En la Antigüedad Clásica, Escitia era la región euroasiática habitada por los pueblos escitas desde el siglo VIII a.C. hasta el II d.C..
Su extensión varió a lo largo del tiempo, pero en general comprendía las llanuras de la Estepa póntica desde el Danubio hasta las costas septentrionales del Mar Negro, tal como se lo indica en el mapa.
Las regiones conocidas como Escitia en los autores clásicos incluyen: La Estepa póntica: Kazajistán, sur de Rusia y Ucrania (habitadas por escitas desde al menos el siglo VIII a.C.); La región al norte del Caúcaso, incluida Azerbaiján. La posterior Sarmacia, Ucrania, Bielorrusia y Polonia hasta el mar Báltico (antiguamente conocido como Océano Sarmático);
La zona del sur de Ucrania y el Bajo Danubio, también llamada Escitia Menor. La región del Sakastán, habitada por los Sakas o Indo escitas, no suele ser considerada parte de Escitia.
En 1956 Marija Gimbutas presentó la hipótesis de los kurganes, que combinaba arqueología y lingüística para ubicar la sede originaria de los pueblos hablantes del protoindoeuropeo (PIE). Gimbutas nombró al conjunto de culturas en cuestión «Kurgán» (palabra rusa tomada del túrquico usada para determinar unos singulares túmulos sepulcrales) y siguió su supuesta difusión por Europa.
La hipótesis tuvo un impacto significativo en los estudios protoindoeuropeos. Los investigadores que estaban de acuerdo con Gimbutas identificaban la cultura de Kurganes o de Yamna como reflejo de una sociedad protoindoeuropea temprana que existió en las estepas pónticas desde el V milenio a. C. al III milenio a. C. La hipótesis de los kurganes como el origen del indoeuropeo asumía una expansión gradual de la cultura arqueológica de los kurganes hasta abarcar todas las estepas del Mar Negro –Kurgan IV–, siendo identificada con la cultura de Yamna entre el IV y III milenio a. C.
La siguiente expansión más allá de las estepas se identificó con unas culturas híbridas, como la cultura de las ánforas globulares en el oeste, la migración de protogriegos a los Balcanes y las culturas indoiranias nómadas hacia el este en torno al 2500 a. C. La domesticación del caballo, y luego el temprano uso del carro han sido considerados como los factores principales del aumento de movilidad de los grupos de los kurganes y de sus pretendidas victorias militares, facilitando su expansión sobre toda la región del grupo de Yamna.
En la hipótesis de los kurganes, la totalidad de las estepas pónticas son consideradas el Urheimat indoeuropeo (hogar original) y en ellas se habrían hablado un conjunto de dialectos del PIE tardío. La región cercana al Volga etiquetada comoUrheimat marca el lugar donde se han encontrado las restos más antiguos de la montura del caballo, que podrían corresponder a un núcleo de PIE temprano o pre-PIE del V milenio a. C. Se ha propuesto la cultura “kurganizada” del ánfora globular como un Urheimat secundario, que se separó en la Cultura del Vaso Campaniforme y de la Cerámica de Cuerdas en torno a 2300 a. C. De este núcleo de indoeuropeización podrían proceder la mayoría de las lenguas indoeuropeas de Europa: las lenguas itálicas, las lenguas celtas, las lenguas germánicas y otros grupos parcial o totalmente extintos, como las lenguas paleobalcánicas y de Centroeuropa. A ello habría que añadir posiblemente el protomicénico. En las estepas, supuesto Urheimat primario, seguiría existiendo hablantes de indoeuropeo. Habría por tanto dos núcleos principales de indoeuropeización, cada uno siguiendo una evolución independiente: el Urheimat secundario o complejo europeo, y el Urheimat primario, del cual seguirían partiendo tribus, como las iranias y las indoarias. Las lenguas iranias (como el antiguo escita o el oseta) pueden considerarse herederas de la lengua indoeuropea original hablada por tribus que nunca abandonaron su hogar primigenio.
Los sármatas (sarmatae o saurómatas -la segunda forma utilizada sobre todo por los antiguos escritores griegos, la primera por los romanos) fueron un pueblo al que Heródoto ubica en el siglo V a. C. en la frontera oriental de Escitia, más allá del Tanais (actual río Don). En el siglo III a. C. los sármatas avanzaron desde el Cáucaso invadiendo gran parte del territorio que hasta entonces ocupaban los escitas, en el siglo II a. C. se encuentra a los sármatas fuertemente instalados en las estepas que rodean al mar Negro, principalmente en territorios que actualmente corresponden a Ucrania y Polonia, de allí que en geografía se nombre a las llanuras de Europa Oriental al este de los Cárpatos con el nombre de Llanura Sarmática. Luego alcanzaron su máxima expansión hacia el siglo I a. C., cuando se extendían desde el mar Negro hasta el mar Báltico y desde el Volga hasta el Vístula y el valle medio del Danubio. Tal territorio fue llamado por los romanos Sarmatia (Sarmacia). Su final como potencia bélica se produce hacia el siglo III, cuando se extiende el «imperio» de los godos hasta Crimea y luego deben afrontar el ataque de los vándalos y los hunos. Eran un pueblo al parecer de familia iraní relacionado con los escitas, con quienes tenían grandes semejanzas culturales.
Los sármatas nunca llegaron a constituir un estado unificado, ya que se encontraban divididos en varias «tribus» o parcialidades, algunas de ellas han persistido hasta tiempos contemporáneos y otras se han fundido con otros pueblos (los sármatas son uno de los principales linajes de los actuales eslavos), entre las parcialidades las más destacadas eran las de los alanos, roxolanos, yázigas y algunos creen que los rashu del noroeste del mar Caspio formaron parte de estos sármatas-eslavos al emigrar, conocidos por los romanos y judíos como ros. La tecnología militar del pueblo sármata influenció la tecnología de sus aliados tanto como la de sus enemigos. Las cualidades guerreras de los sármatas, de sus ancestros, los saurómatas, y de sus descendientes, los alanos, han sido, a menudo, descritas por los autores antiguos. Polibio, Diodoro Sículo, Estrabón, Flavio Josefo, Tácito, Pausanias o Dion Casio han dejado cuadros testimoniales muy vivos de estas tribus iraníes que tenían costumbres tan exóticas para los griegos y los romanos. Muy jerarquizados, los sármatas tuvieron varios reyes y, por lo menos, una reina: Amagê. De hecho, las mujeres tenían una elevada posición social y las guerreras de la fase antigua, que realmente existieron, han contribuido a mantener vivo el mito de las amazonas. Inicialmente instalados entre el Don y el Ural, los primeros sármatas invadieron los territorios de los escitas. Después, vencieron a los partos y a los armenios. Desde el final del siglo I a. C., se enfrentaron a los romanos en el sur del Danubio. Durante el siglo II, después de varias confrontaciones, los romanos reclutaron a varios lanceros sármatas. Más tarde, crearon unidades que tomaron de los sármatas la armadura de escamas, la lanza larga, la espada con pomo anular y hasta su insignia: el Draco (una especie de palo tubular cuya embocadura de bronce representa la boca de un dragón). ¡El dragón de tantas tradiciones!
Escitas (era el nombre dado en la Antigüedad a los miembros de un pueblo, o grupo de pueblos, de origen iranio, caracterizados por una cultura basada en el pastoreo nómada y la cría de caballos de monta.
Durante la Antigüedad Clásica, los escitas dominaron la Estepa póntica, la cual recibió el nombre de Escitia. En la Antigüedad tardía fueron sometidos por los sármatas, un pueblo culturalmente afín que terminó suplantándolos como amos de las estepas. La mayor parte de lo que se conoce sobre los escitas procede de fuentes extranjeras, concretamente griegas y latinas. Las principales de ellas son el libro IV de la Historia de Heródoto (440 a. C.), la Geografía de Estrabón y el poema de Ovidio, Epístola desde el Ponto, que describe principalmente la Escitia Menor, ambos de la misma época. La arqueología ha descubierto testimonios de la cultura escita en los montículos funerarios de Ucrania y el sur de Rusia. La denominación “escita” también ha sido usada para referirse a otros pueblos de costumbres similares o que ocuparon las regiones de Rusia, Ucrania y Asia Central, conocidas durante largo tiempo como Escitia. Se sabe que tuvieron sus antecedentes desde el año 2000 a. C., pero su primera aparición en la historia es una alianza con los asirios en el siglo VII a. C. Siglos más adelante colaboraron con los medos —tribu irania emparentada con los persas— para desmembrar al Imperio asirio.
Con sus correrías por las llanuras al norte del mar Negro, estos guerreros seminómadas impresionaron a los antiguos griegos por su habilidad como jinetes y arqueros, sus costumbres y riquezas. Ágiles jinetes y diestros arqueros, tan feroces como valientes, los escitas bebían en los cráneos de sus enemigos y daban muerte a los servidores de sus caudillos para que los acompañaran en el Más Allá. Victoriosos sobre el Imperio persa, en las tumbas de sus reyes el brillo del oro atestigua su pasión por la belleza y el lujo. Los escitas fueron un temible pueblo nómada de lengua irania y probable origen en las estepas de Asia -entre el mar de Aral y el lago Baikal-, que se asentó en lo que hoy es el sur de la Federación Rusa y Ucrania. Durante aproximadamente un milenio fueron protagonistas de la historia antigua de Oriente Próximo, llegando a invadir Egipto a finales del siglo VII a.C. -tal vez en su momento de máximo poder- y siendo mencionados en el recuento de pueblos del Génesis. En el 330 a.C. los escitas fueron vencidos por Alejandro Magno y desaparecieron de la historia de forma enigmática. Uno de los mitos sobre el origen de los escitas refiere que eran descendientes de Escita, hijo de Hércules y de un monstruo, mitad mujer mitad serpiente, que habitaba cerca del mar Negro. Las costumbres sanguinarias de los escitas reales, la élite guerrera de este pueblo, aterrorizaban a sus enemigos y su barbarie se hizo proverbial en Grecia y Oriente. Los nómadas escitas eran jinetes invencibles y diestros arqueros que se adornaban con pieles y cabezas humanas como trofeos. Con la piel de la mano derecha cubrían el carcaj y destinaban la del tronco a confeccionar estandartes.
