La Esfinge de Giza, de setenta y tres metros de largo por veinte de alto, es en realidad una roca natural a la que un día se le dio forma de león y que los elementos se encargaron después de desgastar. Se eleva frente a la segunda pirámide del conjunto y está orientada hacia el este con una gran precisión. Justo al inicio del equinoccio de primavera, el 20 de marzo, el Sol sale precisamente delante de los ojos de la Esfinge.
Parece evidente que la Esfinge fue construida para marcar este momento especial del año. Los árabes la llamaban Abu-Hol, un nombre que se tradujo como «padre del terror».Pero los antiguos egipcios la conocieron como Horem-Akhet, «Horus en el horizonte». Horus (“el elevado“) era el dios celeste en la mitología egipcia. Se le consideraba como el iniciador de la civilización egipcia. Su nombre egipcio era Hor; mientras que Horus era su nombre helenizado. En la mitología griega, Horus estaría representado por Apolo Febo. La Esfinge y las pirámides no sólo resultan un enigma por sus bloques de hasta doscientas toneladas, sino también por la ausencia de inscripciones de la época de su construcción que ayuden a entender quién las levantó y por qué. Sin esas inscripciones y sin el cuerpo de un solo faraón descubierto en el interior de una pirámide, el misterio sigue vigente desde hace siglos. Otro misterio lo constituye la distribución de las tres grandes pirámides en la meseta de Giza y su posición con respecto al cinturón de Orión. La coincidencia de las posiciones relativas de ambos conjuntos terminó de consolidar la teoría de que se quisocrear una imagen especular de esas estrellas en el suelo. Robert Bauval es un ingeniero nacido en Alejandría, de familia belga y maltesa, que había saltado a la escena pública en 1994, gracias a un ensayo en el que trataba de explicar la peculiar disposición de las tres pirámides de Giza y responder a la pregunta de por qué la menor de ellas, la atribuida al faraón Micerinos, de la IV dinastía, se construyó desviada de la diagonal que unía las otras dos. En su libro El misterio de Orión, Bauval argumentaba que la clave para descifrar ese enigma residía en el firmamento. Según él, los antiguos constructores de pirámides levantaron el monumento de Micerinos desviado del eje imaginario sobre el que se asientan Keops y Kefrén porque así imitaban la disposición de las tres estrellas del llamado «cinturón de Orión».
Se denomina equinoccio al momento del año en que el Sol está situado en el plano del ecuador terrestre. Ese día y para un observador en el ecuador terrestre, el Sol alcanza el cenit. El paralelo de declinación del Sol y el ecuador celeste entonces coinciden. La palabra equinoccio proviene del latín aequinoctium y significa «noche igual». Ocurre dos veces por año: el 20 o 21 de marzo y el 22 o 23 de septiembre de cada año, épocas en que los dos polos de la Tierra se encuentran a igual distancia del Sol, cayendo la luz solar por igual en ambos hemisferios. En las fechas en que se producen los equinoccios, el día tiene una duración igual a la de la noche en todos los lugares de la Tierra. En el equinoccio sucede el cambio de estación anual contraria en cada hemisferio de la Tierra. La constelación de Orión es seguramente la más reconocida en el cielo por los habitantes de todo el planeta. Puede observarse en ambos hemisferios y posee estrellas muy brillantes. El cinturón de Orión es un cúmulo abierto ubicado en la constelación de Orión, que está conformado por tres estrellas. Es visible a lo largo de toda la noche durante el invierno en el hemisferio norte, verano en hemisferio sur. Es asi mismo visible pocas horas antes del amanecer desde finales del mes de enero hasta mediados de marzo y puede verse en el cielo soleado hasta mediados de enero, al menos en el hemisferio norte. Su forma se asemeja a la de un reloj de arena coronado por dos estrellas superiores: Betelgeuse y Bellatrix; y sustentado por dos brillantes astros: Rigel y Saiph. En medio de este cuadrilátero y en el cinturón de Orión se encuentran tres estrellas brillantes separadas aparentemente una distancia equidistante. Sus nombres de izquierda a derecha son Alnitak, Alnilam y Mintaka. Estas estrellas, también son conocidas como los Tres Reyes. La constelación de Orión representa a un guerrero alzando su arco, su espada o garrote y cubriéndose del enemigo con un vellocino o un escudo. A su lado se encuentran sus perros de caza: Canis Maior y Canis Minor.En la mitología griega, Orión fue un gigante que, según algunas versiones, nació de los orígenes de los dioses Zeus, Poseidón y Hermes. Un día los dioses visitaron a un anciano llamado Hirieo que no podía tener hijos pero deseaba tener uno. En agradecimiento por su hospitalidad le concedieron su deseo: orinaron en la piel del buey que se habían comido. Cuando finalizaron le dijeron que enterrara la piel y que dentro de nueve meses tendría a su hijo. Después del plazo mencionado nació un niño que fue llamado Orión en recuerdo de los orines que lo habían engendrado.
Javier Sierra Albert (Teruel, 11 de agosto de 1971) es un periodista, escritor e investigador, que estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es consejero editorial de la revista Más allá de la Ciencia y participa en diversos espacios radiofónicos y televisivos, presentando la sección “El hombre de los libros” en Milenio3. Durante los últimos años, ha concentrado buena parte de sus esfuerzos en viajar e investigar los enigmas del pasado y misterios históricos supuestamente nunca aclarados por los estudiosos más ortodoxos. Sus novelas tienen como propósito común resolver misterios históricos, basándose en documentación e investigación de campo, centrándose en misterios de la Historia que, según él, “llevan siglos aguardando a ser desvelados“. Desde hace años, Sierra trabaja acompañado de expertos internacionales, como Graham Hancock y Robert Bauval, con el propósito de estudiar la existencia de una supuesta Edad de Oro de la Humanidad, fechada en nuestro pasado más remoto, que debió extinguirse unos 10.500 años antes de nuestra era y que fue el origen de todas las civilizaciones que conocemos. Desde muy temprano se sintió fascinado por el mundo de la comunicación. A los doce años conducía su propio programa radiofónico en Radio Heraldo, a los dieciséis colaboraba regularmente en prensa escrita, con dieciocho fue uno de los fundadores de la revista Año Cero, y con veintisiete accedió a la dirección de la veterana publicación mensual Más allá de la Ciencia. Javier Sierra es el primer escritor español que ha entrado en el Top Ten de la lista de los más vendidos en Estados Unidos, elaborada por The New York Times. Lo consiguió en marzo de 2006 con su obra The Secret Supper (La Cena Secreta). Este libro se ha editado en 42 países y lleva vendidos más de tres millones de ejemplares, colocando al escritor como el segundo escritor español contemporáneo más traducido, tras Carlos Ruiz Zafón (45) y por delante de Juan Gómez-Jurado (41). Varias productoras estadounidenses se han mostrado interesadas en llevarlo al cine. En 2008, Sierra presentó el programa de Antena 3 El Arca Secreta. En la actualidad, Javier Sierra es colaborador del programa de Cuatro TV Cuarto Milenio, presentado por Íker Jiménez. Sierra presenta la sección del programa Obras Malditas, donde relata la historia de los libros censurados a lo largo de la historia. Una de sus más importante obras es En busca de la Edad de Oro, en que me he basado principalmente para escribir este artículo
Existen diversas versiones del mito de Orión. Una de ellas cuenta que Orión había violado a Mérope, hija de Enopión, quien por ello, lo dejó ciego. Helios le devolvió la vista y a continuación Orión se convirtió en compañero de caza de Artemisa y Leto. Prometió aniquilar todo animal que hubiera sobre la tierra, por lo que Gea se enfadó e hizo nacer un escorpión enorme que picó a Orión y lo mató. En otra versión fue Artemisa la que lanzó el escorpión contra Orión. Existe otra tradición que sostenía que Artemisa se había enamorado de Orión, lo cual despertó celos en Apolo, hermano gemelo de Artemisa. Un día Apolo, viendo a Orión a lo lejos, hizo una apuesta a su hermana desafiándola a que no podía asestarle una flecha a un animal (o a un punto brillante lejos en el océano, en otra versión) que se movía a lo lejos dentro de un bosque (o en lo lejano del mar). Artemisa lanzó su flecha y dio, como siempre, en el blanco. Cuando fue a ver su presa, se dio cuenta de que había aniquilado a su amado Orión. Fue tan grande su tristeza, sus quejas y sus lamentos que decidió colocar a Orión en el cielo para su consuelo. Otra leyenda cuenta que Orión acosaba a las Pléyades, hijas del titán Atlas, por lo que Zeus las colocó en el cielo. Todavía parece que, en el cielo, Orión continúa persiguiendo a las Pléyades. Orión está representado por un guerrero alzando su arco, su espada o garrote y cubriéndose del enemigo con un vellocino o un escudo. A su lado se encuentran sus perros de caza: Canis Maior y Canis Minor. En la Mitología egipcia la estrella de Orion, Betelgeuse estaba asociada al dios Osiris. En algunas versiones de la biblia la constelación de Orion es llamada “Kesil” y la relacionan con Nemrod. monarca mítico de Mesopotamia, mencionado en el capítulo 10 del libro de Génesis, quien además figura en numerosas leyendas. Varias ruinas preservan el nombre de Nemrod, y también aparece en la midrash. La tradición lo presenta como un tirano impío que construyó la Torre de Babel. De Nemrod se dice que fue el fundador del primer reino formado después del Diluvio universal y, por ende, el primer rey que existió. La idea de Bauval tuvo pronto otras confirmaciones. Y una de ellas tenía miles de años de antigüedad. Se trataba de los llamados Textos de las pirámides. Es un conjunto de escritos hallados en supuestas tumbas de la V dinastía (2465-2323 a.C), en Sakkara, que contienen la literatura religiosa más antigua que se conoce.
