Darren Walker, presidente de la Fundación Ford
Por INFOVATICANA | 23 octubre, 2019
(
NBQ)- Emerge del sínodo otro hecho vergonzoso: los generosos fondos que llegan al organismo de los obispos brasileños que se ocupa de la Amazonia proceden de la Fundación Ford, famosa por su compromiso en la promoción del aborto y la anticoncepción, como también de la agenda LGBT. Dinero que, al menos en parte, se ha dedicado a la financiación del Sínodo.
Pero hay más y peor: desde hace treinta años la Fundación Ford financia proyectos para subvertir la doctrina de la Iglesia sobre el aborto y la anticoncepción, como también para expulsar a la Santa Sede de la ONU. Un proceso de protestantización que, ¡mira qué casualidad!, es el que impulsa este Sínodo.
Las sesiones informativas diarias de las 13:30 se han convertido en una cita ineludible en este Sínodo para la Amazonia: a pesar de que el 90% de las veces son la repetición aburrida de un guión escrito de antemano, que prevé hablar sólo de derechos de los indígenas y de los viri probati (con alguna alusión a las mujeres diácono), siempre llega la pregunta de un periodista que hace que los relatores de la sesión informativa entren en crisis. Es entonces cuando asistimos a momentos de gran surrealismo.
Además de las historias de los ídolos paganos en el Vaticano, en estos días ha surgido una segunda cuestión muy grave que atañe a la financiación por parte de la Fundación Ford de los organismos de los obispos brasileños que se ocupan de la Amazonia y, en consecuencia, de la organización de este Sínodo.
La historia la hizo pública originariamente un periodista brasileño, Bernardo Küster, pero ha sido planteada en la sesión informativa por Edward Pentin, que después ha escrito sobre ella en el
National Catholic Register.
Resumiendo, los hechos son los siguientes: la Fundación Ford -13 mil millones de dólares de dotación y 600 millones anuales de beneficios- es una de las fundaciones estadounidenses más poderosas, dedicada sobre todo a financiar proyectos de «justicia social».
En este marco, desde hace muchos años, la Fundación Ford financia el Consejo Misionero para los Pueblos Indígenas (CIMI), organismo de la Conferencia Episcopal brasileña -que está en la cabina de dirección de este Sínodo-, y otros dos organismos que también están presentes en esta asamblea sinodal.
Todos estos organismos forman parte del REPAM, la Red panamazónica que ha sido punto de referencia para la organización del Sínodo. Más en detalle, desde 2010 el CIMI ha recibido de la Fundación Ford 739.269 dólares, mientras que el Consejo Indígena de Roraima -sección local del CIMI- ha recibido, de 2006 a 2018, 1.164.906 dólares.
Las otras dos organizaciones financiadas por la Fundación Ford son la Coordinación para la Organización de los Pueblos Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA, 4.097.535 dólares entre 2007 y 2018) y la Coordinación de las Organizaciones Indígenas de la Amazonia Brasileña (COIAB, 1.623.443 dólares entre 2010 y 2018).
Cómo ha sido gastado todo este dinero es algo que se ignora, pero la cuestión más importante planteada por Pentin durante la sesión informativa del pasado jueves es que la Fundación Ford está muy comprometida con la financiación de proyectos que fomenten el aborto y la anticoncepción, como también la agenda LGBT.
Por consiguiente, al contar con la presencia en la sesión informativa del arzobispo de Porto Velho, Roque Paloschi, jefe del CIMI, se le ha planteado la pregunta si no considera vergonzoso que un organismo eclesial esté tan bien financiado por quien fomenta el aborto, el control de la natalidad y la agenda LGBT.
La respuesta de Paloschi ha sido de lo más desconcertante. No ha podido desmentir la financiación -también porque está todo reflejado en la web de la Fundación-, pero ha empezado una larga perorata en la que ha dicho que todas las cuentas del CIMI, y también las suyas personales, han sido controladas por las autoridades y todo resulta correcto.
Lástima que nadie le había preguntado si por casualidad se había apropiado de dinero que no era suyo, o si el CIMI había cometido irregularidades.
Así, al día siguiente,
otra periodista le ha planteado la pregunta al obispo de Roraima, Mario Antonio da Silva, quien ha afirmado que todo el dinero donado es utilizado por la Iglesia para defender y promover la vida «de mujeres, niños, mujeres embarazadas, familias y ancianos».
Ha sido entonces cuando, sin que se le hubiera preguntado, ha intervenido visiblemente irritado Paolo Ruffini, el prefecto del Dicasterio para las Comunicaciones que, no satisfecho con la mala prensa que está teniendo con el caso de los ídolos paganos en el Vaticano, ha pensado en añadir: «Como cristiano y como católico -ha dicho-, pienso que es algo bueno que el dinero vaya a una buena causa».
