En 1984 dio lugar un hallazgo sorprendente en la selva de Ecuador, en la conocida como La Cueva de los Tayos, en una población llamada Maná. Este evento hizo temblar al mundo de la arqueología. Más de 300 piezas fueron halladas.
Lo más flamante de todo era una pirámide iluminati igual a la del billete del dólar de una datación muy antigua proveniente de una cultura desconocida, se dice que pudieron haber pertenecido a La Atlántida o Lemuria. La pirámide representa el símbolo de los iluminados de Baviera del siglo XVIII y los masones modernos… pero este objeto tiene las mismas características que la del símbolo Iluminati.
Aún hoy estas enigmáticas piedras y objetos suponen un rompecabezas para la ciencia y la arqueología.
No guardan similitud a las culturas autóctonas de Ecuador ni de ningún otro país de América latina, las piedras de Ica no tienen nada que ver con este hallazgo, aunque en un principio pueda parecer que tienen similitud.
No guardan similitud a las culturas autóctonas de Ecuador ni de ningún otro país de América latina, las piedras de Ica no tienen nada que ver con este hallazgo, aunque en un principio pueda parecer que tienen similitud.
Más bien parecen tener alguna correlación con los antiguos egipcios, pero éstos se encontraban a más de 11.000 kilómetros.
La colección pertenece a Germán Villamar, un empresario agrícola que custodia celosamente estas piezas. Los escritos en las piezas parecen un tipo de sánscrito, que es el origen de las lenguas. También se puede observar una lectura matemática.
Un grupo de buscadores de oro dirigido por el ingeniero Elías Sotomayor, quien había explorado las selvas de La Maná (Ecuador), descubrió en una zona en la que se apreciaba que el terreno había sido explotado por medios mecánicos para la extracción de minería, en las coordenadas 0.95ºS 79.18W.
Allí halló un túnel profundo que llevaba hasta una enorme cámara donde se encontró con estos artefactos.
Estas piezas parecen haber sido diseñadas respetando una geometría psicoacústica, teniendo además efectos magnéticos de “punto 0”. Y su tecnología lítica y acabado desafían de nuevo a los libros de historia y a las dataciones de las primeras civilizaciones.
Tienen una similitud a rasgos de la cultura maya pero también presentan diseños que recuerdan a la de las civilizaciones antiguas del sureste asiático. Asimismo sus formas gráficas tienen una comparativa factible con el sánscrito, pudiendo datar éstas de la época en la que solo una civilización habitaba el planeta, pero una civilización tecnológicamente avanzada y culturalmente desarrollada a nivel global.
Podría esto significar que en la antigüedad, habría una conexión entre todas las civilizaciones antiguas, cosa que implicaría además que fueron civilizaciones avanzadas tecnológicamente, lo cuál cambiaría nuestro concepto histórico por completo.
Una de las características más sorprendentes de este hallazgo, es el uso de calcita en las piezas. La calcita tiene unas propiedades fluorescentes que se activan con la luz ultravioleta. Pues ciertos símbolos o gráficos pasarían casi inadvertidos a simple vista. Pero al exponer a estas piezas a la luz ultravioleta, ciertos gráficos adquieren todo el protagonismo por su efecto lumínico. Es como si se tratara de un código, un mensaje secreto tallado hace miles de años.
Los objetos de diferentes tamaños, y existen discos labrados al detalle con geométricos mandalas y círculos concéntricos y excéntricos, placas con espirales y grabados (en algunas pueden reconocerse constelaciones como Orión o Las Pléyades), trece tazas de jadeíta de diferentes tamaños con patrones que son parecidos a los de la cultura mayas, o a ideas místicas occidentales contemporáneos, figuras humanoides en actitudes rituales, cabezas de serpientes, etc.
También se ha encontrado grabado un mapa. El mapa representa una época muy antigua, en la cual la estructura geográfica de nuestro planeta era distinta y aún no habían dado lugar las catástrofes naturales de las que dan cuenta todos los textos antiguos que, entre otras cosas, detallaban la elevación del nivel del mar, pero los continentes actuales son distinguibles, mientras en la zona costera del sureste asiático aparece delineada una masa terrestre que actualmente se encuentra bajo las aguas y en las Américas no aparecen las islas del Caribe ni la Península de La Florida y en su lugar una vez más revela enormes masas terrestres que hoy estarían sumergidas.
En medio del Atlántico Norte aparece una gran isla que coincide con la Atlántida de Platón; en el Pacífico, debajo de la línea ecuatorial, también se representa un continente hoy inexistente y al sur de lo que hoy es Japón, una tercera masa continental, que coincide con los hallazgos submarinos de Yonaguni. Otro enigma del mapa es que entre la región donde se encontraba la antigua Babilonia y el sitio en La Maná donde se encontraron los objetos, hay trazada una línea blanca que los une.
Con respecto a la pirámide, al no haber hasta el momento descubrimientos que acrediten la existencia de pirámides como las egipcias en América, se la ha considerado una representación de la Gran Pirámide de Giza, aunque extraña por la distancia de ámbas zonas terrestres separadas por miles de kilómetros. Pero aún están enterrados muchos misterios en las selvas de Ecuador.
Es gris, con pequeñas incrustaciones en oro a sus pies que representan la constelación de Orión, y otros glifos con caracteres indescifrables (un profesor alemán presidente de la Sociedad Lingüística de dicho país, Kurt Shildmann, dijo haber podido traducir dicho texto críptico como: “El hijo del creador está en la calle”).
Todas las piedras de La Maná reaccionaron bajo la luz ultravioleta, algunas formando numerosas constelaciones que brillaban como si se trataran de estrellas en el firmamento, pero en el caso de la pirámide, su ojo comienza a emitir luz propia originando unos destellos azules. Estos destellos tienen un grabado y las letras que aparecen, muy similares al texto del manuscrito voynich aún sin descifrar y con la escritura de la Isla de Pascua, son del “pre” sánscrito, por lo que serían más antiguas que la primera escritura conocida.
Actualmente, las Piedras de La Maná forman parte de la colección privada que posee en Ecuador Germán Villamar, quien recibió la colección supuestamente como una donación o legado por parte del Dr. Sotomayor.