El G300:
Los Dueños del Mundo son los creadores del Tratado de Kyoto
El más gigantesco saqueo de recursos naturales en la historia de la humanidad
Por Eduardo Ferreyra
Presidente de FAEC
Fundación Argentina de Ecología Científica
Este trabajo es una recopilación de datos que son de dominio público,
aunque su difusión es muy limitada. Se han extractado grandes partes de
libros y artículos publicados a lo largo de los años, cuyas referencias
se dan al pie de cada capítulo.
Sin embargo, la obra básica sobre el
tema, en lengua Española, es el libro de Santiago Roque Alonso, “Cómo
Funciona Realmente el Mundo”, publicado en Argentina por la Editorial
Segunda Independencia ©, en junio de 2000. Aconsejo y aliento a los
lectores a adquirir esta obra extraordinaria en librerías, o pedir
informes a editorialsi@patriaargentina.org, o a
editorialsi@uolsinectis.com.ar.
Primera Parte:
-Introducción
-Ordenando las piezas
-Las Siete Hermanas
-Complots y conspiraciones
-Guerras y Dinero-Mandrake
-Dinastías de Banqueros
Como se demostrará en el informe, el Grupo de los 300, o G300 (así
llamado por mí a falta de un nombre oficial más apropiado), es un grupo
compuesto por alrededor de 300 a 400 personas que se conocen entre ellas
personalmente, y determinan mediante su enorme poder económico y
financiero, sus influencias políticas a través de funcionarios/empleados
y agentes ubicados en posiciones clave, de los más importantes
gobiernos del mundo, cuáles serán las políticas económicas, financieras y
sociales que se implementarán cada año en el mundo.
Su poder alcanza a infiltrar todos los servicios secretos y agencias
de seguridad del planeta, y los gobiernos o personajes que resultan
molestos o inconvenientes a sus planes son eliminados de la manera más
eficiente. Este grupo es el responsable del uso del movimiento
ecologista como herramienta geopolítica para consolidar el nuevo status
colonial al que han sometido a los países menos desarrollados. Su
esquema básico de operaciones es la conformación de un cártel de bancos,
entre los que se incluyen a diversos bancos Centrales del mundo. No hay
poder económico o financiero que se les pueda oponer. Este grupo tiene
la facultad de “crear dinero de la nada” (o el llamado dinero
“Mandrake”) y corromper a cualquier persona que sea necesario.
Dado que sus miembros están imbuidos de la eugenésica y racista
filosofía maltusiana, el principal enemigo que reconocen es la población
en crecimiento en los países del Tercer Mundo. Entre sus acciones más
notables para eliminar a este enemigo, se cuentan las campañas y
subsiguientes prohibiciones de productos que eran “demasiado útiles a la
humanidad” y facilitaban su crecimiento, como el DDT, los CFC, diversas
sustancias químicas fundamentales para el desarrollo industrial y la
salubridad pública y finalmente el diseño y puesta en práctica del
Protocolo de Kyoto tendiente a la reducción de la actividad industrial y
comercial mundial.
Ordenando las piezas
Walter Rathenau, Canciller de la República de Weimar, escribió un
artículo publicado el 24 de diciembre de 1921 en el Wiener Press, donde
realizaba un sorprendente e indiscreto comentario que terminaría
costándole la vida seis meses más tarde: “Solamente 300 hombres, cada
uno de los cuales conoce personalmente a los otros, gobiernan Europa de
facto. Ellos eligen a sus sucesores entre los miembros de su propio
entorno. Esos hombres tienen en sus manos el poder para impedir o
terminar con cualquier estado de cosas que consideren irracional.” [[1]]
En abril de 1922 Rathenau firmó el Tratado de Rapallo, por el cual
Rusia perdonaba a Alemania los pagos de reparación de guerra a cambio de
tecnología industrial. Inglaterra protestó airadamente porque el
tratado había sido elaborado a sus espaldas y preveía el desarrollo de
los campos petrolíferos de Bakú, sin intervención Británica, lo que
favorecería enormemente a Alemania y perjudicaría de manera especial al
grupo de 300 hombres que Rathenau denunciaba, y que otros analistas
conocen como el “Comité de los 300”.
