A un faraón justo, llamado Micerino, se le atribuyó la construcción de la tercera pirámide de Guiza.
Pero en realidad poco se sabe de sus constructores, salvo que eligieron el granito rojo por su alto contenido en cuarzo, lo trataron con la misma y misteriosa técnica pétrea que sus pirámides vecinas —Keops y Kefrén— y convirtieron de este modo a Micerino en la construcción más espiritual de la meseta de Guiza.
En sus salas comenzaba el trayecto iniciático del aspirante a sacerdote.
Del rojo al blanco, el recorrido por las tres pirámides, que partía de Micerino, simbolizaba el itinerario de la purificación. Micerino es el nombre que los griegos dieron al faraón Men-Kau-Ra, cuarto rey de la IV Dinastía, a quien se le atribuye la construcción de la tercera pirámide de Guiza.
Pero aunque Herodoto y otros autores antiguos dijeron que en esta pirámide estuvo enterrado el faraón Micerino, no era esta la opinión de Manetón, el sacerdote de Heliópolis autor de la más completa cronología de reyes de Egipto, quien afirmaba que la responsable de la construcción fue Nicrotis, una reina de la VI Dinastía.
Hasta la fecha, el asunto de la autoría de la estructura piramidal sigue bastante turbio, ya que además en el interior del monumento se han encontrado restos y datos que han sembrado aún mayor desconcierto.
Fue el coronel Howard Vyse, el mismo que por medio de la dinamita descubrió las Cámaras de Descarga de la Gran Pirámide y que mutiló el hombro de la Esfinge, también con explosivos, quien halló en 1837 el sarcófago de Micerino en el interior de la pirámide.
Medía 2,60 metros de largo por 1 metro de ancho y 0,83 de alto, y estaba construido en basalto. En su interior se alojaba otro ataúd de madera con los restos del faraón.
Desgraciadamente, el coronel Vyse lo sacó de la pirámide con dirección a Inglaterra y el barco que lo transportaba naufragó frente a las costas de Cartagena. Porque lo cierto es que Vyse nunca abrió el interior del sarcófago ya que pensaba realizar dicha tarea en su país.
En busca de un sarcófago
En algunos libros puede leerse que, tras la catástrofe de Cartagena, se pudo recuperar la momia y que la misma se encuentra actualmente en el Museo Británico de Londres.
Tal afirmación puede también escucharse en boca de guías y arqueólogos de Egipto, aunque lo cierto es que en Londres, al menos a la vista, sólo se encuentra, con el número de catálogo 6646, un fragmento que parece proceder del ataúd.
Esta ilustración y la que sigue más abajo, son las únicos registros en el libro del coronel Vyse sobre el sarcófago de Micerino.
Vyse hizo un dibujo de los jeroglíficos del féretro gracias al cual se ha podido averiguar que los textos que lo decoraban son fórmulas que se encuentran en otros ataúdes del periodo tardío, siendo extractos de los llamados textos de las pirámides.
Es decir, que o bien el féretro sufrió una restauración, o se fabricó en su totalidad durante la XXVI Dinastía.
Muchos egiptólogos que datan el sarcófago de esta época dudan hasta de que contuviera los restos de un faraón, siendo más probable que fuesen los de algún elevado personaje.
Resulta extraño, por otra parte, que un faraón de la IV Dinastía empleara para su sarcófago el basalto, cuando los materiales nobles eran el granito, la diorita o el esquisto.
Ya es casi seguro que el ataúd fue colocado en el interior de la pirámide en fechas posteriores a la construcción del edificio, resolviendo así el problema que surge al comparar el féretro con los tanques instalados en las otras pirámides de Guiza.
Además, en los tanques de Keops y Kefrén no existe la más mínima inscripción.
Y hay otro elemento que hace suponer que el de Micerino fue una inserción posterior: el hecho de que en las dos grandes pirámides los sarcófagos son más grandes que los pasajes de acceso, por lo que nunca podrían sacarse, no ocurriendo lo mismo con esta tercera pirámide.
¿Quién construyó la pirámide?
Salvo el nombre de Micerino, que se encuentra en el techo de una de las pirámides satélites, no existe otra constancia de que este faraón fuese el constructor del monumento.
