Un campesino mexicano ha afirmado que construyó una pirámide en el desierto bajo las órdenes de Herulayka un extraterrestre proveniente de un lugar lejano.
Mundo Corona, un campesino que buscaba respuestas en el resplandor de las estrellas, construyó una pirámide de piedra porque un extraterrestre pidió un templo para poner a prueba su fe, aconsejándole:
“…Que ni los vientos ni los vendavales la muevan. Y que siempre esté erguida hacia arriba, porque de arriba emanan todas las cosas buenas…”.
Me acordé lo que decían los indios de aquí, que los sacerdotes hablaban con los dioses, entonces pensé: ‘Éste es un Dios de los que hablaban los indios’. Pero la aparición entendió lo que pensaba, respondiendo.
No soy un Dios, soy un hombre como tú, la misma importancia que tienes tú, la tengo yo. Yo te digo que el ser que formó esta nebulosa, cuando hablaba nacían nuevos universos, al igual que cuando hablas.
Mundo, un campesino delgado y pequeñito, de piel tostada por el sol; entonces tenía 33 años de edad, acababa de ser papá de una niña, y el hombre ese hablaba de muchas cosas que no alcanzaba a comprender, llevándolo al lugar dónde había que levantar la construcción.
Así quiero que sea tu fe, que esté siempre hacia lo alto. El templo tendrá forma de pirámide, y será de piedra. Por eso quiero que tu fe jamás se vaya a quebrantar.
— ¿Y cómo te llamas?
No te lo diré hasta que tomes conciencia, hasta que entiendas. Muchos se burlarán, difamarán. Dirán: ‘Fue una locura o una borrachera, fue una visión de este loco, o este drogadicto’. Yo te digo que el nombre de una persona representa algo más que su cuerpo, que su alma y su espíritu. Es la esencia que habita en el hombre. Un día te diré mi nombre.
— ¿Y de dónde vienes?
Por qué te preocupa tanto de dónde vengo. Preocúpate por ti, pero te voy a decir. Vengo de la constelación de Orión, de un lugar llamado Nefilin. Es un lugar 20 veces más grande que la tierra. Hay mucha similitud con los seres humanos.
Fue así que Raymundo Salomón Corona Villarreal, Mundo, un hombre nacido en una familia de campesinos, conoció algo que no era de la tierra, empezando a construir una pirámide de piedra de siete metros de altura en el ejido Pozuelos de Arriba, muy cerca de Monclova, pero más cerca del municipio de Frontera, a diez kilómetros del libramiento Carlos Salinas de Gortari, en el estado de Coahuila.
Y lejos, muy lejos del lugar de donde venía la criatura que pidió observar detenidamente las estrellas porque todas habían sido hechas para él.
La encomienda.
Los habitantes de Pozuelos de Arriba habían tenido la oportunidad de observar aparatos voladores flotando en el desierto, sobre las montañas; escondidos entre las nubes. De alguna manera se habían acostumbrado a la presencia de bolas de fuego a las que llamaban brujas. Una noche de noviembre de 1984, Mundo Corona estaba trabajando en el pozo número 1 de SIMAS, un organismo para abastecer de agua a la región, donde trabajó cuarenta años administrando bombas de agua.
La noche era de esas que abundan por la zona, monótona, sofocante; interrumpida por aullidos de coyotes y parpadeos de luciérnagas. Escuchó que tocaban la puerta, preguntó: “¿Quién es? ¿Qué andan haciendo?”.
Llegó a pensar que era un vecino, alguien del pueblo que aventó la puerta de una patada. Era un hombre alto, ojos color miel y cabello blanco que llegaba hasta el suelo; vestía una túnica amarrada de una soga y pies descalzos. Sus primeras palabras fueron tristes, reflexivas.
¿Tan pronto te olvidaste de mí?
— ¿Quién eres? Si te hubiera visto anteriormente jamás te hubiera olvidado. Tienes el cuerpo de un atleta, además tu cara es de un hombre muy hermoso.