Walter Rathenau fue asesinado misteriosamente en junio de 1922, dos
meses después de firmado el tratado con Rusia y seis meses después de
haber osado mencionar públicamente la existencia del misterioso grupo.
Los asesinos de Rathenau fueron arrestados de inmediato pero, de manera
significativa, la policía anunció más tarde que se habían “suicidado”,
de modo que los móviles del asesinato y sus instigadores permanecerán
para siempre en el misterio. A partir de este suceso se perdió toda
posibilidad de recuperación económica para Alemania y se inició de
inmediato el declinar del valor del Marco alemán: en diciembre de 1922
el marco cotizaba 7592 por Dólar, y en enero de 1923 Alemania declaró en
cesación de pago. Para noviembre de 1923, el Dólar cotizaba a 50
millones de Marcos. El G300 había desencadenado la mayor hiperinflación
de la historia.
La semejanza de este asesinato con otros asesinatos políticos famosos
es impactante. John Kennedy, Indira Ghandi, Olof Palme, cuyos autores
intelectuales permanecen en el anonimato, indica que no es necesario
tener una imaginación afiebrada para relacionarlos con un poder oculto
en las sombras, al que se puede identificar genéricamente como el G300.
Las personas molestas, que hacen declaraciones inoportunas, proponen
políticas inconvenientes para el grupo, son peligrosas y deben ser
eliminadas. La eliminación de estas personas son “medidas profilácticas”
necesarias para la supervivencia de un especial modo de vida de unas
pocas personas que se han apoderado virtualmente del mundo.
Las Siete Hermanas
En esa línea de eliminación de personas peligrosas se recuerdan otros
casos resonantes como los misteriosos “accidentes” de aviación del
presidente de Panamá, General Omar Torrijos, el del presidente de la
entonces petrolera estatal Argentina YPF (hoy finalmente en manos
privadas europeas), Estenssoro, cuando se negociaban arreglos
comerciales que dejaban afuera del negocio a las famosas “Siete
Hermanas” del petróleo, el cartel petrolero que hasta hoy maneja los
precios y las políticas petroleras del mundo, por más que la OPEC
pretenda ignorarlo.
Son estas Siete Hermanas quienes parecen estar ligadas a la muerte
“accidental” (en otro avión) de Enrico Mattei, presidente de AGIP
italiana, quien había negociado exitosamente un tratado petrolero y
gasífero con Irán, demasiado favorable para la recuperación económica de
Italia y altamente desfavorable para el cartel de las Siete Hermanas.
Su fin era previsible después de negociar con Rusia la provisión de
petróleo de la región de Bakú, pagadero con tubos de acero italianos que
permitirían a los soviéticos construir el gasoducto hasta Europa
Central y amenazar el monopolio de las Siete Hermanas en la región. Para
ello se construyó una acería en el norte de Italia, pero en 1962, un
mes después de entrar la fábrica en servicio, Enrico Mattei murió en un
accidente de aviación sospechoso por demás, cuando planeaba reunirse con
John Kennedy para llevar adelante negocios relativos al petróleo de los
Estados Unidos –el que las Siete Hermanas consideran de su propiedad
exclusiva.
¿Quiénes son las Siete Hermanas? Terminada la Primera Guerra Mundial,
las compañías petroleras americanas de Rockefeller y las inglesas
forcejeaban para apoderarse del control del negocio del petróleo
mundial. En poco tiempo se dieron cuenta de lo poco conveniente que era
luchar entre sí y se decidieron a facilitarse las cosas. Enviaron
representantes a una reunión que se realizó en Achnacarry, Escocia, para
formar un cartel petrolero en beneficio mutuo. En 1928 se llega al
secreto “Convenio Achnacarry“que dejaba delimitado el reparto del
mercado y las regiones de poder de cada uno de los integrantes del
cartel. Las siete principales compañías integrantes del cartel,
conocidas como las Siete Hermanas, eran la Esso (Standard Oil de New
Jersey), Mobil (Standard Oil de New York), Gulf Oil, Texaco, Chevron
(Standard Oil de California), y las dos compañías inglesas Royal Dutch
Shell y la Anglo Iranian Oil Co., (más tarde la British Petroleum, o
BP).
