También en el Nuevo Mundo el Hombre ha existido desde el Período Plioceno, pues asevera que se han descubierto esqueletos de ese mismo Período en Nueva Orleans y en Jacksonville (Estados Unidos de Norte América), y en Mercedes (Argentina), deduciendo que pertenecían á una raza dolicccéfala y platicéfala, de cabeza larga y estrecha, y aplanada la bóveda del cráneo, de capacidad cerebral pequeña, de órbitas grandes y algo circulares, de pómulos salientes y de maxilar superior prognato inclinado hacia adelante, de estatura baja, de huesos fuertes y de constitución vigorosa.
Este Hombre primitivo vivía de la caza y de la pesca; pues sus armas que se encontraron junto á sus osamentos, eran de piedra, de varias formas y pequeñas dimensiones, con las que atacaba á los corpulentos paquidermos que, en América, abundaban en aquellos remotos tiempos.
El Hombre ha habitado el suelo americano cuando todavía no existían los pueblos más antiguos y adelantados de que se conserva memoria. La América no solamente fue conocida desde muchos siglos antes de la era cristiana, sino habitada desde los tiempos antediluvianos.
De acuerdo con la tradición hebreica esos habitantes antediluvianos perecerían en la catástrofe del Diluvio Universal, acontecido según los Setenta Intérpretes 2242 años después de la Creación, o sea 1519 años antes de la era de Cristo, trascurriendo en seguida, se supone, más de cinco siglos hasta que se efectuara nuevamente la repoblación de América, o sea, más de siglo y medio después de la confusión de las lenguas en Babel, que tuvo lugar 255 año después del Diluvio, es decir, en el año 1264 a.C., acontecimiento que originó la dispersión del linaje humano.
Si la repoblación de América ha tenido lugar más de cinco siglos después del Diluvio, es evidente, dicen los etnógrafos, que los nuevos habitantes de este Continente han debido proceder del Antiguo Mundo conocido entonces, sea de Europa, de Asia, de África, ó talvez de estos tres Continentes.
La costa occidental de la América del Sur fue habitada, en tiempos muy remotos, por una raza estrechamente emparentada con los primeros Babilonios.
“los hombres hiperbórea, moradores del Norte, al ser obligados, por el intenso frío, á emigrar hasta el Sur, en una época en que todavía era inhabitable el territorio actualmente ocupado por los Estados Unidos, al llegar á Centro y Sud América, encontraron que los Taranios del Perú habían pasado ya el cenit de su grandeza.”
Los primeros pobladores de América de la época postdiluviana
Algunos escritos dicen que los indios de América proceden de Cartagineses.
“Que unos mercaderes cartagineses navegaron desde las columnas de Hércules, y que al cabo de muchos días de navegación hallaron una isla desierta, que distaba de la costa de Berbería y en la que había toda clase de maderas, y ríos que se podía navegar por ellos, por lo cual acordaron quedarse allí y poblar la isla. Más, habiendo llegado á noticia del Senado de Cartago la susodicha navegación, y temiendo que la fama de las riquezas de aquella tierra llegase á ser conocida por otras naciones, ó temeroso de que muchos de sus conciudadanos, atraídos por la belleza del nuevo país, fugaran de su patria, ordenó que se matase, á su regreso, á todos aquellos que habían ido á poblar aquella isla, y decretó también pena de muerte contra los que en lo sucesivo intentaran dirigirse allí, guiado por el temor de que los colonos sacudieran el yugo cartaginés y perjudicaran al comercio de la metrópoli.”
Para probar que los indios americanos son descendientes de Cartagineses, se han apoyado en los siguientes fundamentos:
Que éstos, en aquellos tiempos, como los Mexicanos, usaron de pinturas ó jeroglíficos en lugar de letras.
Que en América existen edificios antiguos de igual arquitectura que los de los Cartagineses, como en Yucatán, Tabasco, Teotilmacán y otras partes de México; Tiahuanacu y Huamanga, en el Perú; edificios todos anteriores á la fundación de los imperios de México y del Perú.
Que muchas costumbres de los Americanos eran semejantes á las de los Cartagineses, como los sacrificios de víctimas humanas, la conservación del fuego sagrado, la veneración de las fuentes y ríos, el vestirse de pieles y plumas, el uso de sortijas en las orejas, el de envenenar las puntas de las flechas con que combatían, y muchas otras costumbres y ceremonias, idénticas entre Cartagineses y Americanos.
