Gobiernos y grandes multinacionales conspiran para que en un futuro cercano todos los ciudadanos occidentales llevemos un chip subcutáneo. Es la conspiración para la implantación masiva de chips.
Miguel Ángel Ruiz
13 de Diciembre de 2019 (13:00 CET)
Conspiración para la implantación masiva de chips
En 2006, la empresa de videoviligancia Citywatcher.com, de Cincinnati (Ohio), se convirtió en la pionera al comenzar a utilizar los «chips» para controlar el acceso de sus empleados a las zonas de seguridad restringidas de dicha compañía. El presidente de la empresa, Sean Darks, aclaró a la prensa que el chip era totalmente voluntario (¡cómo no!), como voluntaria era, también, cualquier perspectiva de ascenso en la compañía.
Gracias a Wikileaks, sabemos por un cable secreto (nº 198178, con fecha 22 de marzo de 2009) que Arabia Saudí sopesaba la opción de implantar un chip a presos y poder rastrearlos por bluetooth…
En 2012, en la John Jay High School de San Antonio (Texas), se obligó a los alumnos a llevar permanentemente un chip RFID colgado al cuello, con la amenaza de expulsión para quien no cumpliera el requisito. Andrea Hernández, que alegó motivos religiosos para no hacerlo, acabó fuera del instituto.
Para Andrea (y miles de personas que la apoyaron en Internet), la identificación de humanos con el RFID es la «marca de la Bestia» (Apocalipsis 13:16-17): «Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre».
Sea como fuere, el «Proyecto Localizador Estudiantil» del instituto generó diversas protestas ciudadanas, que consiguieron que se cancelase el mismo y que, finalmente, Andrea Hernández fuese readmitida en clase.
Escenario futuro
La pregunta, a partir de ahora, es cómo se avanzará hacia la implantación masiva. ¿Se decretará en algún estado un «chipeado» obligatorio pese a los problemas de repulsa que esto supone o se irán acumulando aquí y allá ejemplos individuales de implantación hasta que un día nos parezca normal?
Hay que recordar que en España (y seguramente en otras partes del mundo) entre 1997 a 2005 se pasó de tener 4 millones de líneas móviles a contabilizarse 42 millones. Es decir, pasamos de reírnos de quien tenía un teléfono móvil a reírnos de quien no lo tenía… En prácticamente 5 ó 6 años el escenario cambió radicalmente. ¿Podría repetirse el ejemplo con el chip?
Si lo logran, será el control absoluto del individuo
Sea como fuere el escenario elegido, por muy discreto y silencioso que éste fuese, antes o después habrá un debate en la opinión pública. Debate que ya se espera. En ese momento, es seguro que habrá grupos que se declaren insumisos, lo cual suscitará debates añadidos en prensa y televisión. Grupos antisistema o religiosos rechazarán una medida de control semejante.
Sin embargo, no es improbable que determinados medios de comunicación den una opinión favorable, quizá condicionados por cuestiones económicas. Éste también sería el momento de que otros grupos de usuarios (reales o financiados) se sumaran al carro del chip.
Quizá colegios o universidades muy caros y prestigiosos. Posiblemente a la vez reformatorios o institutos que avalen la mejora de sus servicios al implantar el chip… Toda una corriente de opinión al estilo de «no se puede ir contra el progreso».