Pecaríamos de ingenuos si atribuyésemos estos (y otros) accidentes de
aviación a la fatalidad o a un pobre mantenimiento mecánico. Tampoco es
aventurado pensar que el “Resumen para Hacedores de Políticas”[*] del
IPCC está redactado para consumo de los 300 personajes que se han
apropiado del mundo. No para orientarles y permitirles tomar decisiones,
sino como un mero placer visual al contemplar cómo sus planes van
tomando forma, lentamente al principio, y más aceleradamente hacia el
final. Después de todo, lo que hace y dice el IPCC no es nada más que
seguir las instrucciones sumamente precisas del G300, a través de la muy
aceitada cadena de mando que ha establecido a lo largo de los años.
Muchos se preguntarán si en realidad existe este grupo de gente que
actúa muy discretamente desde las sombras, con total libertad y sobre
todo con absoluta impunidad, o si esta no es más que “otra de las tantas
historias” de complots y conspiraciones que pertenecen más al mundo de
la ficción literaria de Ian Fleming o John LeCarré que a la vida real.
De un rápido repaso de la historia del mundo se puede comprobar de
manera fehaciente e incontrovertible que la única manera en que el mundo
ha sido conducido hasta hoy ha sido a través de conspiraciones,
complots y asociaciones ilícitas de toda clase y calaña, desde pequeñas
sectas religiosas a las masónicas más renombradas, desde sociedades
teosóficas, filosóficas, eugenésicas, esotéricas, astrológicas,
satánicas; grupos filosófico-políticos como los Venecianos, Illuminatti,
Hobbistas, Fabianos, etc.
Complots y Conspiraciones
El complot, la conspiración ha sido desde siempre el más eficaz
método de acceder al poder y mantenerse en él, enriquecerse y crear más
poder todavía para acumular más riquezas, en un círculo vicioso en donde
las Revoluciones más famosas apenas si han sido cuartelazos donde sólo
han cambiado los funcionarios. La riqueza y el Poder siempre se han
mantenido fuera del alcance de las clases menos favorecidas, es decir,
la clase media y la proletaria.
Hay quienes creen aún que la Democracia tiene los mecanismos y las
instituciones apropiadas para defenderse y evitar ser copada por grupos
sin escrúpulos como el G300, y tienen la tendencia a creer que los
gobiernos pueden, como “representantes” del pueblo, controlar los
precios y los salarios por medio de decretos y leyes; creen que las
medidas de “corto plazo” pueden tener éxito para contribuir a la salud
económica de una nación y que los gobiernos “democráticos” tienen la
capacidad y habilidad de manejar los parámetros de las economías
nacionales y, en armonía con otros gobiernos, los parámetros de las
economías del mundo entero. En esta tónica, esta gente un tanto ingenua,
también parece creer que las previsiones y artículos del Tratado de
Kyoto pueden llegar a tener algún efecto sobre las emisiones de dióxido
de carbono y los niveles de este gas en la atmósfera para detener un
“no-problema” conocido como “calentamiento global” y el “catastrófico
cambio climático”. Todo parece indicar que esta gente tiene una fuerte
tendencia a creer en los Reyes Magos.
Guerras y Dinero Mandrake
Sigamos ordenando las piezas del rompecabezas. Los miembros del G300
son dueños de cientos de fundaciones “filantrópicas” y “sin ánimo de
lucro”, que en realidad son una muy elegante manera de evitar pagar
impuestos al gobierno y contribuir con ese dinero a financiar
organizaciones que sigan sus precisas instrucciones para aumentar y
consolidar su absoluto dominio de la economía mundial. También es el
G300 el controlador del Cártel de Banqueros que controla las finanzas
mundiales y dicta las políticas monetarias de los Bancos Centrales de
cada nación del planeta, con excepción de algunos pequeños países fuera
del sistema como Cuba, Laos, o que carecen de importancia en el
concierto mundial.