Según la arqueología ortodoxa,estas inscripciones comenzaron a esculpirse unos setenta años después de darse por terminada la última de las grandes pirámides de Giza. Estos Textos de las pirámides comenzaron a ser estudiados en 1881 por el egiptólogo francés Gastón Maspero, y aunque constituyen una de las fuentes documentales más impresionantes del mundo antiguo, son aún relativamente poco conocidos fuera de los círculos especializados. Pero lo sorprendente, en cualquier caso, no es su edad, sino lo que narran. «Estos documentos —escribió Bauval— dicen en términos absolutamente inequívocos que el difunto rey Osiris se convertía en una estrella en la constelación de Osiris-Orión». Para Bauval aquel hallazgo demostraba que la imitación del «cinturón de Orión» no fue una decisión caprichosa de los antiguos constructores de pirámides. Todo lo contrario. Con la edición en inglés de los Textos de las pirámides, elaborada por R. O. Faulkner, Bauval transcribió algunos pasajes inequívocos que confirmaban parcialmente su teoría: “No hay duda, pues. Los egipcios identificaban al rey muerto con su dios Osiris, y a éste con la constelación de Orión, y creían que el faraón, tras su óbito, emprendía un viaje lleno de dificultades hacia el más allá, en donde se convertiría en inmortal pasando a engrosar el número de astros del firmamento. Pero ¿y las pirámides? ¿Qué papel cumplieron en este empeño? ¿Sirvieron acaso como «máquinas» para guiar las almas de los reyes hacia su reposo eterno en los cielos? ¿No sería ésa una aplicación más lógica que la de meras tumbas?“. Si observamos ladistribución del interior de la Gran Pirámide, podemos ver unas líneas delgadas que parten de las cámaras del rey y la reina y que corresponden a los mal llamados «canales de ventilación». Los hallazgos realizados en 1964 por el egiptólogo Alexander Badawy y la astrónoma Virginia Trimblese ajustaban a las nuevas ideas de Bauval.Ambos estudiaron los dos conductos, de unos 20 x 20 centímetros de lado, que partían de la Cámara del rey de la Gran Pirámide y que atraviesan toda la mampostería del edificio hasta salir al exterior. Tradicionalmente considerados como «canales de ventilación», Badawy y Trimble quisieron comprobar si aquellas galerías tenían otra función, como la de guiar el alma del faraón hacia ciertas estrellas a las que podían estar alineados los dos estrechos conductos. Lo primero que hizo Badawy fue desestimar que los conductos que estaba estudiando sirvieran para ventilar el recinto.
De haber sido diseñados para esa función, los constructores no los hubieran hecho tan inclñinados, sino que se hubieran limitado a trazar unos canales horizontales, enfrentados el uno al otro, dejando que el aire se introdujera en el monumento formando una corriente renovadora. Pero no era así. Los canales tenían una inclinación de 44,5 grados el conducto sur, y 31 el norte,lo que llevó a sospechar a Trimble de su alineación estelar y a desestimar su propósito de ventilación. Ajustando los datos de la inclinación de los canales al firmamento nocturno que podía contemplarse sobre Giza hacia el 2600 a.C, Trimble verificó que el canal sur apuntaba directamente hacia la región del cielo en la que se encontraba el cinturón de Orión. Ninguna otra estrella de gran magnitud podía verse desde esa posición. Ni Badawy, ni Trimble, ni Bauval, cuando comprobó sus datos con mediciones más precisas e instrumental mucho más moderno, creían en casualidades.Todos estos descubrimientos condujeron a Robert Bauval a desarrollar la hipótesis de que detrás de la construcción de las pirámides se escondía un plan astronómico. Si la teoría de la correlación de las pirámides con el cinturón de Orión era tan correcta como parecía, podría pensarse que el resto de monumentos de Giza, incluída la Esfinge, tuvieran también un significado astronómico para sus constructores. En uno de sus últimos libros,Bauval afirmaba que la Esfinge había sido construida como una especie de gran marcador de equinoccios. Durante dos días al año, alrededor del 21 de marzo y el 21 de septiembre, al principio de la primavera y el otoño, respectivamente, el día y la noche tienen exactamente la misma duración. Además, a diferencia de los solsticios, el Sol durante esos dos momentos surge exactamente por el este, proporcionando un dato geoastronómico de inestimable valor para la fijación del resto de los puntos cardinales.Los egipcios o quienes fueran sus constructores dieron su justa importancia a este fenómeno, orientando la Esfinge hacia el lugar equinoccial del horizonte de Giza. Horem-Akhet era, pues, el guardián del horizonte. Según Bauval, debió de hacerse con la intención de indicar a las generaciones posteriores un punto de referencia fundamental. Una señal para los iniciados en el arte astronómico de que toda Giza era un «reflejo del cielo», y que actuaba de ancla entre el mundo de arriba y el de abajo.
A finales de 1998, las principales librerías norteamericanas recibían el último trabajo del escritor e investigador de enigmas históricos Graham Hancock. Conocido por sus ensayos previos sobre elArca de la Alianzay la existencia de una avanzada civilización que vivió en la Antártida antes de la última era glacial,su nueva obra, El espejo del paraíso,era el resultado de varios viajes realizados por él y su esposa Santha en busca de pruebas que demostrasen que, en la noche de los tiempos, ya existieron pueblos con avanzados conocimientos astronómicos. Culturas que no se limitaron a marcar «lugares equinocciales» sino que incluso conocían fenómenos tan sutiles como la precesión, que, a grandes rasgos, demuestra que las estrellas no están siempre fijas en el firmamento, sino que se desplazan siguiendo un ritmo muy particular y difícil de calcular. La existencia de ese movimiento se deduce, no obstante, de la minuciosa observación de los movimientos de las estrellas en la bóveda celeste a través de los siglos. Se trata de un desplazamiento casi imperceptible, de apenas un grado en el firmamento cada setenta y dos años, que surge como consecuencia del viaje de la Tierra a través del espacio.La Tierra, además de sus conocidos movimientos de rotación sobre sí misma y de traslación alrededor del Sol, posee otro más, que hace que el eje del planeta oscile como una peonza, trazando un círculo imaginario en los cielos que completa aproximadamente cada 26.000 años. Y alguien, en el pasado, supuestamente sin medios tecnológicos, se dio cuenta de ello.La idea, sin embargo, tampoco era de Hancock. Antes que él, científicos como la doctora Hertha von Dechend, de la Universidad de Frankfurt, y Giorgio de Santillana, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, defendieron en un ensayo, publicado en 1969, que en los mitos de pueblos de todo el mundo existen suficientes indicios para sostener la existencia de un conocimiento astronómico al que sólo accedían ciertos iniciados. Un conocimiento al que estos profesores le atribuyen al menos ocho mil años de antigüedad y que comprendía la anotación y comprensión del fenómeno de la precesión.En astronomía, la precesión de los equinoccios es el cambio lento y gradual en la orientación del eje de rotación de la Tierra, que hace que la posición que indica el eje de la Tierra en la esfera celeste se desplace alrededor del polo de la eclíptica, trazando un cono y recorriendo una circunferencia completa cada 25 776 años, período conocido como año platónico, de manera similiar al bamboleo de un trompo o peonza. El valor actual del desplazamiento angular es de alrededor de 1° cada 71.6 años.
Este cambio de dirección es debido a la inclinación del eje de rotación terrestre sobre el plano de la eclíptica y la torsión ejercida por las fuerzas de marea de la Luna y el Sol sobre la protuberancia ecuatorial de la Tierra. Estas fuerzas tienden a llevar el exceso de masa presente en el ecuador hasta el plano de la eclíptica.Históricamente se le atribuye el descubrimiento de la precesión de los equinoccios a Hiparco de Nicea como el primero en dar el valor de la precesión de la Tierra con una aproximación extraordinaria para la época. Las fechas exactas no son conocidas, pero las observaciones astronómicas atribuidas a Hiparco por Claudio Ptolomeo datan del 147 al 127 a. C.Algunos historiadores sostienen que este fenómeno ya era conocido, al menos en parte, por el astrónomo babilonio Cidenas hubiese advertido este desplazamiento ya en el año 340 a. C.La rotación de la Tierra causa un ensanchamiento ecuatorial, y un achatamiento polar de unos 21 km aproximadamente. Además el eje de rotación de la Tierra está inclinado 23º 26’ con respecto a la perpendicular a la eclíptica (el plano que contiene la órbita solar de la Tierra). Por tanto, una mitad del ensanchamiento ecuatorial se sitúa sobre el plano de la eclíptica y la otra mitad debajo. Durante los equinoccios, los ensanchamientos de cada lado de la eclíptica están a la misma distancia del Sol y este no produce momento de fuerza. En cambio, todo el resto del tiempo, y sobre todo en los solsticios, el ensanchamiento de uno de los lados de la eclíptica no se encuentra a la misma distancia que el ensanchamiento del otro lado, y se produce un momento de fuerza creado por el Sol, que tiende a llevar el exceso de masa presente en el ecuador hasta el plano de la eclíptica y provoca el movimiento de precesión de la Tierra. Si no existiese el achatamiento y la Tierra fuese esférica, la atracción del Sol no produciría un momento de fuerza sobre la Tierra y no habría modificación de la dirección del eje terrestre. Durante unos pocos meses o años el eje terrestre se dirige hacia prácticamente el mismo punto sobre la esfera celeste, debido a la conservación del momento angular de la Tierra. El cambio en la dirección del eje de rotación de la Tierra provoca una variación del plano del ecuador y, por tanto, de la línea de corte de dicho plano con la eclíptica. Esta línea señala en la esfera celeste la dirección del punto Aries, que retrograda sobre la eclíptica, fenómeno denominado precesión de los equinoccios. Las consecuencias de este fenómeno son que el polo norte celeste se mueve en relación a las estrellas, estando ahora próximo a la Estrella Polar (alfa de la Osa Menor). Además, el primer punto de Aries, intersección del ecuador con la eclíptica, retrograda sobre el ecuador en el mismo período.