Varios escritores afirman que los Escitas (que en tiempos remotos fuero la nación más numerosa del Orbe, pues se extendieron desde la Germanía hasta los confines del mundo conocidos de los antiguos, desde Europa hacia el Asia), pisaron en dos ocasiones y en gran número, desde el Mongol á Indias, caminándose por diversas comarcas del Nuevo Mundo, pues dicen que en todo el Continente americano, como en Estados Unidos del Norte, Canadá, México, Guatemala, Colombia, Perú, Chile, Argentina, Brasil y otras regiones, se han encontrado uses y costumbres semejantes entre Escitas é Indios, y que eran tan bárbaros unos como otros; no dudando esos mismos escritores, que los Escitas fueron unos de los primitivos pobladores de américa.
Los primeros pobladores de América, ó sea, de la época postdiluviana, proceden de los habitantes del Antiguo Mundo conocido entonces.
A pesar de haberse buscado las semejanzas entre las razas americanas y las europeas, africanas y asiáticas, las similitudes entre las lenguas del Antiguo Mundo y el Nuevo, y aún comparada la arqueología americana con la de Europa, la del África y la del Asia, no se ha podido aún decir la última palabra acerca de este problema sociológico.
La opinión que parece merecer alguna atención, es la expuesta por el erudito Fray Gregorio Garda en su obra Origen de los Indios en el Nuevo Mundo.
“Unos indios proceden de Cartagineses, que poblaron la Española ó Isla de Santo Domingo, Cuba, etc ; otros, proceden de aquellas diez tribus que se perdieron, de quien hace mención Esdras; otros, proceden de la gente que pobló ó mandó poblar Ophir en la Nueva España y Perú; otros, proceden de la gente que vivía en la Isla Atlántida de Platón; otros, de algunos que partieron de las partes próximas y más cercanas á la sobredicha isla, pasaron por ella á las de Barlovento, que está bien cerca de donde ella estaba, y de aquella á la Tierra Firme; otros, proceden de Griega; Otros de Fenicia otros de Chinos, Tártaros y otras naciones.”
En seguida, agrega el mismo autor: “La primera razón y fundamento que para esto tengo, es hallar en estos indios tanta variedad y diversidad de lenguas, de leyes, de ceremonias, de ritos, costumbres y trajes; el segundo fundamento es, la dificultad que tiene creer que todos los indios proceden de gente que fuese á aquel Nuevo Mundo de sólo una parte del Viejo y con sólo un modo y manera de viaje; el tercer fundamento es, que se hallan en aquellas partes costumbres, leyes, ritos, ceremonias, vocablos y otras cosas de Cartagineses, de Hebreos, de Atlánticos, de Españoles, de Romanos, de Griegos, de Fenicianos, de Chinos y de Tártaros, argumento de mucha fuerza para probar que los Indios por su comunicación y trato amigable y por vía de conquista y guerra, se fueron mezclando de tal manera, que el linaje, costumbres, lenguas y leyes, han escapado mestizos de diversas naciones, cuales son las sobredichas. Esto es mi parecer y lo que siento acerca del origen de los Indios.”
Participamos, no del todo, de la opinión del Padre Gregorio García:
en cuanto á lo referente al reino de Ophir y á la Isla Atlántida, lo primero, lo consideramos como una opinión aún incierta y no dilucidada del todo; y lo segundo, creemos que fue en época remota una porción de la misma América.
Cuanto á lo demás, hasta cierto punto convenimos en ello, porque la diversidad de lenguas, leyes, ritos, ceremonias, costumbres, trajes y otras particularidades que en aquella época distante distinguían á las agrupaciones indígenas y que aún existen en diversas comarcas del Continente americano, puede ser una prueba aceptable ó evidente de que los Indios postdiluvianos de América son de origen diverso y proceden de razas distintas.
Además, la opinión del P. Fr. Gregorio García está robustecida por la del misionero P. Domeneck, que en su obra Desiertos del Nuevo Mundo, se expresa en los siguientes términos:
Nuestra convicción, en este interesante asunto, es que la América ha sido poblada por emigraciones voluntarias ó accidentales, de diversas naciones; que estas diversas naciones, después de multiplicarse, se encontraron, se mezclaron, y que, por el cruzamiento de las razas, la diferencia de los climas, los cambios de vida y muchas otras razones de la misma naturaleza, perdieron su carácter primitivo, para formar otra combinación heterogénea de color, de costumbres, de gustos, de lengua y de religión, que desvía la ciencia y la investigación del anticuario.
Todas las naciones indianas que vivían en sociedad manifiestan la realidad de un cataclismo que conservaban en sus pinturas, cánticos y relaciones de padres á hijos, la memoria de aquella catástrofe.