Se le ha dado llamar “Dinero Mandrake” al dinero que los banqueros,
usando la magia del mago Mandrake, crean a partir de la nada. Esto va en
contra de cualquiera de las leyes de la termodinámica, o de la
naturaleza, en cuanto a que “nada se crea, todo se transforma”, por lo
cual sería imposible crear riqueza de la nada. Pero los bancos sí
pueden. El mecanismo es muy sencillo, pero si lo hace la gente común
dará con sus huesos en prisión. Hace siglos los prestamistas comenzaron a
guardar el oro, las joyas y monedas de los ricos en bóvedas a prueba de
asaltos, y a cambio de ese servicio se les recompensaba con un cierto
“interés”. Como la antigua religión Cristiana prohibía a los fieles
prestar dinero a interés, ningún católico sentía deseos de prestar
dinero y arriesgarse a que no se lo devolviesen y que su “amor al
prójimo” les llevase a la ruina. Los cristianos no prestaban dinero,
cosa que si hacían los judíos ya que no tenían esa restricción en su
religión. Ellos podían practicar la usura sin límites mientras no fuese
con otro judío, con lo que demostraban ser más prácticos y más
inteligentes que los cristianos. De allí que las dinastías banqueras
tengan un reconocido origen judío.
Los banqueros también se dieron cuenta de que sus clientes les pedían
en devolución un pro-medio del 10% de las monedas de oro entregadas en
depósito, de modo que comenzaron a prestar el 90% del capital entregado
en custodia sin conocimiento de sus patrocinadores. De esa forma, por
ejemplo, prestaban esas 90 monedas de oro, sabiendo (o esperando) que se
las devolverían en tiempo y forma, con un suculento interés que
compensaba la angustia de correr el riesgo de que sus depositantes
supiesen del juego y fuesen hasta su banco para exigir la devolución de
las monedas.
Para minimizar el riesgo de no contar con las monedas suficientes
para devolver en caso de un reclamo inesperado, rara vez hacían los
préstamos en metálico, es decir las monedas de oro en sí, sino que lo
hacían en forma de “promesas de pago” escritas sobre un papel vistoso,
lo que hoy se conoce como “pagaré”, “cheque”, “billetes de banco” o más
comúnmente “papel moneda”. Todas esas formas financieras de pago no son
sino “promesas de pagar una cierta cantidad de oro cuando sea
reclamada”. Con ese mecanismo, los banqueros podían multiplicar su
capital de manera virtual hasta el infinito porque esas 90 monedas de
oro servían para “garantizar” innumerables operaciones de 90 monedas, de
las cuales sólo se les reclamarían 10, de vez en cuando, de acuerdo a
la experiencia comprobada.
Así era frecuente que de las originales 100 monedas de oro, el
banquero hubiese realizado préstamos por un valor de 1.000 o 10.000 o un
millón de monedas. Lo importante era que el deudor pagase en el plazo
su préstamo para no correr el riesgo de no poder entregar el 10% del
dinero reclamable por los depositantes. Se comprueba con claridad que en
pocos años de “honesta” actividad bancaria un capital inicial de 100
monedas de oro se podía convertir en un capital nominal de un millón de
monedas de las cuales 999.990 habían sido creadas de la nada, pero
hechas realidad por los que habían pagado sus préstamos en tiempo y
forma.
Es fácil imaginar que todo el sistema financiero es tan frágil como
una pompa de jabón donde está encerrada esa cosa tan volátil que se
llama Confianza, vigilada muy de cerca por esos hermanos que se llaman
Miedo y Pánico. Normalmente, confianza mantiene a los hermanos “Miedo y
Pánico” a prudente distancia, pero si alguna noticia permite que “Miedo y
Pánico” salten sobre “Confianza”, entonces el sistema financiero
mundial, esa pompa de jabón que flota en una selva de alfileres, se
desvanecerá en el aire dejando una hecatombe social en pleno desarrollo.
El sistema bancario, se vendrá abajo como un castillo de naipes.
Las técnicas financieras fueron variando y perfeccionándose hasta
nuestros días, en que los banqueros hacen que sus pérdidas sean
afrontadas por los gobiernos. Los banqueros tienen “simpatizantes” en
los Congresos de todas partes del mundo que se ocuparon ya en el pasado
de emitir leyes que “protegerían” a los depositantes de los desaciertos
de los banqueros, haciendo que el Estado garantizara los fondos
depositados en los bancos. Claro que para eso usan el dinero de los
depositantes, que son quienes forman el Estado. Los banqueros jamás
pierden. Se cobran del dinero de la gente. Toda la nación Argentina lo
pudo comprobar como consecuencia de la crisis financiera de diciembre
del 2001. Los bancos, avisados de antemano, se apoderaron de los
depósitos de sus ingenuos clientes y los enviaron al exterior en
efectivo. Contenedores enteros de dólares en billetes. Cientos de
toneladas de billetes. Millones de sueños argentinos perdidos para
siempre. Cuando los jueces hicieron abrir las bóvedas de los bancos para
embargar dinero en efectivo, no hallaron ni siquiera el queso para los
ratones. Quienes tienen la mala suerte de ser asiduos concurrentes a los
casinos lo tienen muy claro: ¡la Banca jamás pierde!