A principios de la Era cristiana el Sol se proyectaba al comienzo de la primavera en la constelación de Aries. Actualmente, 2000 años después, ha girado un ángulo = 50,2511 × 2000 = 27,92°, proyectándose en Piscis. Además la precesión cambia la declinación y ascensión recta de cualquier estrella. Con el transcurso del tiempo el cielo nocturno va cambiando radicalmente. Tomemos como ejemplo las constelaciones de Scorpius y Orión, cuyas ascensiones rectas son 17 horas y 5 horas respectivamente: en el hemisferio norte Scorpius es una constelación de verano y Orión lo es de invierno. Dentro de unos 12 000 años ambas constelaciones intercambiarán su relación con las estaciones: Scorpius será invernal, y Orión, estival. Para entonces sus ascensiones rectas valdrán 5 horas y 17 horas respectivamente.Era astrológica, en la astronomía y en astrología, es un periodo de tiempo que se corresponde con el desplazamiento en 30 grados de arco del eje terrestre debido al fenómeno de la precesión de los equinoccios, equivalentes a un mes del año platónico o ciclo equinoccial, es decir el período que tarda la precesión de la Tierra en dar una vuelta completa de 360° lo que ocurre en aproximadamente 25776 años. En otras palabras, es el período de tiempo durante el cual, el punto vernal cruza por una de las 12 constelaciones del zodiaco. Debido a la precesión de los equinoccios, el Sol se mueve hacia atrás a través de los doce signos del zodiaco a la velocidad aproximada de un grado de espacio cada 71.6 años, y a través de cada signo, 30 grados de espacio, en unos 2148 años, y en torno de todo el círculo o ciclo equinoccial en unos 25776 años. La precesión de los equinoccios es debida a que la Tierra no gira sobre un eje estacionario. Su eje posee un movimiento lento y oscilante, similar al de un trompo o peonza que ha perdido parte de la fuerza con que fue lanzado, describiendo así un círculo en el espacio. Debido a este movimiento oscilante, el Sol no cruza el Ecuador (punto vernal) por el mismo sitio todos los años, sino un poco más atrás, y de ahí el término de “precesión de los equinoccios“, porque el equinoccio “precede“.
Antes del inicio de las civilizaciones sumeria o egipcia debió de existir una «increíble civilización ancestral» que culturizó Egipto, Sumer, India, Grecia y México, dejando huellas profundas en sus sistemas de creencias. Quizá ello explique por qué todos estos pueblos construyeron pirámides o terrazas escalonadas orientadas a determinados «accidentes» astronómicos, por qué veneraban serpientes como criaturas dadoras de conocimiento o por qué sus respectivos cultos perseguían la consecución de la inmortalidad del ser humano.En 1993 Graham Hancock y Robert Bauval se encontraron y aunaron esfuerzos para desarrollar, entre otras cosas, la teoría de la correlación de Orión con las pirámides de Giza. Ambos conocían la divulgación de unas imágenes tomadas en la Gran Pirámide por un pequeño robot en el «canal de ventilación» de la pared sur de la Cámara de la Reina. En las tomas, filmadas por un sofisticado ingenio construido por el ingeniero alemán Rudolf Gantenbrink, aparecía una especie de pequeña puerta de piedra a sesenta metros de profundidad dentro de la pirámide, que bien podría flanquear el paso a una cámara intacta en el seno del monumento.Los responsables de aquel trabajo científico decidieron actuar con prudencia y no divulgar las imágenes, pero Gantenbrink, a través de Bauval, hizo llegar sus tomas a la opinión pública, generando un considerable escándalo internacional y reactivando el interés de miles de personas por los misterios del antiguo Egipto. Tiempo antes de que El misterio de Orión y Las huellas de los dioses se publicaran, en 1995 ambos decidieron aunar esfuerzos y elaboraron un plan de trabajo alrededor de la Esfinge. Un año después no sólo habían demostrado que la situación de las estrellas Al Nitak, Al Nilam y Mintaka, las tres que conforman el cinturón de Orión, fueron la fuente de inspiración para la disposición de las tres grandes pirámides de Giza, sino que éstas se construyeron para marcar una determinada posición de la constelación de Osiris en los cielos: exactamente su situación más baja sobre el horizonte egipcio, en el equinoccio de primavera de 10500 a.C.¿Es esta la fecha de 10.500 a.C. el final de una gran civilización? Pero la fecha de 10450 a. C. no significa nada para los historiadores, ya que es «prehistórica», más o menos la época en que aparecieron los primeros agricultores en el Oriente Medio.Pero hay una fecha en la mitología, una sola, que se le acerca de manera razonable. Según el Timeo de Platón, cuando el estadista griego Solón visitó Egipto hacia el año 600 a. C., los sacerdotes egipcios le contaron la historia de la destrucción de la Atlántida, acaecida unos nueve mil años antes, y de cómo se había hundido debajo de las olas.
Parece que la Esfinge ya era antigua en tiempos de Kefrén.El cuerpo y el recinto de la Esfinge habían sido erosionados por el agua, en vez de por la arena impulsada por el viento. Ello implica una época en que en que la Esfinge estaba en un entorno húmedo (+ 10.000 a.C).Al examinar el gran sarcófago de granito rojo que se encontró en la Cámara del Rey de la Gran Pirámide planteaba una serie de problemas técnicos que aparentemente eran irresolubles. Lo habían tallado con una precisión increíble. Pero ¿con qué herramientas? La inexistencia de restos de pescado en este período hace suponer que el hombre había aprendido a alimentarse de la agricultura.Luego, según parece, una serie de desastres naturales, entre los que hubo tremendas inundaciones en el valle del Nilo, pusieron fin a la «revolución agrícola» hacia 10500 a.C.Ésta es la fecha en que se supone tuvo lugar la destrucción de la Atlántida y en que los supervivientes llegaron a Egipto y construyeron la versión más antigua de la Esfinge.Bauval se hallaba acampado en el desierto de Arabia Saudita durante una expedición. Se despertó y alzó los ojos hacia la Vía Láctea. «De hecho -agregó su amigo astrónomo-, las tres estrellas del cinturón de Orión no están alineadas de manera perfecta… la más pequeña está ligeramente desviada hacia el este».. Era una respuesta a su pregunta sobre por qué la pirámide de Menkaura era más pequeña que las otras dos y estaba desviada hacia el este. Las pirámides tenían que representar las estrellas del cinturón de Orión. Y la Vía Láctea sería el río Nilo.Bauval observó que la única vez que la pauta de las pirámides en el suelo es un reflejo perfecto de las estrellas del Cinturón de Orión, en lugar de estar inclinada hacia un lado, fue en 10450 a. C. Éste es también su punto más bajo en el cielo. Después de esto, empezó a subir otra vez de nuevo, y alcanzará su punto más elevado hacia el año 2550 d. C.En el año 10450 a. C. fue como si el cielo fuese un enorme espejo en el cual el curso del Nilo se «reflejaba» como la Vía Láctea; y las pirámides de Gizeh, como el Cinturón de Orión.la curiosa coincidencia de la fecha (alrededor del10500 a.C.) plantea una pregunta importante: ¿por qué los constructores de las pirámides de Gizeh las dispusieron de manera que reflejasen la posición del Cinturón de Orión en el 10450 a.C.?