Por ejemplo, los Muyscas, en sus tradiciones, conservan el recuerdo de un diluvio pues refieren que en los tiempos más remotos, antes que la luna fuese creada, los habitantes de la meseta de Bogotá vivían en estado de barbarie; que de repente se les apareció un viejo desconocido, perteneciente á una raza diferente á los indígenas, de barba larga y espesa, que le llamaban Bochica ó Boquica, que traía una compañera llamada Huytaca, que era de carácter tan descontadizo, que contrariaba á su esposo en todo lo que él emprendía: ella hizo hinchar el río Fungha, cujas aguas cubrieron todo el valle de Bogatá é hizo perecer casi todos los habitantes, por este delito Bochica la persiguió y la condenó á alumbrar la Tierra durante la noche, creyendo los Muyscas que la tal Huytaca es la Luna. Después de haber retirado las aguas, Bochica prosiguió su obra civilizadora.
Y Alejandro de Humboldt opina que, en tiempos lejanos, los pobladores de toda la América fueron de raza blanca, y á este respecto dice:
”Hombres blancos, barbudos y de mejor complexión que los naturales de Anahuac, Cundinamarca y Cuzco, aparecidos sin ninguna indicación del lugar de su nacimiento, no pudieron ser menos que sacerdotes, legisladores, amigos de la paz y de las artes, y de operar un cambio repentino en la política del país, por cuyo poderoso motivo les recibieron con veneración. Así, Quetzaltoal, Bochica y Manco- Cá pace son los sagrados nombres de estos misteriosos sacerdotes.”
Las rutas principales para arribar a las Américas
Creemos, asimismo, que dos son las rutas principales que en las épocas antediluviana y postdiluviana, tomaron las primeras expediciones de los Antiguos Continentes, para arribar á las playas de América.
Probable es, que una de esas rutas fuera la pretendida desaparecida Isla Atlántida y que, se cree, extendíase desde las islas del mar Caribe (en las Antillas) hasta las islas Azores y Madera (en las cercanías de las costas de Portugal y de África respectivamente), y casi unida quizá al Continente Europeo ó al Africano, en cuya ruta habría en aquellos tiempos lejanos, una puente de unión entre los Continentes Antiguos con el Nuevo, y por la cual ruta habrían venido las sucesivas expediciones europeas ó africanas á las costas septentrionales americanas.
Es probable que la otra ruta fuera el Estrecho de Annian(hoy Behring) , ó las islas Aleutianas 6 Aleutas , que, se puede decir, unían el Continente Asiático con el Americano, como suponen algunos geólogos, 6 por la cadena de islas eslabonadas en medio del Océano Pacifico, que en estos últimos siglos existía aún, entre ambos Continentes, lo que demonstraria así mismo, que en tiempos remotos esa unión de los Continentes Asiático y Americano era también un hecho. Por ambas rutas habrían podido venir á las costas meridionales de América sucesivas expediciones asiáticas.
A más de ambas rutas principales, creemos también, que algunas expediciones á América pudieron venir desde la Oceanía, que fue colonizada durante la última edad del hielo, hace más de 40 mil años atrás, por la ruta dé la Polinesia, cuyas islas de Hawai’i (Islas Sandwich), y Rapa Nui (Isla de Pascua – tan célebres por las antigüedades ciclópeas que encierran) son las más cercanas de la América del Norte y del Sud, pues que, respectivamente, están situadas en latitudes de México y del Cuzco (los dos centros de la civilización americana); teniéndose en cuenta que las corrientes y los vientos dominantes en esta parte del Océano Pacifico, se dirigen á la costa norte-americana, unas, y hacia la costa sud-americana, otras.’
En los tiempos remotos anteriores y posteriores al Diluvio Universal, la superficie de los continentes en el Globo de la Terrá era muy diferente de lo que es hoy.
Los Continentes sufrieron, en las épocas que corresponden a la infancia de nuestro Planeta, grandes modificaciones, pues los actuales Océanos deben considerarse como antiguos Continentes desmoronados, y una parte de los Continentes actuales, como restos de pasados océanos; modificaciones que experimentaran, ya por la violencia de los terremotos y fuegos subterráneos, ya por el ímpetu de las olas marinas, ya por los muchos montones de arena y cieno acumulados por el mar, ya por el amontonamiento lapidifico que está extendido por toda la Tierra que han levantado el suelo en unas partes y deprimido en otras.
Sin remontarnos én épocas tan lejanas, sabemos que en los tiempos más avanzados, el Globo Tierra ha sufrido también fuertes mutaciones en su superficie.