En Grecia se desarrollaron las principales manifestaciones artísticas que han marcado la evolución del arte occidental, con un estilo basado en la naturaleza y en el ser humano, donde preponderaba la armonía y el equilibrio, la racionalidad de las formas y los volúmenes, y un sentido de imitación («mímesis») de la naturaleza que sentaron las bases del llamado arte clásico.
Tras unos inicios donde destacaron las culturas minoica y micénica, el arte griego se desarrolló en tres periodos: arcaico, clásico y helenístico. La pintura griega se desarrolló sobre todo en la cerámica, en escenas cotidianas o de temática histórica o mitológica. Se suele establecer dos épocas, en función de la técnica utilizada en la confección de cerámica pintada: «figuras negras sobre fondo rojo» (hasta el siglo VI a.C.) y «figuras rojas sobre fondo negro» (desde el siglo VI a.C.). Aunque no han llegado numerosas muestras hasta la actualidad, se tiene constancia por fuentes históricas del nombre de varios famosos pintores griegos, como Zeuxis, Apeles, Parrasio, Eufranor, Polignoto, etc. Con anterioridad a la formación del arte griego hubo en territorios de la antigua Grecia un arte que se ha llamado prehelénico, conservadas tan sólo en ruinas de edificios de la época y sobre estuco, representando paisajes, acciones guerreras y ceremonias cortesanas o religiosas cuyas figuras aunque imperfectas revelan notable expresión y vida. En las decoraciones de vasijas se presenta raras veces la figura humana y siempre estilizada y de escasos detalles. En cuanto a la pintura griega, su celebridad y la de sus artistas se debe casi por entero a los antiguos historiadores pues no se conserva de ella ni un solo cuadro ni se conoce obra alguna de los famosos Zeuxis, Parrasio y Apeles, considerados desde la antigüedad los pintores por antonomasia. Las obras pictóricas griegas que al presente se conocen y conservan consisten únicamente en decoraciones de ánforas y de otras elegantes vasijas salvo algunos mosaicos de pavimento y placas de arcilla pintadas y sin contar las obras de pintura romana en que intervino mano griega.
Tras unos inicios donde destacaron las culturas minoica y micénica, el arte griego se desarrolló en tres periodos: arcaico, clásico y helenístico. La pintura griega se desarrolló sobre todo en la cerámica, en escenas cotidianas o de temática histórica o mitológica. Se suele establecer dos épocas, en función de la técnica utilizada en la confección de cerámica pintada: «figuras negras sobre fondo rojo» (hasta el siglo VI a.C.) y «figuras rojas sobre fondo negro» (desde el siglo VI a.C.). Aunque no han llegado numerosas muestras hasta la actualidad, se tiene constancia por fuentes históricas del nombre de varios famosos pintores griegos, como Zeuxis, Apeles, Parrasio, Eufranor, Polignoto, etc. Con anterioridad a la formación del arte griego hubo en territorios de la antigua Grecia un arte que se ha llamado prehelénico, conservadas tan sólo en ruinas de edificios de la época y sobre estuco, representando paisajes, acciones guerreras y ceremonias cortesanas o religiosas cuyas figuras aunque imperfectas revelan notable expresión y vida. En las decoraciones de vasijas se presenta raras veces la figura humana y siempre estilizada y de escasos detalles. En cuanto a la pintura griega, su celebridad y la de sus artistas se debe casi por entero a los antiguos historiadores pues no se conserva de ella ni un solo cuadro ni se conoce obra alguna de los famosos Zeuxis, Parrasio y Apeles, considerados desde la antigüedad los pintores por antonomasia. Las obras pictóricas griegas que al presente se conocen y conservan consisten únicamente en decoraciones de ánforas y de otras elegantes vasijas salvo algunos mosaicos de pavimento y placas de arcilla pintadas y sin contar las obras de pintura romana en que intervino mano griega.
Consta, no obstante, que los griegos pintaron cuadros excelentes, por lo menos murales (cuyas copias pueden ser algunas decoraciones de las grandes ánforas de lujo) y que emplearon los procedimientos al fresco, al encausto, al temple y quizás al óleo. Los asuntos representados en tales pinturas, a juzgar por lo que se observa en las mencionadas vasijas, fueron escenas de la vida humana y tradiciones o leyendas mitológicas y heroicas. La pintura griega se divide en tres periodos (después del cretense y micénico ya nombrados que pueden considerarse como protohistóricos respecto de Grecia), a saber: El de formación y arcaico que dura hasta el siglo V a. C., el cual se distingue por los resabios de influencias asirias y egipcias que revela en sus dibujos. La pintura de las vasijas correspondientes al primero de dichos periodos suele ofrecer desde mediados del siglo VIII a. C. las figuras de color negro sobre fondo amarillo o rojo (pues antes de dicha fecha consistía en dibujos de estilo geométrico y figuras estilizadas). El de elegancia nacional, durante el siglo V a. C. y parte del IV a. C., en que se emancipó la pintura con Polignoto, seguido de Apolodoro, Zeuxis y Parrasio, muy correctos en el dibujo, atribuyéndose al primero la invención del claroscuro. Las vasijas de este periodo tienen las figuras rojas sobre fondo negro, siendo excepción los célebres lecitos blancos de tenas que sobre fondo blanquecino ostentan figuras polícromas. El alejandrino o de difusión desde mediados del siglo IV a. C. hasta dos siglos más tarde en que fue Grecia conquistada por los romanos.