En el templo auxiliar se han podido encontrar esculturas suyas formando una tríada con su esposa y la diosa Hator, pero ni siquiera el templo podemos afirmar que fue obra suya; extraño templo, por otra parte, ya que a un lado hay bloques de 200 toneladas, mientras que en el otro se amplió su superficie por medio de ladrillos de adobe.
Extraño templo y extraño arquitecto, si fue una sola persona la que realizó ambas cosas. Tríada de Micerino. Micerino pudo apropiarse de la pirámide, así como de la construcción próxima para proyectar su templo.
El enigma del diseñador original perdura. Actualmente la pirámide muestra el deterioro producido por el tiempo, así como por los profanadores, que eligieron ésta por ser la más pequeña de las tres de Guiza.
En el año 1196 se produjo un intento deliberado y sistemático para destruirla, pero «gracias a ello» podemos ver hoy su estructura interior y las hiladas de piedra que se superponen.
Esta ilustración de la cara norte de la pirámide de Micerino fue hecha en 1842, solo cinco años después de las exploraciones del coronel Vyse. Muestra el daño causado en 1196 por el hijo de Saladino, al-Malek al-Aziz Othman ben Yusuf, cuyo intento por desmantelar la pirámide creó la brecha que puede observarse sobre la entrada moderna y la despojó de gran parte de su fachada.
Originariamente estuvo revestida de granito rojo procedente de Asuán. Dijo Herodoto que, aún siendo la más pequeña, era también la más hermosa. Y así debió ser.
Sus proporciones brillaron como una hoguera cuando estuvo concluida y no ha existido en Egipto otro monumento de piedra roja tan espectacular como éste.
Siendo precisamente ese granito el que plantea las grandes incógnitas de tan singular pirámide. Misterios en el granito Hemos comentado en otro momento la capacidad que tenían los constructores de Guiza para fabricar piedras artificialmente.
Las fotografías microscópicas aportadas por el profesor Davidovits en rocas provenientes de la Gran Pirámide no dejan dudas al respecto. La pirámide de Kefrén es también buena muestra de tal técnica. Ahora, en Micerino nos enfrentamos al manejo del granito. El obelisco inacabado de Asuán, en las canteras de granito rojo, muestra pruebas de haber sido reblandecidas.
Podemos concluir que fueron dos las técnicas diferentes que se dieron en Egipto: el fabricar piedras calizas y el reblandecer rocas graníticas. En el caso de las rocas de granito, que todavía se mantienen en el revestimiento de la pirámide de Micerino, encontramos ambas modalidades, es decir, la fabricación de rocas con granito reblandecido.
La práctica totalidad de bloques presentan una prominencia en su parte inferior como si durante su endurecimiento se hubiera descolgado parte de la masa que los constituía.
Algunos egiptólogos han aventurado que los bloques poseían unas prominencias para facilitar su transporte y colocación, pero es difícil asumir que se trate de eso, ya que no es suficiente la presa para servir de apoyo y no se comprende cómo ésta no se pulió para un perfecto acabado, como ocurrió en las cámaras interiores, también de granito.
Quien haya amasado alguna vez yeso ha visto los mismos resultados. El peso de la masa produce un deslizamiento hacia afuera de la parte inferior que luego se iguala con la paleta. Lo más desconcertante es que estos bultos se encuentran también en rocas de monumentos peruanos.
En Cuzco aparecen los mismos vestigios, lo que hace surgir nuevos interrogantes sobre el increíble paralelismo entre ambas civilizaciones cuyos arquitectos debieron emplear iguales métodos.
ABAJO: Muros en Cusco, Perú, presentando unas protuberancias similares. El parangón se amplía en la utilización de los bloques de múltiples aristas.
En Sacsayhuamán, en Tiahuanaco, en Pascua o en el templo de la Esfinge de Egipto, observamos la misma técnica de ensamblaje y similar perfección en su acabado.
No puede ser casualidad.
Todas estas culturas debieron adquirir su conocimiento en las mismas fuentes y todas ellas refieren que su saber fue transmitido por extraños personajes a los que consideraron dioses.