¿Tan pronto te olvidaste de mí? ¿No recuerdas cuando nació tu niña?
Mundo recordó que era el mismo hombre que había conocido en una pesadilla, y corrió asustado a través de la noche, brincando piedras y esquivando matorrales. A cien metros de distancia pensó en cuál era el motivo por el que corría ¿Tal vez se trataba de otra pesadilla? Un mal sueño; una visión incoherente. Regresó al lugar, ahí estaba él: esperando. Atónito tocaba brazos, rostro; piernas. Repetía: “…Es un sueño y no he podido despertar…”.
No estás soñando, no has vivido la realidad tal y como ahora. No estás soñando. Vengo a pedirte un favor — interrumpió.
_Yo te debo un favor, en esa pesadilla me hiciste un gran favor.
Quiero que construyas un templo y su volumen total tendrá 108 metros, vas a calcular su altura y su base, debe ser en forma de pirámide.
Mundo contó que fue criado cuidando vacas y cabras, había estudiado hasta sexto año de primaria. Era algo imposible lo que pedía porque implicaba cálculos matemáticos, planeación.
"Lo que no sepas, pregúntalo, hasta el más inepto tiene algo que enseñarte. Pregúntate por qué se mueven las hojas de los árboles. Un día vas a sacar de tu sistema genético un conocimiento que has ido almacenando desde milenios de años. Yo te digo que eres como el propio universo. No eres diferente. Conócete, de dónde vienes, por qué estás aquí. Lo que es más importante, hacía dónde vas a ir".
La súplica del mundo
Para el segundo semestre de 1983, Mundo Corona había pasado momentos complicados porque trabajaba de noche en el pozo de agua, tenía que ordeñar el ganado antes que esclareciera el mundo, cuidaba a sus hijos y Alma Rosa estaba por dar nuevamente a luz. Las horas de sueño prácticamente no existían, y comenzaba a ver a un hombre sentado arriba de una nube que lo llamaba por su nombre.
Un nueve de noviembre su esposa tuvo dolores de parto. La llevó a la Clínica del Seguro Social en Frontera, y de alguna manera por fin tenía un momento de pausa esperando el nacimiento de su hija. El sopor lentamente se apoderó de él en la sala de urgencias, cerró los ojos y reconoció la habitación donde su esposa estaba acostada. Al lado de ella, el cuerpo de una persona cubierta con una túnica color negra. Cuando volteó su rostro era una calavera, decía que había llegado por la mujer y la niña.
Mundo suplicó, se hincó para que eso no sucediera, pedía que fuera él quien muriera. La calavera contestó que no podía hacer nada, pero alguien que estaba arriba lo podría ayudar. Observó una escalera que llegaba hasta las nubes, trepó corriendo y llegó hasta una sala donde había un hombre sentado en una silla. A él rogó que lo ayudara, el hombre contestó.
— Por qué pides necedades, por qué no eres conforme con lo que debes ser, has de saber que lo que está escrito, por algo está escrito.
A su derecha abrió una puerta, salió una mujer vestida con una túnica color azul, traía en la cabeza una cofia y emanaba una luz cegadora. Ella dijo: “Señor, perdónale”. El hombre pensó varios minutos.
— Bueno, que así sea, pero no te olvides de volver a pedir necedades. Vete con tu esposa, tu mujer va a tener una niña y por nombre le pondrás Aglael. Y su madrina va a ser la muerte.
Al despertar se enteró que estuvo varias horas inconsciente. Y a la 01:30 de la madrugada nació María Aglael.
El que ama libremente
El mundo que habitaba Mundo se estaba desmoronando. Muchos veían aparatos voladores en el cielo, pocos creían sobre la existencia de una aparición de otra galaxia que exigía una construcción de algo que ni siquiera conocían en el desierto norteño.
A menudo preguntaban cómo se llamaba la aparición, quién era ese que hablaba del universo y sus estrellas. En una de tantas visitas, el extraterrestre agarró una piedra del suelo, con los dedos dibujó una forma parecida a una serpiente que no se quedó plasmada, y pidió descifrar sus trazos. En el momento que lograra comprender, sabría su nombre. Mundo sólo enseñaba la piedra a quien preguntara mayores detalles. Un día, interrumpió.