Las vasijas de este periodo que es la época de las grande ánforas decorativas o de lujo continúa casi en lo mismo que en el precedente pero con menor corrección y con cierto barroquismo en el dibujo hasta principios del siglo II a. C. en que cesan las figuras pintadas y se usan de relieve con uniforme color negro o rojo. A principios de este último periodo con el famoso Apeles el arte pictórico llegó a lo más alto a que pudo llegar, ocupándose su pincel en representar hazañas y gentilezas de la persona de Alejandro. Pero muy pronto decayó el arte, parando en una especie de barroquismo debida esta decadencia a la voluptuosidad y vulgaridad de los asuntos y a la misma difusión y éxodo fuera de Grecia que realizaron los talleres o escuelas principales e influyentes y que propiamente forman el periodo helenístico. De todas las variaciones apuntadas, se guardan elegantes muestras en los grandes museos de Europa y en ellas puede advertirse que la tal pintura no pasa del simple género decorativo pues carece de verdadera perspectiva y de claroscuro, determinándose los pliegues de la vestimenta y demás lineamentos con rayas negras o de color rojo oscuro más o menos gruesas según lo exige las figura y es frecuente representar la carnación en las figuras sobre todo, las femeninas, con pasta de color blanco.
Con un claro precedente en el arte etrusco, el arte romano recibió una gran influencia del arte griego. Gracias a la expansión del Imperio Romano, el arte clásico grecorromano llegó a casi todos los rincones de Europa, norte de África y Próximo Oriente, sentando la base evolutiva del futuro arte desarrollado en estas zonas. La pintura romana es conocida sobre todo por los restos hallados en Pompeya, donde se perciben cuatro estilos: el de incrustación, que imita el revestimiento en mármol; el arquitectónico, llamado así por simular arquitecturas; el ornamental, con arquitecturas fantásticas, guirnaldas y amorcillos; y el fantástico, mezcla de los dos anteriores, con paisajes imaginarios, variadas formas arquitectónicas y escenas mitológicas. Los orígenes de la pintura romana se confunden con los de su escultura y de tal modo se hallan en el arte helenista que aun los ejemplares que de ella se conservan, sobre todo, los mejores, se atribuyen hoy a mano griega si bien la escuela llegara por fin a romanizarse. Los romanos admiraban la pintura griega tanto como la escultura, y animaban a los artistas que trabajaban para ellos a hacer copias de obras griegas especialmente famosas o populares. Los romanos tendían más que los griegos a decorar sus paredes con pinturas murales, y aunque siguen la tradición griega, muestran en sus pinturas un gran colorido y movimiento. Las pinturas, con figuras individuales, grupos o paneles enteros, se reproducían, se adaptaban, estropeaban o embellecían según el talento de los artistas y las exigencias del cliente. Los procedimientos usados en esta pintura debieron ser el encausto, el temple y el fresco. Aunque se sabe que los romanos desarrollaron la pintura sobre tabla, los restos pictóricos conocidos más importantes son de tipo mural, frescos protegidos con una capa de cera que avivaba los colores.
Sus géneros, el decorativo de vajillas y muros y el histórico y mitológico en los cuadros murales. Y aunque los descubiertos hasta el presente ofrecen más que todo un carácter decorativo llegan a ser verdaderas composiciones pictóricas y se juzga con fundamento que hubo también otros de pintura independiente a semejanza de los actuales de tabla o de caballete. Se cultivaron con dicho carácter decorativo mural el paisaje, la caricatura, el retrato, los cuadros de costumbres, las imitaciones arquitectónicas y las combinaciones fantásticas de objetos naturales constituyendo con estas últimas el género que los artistas del Renacimiento llamaron grutesco, hallado en las antiguas Termas de Tito y que sirvió al célebre Rafael como fuente de inspiración para decorar las Logias del Vaticano. Hay que citar los retratos pintados. En el Egipto romano se descubrió una excelente colección de retratos sobre tabla, realizados para ser colocados sobre las momias. Igualmente en Pompeya, y pintados al fresco, se descubrieron magníficos retratos como los del Panadero y su esposa, o el de una muchacha, ambos en el Museo de Nápoles. Destacó también el arte pictórico de la civilización romana en el procedimiento del mosaico. No obstante, y en general, el mosaico es usado sobre todo para suelos, siendo en época bizantina cuando sustituya a los frescos en los muros.
También en época romana se encuentra el mosaico extendido a cuadros pensiles según lo revelan algunos ejemplares que se guardan en los museos y abrazando en uno y otro caso, asuntos y composiciones históricas. Se usaba para decorar interiores. Siguen utilizando el opus tesselatum de origen griego, aportando como novedad el opus sectile. La miniatura sobre pergamino fue otro género que estuvo muy en boga entre los bibliófilos romanos de la época de Augusto, pero de ella no se han descubierto ni se conservan ejemplares anteriores al siglo III de nuestra era. Los principales monumentos de pintura greco-romana que hoy existen se han extraído de las ruinas de Herculano, Pompeya, Stabia, el Palatino de Roma y de las necrópolis de El-Fayun, en Egipto, además de los mosaicos descubiertos en numerosas ciudades que fueron romanas. La mayor parte de las pinturas murales conocidas corresponde a casas particulares y edificios públicos de Pompeya y Herculano, dos ciudades italianas que estaban de moda y que fueron arrasadas por el volcán Vesubio en el año 79 d. C., aunque también se han encontrado algunas pinturas en Roma y en otros lugares.