A su dieta, pobre y monótona, y a su modo de vida sedentario (siempre marchaban a caballo o en carro) se atribuyen la impotencia y la esterilidad proverbiales entre los hombres escitas. Tras tener contacto con los difuntos, se sometían a un ritual que incluía una sauna en la que se embriagaban con el humo producido por granos de cánnabis. Tras las guerras con Persia en el siglo VI a.C., los escitas tuvieron un reino estable al norte del mar Negro entre los siglos V y IV a.C., con una potente dinastía real fundada por Ariapites. Y sus contactos con las ciudades griegas se hicieron más fluidos.
El poderío de los reyes fue creciendo hasta que chocaron con otra potencia emergente, la Macedonia de Filipo II, padre de Alejandro Magno. Aunque los escitas fueron derrotados en el año 339 a.C., muriendo en combate su rey Ateas, los macedonios no consiguieron someterlos totalmente. Sin embargo, no mucho después de la muerte de Alejandro, en torno al 300 a.C., el reino escita desapareció súbitamente sin dejar rastro. No volvieron a la historia hasta que, a comienzos del siglo XX, los arqueólogos rusos excavaron los kurganes y confirmaron las noticias de Heródoto.
Acostumbrados a una vida dedicada a proteger sus ganados y apoderarse de los ajenos, los escitas fueron un pueblo sumamente belicoso. Lamentablemente no se conservan datos concretos y detallados sobre sus tácticas de batallas, pero, a juzgar por las acciones de pueblos con mucho en común, sus enfrentamientos se iniciaban con seguridad con una mortífera lluvia de flechas a gran distancia, seguidos de ataques y retiradas fingidas para atraer al enemigo a posiciones vulnerables. Una vez terminadas las flechas, los infantes se acercaban al enemigo a una distancia prudencial y atacaban con una descarga de venablos y jabalinas antes de acometer el cuerpo a cuerpo. Los nobles con armaduras, sobre los caballos más grandes, dominaban esa fase del combate.
Frente a oponentes poderosos, los escitas se retiraban a la estepa, hostigando a los invasores y escogiendo el mejor momento para el contraataque (guerra de guerrillas). Emplearon estas tácticas contra la monarquía persa aquemenida de Darío I cuando invadió Escitia en el año 512 a.C.
Se retiraron ante el avance de las tropas persas, para luego regresar, de improviso para acosarlos y volver a desaparecer, repitiendo esta maniobra hasta agotar al ejército persa, que nunca encontraba un frente de batalla. Día y noche la línea de suministros de los persas era acosada y su caballería era derrotada.
Lo único que salvo a Darío fue su infantería, armada principalmente con arcos compuestos, y sus mulas y burros, que, desconcertaban a los caballos escitas por sus ruidos y aspecto extraño para ellos. Al final, Darío tuvo que iniciar una vergonzosa retirada, para que su ejército no muriera de hambre.
Según Heródoto, después de la toma de Babilonia sucedió la expedición de Darío contra los Escitas, de quienes el rey decidió vengarse, viendo al Asia floreciente así en tropas como en copiosos réditos de tributos; pues habiendo los Escitas entrado antes en las tierras de los Medos y vencido en batalla a los que les hicieron frente, habían sido los primeros mo-tores de las hostilidades, conservando, como llevo dicho, el imperio del Asia superior por espacio de veintiocho años. Yendo en seguimiento de los Cimerios, dejáronse caer sobre el Asia, e hicieron entretanto cesar en ella el dominio de los Medos: pero al pretender volverse a su país los que habían peregrinado veintiocho años, se les presentó después de tan larga ausencia un obstáculo y trabajo nada inferior a los que en Media habían superado.
Halláronse con un ejército formidable que salió a disputarles la entrada de su misma casa, pues viendo las mujeres Escitas que tardaban tanto sus maridos en volver, se habían interinamente ajuntado con sus esclavos, de quienes eran hijos los que a la vuelta les salieron al encuentro. Los Escitas solían cegar a sus esclavos para mejor valerse de ellos en el cuidado y confección de la leche, que era su bebida ordinaria, en cuya extracción empleaban unos cañutos de hueso muy parecidos a una flauta, metiendo una extremidad de ellos en las partes naturales de las yeguas, y aplicando la otra a su misma boca con el fin de soplar. Y al tiempo que unos están soplando van otros ordeñando; y dan por votivo de esto, que al paso que se hinchan de viento las venas de la yegua, sus ubres van subiendo y saliendo hacia fuera. Extraída así la leche, derrámanla en una vasijas cóncavas de madera, y colocando alrededor de ellas a sus esclavos ciegos, se la hacen revolver y batir y lo que sobrenada de la leche así removida lo recogen como la flor y nata de ella y lo tienen por lo más delicado, estimando en menos lo que se escurre al fondo. Para este ministerio quitan la vista los Escitas a cuantos esclavos cogen, muchos de los cuales no son labradores, sino pastores únicamente.
Del trato de estos esclavos con las mujeres había salido aquella nueva prole de jóvenes, que sabiendo de qué origen y raza procedían, salieron al encuentro a los que volvían de la Media. Ante todo, para impedirles la entrada, tiraron un ancho foso desde los montes Táuricos hasta la Meotida, vastísima laguna; y luego, plantados allí sus reales, y resistiendo a los Escitas que se esforzaban para entrar en sus tierras. Vinieron a las manos muchas veces, hasta que al ver que las tropas veteranas no podían adelantar un paso contra aquella juventud, uno de los Escitas habló así a los demás: -«¿Qué es lo que estamos haciendo, paisanos? Peleando con nuestros esclavos como realmente peleamos, si somos vencidos quedamos siempre tantos señores menos cuantos mueran de nosotros; si los vencemos, tantos esclavos nos quedarán después de menos cuantos fueren sus muertos. Oid lo que he pensado que dejando nuestras picas y ballestas, tomemos cada uno de nosotros el látigo de su caballo, y que blandiéndolo en la mano avance hacia ellos; pues en tanto que nos vean con las armas en la mano se tendrán aquellos bastardos miserables por tan buenos y bien nacidos como nosotros sus amos. Pero cuando nos vieren armados con el azote en vez de lanza, recordarán que son nuestros esclavos, y corridos de sí mismos, se entregarán todos a la fuga.».
Ejecutáronlo todos los que oyeron al Escita, y espantados los enemigos por el miedo de los azotes, dejando de pelear, dieron todos a huir. De este modo los Escitas obtuvieron primero el imperio del Asia, y arrojados después por los Medos volvieron de nuevo a su país; y aquella era la injuria para cuya venganza juntó Darío un ejército contra ellos. Según Heródoto: “La nación de los Escitas era la más reciente y moderna, según confesaban ellos mismos, que refieren su origen de este modo. Hubo en aquella tierra, antes del todo desierta y despoblada, un hombre que se llamaba Targitao, cuyos padres fueron Júpiter y una hija del río Borístenes” . Téngolo yo por fábula, pero ellos se empeñan en dar por hijo de tales padres a Targitao, y en atribuir a ese tres hijos, Lipoxais, Arpoxais y Colaxais el menor de todos. Reinando estos príncipes, cayeron del cielo en su región ciertas piezas de oro, a saber, un arado, un yugo, una copa y una segur. Habiéndolas visto el mayor de los tres, se fue hacia ellas con ánimo de tomarlas para sí, pero al estar cerca, de repente el oro se puso hecho un ascua, apartándose el primero, acercóse allá el segundo, y sucedióle lo mismo, rechazando a entrambos el oro rojo y encendido; pero yendo por fin el tercero y menos de todos, opagóse la llama, y él fuese con el oro a su casa. A lo cual atendiendo los dos hermanos mayores, determinaron ceder al menor todo el reino y el gobierno”.
Añaden que de Lipoxais desciende la tribu de los Escitas llamados Aucatas, Del segundo, Arpoxais, la de los que llevan el nombre de Catiaros y de Traspies. Y del más joven los que se llaman Paralatas. El nombre común a todos los de la nación dicen que es el de Scolotos, apellido de su rey, aunque los Griegos los nombren Escitas. Tal es el origen y descendencia que se dan a sí mismos. Respecto de su cronología, dicen que desde sus inicios y su primer rey Targitao, hasta la venida de Darío a su país, pasaron nada más de mil años. Los reyes guardan aquel oro sagrado que les vino del cielo con todo el cuidado posible, y todos los años, en un día de fiesta celebrado con grandes sacrificios, van a sacarlo y pasearlo por la comarca. Y añaden que si alguno en aquel día, llevándolo consigo, se quedase a dormir al raso, ese tal muriera antes de pasar aquel año. «Viendo Colaxaislo dilatado de la región, repartióla en tres reinos, dando el suyo a cada uno de sus hijos, si bien quiso que aquel en que hubiera de conservarse el oro divino fuese mayor que los demás». Según ellos, las tierras de sus vecinos que se extienden hacia el viento Bóreas son tales, que a causa de unas plumas que van volando por el aire, ni es posible descubrirlas con la vista, ni penetrar caminando por ellas, estando toda aquella tierra y aquel ambiente lleno de plumas, que impiden la vista a los ojos.