— Ya no es necesario que me digas tu nombre.
— Sé que ya sabes quién soy, mis compañeros me llaman Herulayka: el que ama libremente, el que ama en libertad, ese es mi nombre —respondió.
Entonces Mundo empezó a contar de un Herulayca, proveniente de un lugar muy muy lejano llamado Nefilin, perteneciente a constelación de Orión, de color cobrizo que se posaba en las nubes, viajaba en una nave y pedía un templo con la forma de una pirámide.
En ese ir y venir de curiosos en el tiempo, siete muchachos llegaron a Pozuelos de Arriba, y quedaron maravillados por los relatos de Mundo Corona; por las luces en el cielo que veían en la oscuridad.
— Todos tuvieron la oportunidad de aprender, de buscar y ser alguien diferente. Buscábamos en el infinito. No veíamos nada, mas que las estrellas.
También alcanzaron a ver a un hombre de ojos como de llamas de sol que se posaba en las nubes, y se transportaba en una nave con cúpula de cristal y cuyo piso sólido se volvía cristalino.
— Me gustaría que escucharas a los que lo vieron, unos quedaron traumados. Le decían ‘El Gigante’, cada quien lo miraba de acuerdo al estado de conciencia en que estaba, hubo unos que me decían: ‘Tú cuando estás con él no hablas español, hablas en otra lengua que no entendemos’. Yo no sé otra lengua más la que poco entiendo. Yo me crié criando cabras y vacas. ‘No, están errados’, les decía.
La aparición
Eran las once de la noche del verano de 1988. Un grupo de ocho amigos, la mayoría estudiantes de la preparatoria Justo Sierra, de Monclova, estaban escuchando los relatos de Mundo Corona, desgranando maíz en las instalaciones del pozo de SIMAS.
Sólo había luz de luna, ruidos de ramas al viento. Eso que parecía silencio fue interrumpido por una voz clara, melódica, que se confundía con el aire: “…Raymundooo… Raymundooo…”
— Ustedes son privilegiados porque van a ver lo que nadie ha visto —advirtió.
El cielo estaba nublado, donde ahora está construida la pirámide había un palo clavado en la tierra maciza. En lo alto de un poste estaba un hombre suspendido en el aire. Se escuchaba como un enjambre de abejas encabronado.
— Herulayka era una persona normal, cabello largo, barba, túnica y espada. Su navecita estaba escondida detrás de las nubes — contó uno de esos muchachos de aquel entonces.
Él empezó a visitar Pozuelos de Arriba porque salía con sus amigos a cazar conejos en una camioneta desvencijada. El camino era de tierra suelta, en los pueblos de los alrededores hablaban sobre naves extraterrestres en las cercanías.
— Teníamos 18 años, decían que por allá se aparecían ovnis. Empezamos a hacer plática con Mundo, nos hicimos amigos. Íbamos martes y sábados durante tres años. Nos hablaba de lo que le contaba Herulayka. Mundo decía: ‘Cero cigarros, cero cerveza’. Antes platicaba menos, decía que la gente es mala por naturaleza.
Pese a los años transcurridos, sigue visitando Pozuelos de Arriba, ahora es un Policía Federal en activo, su hermano, abogado mercantil, también lo acompañaba.
—Mundo me dejó pasmado porque el señor tiene una vibra muy bonita. Llegábamos a las ocho de la noche y nos íbamos a las dos de la madrugada. Cuando vimos a esa entidad llamada Herulayka, estaba como flotando en el aire, no se le veía la cara. Estábamos todos muy nerviosos, casi llorando. Mundo hablaba otra lengua.
En el grupo había un muchacho que no creía en Mundo, más bien sólo creía en lo que sus ojos observaban. Esa noche quedó atónito. Su vida cambió, de ser bromista y juguetón, se volvió sombrío.