Con la Hégira de Mahoma en 622 surgió una nueva religión, el islamismo, que tuvo una rápida difusión desde el Próximo Oriente por el norte de África, llegando a Europa con la conquista de la Península Ibérica y con la zona de los Balcanes tras la caída del Imperio Bizantino. Su principal medio de expresión fue la arquitectura, pues la prohibición religiosa de representar imágenes figurativas supuso una seria traba para la pintura y escultura, que era únicamente de tipo ornamental, con motivos abstractos o geométricos. Así, la pintura islámica se ha utilizado sobre todo como elemento decorativo en las edificaciones, normalmente a través de la escritura (decoración caligráfica mediante versículos del Corán), dibujos geométricos o vegetales y, más raramente, mediante la representación figurativa de personas y animales. La actividad pictórica se vio así reducida a los arabescos, principalmente abstractos, con configuraciones geométricas o pautas florales o vegetales, generalmente en azulejos en las mezquitas. También se desarrolló la iluminación en libros sagrados y profanos, destacando la escuela de Bagdad y la miniatura persa. Dentro de la pintura mural destacan, en un primer momento, las pinturas de los palacios sirios, como el de Qusair Amra, en el que se narra la historia del rey visigodo don Rodrigo, y contiene escenas íntimas del baño de las mujeres. En el Egipto fatimí (909-1171) se constata la existencia de una rica iconografía, con representaciones animales y humanas, siendo palpable la influencia técnica y estilística de las culturas de la cuenca mediterránea, sobre todo Bizancio. En España, hay pinturas genuinamente islámicas en la Alhambra de Granada, aunque las que pueden verse en la Sala de los Reyes son realizadas por artistas cristianos, siendo más propias del arte occidental que del islámico.
El arte de la India tiene un carácter principalmente religioso, sirviendo como vehículo de transmisión de las distintas religiones que han jalonado la India: hinduismo, budismo, islamismo, cristianismo, etc. También hay que destacar como rasgo distintivo del arte indio su afán de integración con la naturaleza, como adaptación al orden universal, teniendo en cuenta que la mayor parte de elementos naturales (montañas, ríos, árboles) tienen para los indios un carácter sagrado. La pintura ha tenido en la India menos representación que la arquitectura o la escultura, pero ha estado presente en diversos periodos históricos: de época prehistórica destacan los abrigos rupestres de Bhimbetka (Bhopāl), donde se ha encontrado un conjunto de más de mil cuevas con pinturas rupestres (7000 a.C.). De época gupta (siglos IV-VIII) destaca el templo de Ajaṇṭā, con un conjunto de treinta cuevas excavadas en la roca, de las que dieciséis están decoradas con magníficas pinturas murales sobre la vida de Buda y los cuentos populares budistas jataka, aunque también hay escenas cotidianas y de la naturaleza. De época islámica (siglos XIII-XVIII) destacó la pintura mogol, desarrollada preferentemente en miniatura, en libros lujosamente decorados, generalmente de temática histórica, biográfica y cortesana, destacando artistas como Basawan, Abu’l Hasan, Sahifa Banu y Sewa. También destacó la pintura rajputa, generalmente en miniatura, género que adoptaron del arte islámico, con dos principales escuelas: la rājasthāni, desarrollada en regiones como Mewar, Mālwa, Bundi, Jaipur y Kishangarh; y la pahari, surgida en el siglo XVIII en el Punjāb, en pequeños reinos como Guler y Kangra. En época colonial (siglos XVIII-XX) surgió un estilo denominado «arte de la Compañía» (por la Compañía Británica de las Indias Orientales), caracterizado por la técnica occidental aplicada a representaciones de diversos elementos de la cultura hindú; paralelamente, nació un estilo conocido como kalighat pat, desarrollado en Calcuta, que mezclaba el arte popular indio con el realismo del arte occidental.
El arte chino ha tenido una evolución más uniforme que la occidental, con un trasfondo cultural y estético común a las sucesivas etapas artísticas, marcadas por sus dinastías reinantes. Como la mayoría del arte oriental tiene una importante carga religiosa (principalmente taoísmo, confucianismo y budismo) y de comunión con la naturaleza. Dinastía Han (206 a.C.-220 d.C.): época de paz y prosperidad, se introdujo el budismo, que tuvo una implantación lenta pero progresiva. Destacó por sus capillas funerarias, con estatuas aladas de leones, tigres y caballos. La pintura se centró en temas de la corte imperial, nobles y funcionarios, con un sentido confucianista de la solemnidad y la virtud moral. Periodo de las Seis dinastías (220-618): se difundió más ampliamente el budismo, y gracias a la ruta de la seda se recibieron diversas influencias procedentes del oeste asiático. En pintura se formularon los seis principios, enunciados por Xie He a principios del siglo VI, y comenzó la caligrafía artística con la figura legendaria de Wang Xianzhi. La Dinastía Tang (618-907): este fue uno de los periodos más florecientes del arte chino. En pintura apareció el paisaje, género inicialmente de signo elitista, destinado a reducidos círculos culturales. Desafortunadamente, los paisajes Tang no han llegado hasta nuestros días, y sólo se conocen por copias, como Templo budista en las colinas después de la lluvia, de Li Cheng (siglo X). La Dinastía Song (960-1279) fue época de gran florecimiento de las artes y se alcanzó un nivel de elevada cultura que sería recordado con gran admiración en posteriores etapas. Continuó el paisaje, con dos estilos: el septentrional, de dibujo preciso y colores nítidos, con figuras de monjes o filósofos, flores e insectos; y el meridional, de pinceladas rápidas, colores ligeros y diluidos, con especial representación de paisajes nublados. La Dinastía Yuan (1280-1368): dinastía de origen mongol (su primer emperador fue Kublai, nieto de Gengis Khan), China se abrió más hacia Occidente, como queda patente en el famoso viaje de Marco Polo. En pintura proliferaron los temas religiosos, especialmente los taoístas y budistas, destacando las pinturas murales del templo de Yonglegong (Shanxi), y artistas como Huang Gongwang, Wang Meng y Ni Zan. La Dinastía Ming (1368-1644): supuso la restauración de una dinastía autóctona tras el periodo mongol, retornando a las antiguas tradiciones chinas. La pintura de esta época era tradicional, de signo naturalista y cierta opulencia, como en la obra de Lü Ji, Shen Zhou, Wen Zhengming, etc. La Dinastía Qing (1644-1911): dinastía de origen manchú, en el arte supuso la continuidad de las formas tradicionales. La pintura era bastante ecléctica, dedicada a temas florales (Yun Shouping), religiosos (Wu Li), paisajes (Gai Qi), etc.