Y ha añadido, convencido de tener el as en la mano, dirigiéndose a la compañera periodista: «Ahora te pregunto yo a ti: ¿preferirías que ese dinero de la Fundación Ford fuera a parar a otros proyectos, no cristianos?».
Pues bien, partamos precisamente de aquí: ¿a qué proyectos se destinan en concreto esos fondos? La cuestión es que ni el CIMI ni los otros organismos lo dicen. Por consiguiente, si nos fiamos del obispo de Roraima, debemos presumir que van a defender la vida, obviamente en una acepción muy amplia.
Admitamos que sea así. Queda el problema planteado por Pentin: la Fundación Ford fomenta activamente el aborto y la anticoncepción por lo que, como mínimo, es vergonzoso descubrir que las actividades de la Iglesia se mantienen en vida por dicha Fundación. Dos millones de dólares no es calderilla. Lo mínimo que una persona tiene que hacer es preguntarse el porqué de toda esta generosidad en favor de los organismos de la Iglesia católica, y no basta con decir que hay una convergencia en la defensa de los derechos de los indígenas de la Amazonia.
Ni siquiera vale la objeción según la cual la Iglesia nunca ha mirado las manos de las que proceden las ofrendas: aquí no estamos hablando de criminales arrepentidos, o de personas que hacen donaciones de manera anónima por los motivos más variados. Aquí estamos hablando de una Fundación con proyectos que tienen una clara agenda ideológica en evidente contraposición con la doctrina de la Iglesia.
Además de lo inoportuno que es depender, para los propios proyectos, de quien atenta de manera tan grave contra la vida, hay también una situación de chantaje: si se diera el caso de que la Fundación Ford quisiera promover en Amazonia programas de control de natalidad, ¿estarían los obispos y los organismos católicos dispuestos a denunciarla, visto que correrían el riesgo de decir adiós a una cantidad no indiferente de dinero?
Tal vez la pregunta sea incluso ingenua: en realidad, los obispos que vemos a la cabeza de estos organismos pertenecen a ese grupo que contesta o ignora la encíclica Humanae Vitae de Pablo VI, por lo que tal vez no sean tan contrarios a la difusión de la anticoncepción, lo que significa que no tendrían nada que objetar a los programas respaldados por la Fundación Ford.
Sin embargo, hay algo peor y aún más grave, que todavía no se ha dicho con claridad. La Fundación Ford y su presidente, Darren Walker, además de financiar el aborto y la anticoncepción, invierten contra la libertad religiosa y de conciencia.
No sólo.
Desde los años 80, la Fundación Ford ha financiado programas para subvertir las enseñanzas de la Iglesia católica desde dentro.
Se debe sobre todo a este organismo el rápido desarrollo del movimiento llamado Catholics for a Free Choice (Católicos para una libre elección; a partir de 2007 sólo Catholics for Choice) que, a pesar de haber sido desautorizado en diversas ocasiones por los obispos estadounidenses, ha seguido presentándose como católico y ha intentado reunir los movimientos disidentes dentro de la Iglesia para pedir un cambio doctrinal en materia de aborto y anticoncepción.
Entre 1982 y 1994, la Fundación Ford ha ingresado casi dos millones de dólares en las arcas de Catholics for a Free Choice, el 25% de todos sus ingresos.
Esta cifra ha aumentado en los años sucesivos. El objetivo eran proyectos dirigidos sobre todo a los países de América Latina (y esto también tiene un significado), los más fieles tradicionalmente en la defensa de la vida: entre 1996 y 1998, las donaciones superaron los dos millones de dólares.
Y de nuevo, entre 2006 y 2014, la Fundación Ford ingresó en las arcas de Catholics for Choice (CFC) la suma de 2.650.000 dólares: en este periodo, los CFC lanzaron campañas de opinión entre los católicos en clave abortista y presionaron a los políticos católicos.
Es del 2000 su campaña See Change, cuyo objetivo era quitarle a la Santa Sede su estatus de Observador Permanente ante las Naciones Unidas. El motivo: como siempre, el papel de opositor que la Santa Sede asumía ante los intentos de promover en sedes de las Naciones Unidas el derecho al aborto. En los últimos años, los CFC han añadido entre sus reivindicaciones la causa LGBT, así ya tienen el pack completo.
En resumen: no sólo es una Fundación que apoya la causa del aborto, la anticoncepción y la agenda LGBT, sino que desde hace más de treinta años financia generosamente el intento de subvertir la doctrina de la Iglesia sobre la vida y la familia, favoreciendo un proceso de protestantización.
Y ahora nos encontramos también con su contribución a la organización del Sínodo para la Amazonia que, ¡mira qué casualidad!, en las propuestas sobre el sacerdocio y los ministerios sigue justo la dirección de una protestantización de la Iglesia.
¡Qué coincidencias se dan a veces…!