Después de oír a los Escitas hablando de sí mismos, de su país y de lo que se extiende más allá, oigamos acerca de ellos a los Griegos que moran en el Ponto Euxino. Cuentan que Hércules al volver con los bueyes de Gerion llegó al país que habitan al presente los Escitas, entonces despoblado.
Añaden que Gerion moraba fuera del Ponto o Mediterráneo en una isla vecina a Gades, más allá de las columnas de Hércules, llamada por los Griegos Erithrea (¿Atlántida?), y situada en el Océano. Y que este Océano, empezando al Levante, gira alrededor del continente. Desde allá vino, pues, Hércules a la región llamada ahora Escitia, en donde como le acogiese un recio y frío temporal, cubrióse con su piel de león y se echó a dormir. Al tiempo que dormía dispuso la Providencia que desaparecieran las yeguas, que sueltas del carro estaban allí paciendo.
Levantado Hércules de su sueño, púsose a buscar a sus perdidas yeguas, y habiendo girado por toda aquella tierra, llegó por fin a la que llaman Hilea, donde halló en una cueva a una doncella de dos naturalezas: semivíbora a un tiempo y semivirgen, mujer desde las nalgas arriba y sierpe de las nalgas abajo. Algo similar a los nagas de la India. Causóle admiración el verla, pero no dejó de preguntarle por sus yeguas sí acaso las había visto por allí descarriadas. Respondióle ella que las tenía en su poder; pero que no se las devolvería a menos que no quisiese conocerla, con cuya condición y promesa la conoció Hércules sin hacerse más de rogar.
Y aunque ella con el objetivo de gozar por más largo tiempo de su buena compañía íbale dilatando la entrega de las yeguas, queriendo él partir con ellas, restituyóselas y dijo: -«He aquí esas yeguas que por estos páramos hallé perdidas; pero buenas albricias me dejas por el hallazgo, pues quiero que sepas como me hallo encinta de tres hijos tuyos. Dime lo que quieres que haga de ellos cuando fueren ya mayores, si escoges que les dé habitación en este país, del que soy ama y señora, o bien que te los remita.» Esto dijo, a lo que él respondió: -«Cuando los veas ya de mayor edad, si quieres acertar, haz entonces lo que voy a decirte. ¿Ves ese arco y esa banda que ahí tengo? Aquel de los tres a quien entonces vieres apretar el arco así como yo ahora, y ceñirse la banda como ves que me la ciño, a ese harás que se quede por morador del país; pero al que no fuere capaz de hacer otro tanto de lo que mando, envíale fuera de él. Mira que lo hagas como lo digo; que así tú quedarás muy satisfecha, y yo obedecido.».
Habiéndole hablado así, dicen que de dos arcos que Hércules tenía, aprestó uno y sacando después una banda que tenía unida en la parte superior una copa de oro, púsole en las manos el arco y la banda, y con esto se despidió. Después que ella vio crecidos a sus hijos, primero puso nombre a cada uno, llamando al mayor Agatirso, Gelono al que seguía, y al menor Escita, teniendo después presentes las órdenes de Hércules, que puntualmente ejecutó.
Y como en efecto no hubiesen sido capaces dos de sus hijos, Agatirso y Gelono, de hacer aquella prueba de valor en la contienda, partieron de su tierra arrojados por su misma madre. Pero habiendo cumplido Escita con la empresa propuesta, quedó dueño de la región. Y de él descienden por línea directa cuantos reyes hasta aquí han tenido los Escitas. Para rememorar aquella copa, los Escitas traen sus copas pendientes de sus bandas, y esto fue lo único que mandó la madre a su hijo Escita. Así cuentan esta historia los Griegos colonos del Ponto. Pero circula otra historia: Apurados y agobiados en la guerra por los Masagetas, los Escitas nómadas o pastores que moraban primero en el Asia, dejaron sus tierras y pasando el río Araxcs se fueron hacia la región de los Cimerios, de quienes era antiguamente el país que ahora poseen los Escitas. Viéndolos aquellos Cimerios venir contra ellos, entraron a deliberar lo que sería conveniente hacer siendo tan grande el ejército que se les acercaba. Dividiéronse en dos bandos, uno de los cuales seguía a sus reyes, el otro opinaba que no convenía entrar en contienda ni exponerse al peligro siendo tantos los enemigos y que era menester abandonar el país.
La opinión de sus reyes era que había de pelear a favor de la patria contra los que venían. Ni el pueblo quería obedecer a sus reyes, ni éstos ceder a aquél. El pueblo estaba obstinado en que sin disparar una flecha era preciso marchar cediendo la tierra a los que venían a invadirla. Los reyes continuaban en su resolución de que mejor era morir por su patria con las armas en la mano, que acompañar en la huida a la muchedumbre. Obstinándose los dos bandos en sus opiniones y viéndose iguales en número, vinieron a las manos entre sí. Los sobrevivientes cimerios enterraron a los que de ambos bandos murieron en la batalla cerca del río Tiras, donde hasta el presente se pueden ver todavía sus sepulturas. Por ello los Escitas se apoderaron de una región desierta. Parece que los Cimerios, huyendo hacia el Asia, poblaron aquella península donde ahora está la ciudad griega de Sínope. Y que los Escitas, yendo tras ellos, vinieron a parar en Media, porque los Cimerios se retiraron siguiendo siempre la costa. Y los Escitas, dejando el Cáucaso a su derecha, los iban buscando, hasta que internándose tierra adentro se metieron en el referido país. Más tarde los escitas destruyeron un ejército macedonio enviado por Alejandro Magno para sojuzgarlos, aunque antes habían sido ellos derrotados en los Balcanes por Alejandro y sus falanges. Desde finales del siglo IV a.C., otros nómadas de las estepas, los sármatas, invadieron los territorios escitas provenientes del Este y terminaron por expulsarlos. Un motivo de este resultado pudo estar relacionado con los caballos de los nobles sármatas. Mientras que la raza sármata común era pequeña y veloz, las carcasas y esqueletos de caballos encontrados en el yacimiento de Pazyryk, Asia Central, revelan que estos animales alcanzaron una alzada de 152 cm o más.
Normalmente de color pardo o castaño, a veces bayo, con cascos oscuros (que, como se sabe, son menos propensos a romperse o desgastarse que los claros), los machos estaban castrados. Con estos animales, los sármatas podían contar con una caballería pesada, de hombres y caballos vestidos de armadura, aunque no de metal sino de escamas de cascos de caballo o cuero ligero y resistente. Los hombres llevaban largas lanzas con ambas manos y cargaban a un galope suicida.
Apoyados por sus propios arqueros a caballo, debieron disfrutar de una gran ventaja sobre la caballería escita, más ligera. En las antiguas fuentes chinas se los denomina sai. En los Reinos medios de la India se los conocía con el nombre de shaka (nombre que a veces se restringe a la más septentrional de sus tribus y otras cosas). En documentos persas traducidos al latín del griego se les llama saces [sakes] o sacii [sakii] (en latín la c se pronuncia como k).
También en latín se usa el nombre sármatae (sármatas) y en griego scythae, aunque el nombre que se daban a sí mismos habría sido alān o aryānah. Este nombre ha pervivido en el moderno nombre osetio īron. Por otra parte se considera que el gentilicio del actual pueblo osetio es una variante de escita. En idioma acadio, los escitas eran los gugu (jefes) de las tierras de Mat Gugu. En idioma sumerio, la palabra gug significa ‘oscuridad’ o ‘tinieblas’. En hebreo esta palabra gug (o gog) significa ‘alto’ o ‘techo’ y figuradamente ‘soberbio’. En conclusión estos significados unidos se parafrasean como “los escitas (Gog) que vienen de las tierras tenebrosas”.
Los arios se expandieron en Europa por mar y tierra bajo muchos nombres. Y bajo el Imperio Británico se extendieron por distintas partes del mundo. Los Escitas, otro grupo ario, también migraron desde el norte del Cáucaso hacia Europa donde su nombre fue cambiado por los romanos para distinguirlos de otros pueblos. Los emblemas sagrados de los Escitas incluían la serpiente, el buey (Nimrod / Tauro), el fuego (el Sol, conocimiento), y Tho o Theo, el dios a quien los egipcios llamaron Pan. Los romanos llamaron a los Escitas los Sarmatae (Sármatas) y los Germani, de la palabra del latín Germanus, que quiere decir “genuino“. Los Escitas fueron conocidos, por lo tanto, como el “Pueblo Genuino” y por supuesto de Germani se pasa a germanos y Germany (Alemania). Este cambio de nombre es confirmado por los escritos del historiador romano Plinio y del griego Strabo. Los Anglo-Sajones que invadieron Gran Bretaña también eran conocidos como Germani por los romanos. La región llamada Vieja Sajonia es Alemania del norte y Países Bajos de hoy en día. Tanto los Anglos como los Sajones vinieron desde el mismo origen genético – los Cimerios y Escitas blancos del Cáucaso y del Medio / Próximo Oriente. Es lo mismo con Guillermo el Conquistador y sus Normandos, las últimas personas en invadir Gran Bretaña en 1066 en la batalla de Hastings. Los términos Normando y Normandía se originan en Norsemen (hombres del Norte) o escandinavos, porque vinieron desde Escandinavia para habitar esa región de Francia.
En el Antiguo Testamento (de la Biblia) los describen varios profetas. Sus contemporáneos los consideraban muy salvajes y sanguinarios porque tomaban la sangre de su primera víctima en una batalla y vestían con cueros cabelludos humanos así como usaban cráneos humanos (en ocasiones de sus propios amigos y familiares que habían matado en alguna querella o duelo) como vasijas.