El arte japonés ha estado marcado por su insularidad, aunque a intervalos ha ido recibiendo la influencia de las civilizaciones continentales, sobre todo de China y Corea. Gran parte del arte producido en Japón ha sido de tipo religioso: a la religión sintoísta, la más típicamente japonesa, formada alrededor del siglo I, se añadió el budismo en torno al siglo V, forjando un sincretismo religioso que aún hoy perdura. Período Kofun (200-600): en este período encontramos las primeras muestras de pintura, como en el enterramiento real de Ōtsuka y las tumbas en forma dedolmen de Kyūshū (siglos V-VI), decoradas con escenas de caza, guerra, caballos, pájaros y barcos, o bien con espirales y círculos concéntricos. Período Asuka (552-646): la llegada del budismo produjo en Japón un gran impacto a nivel artístico y estético, con fuerte influencia del arte chino. La pintura seguía los patrones chinos, en tinta o pigmentos minerales sobre seda o papel, en rollos de pergamino o colgando de la pared. Denota un gran sentido del dibujo, con obras de gran originalidad, como el relicario de Tamamushi (Hōryū-ji). Período Nara (646-794): en esta época tuvo su apogeo el arte budista, continuando con gran intensidad la influencia china. La pintura está representada por la decoración mural de Hōryū-ji (finales del siglo VII) y por kakemonos y makimonos, historias pintadas en un largo rollo de papel o seda, con textos relatando las diversas escenas o sūtras. A mediados del período se puso de moda el estilo pictórico de la dinastía Tang, como se vislumbra en los murales de la tumba Takamatsuzuka, de alrededor del año 700. Período Heian (794-1185): la iconografía budista tuvo un nuevo desarrollo con la importación de dos nuevas sectas del continente: Tendai y Shingon. En pintura, la aparición de la escuela de yamato-e («pintura japonesa») supuso la independencia de la pintura japonesa de la influencia china. Se caracteriza por su armonía y su concepción diáfana y luminosa, con colores vivos y brillantes, líneas simples y decoración geométrica. Las obras principales se encuentran en los monasterios budistas (Byōdō-in, Kongōbu-ji), y en los rollos manuscritos emaki, como la Historia de Genji. Pese a ello, la influencia china (pintura kara-e) continuó en edificios públicos y oficiales, ya que estaba ligada al prestigio funcionarial.
Período Kamakura (1185-1333): en esta época se introdujo en Japón la secta zen, que influyó poderosamente en el arte figurativo. La pintura se caracterizó por un mayor realismo y por su introspección psicológica, desarrollándose principalmente el retratismo y el paisajismo. Continuó el estilo yamato-e y la pintura narrativa en rollos, algunos de hasta 9 metros de longitud. La pintura relacionada con la secta zen era de influencia más directamente china, trazada en sencillas líneas de tinta china siguiendo la máxima zen de que «demasiados colores ciegan la visión». Período Muromachi(1333-1573): en este período floreció notablemente la pintura, enmarcada dentro de la estética zen. Predominó la técnica de la aguada (sumi-e), perfecta transcripción de la doctrina zen, que pretendía reflejar en los paisajes lo que significan, más que lo que representan, destacando Sesshū Tōyō, autor de retratos y paisajes. Cabe mencionar también la Escuela Kanō, fundada por Kanō Masanobu, que aplicó la técnica de la aguada a temas tradicionales. Período Momoyama(1573-1615): el arte de esta época se alejó de la estética budista, remarcando los valores tradicionales japoneses, aunque durante este período se recibieron las primeras influencias de Occidente. En pintura, la escuela Kanō recibió la mayoría de encargos oficiales, desarrollando la pintura mural de los principales castillos japoneses (Kanō Eitoku, Kanō Sanraku). Continuó el estilo yamato-e principalmente entre la clase burguesa, representada por la escuela Tosa, que continuó la tradición épica japonesa de escenas históricas y paisajes, destacando las figuras de Tosa Mitsuyoshi y Tosa Mitsunori. Período Edo(1615-1868): este período artístico se corresponde con el histórico de Tokugawa, en el que Japón se cerró a todo contacto exterior. Se desarrolló notablemente la pintura, que adquirió gran vitalidad, destacando Maruyama Ōkyo, Tawaraya Sōtatsu y Ōgata Kōrin, así como el género ukiyo-e(«estampas del mundo flotante»), desarrollada alrededor de la técnica del grabado —principalmente xilografía—, que destacó por la representación de tipos y escenas populares (Hishikawa Moronobu, Kitagawa Utamaro, Katsushika Hokusai, Utagawa Hiroshige).