Dinastías de banqueros
Todo comienza con la fundación de las dinastías de banqueros en
Europa, en especial las dinastías Rothschild, Baring, Warburg, Lazard,
Selignam, Schroder, Speyer, Morgan, etc. También forma parte de la
historia del cartel de banqueros la creación del Banco de Inglaterra,
que necesitaba canalizar las ganancias logradas por la Revolución
Industrial y su incipiente Imperio Colonial, hacia actividades que
consolidaran el Imperio y la dominación de mercados a escala mundial. El
Banco de Inglaterra se creó para financiar las guerras coloniales de
conquista de territorios, y más tarde para las guerras entre estados
europeos, como las Napoleónicas, la Franco-Prusiana de 1870 y la I y II
Guerra Mundial.
Los banqueros, reunidos en cártel financiero, decidían a quienes
apoyar con sus préstamos y a quienes hundir negándoles su ayuda. Se
recuerda que la viuda de Meyer Amschel Rothschild, el fundador de la
dinastía Rothschild, escribió en 1847: “No se preocupe; no habrá guerra
en Europa. Mis hijos no prestarán el dinero para ello.”
El historiador y analista W. Cleon Skousen describe en su libro “El
Capitalista Desnudo” [[2]], el desarrollo de las dinastías financieras
de J. P. Morgan y los Rockefeller en los Estados Unidos y la manera en
que consiguen crear el sistema de la Reserva Federal de los EE.UU., y
usarlo en su propio beneficio. Se pregunta el autor “¿Quién controla la
Reserva Federal?, ¿Cuáles son las metas de la Reserva Federal y de los
demás bancos centrales? ¿Cuáles son las metas de las familias de
banqueros internacionales que controlan a los bancos centrales?”
Inquietantes preguntas, por cierto, pero mucho más lo son las
respuestas. En cuanto a “quien controla a la Reserva Federal”, Skousen
prefiere explicar primero quien no la controla: el gobierno de los
EE.UU., y lo explica: “Según lo hemos señalado antes, en Inglaterra las
dinastías de las ‘familias de banqueros’ establecieron su control
monopólico sobre las finanzas cuando fundaron al Banco de Inglaterra
como una institución privada con la apariencia de una institución
gubernamental oficial. Se habían creado centros de control financiero
similares en Francia, Alemania, Italia y Suiza.”
Más tarde nos explica que el sistema de la Reserva Federal está
compuesto de doce “Bancos Nacionales” aunque el único que tiene alguna
importancia es el de la ciudad de Nueva York. Según Skousen, “este banco
fue siempre administrado por alguien que congeniara por entero con los
intereses de los bancos internacionales”. Se refiere al primer
presidente de la Reserva Federal de Nueva York, Benjamín Strong
diciendo: “Strong debía su carrera a los favores del Banco Morgan… en
1914 fue designado presidente del banco Reserva Federal de Nueva York,
nombrado conjuntamente por Morgan y por Kuhn, Loeb y Compañía. Dos años
más tarde Strong conoció a Montagu Norman y en esa ocasión acordaron
inmediatamente colaborar bajo prácticas financieras que ambos
reverenciaban.” [[3]]
Montagu Norman era entonces el presidente del Banco de Inglaterra, y
el mentor de J.P. Morgan, quien le reverenciaba por haber sido el
promotor de su carrera como banquero. Pero lo inquietante eran las
“prácticas financieras reverenciadas” por la Reserva Federal y los demás
bancos centrales. Los banqueros internacionales querían usar el poder
financiero de Estados Unidos e Inglaterra para forzar a todos los otros
países importantes a operar “a través de bancos centrales libres de todo
control político, con capacidad para resolver todas las cuestiones
financieras internacionales mediante mutuos convenios, sin interferencia
alguna por parte de los gobiernos”. [[4]] Quigley describe las metas de
más alto nivel de las dinastías de banqueros de la siguiente forma: “…
nada menos que crear un sistema mundial de control financiero en manos
privadas capaz de dominar al SISTEMA POLÍTICO de cada país y la ECONOMÍA
DEL MUNDO, entendido como un todo. Este sistema debía controlarse a la
manera feudal, con los bancos centrales del mundo actuando en forma
concertada mediante convenios secretos fijados a partir de reuniones y
conferencias frecuentes y privadas”.
