La diosa de la Atlántida se llamaba Tin Hinam, «la gigante», y en varios países del norte de África se la considera fundadora del pueblo tuaregs.
Pero, ¿qué hay de real en su leyenda? Al sur de Argelia nos fuimos para descubrirlo…
Tin Hinam, la diosa gigante de la Atlántida
Cuando recorremos la región del Askreen, el corazón del pueblo tuareg en el sur de Argelia, pocas dudas quedan de que son auténticos colosos, gente de estatura sorprendentemente elevada, muy fuertes y sobre todo muy reservados; pero hospitalarios si les ofreces confianza. Además, como todo gran pueblo, sus orígenes se diluyen en un tiempo pretérito… entre múltiples leyendas.
Porque se dice que todos los tuaregs proceden de una madre fundadora, casi una semidiosa llamada Tin Hinam. La tradición de los hombres libres afirma que en un tiempo muy remoto esta mujer partió desde su hogar en el suroeste de Marruecos. Habitaba en una aldea llamada Tafitali, rodeada de las grandes alturas del Atlas.
No se sabe si llamada por los dioses o porque su pueblo desaparecía a consecuencia de las hambrunas, Tin Hinam decidió un buen día iniciar la difícil travesía subsahariana y recorrió más de 1.400 km a lomos de una camella blanca, acompañada de un reducido séquito que, conforme avanzaron las jornadas, fue mermando.
Pero ella, llevada por la fe y protegida por su propia fortaleza física, porque se decía que era gigante, logró atravesar el desierto y llegar al fértil valle argelino de Abalessa, donde tuvo una hija y tres hijos, dando así origen al pueblo de los tuaregs.
Pero, ¿de dónde procedía realmente? Según el célebre escritor J.J. Benítez «los tuaregs aseguran que Tin Hinam se mezcló con los dioses para crear una nueva raza.
Cuando interrogué a los hombres del desierto, los más ancianos me hablaron de “hombres de gran altura, de pelo amarillo y ojos rasgados, procedentes de Orión, y que fueron los padres de su pueblo”.
Si los ancianos tuaregs dicen la verdad, ¿quiénes eran esos seres de gran altura? ¿Seres no humanos mezclados con humanos?
Cuando interrogué a los hombres del desierto, los más ancianos me hablaron de “hombres de gran altura, de pelo amarillo y ojos rasgados, procedentes de Orión, y que fueron los padres de su pueblo”.
Si los ancianos tuaregs dicen la verdad, ¿quiénes eran esos seres de gran altura? ¿Seres no humanos mezclados con humanos?
Otros estudiosos han querido ver en Tin Hinam la viva representación de los atlantes. Tin Hinam, según el descubridor de la tumba, el conde De Prorok, pudo ser una princesa que escapó a tiempo de la no menos mítica Atlántida, terminando sus días en la referida región de Abalessa, en el Hoggar.
Este convencimiento de De Prorok se vio fortalecido cuando acertó a leer el relato de Calassanti, un oficial y traductor que viajó al sur de Argelia en 1906.
Este convencimiento de De Prorok se vio fortalecido cuando acertó a leer el relato de Calassanti, un oficial y traductor que viajó al sur de Argelia en 1906.
En esa época, Calassanti describe el túmulo funerario –de la reina tuareg–, todavía por descubrir –la primera expedición arqueológica tuvo lugar en 1925– y las diferentes versiones de los tuaregs sobre el origen y la vida de Tin Hinam.
Entre esos relatos destacan los sueños premonitorios de los tuaregs que tenían por costumbre dormir sobre el citado túmulo.
Es así como surge esta hipótesis sobre una Tin Hinam atlante».
Entre esos relatos destacan los sueños premonitorios de los tuaregs que tenían por costumbre dormir sobre el citado túmulo.
Es así como surge esta hipótesis sobre una Tin Hinam atlante».
Nosotros estuvimos en la tumba que en la década de los veinte descubrió el conde Byron de Prorok. Pero su cuerpo, porque fue hallado, no está allí, sino en el museo del Bardo de la capital del país, Argel.
Y si bien es cierto que no mide dos metros, no menos lo es que mide 1'75, lo que para la fecha de la que hablamos, casi 1.600 años atrás, era una altura gigantesca.
Sin embargo, el gran enigma no es que los tuaregs continúen durmiendo sobre la tumba y teniendo sueños premonitorios; o que Tin Hinam fuese una gigante que se mezcló con los dioses. El enigma más tangible es lo que, al margen de la momia, se halló en este sepulcro.
Porque junto al cadáver había varias piezas de oro, una moneda romana con el rostro del emperador Constantino y una Venus del periodo auriñaciense, es decir, con 30.000 años de antigüedad. Era una cápsula del tiempo con objetos de diferentes épocas; algo imposible ya que la tumba estaba sellada y nunca fue abierta antes de su descubrimiento.
A esto los tuaregs dan explicación asegurando que la diosa fundadora quiso enterrarse con elementos de diferentes épocas, porque según el mito viajó en el tiempo. Por eso sobre su túmulo, al soñar, pueden ver acontecimientos pasados, pero también futuros…
5 de Noviembre de 2019 (17:15 CET)