En América, la pintura precolombina no se desarrolló tanto como la arquitectura y la escultura, pero existen numerosos vestigios arqueológicos de pintura mural, especialmente en México: en Teotihuacán las paredes de los edificios solían cubrirse con una capa de estuco pintada con escenas narrativas o diseños decorativos; en Bonampak y Chichén Itzá los mayas decoraban sus templos con frescos de estilo realista que narraban acontecimientos históricos; en Cacaxtla(Tlaxcala) se han descubierto recientemente pinturas murales con representaciones de dioses, sacerdotes y guerreros. También se han encontrado pinturas murales en Mesoamérica, generalmente con diseños geométricos, como en Tierradentro (Colombia), o de tema mitológico, como en Panamarca(Perú). También hay que remarcar la extraordinaria habilidad mostrada por numerosos pueblos (mayas, mixtecas y aztecas) en la escritura pictográfica, especialmente en códices ilustrados, que solían contar con figuras y símbolos de esmerado dibujo e intensidad cromática, narrando hechos históricos o mitológicos, como el Códice Nuttall de los mixtecas (British Museum, Londres). Otras muestras de pintura precolombina se hallan en la decoración cerámica, especialmente las vasijas mayas, las moches y de la cultura peruana de Nazca. Desde el descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492 hasta la independencia de los diversos países americanos a lo largo del siglo XIX (los últimos Cuba Puerto Rico en 1898) se dio el denominado arte colonial, que fue un fiel reflejo del arte efectuado en Europa. Las primeras muestras de pintura colonial fueron las de escenas religiosas elaboradas por maestros anónimos, como las imágenes de la Virgen con el Niño. La producción artística hecha en Nueva España por indígenas en el siglo XVI es denominada arte indocristiano. La pintura barroca recibió la influencia del tenebrismo sevillano, principalmente de Zurbarán, como se puede apreciar en la obra de los mexicanos José Juárez y Sebastián López de Arteaga, y del boliviano Melchor Pérez de Holguín. A finales del siglo XVI destacó la Escuela cuzqueña de pintura, representada principalmente por Luis de Riaño y Marcos Zapata. En el siglo XVIII la principal influencia sería la de Murillo, y en algún caso —como en Cristóbal de Villalpando— la de Valdés Leal. Destacan Gregorio Vázquez de Arce en Colombia y Juan Rodríguez Juárez y Miguel Cabrera en México.
Los indios Hopi afirman que sus antepasados fueron visitados por seres procedentes de las estrellas que se desplazaban en escudos volantes o pájaros tronantes y dominaban el arte de cortar y transportar enormes bloques de piedra, así como de construir túneles e instalaciones subterráneas. Estos salvadores eran los “katchinas”, que significa “sabios, ilustres y respetados”. Para los Hopi los Katchinas no son dioses, son seres visibles, de apariencia humana, con conocimientos y potencial superiores a los del ser humano. Las ceremonias religiosas más notables son los misterios ‘kachina’ de la fertilidad (el kachina es el espíritu de un antepasado, que generalmente representa un clan, simbolizado en las ceremonias por un danzante enmascarado y maquillado), y los rituales del solsticio de verano y de invierno con la adoración al Sol y al fuego. La famosa danza de la serpiente, en realidad una danza de invocación a la lluvia, es considerada una de las más espectaculares. Se ejecuta con carácter bianual hacia el día 20 de agosto y atrae a miles de visitantes. De acuerdo con la tradición hopi, la historia de la humanidad está dividida en períodos que ellos denominan “mundos”, los cuales están separados entre sí por terribles catástrofes naturales: el primer mundo sucumbió por el fuego, el segundo por el hielo y el tercero por el agua. Nuestro actual mundo, que es el cuarto según sus profecías, está tocando a su fin, y dará paso a un nuevo mundo en un futuro no muy lejano. En total, la humanidad deberá recorrer siete periodos.
Los Hopi tienen lápidas de piedra.En ellas hay inscripciones alusivas a todo cuanto ocurrirá después de la próxima depuración. Esas lápidas anunciaron a los Hopi que primero llegarían gentes acompañadas de extraños animales tirando de cajas (vagonetas) y que más tarde las cajas se moverían por sí solas (trenes y automóviles). Les dijeron también que se extendería un hilo plateado a través de la tierra. Leyeron también que verían telas de araña en el cielo a través de los cuales la gente podría hablar (líneas telefónicas), y que llegaría el momento en que el águila caminaría sobre la luna. Cuando el astronauta americano Neil Amstrong bajó de su nave espacial al suelo lunar y dijo: “El águila ha tomado tierra”, se cumplió la profecía Hopi. Averiguaron así mismo que llegaría la hora en que dos potencias sacudirían la Tierra por dos veces. El símbolo de una de ellas sería el Sol naciente (Japón), y el de la otra sería el signo de las cuatro direcciones (Alemania). En los dibujos rupestres de Oraibi, la colonia más antigua de los hopi en Arizona, se ve una mujer sentada en un escudo abombado hacia arriba, y debajo una flecha con plumas que significa “velocidad”. Al llegar al nuevo continente, los indios se multiplicaron, formaron tribus y se separaron en clanes. Algunos emigraron hacia el norte, entre ellos los antepasados de los hopi, quienes recibieron este nombre al llegar aOraibi y ser aceptados allí. A su vez los hopi formaron nuevas tribus que se establecieron en la alta montaña y la selva virgen, de forma semejante a los aztecas e incas. La tradición hopi habla de la ciudad Palátquapi (tierra roja) que sus antepasados erigieron en Centroamérica y que figura como centro de las ciencias. Palátquapi tiene un edificio de tres plantas que servía para la enseñanza. Se llega a él por una escalinata en la que cada peldaño equivale a un grado más alto del saber. En la planta baja se aprende la historia de su pueblo, en la primera Historia Natural, incluida la composición de las materias (química) y el respeto a la naturaleza, reverenciada en las ceremonias hopi junto con el poder del ser deifico.