Algunas tribus escitas no enterraban a sus muertos y esperaban que los buitres se los comieran y si esto ocurría era un augurio de bienestar para la tribu. El águila era una encarnación del dios del viento para algunos de ellos, copiaron esta creencia de los sumerios. También antes de una guerra enviaban pensamientos malos como saetas a los enemigos para matarlos y si estos no morían o se enfermaban procedían a la guerra.
Las tribus llamadas «escitas reales» que se asentaron en Ucrania, sembraban trigo para vendérselo a los griegos. Además del origen histórico se le atribuyen algunas leyendas al origen de este pueblo desde una que los hace descender del mismísimo Zeus del Olimpo, hasta otra que narra la disputa de tres hermanos por un hacha, un arado, un yugo y un vaso de oro caídos del cielo. Los escitas tenían la creencia de que el oro les había sido proporcionado por los Arimaspos, seres de un solo ojo como los Cíclopes, los cuales habían robado tesoros de los nidos de los grifos.
Los hebreos creían que los cimerios (que en la Biblia se los conoce como descendientes de Gómer, el nieto de Noé por Jafet, su hijo) eran la tribu madre de los escitas criadores de caballos, que en el Libro del Génesis se les conoce como descendientes de Askenaz (o Askenazí), el primero de los tres hijos de Gómer mencionados en el Génesis. Los cimerios eran antiguos nómadas ecuestres que, según el historiador griego Heródoto (siglo V a. C.), habitaban originariamente en la región norte del Cáucaso y el mar Negro, en la actual Rusia y Ucrania, entre el siglo VIII a. C. y el VII a. C. Registros asirios, sin embargo, los ubican primero en la región de Azerbaiyán en el 714 a. C.
Sus orígenes son oscuros, ya que podrían ser tanto indoeuropeos como uralo-altaicas, si bien esta última teoría no es ampliamente aceptada. Su idioma se considera que podría estar emparentado con el tracio o con las lenguas iranias. La «hipótesis tracia» está basada en el hecho de que el autor griego Estrabón relaciona en un pasaje a los trericon los tracios y en otro con los cimerios. La «hipótesis irania», por otro lado, argumenta que la cultura de los cimerios en Asia Menor es indistinguible de la contemporánea de los escitas. Adicionalmente, los términos asirios Gimirri (cimerio) y persa Saka (escita) son usados como sinónimos en fuentes del antiguo Oriente Próximo, notoriamente en la famosa Inscripción de Behistún. Por estos dos motivos muchos expertos, incluyendo al ruso Askold Ivancik, suponen su relación próxima con los escitas.
De todas maneras, aún si los cimerios fueran tracios o pertenecientes a alguna desconocida rama indoeuropea o no-indoeuropea, podrían haber tenido una clase irania dominante, como fue el caso de los escitas. A comienzos del siglo XX fueron asociados con los protoindoeuropeos (arios o jafetitas). Jafet es el primero de los tres hijos de Noé que la Biblia menciona como progenitor de los pueblos indoeuropeos. Muy poco se sabe arqueológicamente de los cimerios de la costa norte del mar Negro. Se ha relacionado con la llamada cultura de catacumbas de Rusia meridional, que parece haber sido derrocada por la cultura Srubna que avanzaba desde el lejano oriente. La cultura de Srubna, también cultura de las tumbas de madera, era una cultura de la Edad del Bronce tardía (siglos XVI-IX a. C.).
Es sucesora de la cultura Yamna, de la cultura de las catacumbas y de la cultura de Abáshevo. Ocupaba el área compredida entre la costa septentrional del mar Negro desde el río Dniéper hacia el este por encima de las vertientes septentrionales del Cáucaso hasta las costas del mar Caspio, cruzando el Volga, hasta los límites de la aproximadamente contemporánea cultura de Andrónovo. El nombre deriva del ruso cруб (srub), “marco de madera“, por la forma en que eran construidas las tumbas. Se enterraban partes de animales con los cuerpos. La economía era agrícola mixta y pasto de ganado. Los cimerios históricos se ha sugerido que descendieran de esta cultura. La cultura de Srubna es sucedida por los escitas y sármatas en el I milenio a. C. y por los jázaros y cumanos en el I milenio d. C.
Esto concordaría con el relato griego de cómo los cimerios fueron desplazados por los escitas. También en la Biblia el profeta Ezequiel, en el año 593 a. C., relata que Gog (los escitas) de las tierras de Magog (estepas del Turquestán) dirigía los ataques de conquista contra varios pueblos del Medio Oriente. En el idioma acadio estos nombres son Gugu y Mat Gugu. Sin embargo, la expulsión de la cultura de las catacumbas data del segundo milenio antes de Cristo, varios siglos antes de que haya registros de la aparición de los escitas en Asia. Las diferencias de fechas son difíciles de reconciliar. Algunos restos arqueológicos encontrados en Ucrania y el norte del Cáucaso han sido relacionados con los cimerios. Los mismos son de un estilo claramente diferente tanto de los posteriores escitas como de los anteriores Yamna. El primer registro histórico de los cimerios aparece en los anales de Asiria en el año 714 a. C.
Allí se describe cómo un pueblo denominado Gimirri, que ayudó a las fuerzas de Sargón II a vencer al reino de Urartu. Su tierra original, llamada Gamir o Uishdish, parece haber estado ubicada dentro del estado de Mannae. El geógrafo Claudio Ptolomeo ubicaría luego la ciudad cimeria de Gomara en esta región. Algunos autores modernos sostienen que los cimerios eran mercenarios, a los que los asirios conocían como Khumri, reubicados allí por Sargón.
Otros los relacionan con la cultura del vaso campaniforme de cerámica, atribuida a mercaderes cimerios que llegaron hasta Europa. Sin embargo, relatos griegos posteriores describen a los cimerios viviendo previamente en las estepas, entre los ríos Tyras (Dniéster) y Tanais (Don). Los mismos son descriptos en la Odisea de Homero como habitantes de una tierra de niebla y oscuridad al borde del mundo, en la costa del Océano. Varios reyes cimerios son mencionados en fuentes griegas y de la Mesopotamia, incluyendo Tugdamme (Lygdamis en griego; mediados del siglo VII a. C.), y Sanda Kshatra (finales del siglo VII a. C.).
De acuerdo con las Historias de Heródoto (440 a. C.), los cimerios habrían sido expulsados de las estepas por los escitas. Para asegurarse el entierro en su tierra ancestral, los hombres de la familia real cimeria se dividieron en grupos y lucharon entre sí hasta la muerte. Los campesinos cimerios enterraron los cuerpos a lo largo del río Tyras y huyeron del ataque escita a través del Cáucaso hasta Anatolia y el Oriente Próximo. Su influencia parece haberse extendido desde Mannae hacia el Este a través de los asentamientos medos de los montes Zagros, y al sur hasta el Elam. Las migraciones de los cimerios fueron registradas por los asirios, cuyo rey, Sargón II, murió en batalla contra ellos en 705 a. C. Subsecuentemente los registros sobre este pueblo apuntan su conquista de Frigia en 696-695 a. C., lo que llevó al rey frigio Midas a envenenarse antes de ser capturado. En 679 a. C., durante el reinado de Esarhaddon de Asiria, atacaron Cilicia y Tabal (o Tubal) bajo su nuevo líder Teushpa. Esarhaddon los derrota cerca de Hubushna (tentativamente identificada con la moderna Capadocia). En el 654 o 652 a. C. —la fecha exacta no es clara— los cimerios atacaron el reino de Lidia, matando al rey lidio Giges y causando gran destrucción a la capital de Lidia, Sardes. Regresaron diez años más tarde durante el reinado del hijo de Giges Ardis II y esta vez capturaron la ciudad, con la excepción de la ciudadela. La caída de Sardes fue un gran golpe a los poderes de la región. Los poetas griegos Calino y Arquíloco registraron el pavor que este hecho inspiró en las colonias griegas de Jonia, algunas de las cuales fueron hostigadas por asaltantes cimerios.
Sin embargo, la ocupación cimeria de Lidia fue breve, posiblemente debido a una plaga. Entre los años 637 y 626 a. C. fueron derrotados por Aliates II de Lidia. Esta derrota marcó efectivamente el fin del poder cimerio. El término Gimirri fue usado cerca de una centuria después en la Inscripción de Behistún (515 a. C.) como un equivalente babilonio del persa saka (escitas). La inscripción de Behistún es a la escritura cuneiforme lo que la piedra Rosetta a los jeroglíficos egipcios: el documento clave para el desciframiento de una escritura perdida, que muestra el mismo texto en otro idioma conocido. Se encuentra en la provincia de Kermanshah, al oeste de Irán. Fue erigida por el rey Darío I de Persia.La inscripción incluye tres versiones del mismo texto, escritas en tres escrituras y lenguajes diferentes: persa antiguo, elamita y babilonio. Un oficial del ejército británico, Sir Henry Rawlinson, transcribió la inscripción en dos momentos, en 1835 y 1843. Rawlinson pudo traducir el texto cuneiforme en antiguo persa en 1838, y los textos elamitas y babilonios fueron traducidos por Rawlinson y otros después de 1843. El lenguaje babilonio era una forma tardía del acadio; ambas son lenguas semíticas. Pero no existen menciones posteriores de los cimerios en Asia, siendo su destino final incierto. Se ha especulado que se asentaron en Capadocia, conocida en armenio como Gamir (el mismo nombre que la tierra ancestral cimeria en Mannae). Sin embargo, ciertas tradiciones francas los ubican en la desembocadura del Danubio (Sicambres).