Hace unos 16 mil años las cosas empezaron a cambiar. Poco a poco el hielo comenzó a derretirse, el agua comenzó a fluir en grandes cantidades, vertiéndose a lo océanos, e incrementando el nivel de los mismos.el calentamiento se prolongó hasta hace unos 12 mil años, cuando el clima se estabilizó en el mundo.La cara de la Tierra había cambiado, el nivel del mar se incrementó en 120 metros, el mar cubrió grandes áreas de las zonas costeras y la geografía de los continentes se reconstruyeron tal y como los conocemos hoy en día.Cuando las cordilleras que formaban la Atlántida se prolongaban desde América hasta Europa y África, impedían el flujo de las aguas tropicales del océano hacia el Norte, por lo que no existía laCorriente del Golfo.La tierra encerraba el océano, que bañaba las playas del Norte de Europa y era intensamente frío. El resultado fue el período de las glaciaciones.Cuando la barrera de la Atlántida se hundió lo suficientemente como para permitir la expansión natural de las aguas calientes de los trópicos hacia el Norte, el hielo y la nieve que cubrían Europa desaparecieron gradualmente; la Corriente del Golfo fluyó alrededor de la isla-continente y aún conserva el movimiento circular que adquirió originalmente debido a la presencia de la Atlántida.Más coloquialmente, cuando se habla de los últimos millones de años, se utiliza «glaciación» para referirse a periodos más fríos con extensos casquetes glaciales en Norteamérica y Eurasia: según esta definición, la glaciación más reciente acabó hace unos 10.000 años.Piri Reis 1.470-1.554) ejerció la navegación al servicio del Sultán Selim I. Su gran pasión fue la cartografía, llegando a publicar un libro donde recogía más de 210 mapas de todos los mares del mundo, el “Kitabi Bahriye“, una gran recopilación de antiguos mapas copiados por él y obtenidos de sus saqueos marítimos o comprados a comerciantes en los muchos puertos donde desembarcó.Entre estos mapas destacaron uno hecho en 1.513 y otro en el 1.528, donde se podían apreciar todo el Océano Atlántico y sus costas americanas, africanas, europeas, árticas y antárticas. Toda su colección de mapas fue regalada al Sultán, perdiéndose desde ese momento la pista a esta colección única.En 1.960, el teniente coronel de los EE.UU Harold Z. Ohlmeyer, especialista en cartografía, estudió estos mapas, y admitió en sus conclusiones que la costa antártica que aparece en el mapa de 1.513 tuvo que ser forzosamente cartografiada antes de que hubiera sido cubierta por la capa de hielo que presenta en la actualidad, es decir, dentro de un período que se sitúa hace 8.000 ó 10.000 años, mucho antes del conocimiento de nuestra historia escrita
Si debemos el estudio de Tiahuanaco a alguna persona, es sin duda a Arthur Posnansky, este arqueólogo ha dedicado gran parte de su vida al estudio de esta ciudad, y la pregunta que él se hizo y que nos hacemos nosotros es: ¿cuándo fue construida Tiahuanaco?Basándonos en los cálculos matemáticos /astronómicos del profesor Arthur Posnansky, de la Universidad de la Paz, y el profesor Rolf Muller llegamos a unas fechas que si podrían explicar mejor los cambios producidos en la región. Estos investigadores sitúan la fase principal de la construcción de Tiahuanaco en el año 15.000 a.C. Tras la construcción de esta ciudad sobrevinieron una serie de cambios geológicos, con fechas marcadas en torno al 11.000 a.C. que comenzaron a separar cada vez más la ciudad de la costa del lago.Arthur Posnansky, en “Tiahuanaco, la cuna del hombre americano”, cree que la ultima civilización de Tiahuanaco apareció unos 14.000 años antes de Cristo y que en algún lejano momento se produjo un fenómeno geológico de proporciones dantescas que fraccionó la cordillera de los Andes. Posteriormente se produjo una elevación de la región del lago Titicaca hace unos diez mil años tras un hundimiento de amplias regiones de tierra, tales como Mu, Lemuria y Atlántida. Si es verdad, y si la tradición según la cual Viracocha fundó la ciudad sagrada de Teotihuacán se basa en la realidad, entonces Teotihuacán fue también como mínimo «proyectada» al mismo tiempo que las pirámides de Giza, y el conocimiento que se encarna en su trazado geométrico fue traído de una civilización que se hallaba en trance de destrucción.Otro estudioso, Stansbury Hagar, también ha sugerido que Teotihuacán es un «mapa del cielo», y que la finalidad de la Calle de los Muertos es desempeñar el papel de la Vía Láctea, como lo desempeña el Nilo, según Robert Bauval, en relación con las «estrellas» de Orión de las pirámides de Giza. Graham Hancock conjetura que en un principio la Vía de los Muertos estaba llena de agua, con lo cual se parecería aún más al Nilo.Para los científicos de nuestro tiempo la historia geológica de la Tierra es un libro abierto. Allí está escrito que en 4.5 millones de años la Tierra ha pasado por lo menos catorce veces por inversiones de sus polos magnéticos.Para llegar a estas conclusiones los científicos investigan las capas geológicas donde existen sedimentos correspondientes a las distintas edades del planeta. Lo que antes fue lava, contiene todavía minerales que conservan su alineación magnética original, que puede medirse con la tecnología del radio carbono.
Graham Hancock cita Nature en el sentido de que la última inversión de los polos magnéticos de la Tierra ocurrió hace unos 12.400 años: dicho de otro modo, hacia el 10400 a. C. Robert Bauval y Graham Hancock han revolucionado las bases de la egiptología con su propuesta de que las pirámides y la Esfinge de Giza imitan posiciones celestes alrededor del año 10500 a.C. Ellos creen que los antiguos egipcios eran consumados astrónomos.En el cielo de esa fecha, reconstruido en sus ordenadores gracias al programa Skyglobe, que «mueve» las estrellas a las posiciones que ocupaban en el día y año que se introduzca en su base de datos, el cinturón de Orión tenía exactamente la misma orientación en el cielo que las pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos. Y aún hay más. Ambos descubrieron que «al amanecer del equinoccio vernal de 10500 a.C, estando el Sol a unos 12 grados por debajo del horizonte, la Gran Esfinge miraba directamente a su contrapartida celeste, la constelación de Leo, que tuvo lo que los astrónomos llaman su orto helíaco en ese momento».Y, por lógica, surgió su último hallazgo: que en esa fecha remota, en el horizonte del sur de Giza, exactamente por el mismo lugar donde se perdía el Nilo, emergía allí mismo el brazo blanco de la Vía Láctea, el «Nilo celestial» de los habitantes de aquella región. Ello implica que Giza fuese un reflejo especular de una situación estelar lejanísima en el tiempo. Era algo así como la hoja de un calendario que marcaba aquella fecha concreta.Bauval y Hancock se quedaron perplejos. ¿Qué ocurrió en el año 10500 a.C. que mereciera la pena registrarse en piedra? ¿Por qué los constructores de las pirámides «marcaron» esa fecha con tanta exactitud?Buceando en la cronología de Egipto, escrita por los propios habitantes del Nilo, como la redactada por el sacerdote Manetón, hacia el siglo III a.C, o la contenida en textos como la Piedra de Palermo y el Papiro de Turín, se descubre que los constructores de pirámides se referían con frecuencia a cierto «Tiempo Primero» o Zep Tepi, en el que la Tierra estuvo gobernada por dioses poderosos.Esta supuesta Edad de Oro es referida incluso en la Estela del Sueño, que el faraón Tutmosis IV (1401-1391 a.C.) ordenó colocar entre las patas de la Esfinge. La estela en cuestión se refiere a la meseta de Giza como el «espléndido lugar del Tiempo Primero»,en clara alusión a la vinculación de esta zona con aquel instante mítico en el que los dioses reinaban en Egipto.En 1996, en su libro Guardián del Génesis, ambos autores terminarían desglosando una antigua creencia egipcia según la cual, en ese oscuro período de tiempo, el Nilo estuvo gobernado por unos enigmáticos Shemsu-Hor o «compañeros de Horus».
Al parecer, se trataba de una estirpe de seres semidivinos, que gozó de grandes conocimientos astronómicos y que legó a sacerdotes y faraones su sabiduría en forma de relatos míticos y lugares señalados. Éstosdebieron de ser los que orientaron las pirámides hacia la posición de Orión alrededor del 10500 a.C, los que situaron a la Esfinge mirando el punto del horizonte por donde en aquella fecha emergía la constelación de Leo y quienes se dieron cuenta de la circunstancia de que hace más de doce mil años la Vía Láctea emergía en el mismo lugar del horizonte de Giza por donde se perdía el Nilo de vista. Todo un espejo del cielo. Hay que hacer referencia a que la Esfinge representa un león con cabeza humana. Hasta hoy nos han llegado referencias de aquellos Shemsu-Hor en las paredes de templos como Edfú o Dendera, en el Alto Nilo, donde los jeroglíficos indican que los cimientos de esos recintos descansan sobre los de otros templos ancestrales construidos por estos misteriosos personajes. La identidad de estos «sabios» antiguos es un enigma. De ellos apenas sabemos que se sintieron fascinados por la estrella Sirio , que más tarde encarnaría la diosa Isis, y por la constelación de Orión, contrapartida estelar de Osiris. Y que templos como Edfú los orientaron no a los lugares de salida y puesta del Sol como fue común en Egipto, sino a los puntos por donde emergían las constelaciones de Orión en el sur y la Osa Mayor en el norte. Y así, templos o pirámides han comenzado a ser vistos a raíz de los trabajos de Hancock y Bauval como «máquinas astronómicas» afines a la creencia egipcia de que el alma de los difuntos debía atravesar una serie de pruebas hasta alcanzar un lugar en el firmamento, el Duat, por donde ingresar al Amenti, al más allá. Estas construcciones se supone que debieron de servir para guiar en este camino.En El espejo del paraíso, Hancock afirma que la idea de los sabios astrónomos fundadores de civilizaciones se encuentra también en México, donde sus antiguos pobladores veneraron a un rey-dios llamado Quetzalcóatl, que dio las indicaciones pertinentes para edificar el complejo piramidal de Teotihuacán, cuya función simbólica parecía ser la de «convertir a los hombres en dioses» y la de marcar el movimiento de la constelación de las Pléyades. Algunas tradiciones nahuales describen someramente ese proceso y cómo éste era controlado por unos misteriosos «seguidores de Quetzalcóatl», también versados en los secretos del Universo. Tanto que la avenida de los Muertos de este complejo es, según demostró Stansbury Hagar, del Instituto Brooklyn de Artes y Ciencias, una representación de la Vía Láctea como el camino a recorrer por los difuntos hasta el más allá. También hay otros enclaves como Uxmal, con templos distribuidos a imitación de Aries, Tauro o Géminis, o como Utatlán, a imagen de Orión.