El arte africano ha tenido siempre un marcado carácter mágico-religioso, destinado más a ritos y ceremonias de las diversas creencias animistas y politeístas africanas que no a fines estéticos, aunque también hay producciones de signo ornamental. Sin embargo, la pintura ha tenido escasa representación frente a otros tipo de artes, especialmente la escultura, cumpliendo por lo general un carácter accesorio, en decoración de máscaras y estatuas, frecuentemente con motivos geométricos o abstractos. En las montañas Drakensberg (Sudáfrica), los San (o bosquimanos) realizaron miles de pinturas rupestres entre los siglos XVIII y XIX, relacionadas con rituales chamánicos. Pero prácticamente hasta el siglo XX no se ha empezado a producir pintura de forma autónoma, especialmente tras la independencia de los países africanos, surgiendo entonces diversas escuelas como la Poto-Poto en Brazzaville, el movimiento Set Setalen Senegal, Rorke’s Drift en Sudáfrica, Oshogbo en Nigeria, Cyrene en Bulawayo, y otras ciudades como Lubumbashi, Dakar, Maputo, Harare, etc.). Tassili n’Ajjer (en bereber: Tasili n Ajjer) es un Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en Argelia. Fue inscrita como Patrimonio en 1982. Hace ocho mil años, cuando los vestigios de la época glacial enfriaban a Europa, el Sahara, que actualmente conocemos como un desierto árido y vacío, era una región fértil cuyos fluentes ríos y herbosos valles rebosaban de peces y animales salvajes. Durante los 6.000 años siguientes, diversas oleadas de emigrantes desarrollaron en estas tierras una serie de sociedades cada vez más avanzadas, de las que dejaron constancia en una colección de escenas labradas y pintadas en rocas que constituyen el documento más completo de las primeras civilizaciones africanas de la Edad de Piedra.
Hacia el año 2000 a.C., como consecuencia de la disminución de la corriente de aire húmedo procedente de la Europa meridional, o de algún otro cambio de clima, el Sahara comenzó a secarse. Los animales y los humanos iniciaron la dispersión, más las pinturas permanecieron protegidas por el aire seco y por nidos de víboras. En 1956, el explorador y etnólogo francés Henri Lhote comenzó un estudio intensivo de los olvidados frescos de Tassili. Después de 16 meses regresaron con un desconcertante cuadro del que en otros tiempos fue un verde Sahara así como de las primicias culturales de África. La meseta de Tassili, erosionada por el viento y el agua, forma gargantas y barrancos polifacéticos que hacían de ella un lugar ideal para los artistas primitivos. Sobre las protegidas paredes pétreas de sus nichos y refugios, dibujaron lo que veían a su alrededor. En ocasiones, también pintaron vistas contempladas durante sus viajes orientales a Egipto y al norte de Libia, pero en general retrataron animales. Entre estas reproducciones se encuentran retratos de tamaños exagerados, de rinocerontes de 7,50 metros de longitud y elefantes de 4,50 metros de altura, los dibujos prehistóricos más grandes que se conocen. Las pinturas sobre roca de Tassili reproducen las idas y venida de muchos pueblos y animales. Algunos especialistas las han clasificado en unos cuatro grupos, denominados según su figura dominante: el Cazador (6000 a 4000 a.C); el Pastor (4000 a 1500 a.C); el Caballo (1500 a 600 a.C.); y el Camello (a partir del 600 a.C.).
El Cazador es el hombre de mediados de la Edad de Piedra, consumado individualista que vagaba con palos arrojadizos y garrotes y vivía de los animales salvajes que mataba. El Pastor, que pertenece al final de la Edad de Piedra, sin embargo, practicaba la agricultura de azadón y domesticaba ganado, cabras y corderos. Las pinturas murales del pastor, que son las ejecutadas más diestramente de la colección de Tassili, muestran al hombre como a un ser sociable, tomando parte en ritos, cuidando de sus rebaños y realizando quehaceres domésticos. Sin embargo, este placentero periodo pastoral realmente marcó el principio del fin. A medida que pasaban los siglos, el Sahara comenzó a secarse; en los tiempos en que se trajeron caballos domados de Egipto, hacia el 1500 a.C., la mayoría de los animales silvestres ya habían partido. Pero el caballo no pudo sobrevivir debido a la creciente dureza del clima. Había llegado el momento de otra especie más educada para las nuevas condiciones climatológicas. Antes de que comenzara la era crisitana, el camello hizo su aparición como animal de monta y carga. Para entonces, el Sahara ya era esencialmente el desierto que es hoy.