Lidia o Reino de Lidia fue una región histórica situada en el oeste de la península de Anatolia, en lo que hoy son las provincias turcas de Izmir y Manisa. Fue reino e imperio desde la caída del Imperio hitita hasta su conquista por los persas, según parece desde el 1300 a. C. Destacó como potencia comercial y fue conocida por su riqueza en oro, proveniente del río Pactolo y de las minas del monte Tmolo. Actualmente se cree que su riqueza provenía más de la fertilidad de sus campos o bien de su superioridad comercial respecto a los griegos. Fue el primer lugar donde se acuñó moneda, antes incluso que en China o India. Esas primeras monedas datan del reinado de Giges, en la segunda mitad del siglo VII a. C., hacia el 620 a. C., e incluso antes, durante el reinado de Ardis II (652-621 a. C.). Los conocimientos actuales se apoyan en los hallazgos de monedas de electro u oro blanco, cuyos yacimientos principales se hallan en Éfeso, en la costa de Asia Menor.
Debido a su expansión por las costas jonias y a la enorme influencia cultural que los jonios tuvieron sobre los lidios, en ciertos periodos históricos muchos historiadores consideran a Lidia, si no parte de los pueblos griegos, al menos altamente helenizados. Esta aculturación fue mutua, aunque de menor intensidad por parte lidia, de manera que los avances musicales, comerciales e incluso la literatura y los juegos populares lidios fueron adoptados por los griegos, mientras que la arquitectura, la religión y la vestimenta griegas influyeron en las lidias. No obstante siempre existieron diferencias entre griegos y lidios, una de las más llamativas fue el trato otorgado a la mujer por parte de los hombres, mucho más ecuánime en la sociedad lidia. Autores clásicos como Estrabón, observando más diferencias que similitudes, concluyeron que los lidios no eran parte de los pueblos griegos. Se desconocen prácticamente todos los datos de la mitología lidia, y tanto su literatura como sus rituales se han perdido, en ausencia de cualquier monumento o área arqueológica que haya aportado inscripciones extensas. Ésta es la causa de que cualquier referencia a los mitos que envolvieron a Lidia nos llegue a través de los antiguos griegos.
Para los griegos el principal regente de la Lidia mítica fue Tántalo, cuya hija predilecta, Níobe, junto a su marido Anfión, enlazan los asuntos de Lidia con Tebas. En la mitología griega, Tántalo era un hijo de Zeus y la oceánide Pluto, rey de Frigia o del monte Sípilo en Lidia (Asia Menor). Se convirtió en uno de los habitantes del Tártaro, la parte más profunda del Inframundo, reservada al castigo de los malvados. Se dice de Níobe que un torbellino la transportó hasta el monte Sípilo, en tierra lidia. Curioso el tema de los torbellinos que se llevan a alguien, tan frecuente en la Biblia. A través de Pélope, la línea de Tántalo se divide, según los mitos de la segunda dinastía micénica. Según informa Pausanias, Tántalo era oriundo de Sípilo. Ónfale, hija del río Yárdano, fue reina de Lidia. Ésta requirió a Heracles (Hércules) para que la sirviera durante un tiempo. Sus aventuras en Lidia son las de un héroe griego en una tierra periférica y extraña. Este relato sirvió posteriormente para que se mencione a Tirseno, hijo de Heracles. A partir de él hay una tradición que supone un origen lidio de los etruscos, llamados por los griegos tyrrenoi (palabra derivada probablemente de Tirreno o Tirseno), aunque ellos se llamaban a sí mismos rasena. Estos héroes ancestrales indican que la dinastía lidia afirmaba descender de Heracles. También se dicen pertenecientes a la dinastía de Heracles a los reyes que gobernaron Lidia, aunque quizá no descendieran de Ónfale. También existe la leyenda, aportada por Estrabón, de que Etruria fue fundada por colonos procedentes de Lidia, dirigidos por Tirreno, hermano de Lido. Esta emigración fue ordenada por el rey Atis debida a una hambruna. Esta teoría está en discusión en la actualidad, pero no se descarta debido a algunas semejanzas entre ambas civilizaciones, como los objetos de cerámica.
Sin embargo, Dionisio de Halicarnaso apunta que la lengua y las vestiduras etruscas fueron totalmente diferentes a las de los lidios. Otros cronistas posteriores ignoraron la teoría de Heródoto de que Anfión fue el primer rey lidio, señalando a Alceo, Belos y Nino en los primeros puestos de la lista real. Estrabón hace que Atis, padre de Lido y Tirreno, sea un descendiente de Heracles y Ónfale. Muchas otras referencias apuntan en su lugar a Atis, Lido y Tirreno entre los reyes lidios anteriores a la dinastía de Heracles. Las minas de oro a lo largo del río Pactolo, en las montañas occidentales de Anatolia, fueron fuente proverbial de la riqueza de Creso, el último rey en la historia del Reino de Lidia, pues se dice que el legendario rey Midas, de Frigia, navegó por sus aguas, convirtiéndolas en oro. La historia del Reino de Lidia puede dividirse de acuerdo a las tres dinastías que lo gobernaron, de las que la primera fue completamente mitológica y parte de la segunda se ha reconstruido parcialmente, ya que hay divergencias sobre las fuentes. Esta controversia en los datos y el desconocimiento del periodo histórico llamado Edad Oscura, con el colapso del mundo micénico, hacen que se puedan fijar hasta tres fechas plausibles de la fundación del reino: algunas fuentes fechan el nacimiento de Meoncia, y por tanto del reino de Lidia, en el año 1579 a. C.; otros autores defienden que ocurrió en torno al 1300-1200 a. C., debido a la debilidad de los hititas y a la aparición de los nombres Meoncia y Arzawa, si bien siempre mencionados ambiguamente; mientras que otros se ciñen a lo que se conoce mejor y datan la fundación en torno al año 700 a. C.
Ya hubiese sido fundado en tiempos tan remotos o no, se sabe que antes del año 680 a. C. Lidia era un reino vasallo de Frigia, que en esa época cayó en poder de los cimerios, propiciando la total independencia y expansión de Lidia. Según una teoría, Lidia surge tras la caída del Imperio Hitita, como resultado del colapso político y económico que llevó a la disgregación de éste en el siglo XII a. C. En esa época el nuevo reino se llamaba Arzawa, aunque de acuerdo con las fuentes griegas, el nombre original de Lidia fue Meoncia o Meonia, por estar habitada por los pelasgos meonios. Homero la cita como Meonia, llamando maiones a sus habitantes y mencionando que procedían de Hida, al pie del monte Tmolo. Se cree que Hida pudo haber sido el nombre del lugar donde se levantó Sardes y no un asentamiento distinto a esta ciudad, como se creyó antiguamente. Siglos después Heródoto, en su libro Clío(el primero de Historia), añade que los meonios o meones o mayones pasan a llamarse lidios después del reinado de uno de sus reyes, Lido o Leído, hijo de Atis, que independizó el territorio completamente del dominio extranjero y cuyas referencias datan de una época dinástica mitológica. Este epónimo les valió ante los griegos el nombre de lidios. El término hebreo, Lûḏîm, se encuentra en Jeremías y se considera una derivación de Lud, hijo de Sem. En tiempos bíblicos los guerreros lidios fueron famosos arqueros. Algunos meonios existieron aún en tiempos históricos, en las tierras interiores a lo largo del río Hermo, donde se tienen referencias de una ciudad llamada Meoncia. La cita de Heródoto dice textualmente: «Los que reinaban en el país antes de Agrón, eran descendientes de Lido, el hijo de Atis; y por esta causa todo aquel pueblo, que primero se llamaba Meón, vino después a llamarse lidio». Por último, también Estrabón menciona un nombre similar en esta cita: «Los cimerios (…) realizaron una expedición a la lejana región del lago Meotis».
Magog era el segundo hijo de Japheth (Jafet), mencionado en el Génesis, de donde surgieron varias tribus nómadas, conocidas como los escitas, a partir del siglo VIII a.C. También Magog es considerado un escita criador de caballos y camellos bactrianos. Magog es una palabra compuesta que significa literalmente la “tierra de Gog“, en donde el prefijo Ma es equivalente a tierra en el idioma hebreo; los prefijos Me y Mi en esta lengua también pueden usarse como “lugar de“. La palabra Gog, usada como adjetivo o sustantivo, puede significar alto, gigante, jefe, techo, grande, exaltado, elevado o soberbio. Y debido a que este pueblo de Gog habitaba principalmente en los altiplanos, mesetas y montes del Cáucaso, en su fase de asentamiento, en este contexto puede significar ” los que viven en la azotea del mundo”. En ciertas épocas del año estos nómadas trasladaban su ganado a las estepas, su habitat natural (estepas del Turquestán y de Ucrania). Los descendientes de Gog criaban mayormente caballos, mulas y camellos bactrianos hacia el siglo VIII a. C. En el idioma acadio estos nombres se escriben como Gugu y Mat Gugu. En la historia secular, este pueblo es clasificado como escita dentro del grupo mayor de los pueblos protoindoeuropeos, que efectuaron grandes migraciones durante el siglo XX a. C. La primera mención escrita de los escitas la hace el rey asirio Asarhaddón en un texto religioso. Le sucedió su hijo, el famoso rey asirio Asurbanipal, que en las crónicas de sus guerras menciona por primera vez al rey de los escitas. El rey lidio Giges, que reinó en el siglo VII a. C., es considerado escita por la mayoría de los historiadores. En casi todos los ejércitos del Medio Oriente se contrataron antiguamente mercenarios escitas para las distintas batallas con diversas tribus e imperios y, por esto, a través de la milicia algunos alcanzaron posiciones de poder importantes en varios países.