La pirámide de la paz espiritual
Si la Gran Pirámide está dedicada a la Astronomía y la segunda a la Medicina y al equilibrio físico, la tercera pirámide está emparentada con la paz interior y la progresión espiritual.
Si la Gran Pirámide está dedicada a la Astronomía y la segunda a la Medicina y al equilibrio físico, la tercera pirámide está emparentada con la paz interior y la progresión espiritual.
Diagrama que muestra el túnel abierto por Vyse dentro del monumento y la entrada original. El deambular por esta pirámide hizo que el propio faraón proporcionara una época de distensión para su reinado, ya que se cuenta que empleaba oro de su propio tesoro para entregar a los hombres que se quejaban de sus decisiones y apaciguar así su ira y reinar con armonía.
Micerino ha quedado para la historia como un hombre que administraba justicia mejor que sus antecesores, que abrió los templos cerrados por Keops e hizo que las gentes regresaran a sus quehaceres habituales tras la opresión de los anteriores reyes.
Tal acceso a los templos bien pudo referirse a la apertura de las pirámides y a las ceremonias de iniciación que en ellas se practicaron. Recreación aproximada del aspecto original de la pirámide de Micerino y sus satélites.
Para el constructor de la tercera pirámide de Guiza, el granito no fue una materia elegida al azar.
Le hubiese sido mucho más fácil utilizar otra piedra, como la caliza.
Le hubiese sido mucho más fácil utilizar otra piedra, como la caliza.
Tampoco puede afirmarse que con el granito rojo buscara únicamente un mero ornamento. Indudablemente, la pirámide roja debió poseer una gran belleza, pero también es posible que el granito sirviera para otros fines.
Los sacerdotes manejaban energías sutiles prácticamente desconocidas por nosotros; sabían de los poderes de las plantas, los vínculos con el Cosmos y con la tierra y las propiedades de los minerales. Y el alto contenido en cuarzo del granito rojo presume la utilización de sus cristales con fines espirituales.
Una gran pirámide revestida de granito, con sus cámaras interiores también de granito, dentro de un área que, como se ha demostrado —e incluso puede apreciarse hoy desde cierta altura— estaba rodeada de agua, debía poseer unas propiedades que, manejadas con sabiduría, proporcionaba altos estados de consciencia a aquellos individuos que se sometían a sus proporciones.
¿Monumento a la vanidad o a la energía?
Se afirma que, durante los 150 años que duró la IV Dinastía, se movieron 30 millones de metros cúbicos de piedra; presuntamente para hacer unas tumbas a unos personajes que nunca se hicieron enterrar dentro… Los historiadores antiguos se asombraron de la locura de estos faraones ante la exhibición de tanta vanidad convertida en piedra.
Pero esta teoría no convence. Los enormes volúmenes de piedra colocados en disposición piramidal tuvieron que tener un fin más importante.
Las leyendas que nos llegan del pasado y los datos científicos de los estudios actuales nos informan de que en las pirámides se mueven energías sutiles desconocidas, cuyo manejo será posible comprender en el futuro próximo.
Foto aérea de la pirámide de Micerino desde el sureste.
Foto aérea de la pirámide de Micerino desde el sureste.
Crédito: White Star Publishers/Harvard University.
Las energías se manifiestan en el arco lumínico en colores que van desde el infrarrojo, que supone la mínima plasmación de la energía, hasta el ultravioleta, la más alta vibración.
Las energías se manifiestan en el arco lumínico en colores que van desde el infrarrojo, que supone la mínima plasmación de la energía, hasta el ultravioleta, la más alta vibración.
Los siete colores del arco iris se asemejan cada uno a un chakra determinado, ya que la correcta vibración y armonía de todos ellos consiguen la luz blanca, simbiosis de todas las energías, color asociado con la kundalini en los estados de máxima iluminación.
Podemos aún observar los siete escalones por los que los iniciados subían por el templo de Dendera cuando superaban las pruebas y se introducían en los secretos de los ritos de Isis. La luz roja, por su parte, es la energía en su más baja vibración, la relativa a los instintos animales.
Es negativo que en la escala de energía nos estanquemos en su vibración, aunque es necesario que para llegar arriba debamos ascender por él.