El eje del sistema sería el Banco de Pagos Internacionales (BIS) con
sede en Basilea, Suiza, conformado por un banco privado propiedad de los
bancos centrales del mundo y controlado por ellos, los que a su vez
constituían sociedades privadas. En manos de hombres del calibre de
Montagu Norman del Banco de Inglaterra, Benjamín Strong de la Reserva
Federal de Nueva York, Charles Rist del Banco de Francia, y Hjalmar
Schacht del Reichsbank, cada banco central buscaba dominar a su gobierno
mediante su habilidad de controlar los préstamos al Tesoro, manipular
divisas, influir en el nivel de la actividad económica del país y actuar
sobre los políticos dispuestos a colaborar por medio de recompensas en
el mundo de los negocios”. [[5]]
También se pregunta Skousen sobre las metas propias de las familias
dinásticas de banqueros que han conformado el poderoso cartel de
banqueros mundial que se ha adueñado de la economía del planeta. Nos
asegura Skousen algo que eriza los cabellos de la nuca a cualquiera que
creía vivir en un mundo donde “el pueblo elige sus representantes y es
soberano en sus decisiones”: “Existe un creciente volumen de pruebas que
corroboran que los altos centros de poder político y económico han
estado forzando a toda la humanidad hacia una sociedad global,
socialista, de orientación dictatorial. Lo más incomprensible es el
hecho de que este desplazamiento hacia la dictadura, con su inevitable
destrucción de mil años de luchas para lograr la libertad, está siendo
tramada, promovida e implementada por los líderes y los súper
millonarios de las naciones libres, cuyas posiciones de influencia los
hacen aparecer como los principales beneficiarios de una sociedad de
libre empresa, orientada hacia la propiedad, una sociedad abierta en la
que se ha logrado tanto progreso. Sobre todo, ellos deberían saber que,
para que este sistema sobreviva, deben preservarse la libertad de acción
y la integridad del derecho de propiedad. ¿Por que, entonces, los
supercapitalistas intentan destruir estos derechos?”
El Dr. Quigley, como iniciado y colaborador del G300 da una respuesta
tan asombrosa que parece, a primera vista, virtualmente inconcebible.
La lógica se hace evidente después que se reúnen y se integran todas las
referencias dispersas que existen sobre el tema, es decir, cuando se
comienza a distinguir la imagen siniestra que muestra el rompecabezas a
medio armar: “Que la jerarquía mundial de la dinastía de banqueros y los
súper millonarios tiene como meta es apoderarse de todo el planeta y
que lo haría mediante una legislación socialista si viene al caso, pero
sin rehuir tampoco recurrir a una revolución comunista si fuera
necesario.”
El Sr. Skousen dedica una gran porción de su libro a describir la
manera precisa en que las elites bancarias y financieras prepararon el
terreno y llevaron al poder y luego consolidaron a Stalin y Lenin, en
Rusia, a Hitler en Alemania y a Mao Tse Tung en China, ¿Qué podemos
esperar de estas personas que llevaron al poder a los tres más
sanguinarios tiranos del Siglo XX y los hicieron confrontar entre ellos
para beneficio de sus negocios y su poder universal. Hay que reconocer
la razón que tenía Víctor Hugo cuando exclamaba en el Siglo XIX: “Pobre
gente! Creen que mueren por la Patria, cuando en realidad mueren por
unos pocos industriales.” Que forman parte del G300, por supuesto.