«Muchas, si no todas las ciudades mayas —escribióHancock —fueron diseñadas para reflejar en la Tierra el supuesto diseño de los cielos… En cuatro lugares —Uxmal, Chichen Itzá, Yaxchilán y Palenque— puede ser reconocida una secuencia zodiacal casi completa». Pero la aportación más destacada de Hancock es su tesis de que hubo un grupo de astrónomos ancestrales que crearon observatorios a lo largo de todo el planeta y cuyas edificaciones imitaban determinadas constelaciones, como en el caso de los santuarios camboyanos de Angkor.Construidos entre los siglos IX y XII de nuestra era por monarcas de la dinastía Jemer, los templos de Angkor son unas impresionantes construcciones de piedra sembradas de motivos serpentiformes. La tradición que los acompaña habla de unos misteriosos «Nagas» o «reyes-cobra» de características semidivinas, cuyos retratos y símbolos aparecen esculpidos por doquier. Aparte de lo que los textos védicos dicen de ellos, poco se sabe de estos Nagas salvo que llegaron a Angkor para «marcar el lugar». Curiosamente, Angkor se encuentra exactamente a 72 grados al este de Giza, un número precesional, y la disposición de sus 72 templos parece imitar la constelación del Dragón sobre el mapa de la región. Orientados aquéllos con precisión a los cuatro puntos cardinales, Hancock quiso hacer in situ, en 1997, una comprobación elemental: descubrir qué posición ocupaba la constelación del Dragón en el equinoccio de primavera de 10500 a.C.La respuesta del programa Skyglobe le dejó petrificado. En ese momento, las estrellas del Dragón estaban en su punto más bajo del horizonte, justo en el norte, tal y como sucedía con las pirámides de Giza y Orión. Es más, desde Angkor en esa fecha podía verse Leo en el este y Orión en el sur, marcando los ejes del cielo. Aparentemente Angkor era parte de ese «calendario geográfico» descubierto en Giza. Investigaciones posteriores revelaron demasiados puntos de coincidencia entre Camboya y Egipto.Ambos complejos se edificaron a toda prisa en menos de cuatro siglos, en ambos se practicaban ceremonias similares para hacer «vivir» las estatuas de sus líderes, en ambas culturas se creía que un dios pesaba las almas de los muertos en un juicio, acompañado por otras divinidades que cumplían idénticas funciones; y el propio nombre de Angkor tiene un significado propio en el lenguaje de los faraones: ankh hor significa algo así como «Horus vive».Hancock sostiene que Angkor fue una especie de marcador geodésico en Camboya para reflejar la constelación que en el 10500 a.C. se encontraba marcando el norte geográfico. Siguiendo su lógica, en el pasado una civilización desconocida distribuyó mojones semejantes por todo el planeta con arreglo a números propios de la precesión, como el 72, que marca el número de años que tardan las estrellas en recorrer un grado en el cielo, el 108 (72 más su mitad, 36; esto es, 1,5 grados de desplazamiento) o el 54 (la mitad de 108). Y su propósito —o al menos uno de ellos— debió de ser el de posicionar laTierra en una fecha estelar concreta, por algun motivo que aún desconocemos.
Draco (el Dragón) es una constelación del norte lejano, que es circumpolar para muchos observadores del Hemisferio Norte. Es una de las 88 constelaciones modernas, y una de las 48 constelaciones listadas por Ptolomeo. El polo norte de la eclíptica es en Draco. Aunque muy grande, Draco no tiene estrellas especialmente brillantes. La cabeza del dragón está representada por un cuadrilátero de estrellas situadas entre Hércules y la Osa Menor. Etamin o Eltanin (γ Draconis) es la estrella más brillante de la constelación con magnitud 2,23; en 1728 James Bradley descubrió la aberración de la luz al intentar medir la paralaje de esta estrella. Otra estrella de Draco, Thuban (α Draconis), fue la Estrella Polar hace unos 4800 años. BY Draconis, prototipo de una clase de variables que llevan su nombre (variables BY Draconis), se encuentra en esta constelación. En Draco también se encuentra AG Draconis, una de las estrellas simbióticas más estudiadas.Thuban (Alfa Draconis / α Dra / 11 Draconis) es una estrella en la constelación del Dragón. Tiene magnitud aparente +3,67 y, pese a ostentar la denominación de Bayer «Alfa», es sólo la octava estrella más brillante en la constelación. Está situada a 309 años luz del Sistema Solar.El nombre de Thuban proviene del árabe (Th’uban, «la cabeza de la serpiente»). Este era el nombre que los antiguos astrónomos árabes usaban para toda la constelación del Dragón, y a esta estrella posiblemente la llamaran Adib (Al Dhi’bah, «la hiena»). Hace unos 4800 años Thuban fue la Estrella Polar en el hemisferio norte, como actualmente lo es Polaris (α Ursae Minoris). Debido al movimiento de precesión, la oscilación periódica del eje de la tierra, paulatinamente dejó de marcar el norte terrestre. Hacia el 1900 a. C. la estrella Kochab (β Ursae Minoris) comenzó a sustituir a Thuban como Estrella Polar. Hacia Thuban estaban orientadas las pirámides de Giza, en Egipto, cuando fueron construidas. Thuban es una gigante caliente. Thuban es una binaria espectroscópica, es decir, su naturaleza binaria se ha establecido por el desplazamiento Doppler de sus líneas espectrales. Nada se sabe de la estrella acompañante, salvo que tarda 51,417 días en completar una órbita alrededor de su brillante compañera. Asimismo Draco contiene la nebulosa Ojo de gato, una de las nebulosas planetarias de mayor interés y más estudiadas. En la mitología griega se conoce a esta constelación gracias a la undécima tarea encargada a Hércules. En ella debía conseguir las manzanas del árbol de Gaia en el jardín de las Hespérides, donde Hera había puesto a Ladón, el dragón de cien cabezas, como protector. Hera sintió mucho la pérdida de su bravo guardián del jardín de las Hespérides, por lo cual lo puso en el firmamento alrededor del polo norte. La constelación presenta una de las piernas de Hércules sobre la cabeza del dragón. En otra versión se trataba de una serpiente que durante la gigantomaquia lanzaron los gigantes sobre Atenea. Ésta la arrojó al cielo, donde quedó fijada. Según otra versión, se trataba de la forma de serpiente que tomó Zeus para escapar de su padre, Cronos.
En el marco de la mitología hinduista, los nagás son un tipo de seres o semidioses inferiores con forma de serpiente.En el gran texto épico Majábharata (siglo III a. C.), la representación de los nagás tiende a ser negativa. Se los retrata como las víctimas que merecían la muerte en elsarpa iagñá (el sacrificio de serpientes) y la predación en manos del hombre ave Garudá. El texto los llama «perseguidores de todas las criaturas» y dice que «las serpientes tenían veneno virulento, gran poder y exceso de fuerza y siempre intentaban morder a otras criaturas». Al mismo tiempo, los nagás juegan un papel importante en las leyendas narradas en el texto, frecuentemente no más malvados o engañadores que los demás protagonistas, e incluso a veces del lado de los “buenos“. Generalmente en el texto aparecen con forma mezcla de humanos y serpientes. Otras veces aparecen con forma humana y luego con forma de serpiente, lo que implica una capacidad de cambiar de forma a voluntad. A 54 grados al este de Angkor se encuentra la isla de Pohnpei, en pleno océano Pacífico, y en donde, como en Egipto y Camboya, floreció una cultura que dejó grandes construcciones de piedra que hoy configuran varios templos y casi un centenar de islas artificiales construidas con basalto y coral. Como en los enclaves anteriores, en Nan Madol también se habla de dioses reyes —seres semidivinos— que edificaron el santuario, construyeron las islas y dejaron una tradición que hablaba de las pruebas a superar por los difuntos antes de ingresar en una región estelar. Olosopa y Olosipa, los dioses constructores en cuestión, también fueron excelentes astrónomos y dejaron su legado en las mismas fechas en que se edificó Angkor. Lo verdaderamente curioso es que, como en Egipto, Angkor y Nan Madol se edificaron sobre enclaves sagrados ancestrales de origen desconocido. Lugares previamente «marcados» por los dioses.Algo parecido sucedió también con las primeras catedrales góticas europeas, edificadas en lugares sagrados paganos hacia los siglos XI y XII, en plena efervescencia arquitectónica en Camboya y Pohnpei. Uno de los primeros en darse cuenta de esa conexión estelar fue Louis Charpentier, autor del ensayo El misterio de la catedral de Chartres. Este investigador francés afirmó que las catedrales francesas de Reims, Chartres, Amiens, Bayeux, Évreux, Étampes, Laon y Notre-Dame de l’Épine reproducían sobre el suelo de Francia la constelación de Virgo. Ese «mapa» fue confeccionado, según Charpentier, siguiendo las indicaciones de un grupo de iniciados de la Orden del Temple, que heredó su sabiduría de fuentes ancestrales en Jerusalén, adonde pudo llegar desde Egipto. De lo que se trataba era de crear «entradas al Reino de Dios —escribió— y eso requiere una ciencia más sofisticada que la de los cálculos de fuerzas y resistencias».
Virgo (la virgen) es una constelación del zodíaco. Se encuentra entre Leo al oeste y Libra al este y es una de las constelaciones más grandes visibles en el cielo.Virgo se representa a menudo portando dos gavillas de trigo, una de ellas señalada por la brillante estrella Espiga o Spica (α Virginis), ‘la espiga’ de los agricultores medievales. La localización de Virgo es fácil gracias a esta estrella, que se encuentra siguiendo la curva que va desde “el carro” (Osa Mayor) hacia Arturo y continuando dicha curva hasta llegar a Espiga. Otras estrellas brillantes en la constelación son β Virginis, γ Virginis, δ Virginis y ε Virginis.Espiga o Spica es la estrella más brillante de la constelación de Virgo y la decimoquinta más brillante del cielo nocturno. De magnitud aparente +1,04, se encuentra a 260 años luz del Sistema Solar. Se piensa que Hiparco de Nicea descubrió la precesión de los equinoccios a partir de los datos obtenidos de Espiga.Para los romanos esta estrella simbolizaba a Ceres, diosa de la agricultura. Spicum, Spigha, Stachys —del griego stakhus, «espiga de trigo»— y Arista —en latín «espiga de grano»— eran otros nombres romanos de la estrella. Otras denominaciones como Sunbala o Sumbela proceden de la palabra árabe sunbula, sinónimo de espiga. Un nombre alternativo de la estrella es Azimech, del árabe al simak al a’zal, «la indefensa», que alude a su separación respecto de las estrellas cercanas. Un tercer nombre, Alaraph, se ha utilizado para designar a esta estrella así como a las vecinas ε Virginis y β Virginis. En Babilonia, representando la constelación entera, personificaba la «esposa de Bēl» y, como Sa-Sha-Shirū, «la faja de la Virgen», señalaba el vigésimo asterismo eclíptico del mismo nombre. También era Emuku Tin-tir-Ki, un título común para la propia Babilonia. En el antiguo Egipto era conocida como «la portadora del laúd», siendo notable su importancia, pues otro nombre egipcio que recibía era Repā, «el Señor». Algunos autores sostienen que uno de los templos de Tebas, construido en honor a Menat alrededor del año 3200 a.C., está orientado hacia esta estrella. En la astronomía china era llamada Kió, «el cuerno», y en tiempos antiguos fue Keok o Guik, la estrella especial de la primavera. Junto a Heze (ζ Virginis) forma la constelación china de Jiăo. Para los hindúes Espiga corresponde a la nakshatra o mansión astrológica de Citrā. El hecho de que en la dirección de esta constelación se encuentra el cúmulo de galaxias denominado Cúmulo de Virgo, hace que sea una región especialmente rica en galaxias. Once galaxias del catálogo Messier se localizan en dirección de Virgo.En la mitología griega, es la representación de Dice, hija de Zeus y Temis, diosa de la justicia para los hombres. Había nacido mortal y fue puesta en la tierra para administrar justicia y orden. Vivió con los mortales durante la Edad de Oro y la Edad de Plata, pero cuando nació la Raza de Bronce, a la que detestaba, dejó la tierra y subió al cielo, donde se estableció junto a la constelación del Boyero. Era una de las tres Horas o Titánides y la más notable entre las diosas vírgenes. En otra versión se decía que se trataba de Erígone, hija de Icario. Otras versiones identificaban esta constelación con Deméter, Isis, Atárgatis, uno de los nombres de Derceto, y Tique.