Por eso los ritos iniciáticos comenzaban por un recorrido desde la esfinge a la pirámide roja, a la que había que descender para llegar a su interior, al inframundo de vejaciones, para, desde allí, comenzar la elevación espiritual.
Por eso, el pasaje de la pirámide de Kefrén ya no es hacia abajo, sino horizontal. Y el recorrido por la Gran Pirámide hacia su sancta sanctorum es hacia arriba.
La iniciación en la pirámide de Micerino
El iniciado descendía hacia el interior de la Pirámide de Micerinos, donde era recibido en una amplia sala por los sacerdotes, que le lavaban y le preparaban para la ceremonia.
Bajando por unas escaleras llegaba luego a un aposento que contenía tres habitáculos. Tras ingresar a la pirámide de Micerino a través de su entrada original, tenemos que transitar escaleras y un pasaje descendente.
En el primero trabajaba y liberaba la mente.
En el segundo, aprendía a respirar y a controlar los movimientos del corazón; en el último, sensibilizaba su aparato locomotor para recibir por sus extremidades las energías y para irradiar las suyas al exterior.
Posteriormente entraba a lo que conocemos hoy como cámara mortuoria, una sala única por su techo abovedado en forma de arco de medio punto.
Allí se celebraban las ceremonias de las risas y del llanto, se sometía al iniciado a estados alterados que le permitían la percepción de sus vidas pasadas, el vinculo con el Cosmos y la ruptura con el reino animal de los sentidos.
El iniciado, como hombre nuevo, se unía entonces a la comitiva de los hombres vestidos de blanco para seguir con su progresión en la pirámide de Kefrén.
Tras descender por las escaleras nos encontramos con una antecámara, previa a la cual donde se encontró el sarcófago. La doctrina secreta y críptica del Antiguo Egipto diferenciaba a los sacerdotes, vestidos de blanco, con los no iniciados, de rojo.
Esta dualidad conformó los colores distintivos del Alto y del Bajo Egipto, con la doble corona roja y blanca que lucía el faraón. Las tres estancias de la Pirámide de Micerino, junto a la sala de Kefrén y las otras tres de la Gran Pirámide, constituían los siete lugares por donde debía pasar el iniciado.
Debía resultar espectacular el recorrido por la Gran Galería para llegar al séptimo chakra, situado en la cámara del Rey de la Gran Pirámide.
Es evidente que si las pirámides de Micerino y de Keops tienen tres estancias, también tienen tres pirámides satélites como potenciadoras de la energía piramidal. Mientras, Kefrén, con una sola habitación, no tiene pirámides satélites, pero está conectada con la esfinge y el Templo del Valle, de indudable poder energético donde se celebraron innumerables ceremonias de momificación.
También resulta curioso que las salas correspondientes al sexto y al séptimo chakras tuvieran canales de ventilación o de conexión con el Cosmos.
Pirámides de Guiza, ¿desactivadas? Los monumentos de Guiza han quedado como restos de un pasado muerto y desvencijado.
Lo que ayer fueron templos ahora son sepulcros, ya que para la historia todos los grandes monumentos consagrados a la búsqueda de la verdad terminaron convertidos en tumbas.
Las piedras se amontonan sin motivo aparente olvidando que a las pirámides acudieron peregrinos durante miles de años.
Se ha dicho que las pirámides están ya desactivadas, que su función acabó; pero no es cierto. Hoy, las oleadas de irrespetuosos turistas inundan los corredores con sus gritos. No obstante, hay ciertos intervalos en los que aún se pueden oír antiguos susurros que impregnan las paredes.
En ciertos rincones la piedra cobra vida e invita a permanecer allí un tiempo que siempre resulta corto. Somos muchos los que consideramos que las pirámides no sólo conforman nuestro pasado, sino que pueden ser la clave para configurar nuestro futuro.
Las percepciones no son medibles ni demostrables a los ojos de los que piensan que en el Antiguo Egipto la magia se inventó para atemorizar a los incrédulos. Existe otro Egipto no medible, no escrito en los jeroglíficos, no representado en bajorrelieves.
Como todos los conocimientos a los que sólo pueden acceder los iniciados, en Egipto laten realidades que no se ven con la mirada, sino con los ojos cerrados y la mente muy abierta.
Por (y a la memoria de) Manuel José Delgado.