Entre las leyendas que pueblan nuestro imaginario colectivo, una de las más poderosas es aquella sobre la existencia de una civilización situada en las profundidades del océano.
Es posible que el origen de esta fantasía haya sido el mito de la Atlántida que Platón refiere en su diálogo Timeo y que, a su vez, parece que se contró por primera vez en Egipto, donde algunos sacerdotes la relataron a Solón, el célebre legislador ateniense.
En esa leyenda, la Atlántida no tiene sólo la característica de ser submarina, sino que además presume un nivel sumamente avanzado de conocimiento y tecnología.
Su ruina, de hecho, se debió a que en cierto momento los sabios de la Atlántida emprendieron la búsqueda de la inmortalidad, lo cual atrajo la ira de los dioses, que destruyeron la ciudad.
Más allá de la veracidad o la falsedad de esta historia (que acaso sea imposible de comprobar, en cualquier sentido), podría al menos aceptarse la posibilidad de que haya culturas que el pasado sepultó en el olvido y de las cuales no quedó ni un solo vestigio.
La historia no necesariamente es el relato fiel de lo que pasó, sino apenas de lo que conocemos, y en ese sentido, ¿no es sensato darle un lugar a la ignorancia y aceptar simplemente que hay cosas que no sabemos?
Prueba de ello es un hallazgo realizado recientemente por un grupo de investigadores en el Mar del Norte, quienes en una expedición se toparon con lo que parecen ser los restos de una sociedad primitiva.
El descubrimiento se hizo en una zona que se localiza entre la costa este de la isla de Gran Bretaña, los Países Bajos, la costa oeste de Alemania y la península de Jutlandia (donde en su mayor parte se asienta Dinamarca).
Esta región es conocida en el medio científico especializado como Doggerland y, de acuerdo con diversas hipótesis, se supone que alguna vez fue el puente de unión entre la Europa continental y las islas británicas. De acuerdo con esta teoría, cerca del año 6500 antes de nuestra era el nivel del mar se elevó a tal grado que inundó la región y separó desde entonces ambos territorios.
Entre la evidencia que comprueba esta idea se encuentran precisamente las observaciones submarinas ahí realizadas. Hace unos años, por ejemplo, se encontraron en la zona los restos de un bosque fosilizado.
En esta ocasión, un grupo de científicos bajo la dirección del arqueólogo Vincent Gaffney (de la Universidad de Bradford, Reino Unido), encontró lo que parecen ser los indicios de un asentamiento humano que obtenía su sustento de la recolección y la caza.
Ya antes otras expediciones han hallado objetos de fabricación humana (puntas de lanza, herramientas de pedernal, etc.), pero hasta la fecha no se había estado tan cerca de confirmar la existencia de una sociedad asentada en la región. Gaffney espera obtener en el otoño la evidencia necesaria para confirmar este hallazgo.
Más allá de sus evocaciones legendarias, el descubrimiento contribuye a pensar de otra manera nuestra historia e incluso nuestro presente.
Nuestra especie se ha creado una imagen de sí misma como indisputable en este planeta, ¿pero qué nos dice que ese imperio no puede llegar a su fin? ¿Qué secretos guardan las profundidades de la Tierra sobre la posibilidad de una historia que no haya tomado en cuenta al ser humano?
mayo 31, 2019
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