterior legislación. Desde junio de 2013, con los cambios impulsados por el PP, la
Ley de Arrendamientos Urbanos reduce a tres años el plazo del primer contrato. "A lo largo de estos cinco años no me subieron absolutamente nada el alquiler. Yo estaba pagando unos 700 euros al mes por un piso de unos 80 metros cuadrados con un balcón y buenas vistas.
Dos meses antes de finalizar el contrato, me llamó la dueña por si quería continuar en el piso o no. Yo le dije que en algún sitio tendría que vivir. Ella me comentó que si tenía que alquilarlo de nuevo, pediría por el piso 900 euros. Le respondí que ni 900 ni 800, yo no puedo asumir esa subida, vivo de una pensión", explica Rosario, quien es una funcionaria jubilada –ha sido profesora de Educación Física- y cobra unos 1.000 euros al mes.
Ha prorrogado unos meses el contrato a la espera de buscar una solución. Tiene tres hijos, dos residentes en Barcelona, pero ha decidido compartir piso con una amiga para echarle una mano con los gastos. "Ella tiene también una necesidad de alquilar una habitación auxiliar para tener unos ingresos. Vivía con su hermana y falleció. Es un piso que en el futuro quedará para sus sobrinos y ella les ayuda a pagar la hipoteca".
Rosario colabora con una fundación de personas mayores, donde desarrolla actividades y comparte preocupaciones. Los
alquileres son una inquietud para muchos de sus compañeros. "Una señora de 93 años tiene miedo porque en su edificio se desalojaron tres pisos y la compañía inmobiliaria está pidiendo por esas viviendas 1.200 euros. Ella está desesperada, tiene una pensión mínima y paga unos 400 euros. Vive ahí desde hace 50 años y teme que le hagan lo mismo".
Restos de imágenes de niños de Barcelona colgados en el barrio gótico. Hace dos años, las familias de la escuela pública del barrio habían hecho un mural para exigir un patio de recreo. La presión del turismo y la reciente burbuja en el mercado de alquiler ha llevado a una expulsión gradual de los vecinos / Jordi Boixareu/NurPhoto/
GETTY IMAGES
Para
Irene Sabaté, una de las portavoces del
Sindicat de Llogaters, estos casos constituyen desahucios invisibles. "Son expulsiones, ya sea por no renovación de contrato o subida inasumible, de inquilinos de viviendas en contra de su voluntad que se producen en la legalidad y que no se reflejan en las estadísticas. Hasta el momento no se han considerado formas de abuso y violencia inmobiliaria. Los propios inquilinos hemos tendido a resignarnos. Se asumía que la vida del arrendatario era una vida nómada y no estable por el hecho de no ser propietario". A
Cristina, de 38 años, le ha costado cambiar de barrio en Madrid. Desde 2006, ha vivido en pisos de alquiler. "He ido saltando de uno a otro, al principio compartía piso, ahora vivo sola, pero es complicadísimo encontrar algo digno".
A ella no le vencía el contrato. Su caso es extraño, avisa. "Mi casero es un investigador que estaba en Nueva York, ha conseguido trabajo aquí, vuelve y necesita su casa. Debe ser el único investigador que vuelve a España", bromea. Cristina pagaba 700 euros por un piso de unos 50 metros cuadrados en Lavapiés, uno de los barrios víctima de la gentrificación. "Yo ahora buscaba una habitación y los precios que puedes ver son de 850 o 900. No encuentras una vivienda por menos de ese precio, lo que me parece una auténtica locura y está pasando en todo el centro de Madrid".
Culpa de este incremento en los precios al
boom de los pisos turísticos y a la
ausencia de una política de vivienda por parte de las administraciones. "Vamos a dejar ciudades deshabitadas de vecinos y solo para turistas. El trasiego de maletas es constante, ves bares con cartas en inglés y te cobran cuatro euros por una tostada de aguacate.
Mejorar un barrio no debería ser malo. Lavapiés se ha puesto de moda porque es un barrio guay, eso ya lo sabíamos los que vivíamos allí, pero es que ahora hay incluso rutas turísticas por la zona. Lo que no es normal es que te llame tu casero y te diga que te sube 300 euros porque si no le pagas eso, le sale mejor alquilarlo en
Airbnb". Cristina se ha tenido que mudar a Chamberí.
Un amigo dejaba su vivienda y se la han alquilado en las mismas condiciones. Reconoce que ha tenido suerte pero le preocupa qué tipo de ciudad quiere ser Madrid. “Lo dramático es que el centro se convertirá en un parque de atracciones, será una ciudad sin vertebración social a través de sus barrios, que es lo que hace a Madrid ser como es. Es una situación extrema, las personas no podemos ser autónomas, no podemos tener un proyecto de vida”.
Imagen compartida por Cristina en su perfil de Twitter: "Con acierto, alguien corrigió este graffiti. Yo llegué a Madrid en 2006.
Desde entonces he saltado de un piso a otro en la misma zona. 12 años después es imposible alquilar una casa en este barrio. Hoy es mi última noche. ¡Adiós, Lavapiés!" / @Cristina_H_
Raquel conoció en pocos meses estas dos frustraciones. Tuvo que abandonar también su piso en Lavapiés y admitir resignada que no podía emprender una nueva etapa con su novio. Con 17 años vino a estudiar a Madrid y, tras compartir piso durante su etapa universitaria, en 2014 decidió vivir sola.
"No me iba económicamente de maravilla, pero entre estudios y prácticas, me venía bien esa independencia para no estar pendiente de compañeros. Conseguí un estudio por 400 euros cerca de Embajadores. Era un sitio pequeño, de unos 35 metros cuadrados, un primero interior, casi sin luz, con una habitación y una cocina", recuerda.
http://cadenaser.com/ser/2018/03/09/economia/1520616063_850139.html