Cabe apuntar que la interpretación, que hacen ciertos teólogos, de que Magog significa demonio, es razonable porque los escitas invocaban al dios de la guerra antes de una batalla, y algunas tribus se aliaban a Satán mediante pactos, para obtener la victoria. Los herederos de esta costumbre de sacrificar animales negros al demonio, para apaciguarlo como parte de un pacto , fueron las tribus de los tártaros de la región del Ural-Altai antes de entrar en guerra contra otras tribus. El demonio Erlik era dueño de los que tenían pensamientos malos. Según ellos, por eso les dirigía en las batallas. Los escitas religiosos buscaban la protección de Tabatí o Tabiti, diosa del fuego y del hogar, con sacrificios. Y algunas tribus sacrificaban un caballo negro fogoso a Satán (Erlik) para apaciguarlo. Un caballo negro era la representación de Satán para algunas tribus en épocas primitivas. Téngase en cuenta que la adoración del fuego era una costumbre iraní, pero estas costumbres fueron originalmente de los escitas esteparios. La transliteración del nombre hebreo Gog en el idioma acadio es Gugu, que significa jefe. Y en el idioma sumerio es Gug, que significa tiniebla. En conjunto estas transliteraciones, traducciones y equivalencias añaden varios otros significados a Magog. Entre otros, se representa a las tinieblas o lo tenebroso. En resumen, lugar alto y tierra tenebrosa de donde vienen los escitas con su rey Gagu. Gog: Gagu, Giges, Gasgas (que también era una tribu considerada escita por algunos historiadores), Gaggu, Gug, Gagi, Gugu y otras similares en los diferentes idiomas del Medio Oriente se usaban como nombres, apodos, títulos y adjetivos para mencionar y describir principalmente las cualidades personales de los mandos militares escitas, tales como supremo, altivo, altanero, general, jefe supremo, comandante, capitán, caudillo y hasta “El emperador del norte“.
Un ejemplo del uso de Gug como título se encuentra en la epopeya de Gilgamés en su traducción babilónica. En la palabra compuesta Gugallu, que significa Jefe, el sufijo allu especifica el rango y la función del cargo. En el arameo la palabragugallu se usaba para el inspector de canales o el técnico de irrigación de las aguas. Algunas de estas transliteraciones se podían usar como gentilicios, como por ejemplo el Gaga y Guigayá de las cartas de Amarna, que designan la región que para los egipcios era Gag (sureste de Turquía), cuyo nombre designa también a los habitantes del norte procedentes de Carquemis. También la palabra mesopotámica Igigi, que significa dioses y consejo supremo de los dioses de las áreas celestiales, viene de la misma raíz etimológica semítica que Gug. No se puede separar fácilmente lo personal (cualidades y valores) de la función ministerial en esa época, porque un rey escita era jefe supremo (soberbio), gobernante (sabio) y guerrero (el tenebroso o rey del terror). Y este rey era su pueblo y su tierra a la misma vez. Los nombres hebreos tratan de recoger todos estos significados. Si no se translitera la palabra Gog y se suprime la vocal “o”, su significado pasa a ser escalera o techo (su sinónimo hebreo es azotea y se escribe como GG). Y en el hebreo ambas palabras son sustantivos femeninos y pueden usarse como verbos, adjetivos y adverbios. Es de la palabra techo que se deriva el principal significado de todas los demás palabras transliteradas de Gog; como alguien que está en eminencia y un lugar alto.
Y sobre el tema de Gog y Magog podemos leer en la Biblia (Ezequiel) este apocalíptico relato: “La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia Gog, en el país de Magog, príncipe supremo de Mesek y Túbal, y profetiza contra él. Dirás: Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy contra ti, Gog, príncipe supremo de Mesek y Túbal. Yo te haré dar media vuelta, te pondré garfios en las quijadas, y te haré salir con todo tu ejército, caballos y caballeros, todos bien equipados, inmensa asamblea, todos con escudos y paveses, y diestros en el manejo de la espada. Persia, Kus y Put están con ellos, todos con escudo y yelmo. Gómer, con todas sus huestes, Bet Togarmá, en el extremo norte, con todas sus huestes, pueblos numerosos, están contigo. Disponte y prepárate, tú y toda tu asamblea concentrada en torno a ti, y ponte a mi servicio. Al cabo de muchos días, recibirás órdenes. Después de muchos años, vendrás hacia la tierra cuyos habitantes escaparon a la espada y fueron congregados de entre una multitud de pueblos en los montes de Israel, que habían sido un desierto permanente. Desde que fueron separados de los otros pueblos, habitan todos en seguridad. Tú subirás, avanzarás como un huracán, como un nubarrón que cubrirá la tierra, tú y todas tus huestes, y los numerosos pueblos que están contigo. Así dice el Señor Yahveh: Aquel día te vendrán al corazón proyectos y concebirás perversos planes. Dirás: «Voy a subir contra una tierra abierta, marcharé contra gente tranquila que habita en seguridad. Habitan todos en ciudades sin murallas, sin cerrojos ni puertas.». Irás a saquear, a hacer botín, a poner tu mano sobre ruinas repobladas, en un pueblo congregado de entre las naciones, entregado a reponer el ganado y la hacienda, que habita en el centro de la tierra.»
“Sabá, Dedán, los mercaderes de Tarsis y todos sus leoncillos te dirán: «¿A saquear has venido? ¿Para hacer botín has concentrado tu asamblea? ¿Para llevarte el oro y la plata, para apoderarte de ganados y haciendas, para hacer un gran botín?». Por eso, profetiza, hijo de hombre. Dirás a Gog: Así dice el Señor Yahveh: ¿No es verdad que aquel día, cuando mi pueblo Israel viva en seguridad, te pondrás en movimiento? Vendrás de tu lugar, del extremo norte, tú y pueblos numerosos contigo, todos montados a caballo, enorme asamblea, ejército innumerable. Subirás contra mi pueblo Israel como un nublado que recubre la tierra. Será al fin de los días; yo te haré venir entonces contra mi tierra para que las naciones me conozcan, cuando yo manifieste mi santidad a sus ojos, a costa tuya, Gog. Así dice el Señor Yahveh: Tú eres aquel de quien yo hablé antaño, por medio de mis siervos los profetas de Israel, que profetizaron en aquel tiempo, durante años, que yo te haría venir contra ellos. Aquel día, cuando Gog avance contra el suelo de Israel – oráculo del Señor Yahveh – estallará mi furor. En mi cólera, en mis celos, en el ardor de mi furia lo digo: Sí, aquel día habrá un gran terremoto en el suelo de Israel. Temblarán entonces ante mí los peces del mar y los pájaros del cielo, las bestias del campo y todos los reptiles que serpean por el suelo, y todos los hombres de sobre la faz de la tierra. Se desplomarán los montes, caerán las rocas, todas las murallas caerán por tierra. Convocaré contra él toda clase de terrores, oráculo del Señor Yahveh. Volverán la espada unos contra otros. Le castigaré con la peste y la sangre, haré caer una lluvia torrencial, granizos, fuego y azufre, sobre él, sobre sus huestes y sobre los numerosos pueblos que van con él”.
“Manifestaré mi grandeza y mi santidad, me daré a conocer a los ojos de numerosas naciones y sabrán que yo soy Yahveh. Y tú, hijo de hombre, profetiza contra Gog. Dirás: Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy contra ti, Gog, príncipe supremo de Mések y Túbal. Yo te haré dar media vuelta, te conduciré, te haré subir desde el extremo norte y te guiaré a los montes de Israel.
Romperé tu arco en tu mano izquierda y haré caer tus flechas de tu mano derecha. En los montes de Israel caerás tú, tus huestes y los pueblos que van contigo. Te he entregado como pasto a toda clase de aves de rapiña y a las fieras del campo. En la haz del campo caerás, porque he hablado yo, oráculo del Señor Yahveh. Mandaré fuego sobre Magog y sobre los que viven seguros en las islas, y sabrán que yo soy Yahveh. Manifestaré mi santo nombre en medio de mi pueblo Israel, no dejaré que vuelva a ser profanado mi santo nombre, y las naciones sabrán que yo soy Yahveh, santo en Israel. He aquí que todo esto llega y se va a realizar – oráculo del Señor Yahveh -: éste es el día que yo he anunciado. Entonces los habitantes de las ciudades de Israel saldrán a quemar y a entregar a las llamas las armas, paveses y escudos, arcos y flechas, mazas y lanzas. Harán fuego con ello durante siete años.
No irán ya a buscar leña en el campo, ni la recogerán en el bosque, porque harán el fuego con las armas. Saquearán a sus saqueadores y harán botín de sus depredadores, oráculo del Señor Yahveh. Aquel día, yo daré a Gog como sepulcro en Israel un lugar famoso, el valle de los Oberim, al este del mar, el que corta el paso a los viajeros: allí será enterrado Gog con toda su multitud, y se le llamará valle de Hamón Gog”.