Enun informe publicado en la revista norteamericana Astronomy and Astrophysics, dos astrónomos franceses, Daniel Benest y J. L. Duvent, se cuestionaban si la estrella Sirio era o no un sistema estelar integrado por tres astros.Ambos expertos llevaban años estudiando las anomalías orbitales de este peculiar cuerpo celeste, el más brillante del firmamento nocturno, y habían formulado la hipótesis de que Sirio era en realidad una estrella triple. La noticia era, en cualquier caso, sorprendente, pues desde mediados del siglo XIX Sirio había sido considerada una estrella binaria, integrada por dos soles. Sirio se encuentraa tan sólo 8,7 años luz de la Tierra y pese a su relativa cercanía a la Tierra a los astrónomos les había sido imposible confirmar visualmente la existencia de esa tercera componente estelar de la que hablaban Benest y Duvent.Sirio A esuna estrella muy luminosa. De hecho, su brillo impidió que alguien distinguiese a su segunda compañera —Sirio B— hasta 1862, fecha en la que el astrónomo norteamericano Alvan Clarke la detectó por primera vez con su telescopio.Clarke dedujo entonces que Sirio B era una estrella del tipo «enana blanca» y aportó la información necesaria para que otros determinaran que tardaba 50,04 años terrestres en completar una órbita alrededor de su hermana mayor. Es más, hasta más de un siglo después, en 1970, nadie fue capaz de fotografiarla. Si tan difícil había sido demostrar la existencia de Sirio B, ¿qué otras dificultades no habría para detectar a Sirio C? Por de pronto, la deducción de su existencia era puramente matemático, ya que ni los franceses ni ningún otro astrónomo habían sido capaces de detectar la tercera estrella de Sirio con instrumentos ópticos. El misterio que se escondía tras este hallazgo radicaba, en realidad, en que mucho antes de que ningún astrofísico especulara con la existencia de un tercer miembro en el sistema estelar de Sirio, sorprendentemente un antropólogo, Marcel Griaule, ya sabía que ésta era una estrella triple.Su fuente de informaciónno era matemática ni astronómica. Sus datos procedían de ciertas antiguas tradiciones africanas que se referían a esa región del cielo con una abundancia de detalles tal que sólo podían ser fruto de una revelación ancestral por parte de seres tecnologicamante avanzados. ¿Tal vez extraterrestres? Esta revelación la recogió Marcel Griaule entre la tribu de los dogones, en Malí, y que le obsesionó hasta su muerte en 1956. En las notas, artículos y libros de este concienzudo Marcel Griaulefiguran abundantes alusiones a la religión dogona y a su extraña insistencia en seguir la evolución de la estrella Sirio en sus cielos. A diferencia de Alvan Clarke, los dogones jamás poseyeron un telescopio y pese a ello veneraban a una «compañera estelar» de Sirio a la que llamaban Po Tolo. El suyo, como ya supondrá el lector, distaba mucho de ser un culto superficial. De Po Tolo parecían saberlo todo.
Decían, por ejemplo, que se trataba de un astro «muy pesado» e incluso celebraban unas fiestas cada cincuenta años para venerar cada una de sus grandes órbitas en torno a Sirio A. Sólo en fechas recientes hemos sabido que Sirio B es una estrella tan densa que «una cucharilla de té de su terreno pesaría aquí cerca de un cuarto de tonelada»y que, en efecto, su período orbital es el dado por esta etnia africana. Por si fuera poco, los dogones refirieron a Griaule la existencia de una tercera estrella a la que llamaban Emme Ya, de la que dijeron que era «cuatro veces más ligera» que Po Tolo, y que también emplea medio siglo en completar su órbita alrededor de la mayor de sus hermanas.El antropólogo Griaule, que llegó a Malí en 1931 al frente de una misión que llamó Dakar-Yibuti, se sintió cautivado por la vida y costumbres de todas las tribus de la región de Bandiagara, y sobre todo por sus peculiares cultos astronómicos. Pronto supo que malinkés, bambaras, bozos y dogones habitaban desde épocas remotas la entonces llamada África Occidental Francesa, entre las fronteras de Malí y del Alto Volta, desarrollando una cultura autóctona compleja. De hecho, de los primeros trabajos que este antropólogo envió a París se deducía que aquellas cuatro etnias habían construido una sociedad madura, organizada en torno a prolongados procesos de iniciación y regida por castas poseedoras de ciertos secretos que les hacían poderosas y respetables a ojos de su pueblo. Pero ¿de qué secretos se trataba?Intrigado, Griaule se ganó poco a poco la confianza de los nativos y fue accediendo a misterios que ningún hombre blanco había escuchado jamás. Sus primeras expediciones se desarrollaron entre 1931 y 1939, interrumpiéndose con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Fue un período muy fértil para sus investigaciones. Obtuvo abundantes fotos en blanco y negro de la vida cotidiana y los ritos de muchos de estos pueblos, y se trajo a París máscaras, utensilios domésticos y hasta cabañas enteras que después expondría el Museo del Hombre, en la plaza del Trocadero. Pero poco podía imaginar Griaule lo que le esperaba al término de la contienda en Europa, a su regreso a Malí. En 1947 Griaule regresó a tierras dogonas. En Tombuctú reclutó a un teniente del ejército que resultaría clave en su nueva empresa, y se lanzó a una nueva campaña de visitas a la región de Bandiagara, cuna de la cultura dogona.Koguem Dolo sería su nuevo intérprete. El mejor. De hecho, se vería obligado a emplearse a fondo en su trabajo, pues uno de los cuatro linajes locales, el de los Dyon, acababa de honrar al antropólogo con el beneficio de la compañía de Ogotemmeli, un guerrero y adivino del clan que le iniciaría en los secretos que el francés tanto deseaba conocer.Lo que aprendió con Ogotemmeli en los tres años siguientes sobrepasó con creces todo lo que había recopilado durante los dieciséis anteriores en la región. Ogotemmeli dominaba el dogo so, la «palabra-lenguaje de los dogon», una especie de idioma ritual que sólo conocían los integrantes de cierta Sociedad de las Máscaras que, según supo después, preservaba un antiguo saber relacionado con el firmamento y los orígenes de la especie humana.
Ogotemmeli, pacientemente, explicó a Griaule que los dogones sólo tienen un dios principal. Lo llaman Amina, carece de forma definida y se le atribuye la venerable tarea de la creación del Universo. Amma creó también a las primeras criaturas independientes, a las que designó como «maestros Nommo». Según aquel iniciado, se trataba de unos seres mitad hombre mitad pez, que recibieron los sagrados nombres de Nommo Dig, Nommo Titiyayne y Nommo Q.Ogotemmeli añadió, no obstante, que de éstos —especialmente de Q, a quien los dogones consideran el padre de la humanidad— surgió una nueva clase de seres, una estirpe de cuatro «antepasados» que crearon a su vez a los primeros hombres, a los que repartieron en cuatro grandes familias.Detrás de este proceso de creación desgranado por Ogotemmeli se escondía todo un drama cósmico. Ogo, el primer Nommo que descendió sobre la Tierra a bordo de un arca humeante para sembrar la vida en el planeta, pronto desencadenó el caos.Hasta sesenta «habitaciones» podían llegar a tener las arcas voladoras de los dioses Nommo que trajeron la civilización a la Tierra. Criatura impaciente y poco cuidadosa, el tal Ogo desobedeció las instrucciones de Amma, forzándole a enviar a tierras de África a otro Nommo para que reparara los errores del primero. El elegido fue Q, al que Amma llamó el «Nommo del mar»,y terminaría siendo sacrificado en virtud a un extraño plan divino para resucitar después con aspecto humano y trayendo en su arca a los antepasados de los hombres. Es curiosa la similitud con el caso de Jesucristo. Fue asícomo se inició la ancestral Edad de Oro de los dogones. Q enseñó a sus criaturas los secretos de su procedencia, instruyéndoles en detalles que hicieron palidecer al antropólogo. Por ejemplo, las descripciones del arca en la que llegó a la Tierra son de una minuciosidad extrema. Dicen que se trataba de un vehículo húmedo, dotado de sesenta compartimientos, y cuyo descenso coincidió con «la dispersión de los astros en el cielo y el inicio de sus revoluciones respectivas». Se trata de una alusión que marca una fecha remota, tal vez una en la que determinadas estrellas hoy importantes comenzaron a hacerse visibles gracias al movimiento continuo de los astros en la bóveda celeste, y que nos remite a una época que los egipcios bautizaron con el evocador título de «Tiempo Primero».Las enseñanzas de ese misterioso Q al pueblo dogon contienen un bagaje de información científica de primer orden. Un saber indiscutible que incluso expertos como E. C. Krupp, director del Observatorio Griffith de Los Ángeles, se vieron obligados a reconocer, aunque con ciertas reticencias. «Aunque no seamos capaces de identificar la fuente del misterio dogon de Sirio —escribió—, parece bastante acertado pensar que sus ideas astronómicas son tanto un compendio de buenos y malos aciertos como una memoria tergiversada con conocimientos astronómicos recientes con los que alguien contaminó las antiguas creencias dogonas».