La caída del Imperio Romano de Occidente marcó el inicio en Europa de la Edad Media, etapa de cierta decadencia política y social, pues la fragmentación del imperio en pequeños estados y la dominación social de la nueva aristocracia militar supuso la feudalización de todos los territorios anteriormente administrados por la burocracia imperial. El arte clásico será reinterpretado por las nuevas culturas dominantes, de origen germánico, mientras que la nueva religión, el cristianismo, impregnará la mayor parte de la producción artística medieval. Se denomina arte paleocristiano al efectuado por los primeros seguidores de esta nueva religión, primero de forma oculta, mientras aún eran perseguidos por el poder imperial, para pasar posteriormente, tras la conversión al cristianismo del emperador Constantino, a ser el estilo oficial del Imperio. Las formas clásicas fueron reinterpretadas para servir como vehículo de expresión de la nueva religión oficial, y se produjo una atomización de estilos por zonas geográficas. La pintura se dio sobre todo en las catacumbas, con escenas religiosas y alegóricas, y surgió la miniatura, iluminación de manuscritos, con dos principales escuelas: la helenística-alejandrina y la siria. Se llama Arte prerrománico a los múltiples estilos desarrollados en Europa desde la coronación de Carlomagno (año 800) hasta alrededor del año 1000, donde la aparición del románico supondrá la divulgación de un mismo estilo unitario a lo largo de todo el continente europeo. Esta acepción es simplemente una forma de englobar una serie de estilos independientes y con pocos o ningún factor común, con el único aglutinante de ser predecesores de la internacionalización del románico. La coronación de Carlomagno supuso en cierta forma la restauración del Imperio Romano, lo que conllevó un renacer cultural y un primer retorno a la cultura clásica como fuente de inspiración, aunque matizada por la religión cristiana. La pintura se circunscribió a la miniatura (arte carolingio), con varias escuelas como la palatina, la de Tours, la de Reims y la de Saint-Denis. Se llama Arte otoniano al que coincide con los reinados de Otón I, Otón II y Otón III. En la pintura otoniana se percibe la influencia bizantina, debido al matrimonio de Otón II con Teófano de Constantinopla, destacando los frescos de San Jorge de Oberzell.
El arte celta, en las Islas Británicas evangelizadas, tuvo una época de esplendor, destacando la miniatura, de influencia carolingia, siendo de relevancia la escuela de Winchester, a la que perteneció el Pontifical de San Aethelwold(British Museum). Se denomina mozárabes a los cristianos que vivían bajo la dominación islámica, y que, al pasar de nuevo a territorio reconquistado por los cristianos, practicaban un tipo de arte de gran influencia islámica (arte mozárabe). Se desarrolló sobre todo en el siglo X, principalmente al norte del Duero, en el alto Ebro, sur de Galicia, Cantabria y Pirineos. Cabe destacar en miniatura los beatos, ilustraciones del Comentario al Apocalipsis del Beato de Liébana. Pese a la caída del Imperio Romano de Occidente, en Oriente perduró el conocido como Imperio Bizantino hasta la conquista de Constantinopla en 1453 por los turcos otomanos. Heredero del arte helenístico, el arte bizantino recogió las principales tradiciones artísticas orientales, de las que fue puerta de entrada en Europa, donde el arte bizantino influyó en el arte prerrománico y románico. Se distinguen en el arte bizantino tres «edades de oro»: una primera en el siglo VI, coincidiendo con el reinado de Justiniano; una segunda desde el siglo IX hasta la toma de Constantinopla por los cruzados el 1204; y una tercera en el siglo XIV, con la dinastía Paleólogo. La pintura bizantina tuvo en época de Justiniano influencia paleocristiana, a la vez que recogió diversas tradiciones anteriores, especialmente la helenística y la siria neoática, destacando los conjuntos musivarios de San Demetrio de Salónica y San Vital de Rávena. En la segunda edad dorada se establecieron la estética y la iconografía bizantinas, sobre todo en torno a los iconos, con una fuerte carga simbólica de las imágenes, con figuras estilizadas y perspectivas jerárquicas, ya que el tamaño de la figura depende de su importancia religiosa. En la tercera edad dorada la pintura sustituyó al mosaico, sobre todo los iconos de pintura sobre tabla, destacando las escuelas de Chipre, Salónica, Creta, Venecia y Moscú (donde descuella Andrei Rubliov).
El arte románico representa el primer estilo de carácter internacional de la cultura europea occidental, con una identidad plenamente consolidada tras el paso del latín a las lenguas vernáculas. De carácter eminentemente religioso, casi todo el arte románico estaba dirigido a la exaltación y divulgación del cristianismo. Surgido a mediados del siglo XI, se desarrolló fundamentalmente durante el siglo XII, a finales del cual empezó a coexistir con el incipiente gótico. En el románico culminaron los diversos estilos producidos por el prerrománico, a la vez que se denota la influencia oriental del arte bizantino. La pintura románica era preferentemente mural, de signo religioso y figuras esquemáticas al igual que la escultura. Tuvo una fuerte influencia bizantina, difundida sobre todo por la orden benedictina. Se desarrolló preferentemente en el ábside de las iglesias, con un programa iconográfico donde destacaba la figura del Pantocrátor, alrededor del cual se encuentran la Virgen y los apóstoles, dejando al pie el Juicio Final. Vemos esta disposición en Sant’Angelo in Formis (Capua), Sant Climent de Taüll y San Isidoro de León. También se produjo pintura sobre tabla, al temple, generalmente en retablos para el altar; y la miniatura, donde destacaron las escuelas inglesa e italiana. El arte gótico se desarrolló entre los siglos XII y XVI, época de gran desarrollo económico y cultural. El fin de la época feudal supuso el afianzamiento de los estados centralizados, con mayor predominio de las ciudades sobre el campo, al tiempo que un sector cada vez mayor de la sociedad tenía acceso a la cultura, que dejó de ser patrimonio exclusivo de la Iglesia. El auge de las universidades comportó un aumento de los estudios científicos, filosóficos y literarios, sentando las bases de la cultura moderna.
