Estamos viviendo en tiempos extraños. La era de los vehículos sin conductor, multimillonarios que consiguen ser presidentes y… clones humanos caminando entre nosotros. Aunque parezca increíble, la perspectiva real de clonar personas se remonta a la década de 1960. Y tres décadas después, los científicos escoceses clonaron con éxito el primer mamífero, una oveja llamada Dolly.
Y aunque algunos países establecieron leyes contra la clonación, otros continuaron trabajando para poder recrear a una persona algún día. Sin embargo, los teóricos de la conspiración aseguran que la clonación humana es toda una realidad, y todo forma parte de una operación dirigida por un colectivo llamado Sociedad Vril.
Los miembros de esta oscura organización (que naturalmente incluyen a todos los líderes mundiales) se reúnen en bunkers subterráneos, donde albergan una red altamente lucrativa de granjas de clonación humana, principalmente de celebridades.
Este macabro plan comenzó después de la Segunda Guerra Mundial, momento en el cual, hubo un auge de estrellas de cine y músicos, por lo que la clonación de estos personajes públicos serviría para manipulación de la sociedad. Está claro que esto es simplemente una teoría de la conspiración, pero parece ser que de nuevo tendría parte de verdad.
Mini cerebros con sentimientos
Los neurocientíficos pueden haber cruzado una línea ética al crear mini cerebros a partir de tejido humano que pueden sentir e incluso sufrir. Los llamados organoides son gotas de tejido cultivado en laboratorio a partir de células madre humanas para parecerse a pequeños órganos, en este caso, el cerebro.
Aunque estos mini cerebros solo pueden ser del tamaño de un cacahuate, se ha observado que desarrollan ondas cerebrales espontáneas, no muy diferentes de las que se observan en los bebés prematuros.
Los organoides se consideran un desarrollo significativo en la neurociencia, ya que permiten a los investigadores estudiar el tejido cerebral sin las limitaciones habituales. Estas pruebas se utilizan para investigar trastornos como el autismo y la esquizofrenia, y el impacto del virus Zika en el desarrollo de cerebros en el útero.
También pueden ser útiles en la investigación de Alzheimer, Parkinson, hipoxia prematura y afecciones oculares como la degeneración macular. Sin embargo, la línea entre la investigación sobre organoides y la experimentación humana no está clara y queda por establecerse.
Elan Ohayon, director del Green Neuroscience Laboratory en San Diego, California, y sus colegas Ann Lam y Paul Tsang sostienen que es necesario realizar controles para evitar que los organoides sufran dolor.
“Si incluso existe la posibilidad de que el organoide sea sensible, podríamos estar cruzando una línea”, dijo el Dr. Ohayon al The Guardian. “No queremos que las personas investiguen donde existe la posibilidad de que algo sufra. Ya estamos viendo actividad en organoides que recuerda a la actividad biológica en animales en desarrollo.”
Por ejemplo, en 2017, investigadores de Harvard demostraron que los organoides cerebrales pueden desarrollar una amplia variedad de tejidos, incluidas las neuronas de la corteza cerebral a las células de la retina.
Además, el equipo descubrió que los organoides cultivados durante ocho meses desarrollaron sus propias redes neuronales, que no solo estaban activas, sino que también eran capaces de reaccionar cuando la luz brillaba sobre ellas.
Otro estudio, realizado por el genetista Fred Gage y científicos del Instituto Salk de San Diego, trasplantaron organoides del cerebro humano en ratones, descubriendo que podían conectarse al suministro de sangre del animal y formar nuevas conexiones.
“Creo que nunca es demasiado pronto para plantear cuestiones sobre la ética en la ciencia, de modo que un diálogo reflexivo pueda guiar la investigación científica y las decisiones”, explicó el profesor Gage.
El Dr. Ohayon está intentando que se paralicen estudios similares que pretenden colocar organoides del cerebro humano en animales, junto con cualquier investigación que conlleve un riesgo razonable de que los organoides desarrollen sensibilidad. Se necesita investigación para determinar el punto en el que es probable que surja la sensibilidad, por lo que el Dr. Ohayon ha desarrollado modelos de ordenador que pueden ayudar a hacer esto.
Dejando a parte las teorías conspirativas, lo cierto es que los científicos están cruzando todas las líneas éticas habidas y por haber. A parte de los mini cerebros humanos, que abre la puerta a la clonación humana, hemos visto como en este 2019 han revivido el cerebro de un cerdo muerto e inyectado genes cerebrales humanos en monos. La comunidad científica está demostrando que su único deseo es convertirse en Dios, y que la humanidad le importa más bien poco.
¿Qué opinas sobre los mini cerebros? ¿Crees que la ciencia debe continuar con estos experimentos?