Según Krupp y unos cuantos escépticos, entre los que se cuenta Carl Sagan, los dogones debieron de absorber sus conocimientos astronómicos de visitantes europeos que cruzaron sus territorios entre 1925 y 1955. Eso explicaría por qué los antepasados de Ogotemmeli accedieron a detalles sobre las lunas de Júpiter o los anillos de Saturno sin disponer de telescopios, y por qué apenas aportaron datos sobre los planetas situados más allá de éste. «Toda la cuestión dogona —dirá uno de estos críticos— podría ser una simple teorización, ya que los datos originales de Griaule, sobre los que se construye toda su argumentación, son muy cuestionables. Su metodología junto a su intento de redimir el pensamiento africano, sus entrevistas con un solo informante a través de un intérprete, y la ausencia de textos en el lenguaje dogon han sido criticados durante años». Esta hipótesis, no obstante, fue rápidamente contestada, ya que no todo se basa en una tradición oral procedente de una fuente única, sino también en utensilios de al menos cuatro siglos de antigüedad que ya representan la triplicidad de la estrella Sirio.De hecho, probablemente nadie hubiera prestado la más mínima atención a los densos estudios de Griaule de no haber sido por la publicación, a mediados de la década de 1970, del libro de un estudioso y miembro de la Royal Astronomical Society de Londres llamado Robert Temple. Su obra, titulada El misterio de Sino, lanzó a la popularidad la idea de que podrían hallarse conocimientos muy avanzados encriptados en los mitos de sociedades primitivas, lo que demostraría la existencia de una Edad de Oro, hoy perdida, de alcance planetario.Sin embargo, Templellevó esa idea más lejos y terminó afirmando que «sólo veo dos fuentes posibles para resolver este misterio: o vino de una cultura desarrollada de origen terrestre cuyas huellas han desaparecido, cosa que encuentro difícil de creer, o la información llegó de una fuente extraterrestre».La sola mención de la palabra «extraterrestre» le cerró de golpe las puertas del mundo académico, algunos de cuyos representantes se empeñaron en enterrar este misterio a toda costa. Pero no lo lograron. Muchos de los críticos no leyeron jamás los trabajos originales de Griaule —que en ningún momento interpretó o especuló con la información que obtuvo—, y se dejaron llevar por las ideas de Temple, quien vinculaba a los Nommos con el dios Oannes babilónico, una criatura anfibia que llevó la civilización a los sumerios, y a éste con una raza de extraterrestres llegados de un mundo acuático.
Beroso fue un sacerdote y astrónomo caldeo que vivió en el siglo 3 a.C., y que escribió una crónica que trataba sobre la origenes de la humanidad y, por supuesto, la historia de Babilonia. Este trabajo, del cuál sólo nos han llegado fragmentos gracias a posteriores historiadores, cuenta una leyenda enigmática y misteriosa: En los comienzos de la humanidad, un hombre anfibio, llamado Oannes, emergió de entre las tinieblas del Golfo Pérsico, y enseñó a los sumerios todos los cimientos de su civilización. Los números, el alfabeto, la medicina, la astronomía y las leyes. Antes de su llegada los sumerios “vivían como bestias en el campo, sin orden ni reglas“.Su descripción era la siguiente: “Su cuerpo era de un animal, como un pez. Abajo de su cabeza de pescado, tenía otra cabeza, y también pies semejantes al del humano, que emergían de la cola de pescado. Su voz y su lenguaje era articulado, como el del humano. Hay una representación de él, que aún se conserva… Cuando el sol se ponía, se sumergía de nueva cuenta en el mar, y yacía toda la noche en los abismos marítimos, puesto que él era anfibio“. Por supuesto, la historia de un dios civilizatorio que llega del mar, como Oannes, no es exclusiva de las civilizaciones surgidas en el área mesopotamica dónde habitaron los acadios, los sumerios y los babilonios. Sin embargo, no deja de ser curiosa la presencia de un dios totalmente marítimo, uno de los principales anunnaki, que era como se llamaban a los grandes dioses del panteón mesopotámico. Y quién haya sido este supuesto Oannes, el legado que, según cuenta la leyenda, dejó a la civilización sumeria fue increíble. Los cálculos astronómicos de los sumerios eran extraordinarias, sus medidas de la rotación lunar apenas difieren de un 0,04 de los cálculos computarizados contemporáneos. También tenían claro que eran los planetas los que giraban alrededor del sol, y no al contrario. Y si esto fuera poco, la semejanza que tiene este hombre-dios-pescado emergiendo del mar con la creación de H. P. Lovecraft, Cthulhu, es realmente sorprendente.Gracias a Robert Temple los descubrimientos del antropólogo Marcel Griaule sobre los conocimientos astronómicos de los dogones llegaron a conocimiento de la opinión pública. Temple arriesgó lo que Griaule no se atrevió a decir: que esos conocimientos les fueron entregados a los dogones por unos visitantes de fuera de la Tierra. Pero Temple sugirió que el mito de Sirio estaba en realidad vinculado a otras muchas culturas de la antigüedad, y que éstas también conocían de alguna forma el secreto de su triple naturaleza. Aunque Temple sugiere que la información de ese conocimiento se produjo hará unos cinco mil años, otros estudiosos han encontrado trazas de ese «saber siriano» en latitudes muy alejadas de Malí. Por ejemplo, el término iranio para describir la estrella Sirio es Tistrya, inspirado en el vocablo sánscrito Tristri, que no tiene otra acepción más que la de «tres estrellas». Sería interesante saber de dónde obtuvieron los antiguos pobladores de Asia semejante idea.
Es curioso que en muchas de las representaciones egipcias de la estrella Sirio, a quien identificaban con la diosa Isis, se representa a esta divinidad sobre su barca estelar acompañada de sus hermanas menores Anukis y Satis. Eso por no hablar del descubrimiento efectuado por el astrónomo británico sir J. Norman Lockyer, que ya confirmó hace años la orientación de muchos templos egipcios hacia Sirio, y el hecho de que su calendario sagrado , en oposición al popular, de carácter solar, se basaba en la observación del periódico nacimiento de ésta sobre el horizonte egipcio y servía para marcar la llegada de la crecida del Nilo.Todo esto parece indicar que existió una fuente común para un conocimiento astronómico complejo cuyas huellas pueden seguirse en diversos rincones del mundo. Una sabiduría fruto de siglos de observaciones precisas del firmamento que nuestros antepasados parecieron heredar de dioses anfibios, «compañeros» de divinidades solares o mediante revelaciones de origen aún más oscuro.Por alguna razón, los antiguos constructores de templos góticos en Europa, en particular aquellos edificados en torno al siglo XII, parecían sentir una peculiar fascinación por los solsticios. De hecho, mientras que es en los equinoccios cuando la duración del día y la de la noche se equiparan, es únicamente durante los solsticios (en junio y en diciembre) cuando el Sol parece detener su inexorable avance sobre el horizonte, marcando su punto de nacimiento, de orto, más extremo.En el pasado, ese aparente «parón solar» fue tenido como una señal de cambio, y la mayoría de los pueblos de la antigüedad aguardaban impacientes la llegada de tan particulares días para ajustar sus calendarios agrícolas o religiosos. Incluso hoy sabemos que en Europa o América del Sur, nuestros predecesores marcaban en las montañas vecinas el punto por donde salía el Sol esos días, construyendo allí torres o edificios que anunciaran la llegada de los solsticios.Los solsticios (del latín solstitium, “Sol quieto“) son los momentos del año en los que el Sol alcanza su mayor o menor altura aparente en el cielo, y la duración del día o de la noche son las máximas del año, respectivamente. Astronómicamente, los solsticios son los momentos en los que el Sol alcanza la máxima declinación norte (+23º 27’) o sur (−23º 27’) con respecto al ecuador terrestre. En el solsticio de verano del hemisferio Norte el Sol alcanza el cenit al mediodía sobre el Trópico de Cáncer y en el solsticio de invierno alcanza el cenit al mediodía sobre el Trópico de Capricornio. Ocurre dos veces por año: el 20 o el 21 de junio y el 21 o el 22 de diciembre de cada año. A lo largo del año la posición del Sol vista desde la Tierra se mueve hacia el Norte y hacia el Sur. La existencia de los solsticios está provocada por la inclinación del eje de la Tierra sobre el plano de su órbita. En los días de solsticio, la duración del día y la altitud del Sol al mediodía son máximas (en el solsticio de verano) y mínimas (en el solsticio de invierno) comparadas con cualquier otro día del año. En la mayoría de las culturas antiguas se celebraban festivales conmemorativos de los solsticios.