Grupos de Influencia
Nos proporciona W. Cleon Skousen una descripción de un grupo de
influencia conocido como el Grupo Bilderberg, según la información que
se tenía en 1970. Nos cuenta que: “…sus conferencias se realizan todos
los años con carácter de cónclave maestro de planificación
internacional. Son secretas y la asistencia se limita a los huéspedes
especialmente invitados. Estos resultan ser unas 100 personas del
círculo interno más alto, que representan las cuatro principales
dimensiones del poder, o sea: las dinastías internacionales de
banqueros, sus sociedades involucradas en grandes emprendimientos
internacionales, las fundaciones norteamericanas exentas de impuestos, y
los representantes del establishment que han obtenido altos cargos de
gobierno, especialmente en el de los EE.UU”.
Estas conferencias están siempre presididas por el Príncipe Bernardo
de Holanda quien, junto con su familia, goza de una enorme fortuna en la
Royal Dutch Shell Oil Corporation. Cerca de él se verá siempre a David
Rockefeller, que representa a su familia y especialmente a la Standard
Oil de Nueva Jersey, una de las más importantes estructuras societarias
que existen. Resulta interesante y significativo observar que en las
últimas tres décadas, mientras ha habido revoluciones políticas en
distintas partes del mundo, estas dos compañías terminan casi siempre
recibiendo todas las concesiones de petróleo y gas natural. Esto vale
especialmente para África, Oriente Medio, América del Sur y el Lejano
Oriente. Además parece que las instalaciones de estas compañías figuran
virtualmente fuera de los límites de los bombarderos de ambas partes de
cualquiera de las guerras recientes. Mencionamos esto porque el Dr.
Quigley parece estar en lo cierto cuando alega que: “las fuerzas
políticas y económicas de la Tierra se están tejiendo para formar un
gigantesco y monolítico poder global total”. [[6]]
[1] John Coleman, 1997, “The Conspirators’ Hierarchy: The Comittee of
300,” Editorial WIR. Joseph Holding Corp., Carson City, pp. 63, 199.
* http://www.mitosyfraudes.org/Calen6/Sesgo.html
[2] W. Cleon Skousen, “The Naked Capitalist”, 1970, edición del autor.
[3] Carroll Quigley, 1966, Tragedy and Hope, Macmillan, NY. pág. 236
[4] Carroll Quigley, op. cit. pág. 326
[5] Carroll Quigley, op. cit. pág. 324
[6] W. Cleon Skousen, “The Naked Capitalist”, 1970, edición del autor.
[7] Scott Thompson, “El ‘Club 1001′: la elite que coordina al
ecologismo internacional, Informe Especial, octubre-noviembre 1994 de
Resumen Ejecutivo de EIR.
* http://www.mitosyfraudes.org/Articulos/bernardo.html
** http://www.mitosyfraudes.org/INDICE/CAP16-WWF.htm
*** El príncipe Bernardo de Holanda admitió en una entrevista hecha
antes de su fallecimiento el día 1 de diciembre de 2004 y publicada por
el periódico «De Volkskrant», que participó en un soborno en los años
‘70 para influir en la compra de aviones estadounidenses Lockheed, pero
negó ser el receptor del dinero. El padre de la reina Beatriz, aclaró
antes de su muerte a dos periodistas del citado rotativo que «copió» dos
cartas escritas por un amigo en las que se pedía una comisión de un
millón de dólares si el Gobierno holandés comparaba los aviones.
Bernardo aseguró que el dinero fue destinado a una protectora de
animales.
[8] Dope Inc., Executive Intelligence Review, 3ª edición, 1992. EIR PO Box 1390, Washington D.C. EE.UU.
[9] Dr. Kevin McDonald; “David Irving in the context of Jewish
Intellectual & Political Activism”, The Barnes Review, Washington,
March-April, 2000, pp. 32 y 33.
[10] Robert Gaylor Ross, Sr., Who’s Who of the Elite, RIE, Texas, 1995, pág. 55,105,188,207.
[11] El Complot, 1993, Executive Intelligence Review, Washington, EEUU, pp. 65-81.
[12] http://www.laeditorialvirtual.com.ar/Pages/Anonimo_InformeIronMountain.htm
* http://www.mitosyfraudes.org/INDICE.html
** http://www.mitosyfraudes.org/INDICE/CAP16-WWF.htm
Fuente: http://www.mundoconmisojos.es/?p=3709