“La casa de Israel los enterrará para purificar la tierra, durante siete meses. Todo el pueblo de la tierra será movilizado para enterrarlos, y ello les dará renombre el día que yo manifieste mi gloria, oráculo del Señor Yahveh. Luego se escogerán hombres que recorran constantemente el país y entierren a los que hayan quedado por el suelo, para purificarlo. Al cabo de siete meses empezarán su búsqueda. Cuando, al recorrer el país, alguno de ellos vea huesos humanos, pondrá al lado una señal hasta que los sepultureros los entierren en el valle de Hamón Gog, (Hamoná es también el nombre de una ciudad) y purifiquen así la tierra. En cuanto a ti, hijo de hombre, así dice el Señor Yahveh: Di a los pájaros de todas clases y a todas las fieras del campo: Congregaos, venid, reuníos de todas partes para el sacrificio que yo os ofrezco, un gran sacrificio sobre los montes de Israel; comeréis carne y beberéis sangre. Carne de héroes comeréis, sangre de príncipes de la tierra beberéis. Todos son carneros, corderos, machos cabríos, pingües toros de Basán. Comeréis grasa hasta la saciedad y beberéis sangre hasta la embriaguez, en este sacrificio que yo os brindo. Os hartaréis a mi mesa de caballos y caballeros, de héroes y de toda clase de guerreros, oráculo del Señor Yahveh. Así manifestaré yo mi gloria entre las naciones, y todas las naciones verán el juicio que voy a ejecutar y la mano que pondré sobre ellos. Y la casa de Israel sabrá desde ese día en adelante que yo soy Yahveh su Dios. Y sabrán las naciones que la casa de Israel fue deportada por sus culpas, que, por haberme sido infieles, yo les oculté mi rostro y los entregué en manos de sus enemigos, y cayeron todos a espada. Los traté como lo merecían sus impurezas y sus crímenes, y les oculté mi rostro”.
Estos nombres de Gog y Magog, como figuras literarias, en principio representan a cualquier enemigo de Yahveh. Mediante el estudio de la lengua hebrea, Agustín de Hipona interpretó el nombre de la tribu Mesec, que acompañará a Gog en la invasión de Israel al final de los tiempos, también como techo. Otro significado para esta palabra es posesión y su traducción en griego es moschoi (que para los griegos eran los que vivían en los bosques de Turquía) y en asirio es muskhi(que para los asirios eran un grupo de varias tribus, entre ellas los frigios). En el lejano noreste de Asia Menor se traducía como moskhoi que significaba <>. Y parafraseando nuevamente estos significados, obtenemos otro más preciso para algunas de esas tribus, como el siguiente: “los escitas que vienen y viven en las alturas boscosas”. En la literatura hebrea, Gog, sus acompañantes y su tierra Magog (Ucrania y Cáucaso) se asocian a menudo a tradiciones apocalípticas. Se supone que Magog es el ancestro de los escitas y quizá de los persas y los partos. El poeta griego Hesíodo, en el siglo VIII a. C., relacionó a Mat Gugu con los escitas, posiblemente por influencia de las fuentes literarias u orales babilónicas y asirias.
Flavio Josefo identificó, en efecto, a los descendientes de Magog como los escitas, un nombre usado en la Antigüedad para la gente del norte del Mar Negro. También se ha conjeturado a veces que los descendientes de Magog eran los antecesores de los pueblos eslavos . Para los árabes son los Turcomanos descendientes de Yadjudj y Madjudj, según el Corán. Las Puertas Caspias o el muro de Al Magog (algunos creen que se refiere a la muralla china) se asocian con la entrada a las tierras de los escitas. En este caso se cree que los chinos son Magog. El libro etíope de los Jubileos, que es una traducción de una obra judaica, dice que los protoesenios ubicaban a Gog y Magog en Ucrania durante el siglo IV a. C. Según algunas tradiciones irlandesas, tales como las crónicas irlandesas, la raza irlandesa está compuesta por varias tribus indoeuropeas incluyendo descendientes de Magog. Baath (Boath), Jobhath y Fathochta son los tres hijos de Magog. Y Partholón, Nemed e Iobath son descendientes de Magog. Se supuso que Magog pudo haber tenido un nieto llamado Heber, que se separó navegando por el Mediterráneo. Hay también una leyenda húngara que dice que los magiares descienden de los hermanos gemelos Hunor y Magor, que vivieron a orillas del mar de Azov en los años siguientes a la gran inundación (posiblemente el Diluvio universal) y tomaron a las esposas de los Alanos. Según una versión de esta leyenda, en la Crónica medieval de Pictum, este Magor es Magog, hijo de Japheth.
¿Por qué se dice que Feniusa Farsa -antepasado de los milesios irlandeses- era escita, nieto de Magog y fundador de la raza milesia? Gog y Magog son nombres que se relacionan estrechamente. Gog era el nombre de un gigante al que, según se dice, el «troyano Brut» venció en Totnes, en el Devonshire, cuando invadió Britania al final del segundo milenio. Pero, ¿cuál era el origen de Gog mac Gog?
La respuesta se halla en el Génesis, donde se dice que Magog era hijo de Japheth (Jafet), que figura en el mito griego como el titán Japeto, padre de Atlas, Prometeo y Epimeteo y Menecio. También era hermano de Gomer, Madai, Javán, Túbal, Mosoc y Tiras, que, según se admite generalmente, eran los cimerios, medos, jonios; tibarenianos, mosquianos y tirrenos. Los mosquianos y los tibarenianos, que trabajaban el hierro, eran tribus de la región sudeste del Mar Negro.
La tribu errante de los cimerios del Mar Negro se convirtió con el tiempo en los cimbros. Los jonios figuraban como griegos en los tiempos históricos, pero eran tal vez inmigrantes egeos que entraron en Grecia desde Fenicia. Los tirrenos eran una tribu egea, algunos miembros de la cual emigraron de Lidia a Etruria, otros a Tarsos (la ciudad de San Pablo) y a Tartesos, en la Península Ibérica. Los medos pretendían descender de la diosa pelasga Medea. A Gog se le identifica con la tribu septentrional de los Gagi, mencionada en una inscripción del faraón egipcio Amenhotep III. Y «Gogarene», en la época de Estrabón, era el nombre de una parte de Armenia situada al este del territorio de los mosquianos y tirrenos. El abuelo de Magog se afirma que era Noé y el Ararat de Noé estaba en Armenia, por lo que se opina habitualmente que Magog representa a Armenia. De todos modos, Josefo interpreta la palabra como significando «los escitas», nombre que incluía a todas las tribus del Mar Negro en su época. El «rey Gog de Mesec y Túbal» mencionado en Ezequiel, actualmente es identificado como Mitrídates VI del Ponto, cuyo reino incluía la región de los mosquianos y tibarenianos.
Siglos después Josefo confirma esta creencia en su historia del pueblo israelita. Tan envuelto en leyenda está el origen como la desaparición de esta tribu de la escena histórica, que alternó el mayor salvajismo con la confección y el uso de objetos finamente elaborados. Varios historiadores comentaron la imposibilidad de Darío I (rey persa de la dinastía de los aqueménidas) de conquistar la región ocupada por los escitas a pesar de haber triunfado ya sobre Anatolia y haber conquistado otros territorios importantes. Su antecesor en el trono Ciro el Grande pereció a manos de una tribu escita, losmasagetas, durante una de sus campañas militares. A nivel arqueológico se han descubierto numerosos objetos artesanales de oro de elaboración de gran nivel artístico, retratando su vida cotidiana o con motivos equinos, pues eran excelentes jinetes, expertos en hacer lazos e inventores y usuarios del arco de doble curva. También la tumba de los reyes, que eran grandes túmulos (kurganes) donde, tras estrangularlos, eran enterrados junto al monarca sus más cercanos sirvientes, concubinas y hasta caballos.
Tal como ya hemos dicho, los escitas eran grandes jinetes, y en la guerra, eran temibles arqueros a caballo. El arco escita, era más bien pequeño para poder ser utilizado cómodamente a caballo, compuesto de madera, hueso y tendones de animales, recurvo, era un arma formidable. Los jinetes, además, portaban un característico carcaj llamado “gorytos”, que contenía tanto las flechas como el pequeño pero potente arco. Además, los nobles escitas formaban una élite de caballería, con mejores armaduras y ciertas piezas precursoras de las futuras bardas de caballería. Se equipaban con lanzas, jabalinas, hachas “sagaris” (que fue adoptada por muchos persas y luego por los macedonios) y escudos. Y, con el tiempo, fueron desarrollando tácticas de choque, aunque nunca abandonaron los arcos como arma. La armadura típica escita consistía en un coselete de cuero con piezas de hierro para los arqueros a caballo.
Además, los escitas desarrollaron las primeras cotas de escamas de hierro o bronce cosidas solapadamente sobre los coseletes de cuero. Como yelmos, tenían tanto yelmos de láminas de bronce como sus tradicionales gorros de fieltro picudos (gorros frigios, similares a los de los tracios, por ejemplo), reforzados con escamas metálicas. También solían adornarse con abundante orfebrería, tanto ellos como sus monturas. Las espadas escitas medían unos 70 cm. de largo en total, y fueron evolucionando con el tiempo: de una hoja recta de dos filos se fue cambiando a una hoja en forma de triángulo isósceles, de un solo filo. Las empuñaduras y las hojas estaban profusamente decoradas. Algunas eran auténticas obras de arte. Posteriormente, algunas tribus escitas se asentaron y se volvieron agrícolas alrededor del Mar Negro. Estas tribus redujeron su caballería y comenzaron a aportar infantería, compuesta básicamente de arqueros y tropas auxiliares.
En resumen, Escitia era un área de Eurasia habitada en la antigüedad por un pueblo iranio conocido como los escitas. Su situación y extensión varió a lo largo del tiempo, desde la región del Altai, donde se unen Mongolia, China, Rusia, y Kazajistán hasta la del bajo Danubio y Bulgaria. Su territorio llegó a extenderse por unos 6000 km, desde Hungría hasta Manchuria, gracias a un hecho clave en su cultura: la domesticación del caballo. Los historiadores grecolatinos de la antigüedad situaban a la Escitia (Escithia) en la costa norte del Mar Negro, las llanuras al norte del Cáucaso y en la zona al norte del Mar Caspio; aunque el territorio ocupado por los escitas, con fronteras (en especial las septentrionales) poco definidas, fluctuaba constantemente. Es así que las antiguas crónicas chinas ubican poblaciones escitas en zonas que actualmente corresponden al Xinjiang. Dado su modo de vida y producción (pueblo cazador-recolector y depredador) y al hecho de haber sido grandes jinetes hace que, en términos generales, su territorio fuera un extenso cinturón de estepas que se encuentra en el centro de Eurasia. En la zona noreste de la nación escita (en el curso medio del río Volga sobre Samara) vivían los budinos y los gelonos.