— A raíz de esta situación tuvimos problemas en la escuela, con nuestros padres. Fue algo que estaba fuera del alcance de nuestras mentes. Algunos quedaron trastornados. Siempre que hablamos de eso cuando nos juntamos, se molestan, algunos agarraron el alcohol para olvidar esos detalles.
El mensaje
Herulayka dijo:
"No desesperes porque si un día te encuentras solo, recuerda esto: Si dentro de un millón de años uno te escuchara, eres como el propio diamante que esparce la luz del conocimiento. Lo que queremos es que se den cuenta lo terrible que están haciendo en este lugar llamado tierra, y que deben cuidar como a la niña de sus ojos porque les da lo necesario para vivir. Deben estar conscientes que son una réplica de la tierra y del universo entero. Todo esto que te he contado cuéntaselo a los demás. Es necesario que el hombre sepa que está tomando por el camino errado, y están tomando el conocimiento para crear armas".
La reconstrucción de la Tierra
Herulayka tomó la cabeza de Mundo con la mano. Y Mundo tuvo una visión:
“…Hubo una guerra terrible que me atormentaba. Algo se había salido de control, todos los átomos de las especies, piedras, mar y polvo aumentaban temperaturas enormes. Esto arrasaba todo a su paso, todo lo destruía. Y veía como la onda de calor quemaba a niños y mujeres; veía cómo se retorcían; se les caían pedazos de carne. La tierra se hizo como cuando se queman las montañas, toda la tierra se cubrió de humo y fue una noche de muerte: Me puse a pensar: ‘Por qué no nos pusimos a ver el caos que estábamos haciendo a la tierra, el sufrimiento’. En esa oscuridad veía luces que se movían: eran hombres y mujeres desnudos. Venían otros de arriba, bajaban y hablaban con ellos, se iban juntando y eran ríos de luces en la oscuridad. Vi una porción de tierra que había quedado intacta: los hombres se reproducían y reestructuraban la tierra, que tomó nuevamente su esplendor y su formación hermosa. Vi que la tierra se llenó de gente, de lo alto venían hombres volando. La gente los seguía como enjambres…”
— ¿Y hacía dónde van estos? ¿Por qué no les pasó nada? — Preguntó Mundo.
— Porque ellos tenían pleno conocimiento. ¿Crees que puedas poblar todo? Yo te digo que el que hizo estas cosas, cuando habla hace nuevos universos, todo es para ti, haz lo correcto.
Dios
Atardece en Pozuelos de Arriba, el lugar donde la gente llega y se va. Mundo recoge nueces del suelo, el viento hace rugir las ramas a más de treinta metros de altura, se filtran rayos de sol. Dos de sus dieciséis nietos (y dos bisnietos) juegan en el piso, corren, gritan, ven el cielo a punto de cargarse de estrellas.
Y Mundo confía que en tres ocasiones ha estado a punto de morir, la última por un cáncer que ha invadido su cuerpo y lo tiene en constante chequeo médico.
— A veces en mis estados de conciencia terminal me sentía alegre porque decía: ‘Lo que me dijo Herulayka no se va a cumplir’. No hay cosa más terrible que la necedad del hombre, en su soberbia que no mira al hacer las cosas.
Parece que Mundo va a volver a contar de un tal Herulayka (así se llama uno de los nietos, hijo de María Aglael), el que llegó de Nefilin y se posó en una nube; el que apareció una noche sin luna y observó la tierra con ojos como de llamas de sol; y pidió una pirámide de piedra de siete metros de altura en el desierto: en Pozuelos de Arriba, el que está después de Pozuelos de Abajo.
… El viento interrumpe todo, hojas caen de los árboles. Hay cierta humedad; destellos de insectos en la oscuridad. Calma; algo que parece silencio.
— ¿Lo sientes? Es Dios quien te está acariciando. Sólo quiero vivir lo que la vida me deje vivir. Papá decía: ‘Que triste que vaya a morir porque apenas empiezo a entender la vida’.
Fuente: vanguardia.com.mx