La pintura gótica dejó de ser mural para pasar a retablos situados en los altares de las iglesias, y empezó a desarrollarse la pintura en lienzo, al temple o al óleo. Se sucedieron cuatro estilos pictóricos. El gótico lineal o franco-gótico: se desarrolló desde el siglo XIII hasta principios del XIV, caracterizado por el dibujo lineal, el fuerte cromatismo, un naturalismo de líneas sencillas y el idealismo de los temas representados. Este estilo se desarrolló sobre todo en vidrieras y miniaturas. El gótico itálico o trecentista: surgido en el siglo XIII en Italia, se caracteriza por la aproximación realizada a la representación de la profundidad, que cristalizará en el Renacimiento con la perspectiva lineal, con los estudios sobre anatomía y el análisis de la luz para conseguir la matización tonal. Destacan dos escuelas, la florentina (Cimabue, Giotto, Andrea Orcagna) y la sienesa (Duccio, Simone Martini, Ambrogio Lorenzetti). El gótico internacional corresponde a finales del siglo XIV y primera mitad del XV, suponiendo una fusión de los estilos anteriores. Se caracteriza por la estilización de la figura y el predominio de la línea curva, el detallismo técnico y el naturalismo simbólico de la narración. Destacan los pintores Paul de Limbourg, Stefan Lochner, Conrad Soest, Bernat Martorell y Lluís Borrassà. El gótico flamenco surgió en Flandes a principios del siglo XV, predominando a lo largo de ese siglo en la mayor parte de Europa –excepto Italia, donde ya descollaba el Renacimiento–. Su principal aportación es la técnica al óleo, que da colores más brillantes y permite su gradación en diversas gamas cromáticas, a la vez que permite mayor minuciosidad en los detalles. Cabe destacar a Jan y Hubert van Eyck, Robert Campin, Rogier van der Weyden, Hans Memling, Gerard David, Hugo van der Goes y El Bosco; en el resto de Europa, Jean Fouquet, Conrad Witz, Martin Schongauer, Hans Holbein el Viejo, Nuno Gonçalves, Lluís Dalmau, Jaume Huguet, Bartolomé Bermejo, Fernando Gallego, etc.
En pintura gótica podemos destacar al pintor neerlandésJeroen Anthoniszoon van Aeken, conocido como El Bosco o Jerónimo Bosch (Bolduque, 1450 – agosto de 1516). Protagonista de sus cuadros es la Humanidad que incurre en el pecado y es condenada al infierno; la única vía que parece sugerir el artista para redimirse se encuentra en las tablas con vidas de santos, cuyas vidas dedicadas a la meditación deben ser modelo de imitación, aunque estén rodeados por el Mal. Ejemplo son las tablas con la Pasión de Cristo a través de la meditación sobre las penas sufridas por Cristo, para rescatar al género humano del pecado universal. En los últimos años de su actividad su estilo cambia, pintando cuadros con un menor número de figuras pero de mayor tamaño que parecen sobresalir del cuadro y acercarse al observador. El Bosco no fechó ninguno de sus cuadros y solo firmó algunos. El rey Felipe II de España compró muchas de sus obras después de la muerte del pintor; como resultado, el Museo del Prado de Madrid posee hoy en día varias de sus obras más famosas. Nació probablemente alrededor de 1450, quizá el 2 de octubre en Bolduque, una ciudad en el sur de lo que hoy son los Países Bajos, junto a Tilburg y por entonces en posesión del duque de Borgoña. Su familia, los Van Aken, procedía de Aquisgrán y se dedicaban a la pintura. El apellido familiar arcaicamente se escribía “van Aeken” (de hecho, en neerlandés el apellido se escribe “van Aken” ó “van Aeken“, con ‘v’ minúscula). Aeken es el nombre en dialecto centroalemán de la ciudad de Aquisgrán (llamada en alemán normativo Aachen), de modo que el antiguo apellido familiar indicaba de qué lugar eran oriundos los ‘van Aken’. Su padre era Anthonis van Aken, su abuelo Jan van Aeken y su hermano mayor Goossen van Aken.
Los pintores, según el sistema medieval de estamentos, formaban parte del respectivo gremio. Esto es importante para entender por qué se hizo conocido como ‘El Bosco’ (en neerlandés: Den Bosch); a la muerte del padre, el hermano mayor fue el único con derecho para usar gremialmente el apellido van Aken (o cualquiera de sus variantes): así, Jeroen adoptó como nombre artístico el nombre abreviado de su ciudad natal, siendo asimismo latinizado su nombre, pasando a firmar como Hieronymus en lugar de Jeroen. Ya en 1463 se verifica que utiliza el “apellido” den Bosch, aunque hacia 1480 es bastante conocido en su país como “Jeroen die maelre” (en neerlandés: “Jerónimo el pintor“. Influenciado por los pintores de la escuela alemana (Martin Schongauer, Matthias Grünewald) y por Alberto Durero. Ese año, cerca de 4.000 casas de la ciudad fueron destruidas por un incendio catastrófico iniciado la noche del 13 de junio, y que un Bosco de doce años de edad podría haber visto. Nada se sabe de la primera formación artística, pero puede suponerse que aprendió en el taller familiar dedicado a la pintura al fresco, a dorar esculturas de madera y a la producción de objetos sagrados, trabajando especialmente para la catedral de la ciudad. En torno a 1480 se casó con Aleyt (o Aleid) van der Mervenne, hija del rico burgués Goyarts van der Meervenne, que aportó como dote algunos terrenos situados en Oorschot y le facilitó el ascenso social hacia la alta burguesía urbana. Esto le permitió gran libertad para elegir los temas de sus obras.
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