Se agrupaban en forma de bandas de merodeadores hostiles. Sus rostros estaban curtidos por el clima y usaban largas cabelleras desaliñadas, y los adultos barba. Solían beber de cráneos humanos (de sus enemigos), de los cuales conservaban sus cueros cabelludos como trofeos. Para soportar mejor el hambre durante sus largas marchas por las estepas y desiertos solían ceñirse fuertemente los cinturones. Los hombres, especialmente durante los combates, se adornaban con gorros que exhibían cornamentas (en especial de ciervo), se hacían tatuajes en el cuerpo y clavaban un sable en la tierra para adorarlo en representación del dios de la guerra.
Asimilaron al dios de la guerra griego Ares, pero no tenían templos para adorar a sus dioses. También llamaban la atención sus ropas de gran colorido, confeccionadas con cuero, piel y fieltro, y que solían representar, de forma muy estilizada y dinámica, a animales (ciervos, tigres, panteras, etc.); en suma, un estilo típico del llamado arte de las estepas. Vivían en chozas de ramas montadas sobre sus carros de macizas ruedas, en constante movimiento entre el Danubio y el Don o mucho más lejos. Las chozas eran redondas o rectangulares, de generosas proporciones, de dos o tres habitaciones. Sus paredes generalmente eran de mimbre, pero también las construían con ramas atadas con correas, y las revestían con barro o fieltro para protegerse de las lluvias y la nieve. Los carros más pequeños se desplazaban sobre 4 ruedas y las de mayor tamaño sobre 6, siendo arrastrados por bueyes.
Incluso cabalgando tenían una sorprendente habilidad para disparar. Utilizaban rudimentarias monturas sin estribos, pero eran sumamente hábiles para mantener el equilibrio sobre el animal. Esto, en épocas en que los pueblos europeos no habían desarrollado sus cuerpos de caballería y sólo poseían infantería y carros de guerra, les permitió desplegar devastadoras maniobras de gran movilidad, exhibiendo inteligentes tácticas, resultado de generaciones de combates a caballo. Gracias a esto, llegaron a realizar incursiones en el Oriente Próximo. No concebían la vida sin el caballo (era frecuente que adornaran las colas de sus caballos trenzándolas de modo que parecieran un manojo de serpientes). Incluso en la muerte, un escita rico podía llevarse a la tumba hasta cien caballos. También los utilizaban como alimento, comiéndoselos y ordeñando a las yeguas para fabricar quesos y kumis (una bebida alcohólica a base de yogur). Utilizaban armaduras de cuero y ropas con mangas angostas que les permitían libertad de movimiento. Utilizaban como armamento, además del arco y la flecha, una espada de hoja recta de bronce o de hierro, y un escudo de cuero reforzado con placas metálicas. Durante sus incursiones montaban manteniendo una notable armonía de movimientos, e incluso se alimentaban montados en sus caballos, que obtenían de las manadas salvajes de las estepas. Muchas de sus costumbres fueron adoptadas luego por los hunos.
Cada hombre tenía gran cantidad de esposas y éstas su comitiva. Las cortes de los ricos parecían mercados, donde la menos importante de las esposas podía llegar a tener unas 20 casas rodantes para sus sirvientes. La poligamia tenía razones económicas. Los hombres se ocupaban de la caza y la guerra, mientras que las mujeres se ocupaban de los animales, la generación de alimentos, construcción de las casas, el curtido de pieles, con los que hacían ropas y zapatos, y otros elementos con los que también comerciaban.
Por otra parte, dada la división sexual del trabajo que existía entre ellos y la índole de las actividades asignadas a los varones (caza, depredación y guerra) es casi seguro que había una elevada cantidad de mortandad de varones en edad reproductiva por lo cual la forma de compensar el “déficit” de varones era la poligamia. Dado que desconocían la escritura, no contamos con documentos escitas, pero se los reconoce históricamente por las descripciones hechas por Heródoto, Hipócrates y otros. Estos escritores han descrito de igual manera a diversas tribus con similar comportamiento, sobre todo en sus tradiciones funerarias, de las cuales se conoce la gran pompa que exhibían al momento de enterrar a sus reyes o personajes importantes. Entonces, el término escita no designa a un único pueblo, sino a numerosos grupos de individuos que compartían una cultura común.
Sus tumbas eran sumamente visibles, ya que enterraban a sus muertos resaltando su ubicación apilando tierra y rocas para formar montículos (kurganes, en ruso), confiando en que sus enemigos no molestarían a sus muertos en su última morada, dado el temor que suscitaban los escitas a aquellos a quienes sometían. Durante el siglo XVIII, Pedro el Grande, zar de Rusia, construyó el Museo Imperial donde se exhibieron parte de los tesoros encontrados en las estepas ucranianas, donde se estima que existen unos 100 000 túmulos de esta clase, siendo la zona de Minunsinsk (Siberia) donde se encuentra la mayor concentración de estas tumbas. Las piezas recuperadas de las tumbas escitas se encuentran actualmente en el Museo del Hermitage en San Petersburgo. Los primeros registros encontrados sobre los escitas, datan de la primera mitad del siglo VII a. C. Durante el siglo IV a. C., los escitas llegaron a su mayor desarrollo político, cultural y económico. Muchos componentes de la comunidad escita se convirtieron en agricultores sedentarios, en la zona norte del Mar de Azov, llegando inclusive a la zona de Altai. Allí formaron su reino con capital en la ciudad que los griegos llamaron “Panticapea” (hoy Kámenskoe Gorodishche).
Incluso Darío I, rey de los persas, en el 514 a. C. intentó conquistar este reino, al mando de 700.000 hombres, cruzando el Danubio hacia las estepas actualmente ucranianas, pero sin lograr quebrantar a los escitas, quienes aterrorizaron a los persas mediante lluvias de flechas que desorganizaron sus filas, y atacándolos ferozmente a caballo. Uno de sus grandes reyes, Ateas (nacido hacía el 430 a. C.) empezó una serie de campañas que lo llevaron a unificar a muchas de las tribus escitas (400 a. C.), extendiendo su poder desde el río Don hasta Tracia. Su expansión hacía los Balcanes lo llevó a entrar en conflicto con los macedonios, tras fracasar varios intentos de alianza entre ambos. Ateas murió a la edad de 90 años durante una batalla contra Filipo de Macedonia en las llanuras de la actual Dobruja (339 a. C.).
Sin embargo el reino continuó, a pesar de las presiones de los tracios, celtas, sármatas, getas y masagetas. Los principales rivales de los escitas fueron pueblos surgidos, al parecer, del mismo tronco común: los cimerios (expulsados por los escitas de Crimea), los ya mencionados getas y los masagetas, así como principalmente los tocarios, los wusun y los sármatas, quienes les derrotaron entre el siglo I a. C. A algunos pueblos existentes se les atribuye un origen casi directo de los escitas. Entre estos se cuentan los osetas de Caucasia e incluso los yázigas que habitan en la parte oriental de Hungría. Pero en el caso de los osetas parece predominar un linaje alano sobre el probable linaje escita. En cuanto a los yázigas, como los kumanos, hace aproximadamente un siglo que han adoptado la cultura de los magiares.
Como conclusión podemos decir que los fenicios y otros pueblos emigraron por tierra y mar. Dos de los grupos fueron llamados los Cimerios y los Escitas y a través de una serie de cambios de nombre poblaron Europa y se encontraron con los colonos arios más antiguos de Gran Bretaña y Europa del Norte, que fueron trasladados por los navegantes fenicios, que son muy importantes para la Historia. Los Cimerios emigraron al noroeste desde el Cáucaso y el Asia Menor (Turquía) hacia los países que ahora llamamos Bélgica, Países Bajos, Alemania y Dinamarca. Los historiadores romanos, Plinio y Tácito, dijeron que todas las personas a lo largo de la costa desde Países Bajos hasta Dinamarca eran el mismo grupo étnico y esto es apoyado por evidencia arqueológica que indica que este pueblo llegó a esa región alrededor de 300 a 250 a.C. Otro grupo de Cimerios viajó hacia arriba por el río Danubio por Hungría y Austria hacia Alemania del sur y Francia.
Los romanos los llamaron galos y los griegos los conocieron como los Keltoi o celtas. Grupos de estas tribus celtas también se instalaron en Bohemia y Bavaria y otros invadieron Italia del norte. Otra vez no es una coincidencia que la religión del Budismo surgió de tierras habitadas por los Sakka (arios Escitas). Al menos para el 500 a.C una tribu llamada los Sakyas vivió en el área donde se supone que Buda había nacido alrededor de 63 años antes. Gutama (Señor Buda) fue llamado Sakyashina, Sakamuni, el sabio Sakya, el maestro y el león de la tribu de Sakya. Todo esto es muy importante cuando consideramos un origen único de todas las religiones más importantes, y la mayoría de las menores, así como sus héroes. Los Escita / Sakka y los Cimerios / Cimbrios eran de hecho todos el mismo pueblo y esto es confirmado por las inscripciones anotadas en la roca de Behistun, en las montañas Zargos, sobre una vieja ruta de caravana procedentes de Babilonia.