En zonas templadas, las fechas de los solsticios son idénticas a las del paso astronómico de la primavera al verano y del otoño al invierno. Las fechas del solsticio de invierno y del solsticio de verano están invertidas en ambos hemisferios. Solsticio es un término astronómico relacionado con la posición del Sol en el ecuador celeste. En Europa, ante la llegada de los solsticios, desde tiempos prerromanos, se han realizado diversas celebraciones y rituales, con hogueras. Del solsticio de junio se pueden citar las famosas hogueras de la Festividad de San Juan, que tienen lugar en España y en otros países del hemisferio Norte, para celebrar el solsticio de verano. Éstas provienen de festividades anteriores a la natividad del cristianismo, aunque actualmente se conmemoren con ese nombre. En Sudamérica los pueblos originarios celebran el comienzo de su nuevo año en junio, en el solsticio de invierno. Por ejemplo, los pueblos andinos celebran el Inti Raymi. En el solsticio de diciembre, en especial en las culturas romana y celta, se festejaba el regreso del Sol. A partir de esta fecha los días empezaban a alargarse. Esto se atribuía a un triunfo del Sol sobre las tinieblas, que se celebraba con fogatas. Posteriormente la Iglesia Católica decidió situar en una fecha cercana, el 25 de diciembre, la Natividad de Jesucristo, otorgándole el mismo carácter simbólico de renacer de la esperanza y de la luz en el mundo y corrigiendo así al mismo tiempo el significado de la festividad pagana previa, denominada Sol Invictus. De alguna manera, ese saber se transmitió de generación en generación, y de pueblo en pueblo. Pero en los últimos siglos su aplicación práctica no se dejó ver tan claramente como durante el esplendor del período gótico europeo.Sin ir más lejos, en Chartres, una villa del norte de Francia con una impresionante catedral levantada en 1220, arquitectos y vidrieros se confabularon para conseguir que en cada nuevo solsticio un rayo de sol atravesara a mediodía un pequeño agujero practicado en el vitral de San Apolinar, y que éste fuera a estrellarse contra una muesca en el suelo en forma de pluma. Hoy todavía lo hace. Y en tan señalada fecha la catedral se despeja de sillas y se permite que los fieles admiren el fenómeno.Pero no se trata de un capricho aislado. Otro de esos «milagros» de luz se produce desde esa misma época en Vézelay, sede de uno de los primeros templos propiamente góticos del siglo XII. En él, en esos dos momentos del año, una sucesión de «manchas de luz», filtradas por las vidrieras, trazan una especie de camino sobre el suelo. Se trata de siete haces de rayos solares, muy precisos, que marcan el eje de la nave como si quisieran revelar al creyente la existencia de un sendero metafísico que señalara el camino para llegar hasta el Cielo.
¿Para qué querrían los remotos arquitectos de Chartres y Vézelay marcar un «camino» hacia el Cielo y mostrarlo a sus fieles? A este respecto hay que recordar los Textos de las pirámides, que enseñaban al faraón el camino a seguir hasta llegar a las estrellas. Un 13 de agosto a mediodía, Javier Sierra ascendióa la Colline Éternelle de Vézelay, con el propósito de hacer algunas averiguaciones acerca del fenómeno lumínico del solsticio. En el pórtico que viera a Bernardo de Claraval convocar la segunda cruzada, se dibujaba,a la derecha de Jesús, un ángel que sostenía una balanza y pesaba el alma de los difuntos. Aquellos que no superaban la prueba y su alma inclinaba el fiel hacia abajo, eran obligados a caminar hacia un monstruo con cabeza de cocodrilo que daría cuenta de ellos para siempre. Esta escena figuraba en el Libro de los Muertos egipcio, uno de los textos religiosos más antiguos del mundo, que tuvo su momento de máximo apogeo hacia el 1500 a.C, durante el Imperio Nuevo faraónico. De hecho, en uno de sus 190 capítulos se describía una situación idéntica a la de Vézelay, pero dibujada al menos veinticinco siglos antes. Anubis, el dios del más allá, pesa el alma del faraón difunto y le advierte de que si ésta pesa más que la pluma de Maat, la diosa de la justicia, que se encuentra en el otro platillo de la balanza, querrá decir que ha sido un rey pecador y perecerá engullido por un monstruo con cabeza de cocodrilo, cuerpo de león y patas de hipopótamo que aguarda a su derecha.No podía ser una coincidencia. Tanto el tímpano principal de la basílica de la Madeleine en Vézelay, como el de la catedral de Notre-Dame de París, representaban una escena idéntica al llamado «juicio final» del Libro de los Muertos egipcio. En él, el dios Anubis pesa el alma del faraón en una balanza antes de decidir su salvación eterna o su condena a ser devorado por un monstruo con cabeza de cocodrilo. Balanza y monstruo aparecen en los juicios finales de esos dos templos góticos. Es sorprendente que sobreviviese ese mito a lo largo de más de treinta siglos. Ello era la prueba de que entre los constructores de templos del Imperio Nuevo y los del período gótico había un mismo conocimiento. Una tradición precristiana relacionada con el paso al más allá y con la orientación de sus recintos sagrados a estrellas muy concretas del firmamento nocturno.La firma «egipcia» de los constructores de catedrales se encuentra también explícita en el pórtico central de la fachada de Notre-Dame de París, donde puede admirarse otra escena de «pesador del alma». Según Christian Jacq, conocido hoy por ser el autor de novelas de éxito sobre el antiguo Egipto así como por sus trabajos sobre astrología o esoterismo medieval, en lugares como Vézelay las pistas egipcias son evidentes. Por ejemplo, en los capiteles del interior de la basílica, donde un monje introduce los dedos en la boca de un difunto como los sacerdotes egipcios lo hacían durante las ceremonias de «apertura de la boca» a las momias.Y eso por no hablar de similitudes como las que existen entre los papiros sagrados egipcios y los textos litúrgicos medievales. Tanto unos como otros se iniciaban con tinta roja, y en los últimos esa peculiaridad terminó conociéndose como las «rúbricas», es decir, las «rojas».
Si las catedrales góticas siguieron patrones similares a los de pirámides y templos construidos siglos antes, habrá que convenir que los canteros medievales no fueron los primeros en plantearse la edificación de lugares sagrados como una vía para contactar con las esferas celestes superiores. Y es que precisamente parece ser la de «plataformas de lanzamiento» de las almas la función última que se persiguió con el levantamiento de tan colosales construcciones.Pitágoras, el célebre sabio matemático griego, descubrió durante sus veintidós años de residencia en Egipto que los antiguos pobladores del Nilo consideraban los solsticios como momentos especiales para esos «lanzamientos». Durante su transcurso se creía que podía abrirse una vía de comunicación con el reino de los muertos, que para Pitágoras y sus maestros egipcios estaba entre las estrellas. El propio sabio dictaminó que el solsticio de verano (21 de junio) abría la «puerta» para que los hombres ascendieran a ese reino, mientras que el de invierno (21 de diciembre) señalaba la «puerta» para que fueran los dioses quienes descendieran. Dos umbrales, pues, en los que pasar de un mundo a otro parecía mucho más fácil. El arte gótico, de hecho, nació con funciones astronómicas similares, si no idénticas, a las de los monumentos egipcios. En efecto,catedrales como la de Chartres se erigieron en Francia a partir de 1130, y en menos de cien años, sin que hoy sepamos aún de dónde salieron tantos maestros en el nuevo arte de construir arcos ojivales, se ponen en marcha no menos de ochenta obras góticas. Sólo durante el período de edificación de Chartres otras veinte catedrales comienzan a levantarse a un ritmo trepidante, moviendo más cantidad de metros cúbicos de piedra que durante el tiempo de construcción de las pirámides.Estudiosos como Louis Charpentier se han planteado como única explicación a semejante afán constructivo el hallazgo por parte de los caballeros de la Orden del Temple de un secreto fabuloso en Tierra Santa que inyectó conocimientos y recursos a una Francia depauperada. En febrero de 1969 se publicaba por primera vez en España un curioso libro: El misterio de la catedral de Chartres. En él su autor, Louis Charpentier, se preocupó por mostrar la existencia de un gigantesco «plan maestro» que explicara la repentina obsesión medieval por edificar catedrales en todo el norte de Francia. Para Charpentier, detrás de aquel ímpetu creador se ocultaban los caballeros del Temple, recién llegados de Tierra Santa con el propósito firme de crear sobre su país una suerte de modelo a escala de una región del cielo conocida como Virgo.
Charpentier aporta la ubicación, la comparación de cada catedral con su correspondiente estrella, y hasta los detalles de magnitud. Pero olvida, tal vez de forma deliberada, indicar el porqué. ¿Por qué imitaban los primeros templos góticos la constelación de Virgo y no otra cualquiera? Aunque ciertamente el culto a la Virgen se inicia en la cristiandad alrededor de esas fechas, no estaba claro el aparentemente evidente vínculo entre las Notre-Dame terrestres y la Virgen celestial.Según Charpentier, todas las catedrales erigidas bajo la advocación de Nuestra Señora entre los siglos XII y XIII en las regiones de Champaña, Picardía e Île-de-France, se diseñaron para representar sobre el suelo esa constelación de Virgo. Y lo hicieron muy probablemente para continuar con una antigua tradición, milenaria, que buscaba imitar sobre el suelo lo que había en los cielos y obtener así el dominio sobre ciertas fuerzas de origen cósmico. Según Charpentier a cada catedral le correspondía una estrella de Virgo. Como hemos visto, los antiguos egipcios ya hicieron algo parecido al construir en la meseta de Giza sus tres grandes pirámides imitando el cinturón de estrellas de la constelación de Orión. Oriónera para ellos el lugar por donde el alma de los difuntos accedía al Amenti, al más allá, y la región estelar hacia donde navegaría el ka del faraón para completar su viaje al mundo de los muertos. Semejante idea llegó incluso a Oriente, en concreto al Kurdistán iraquí, donde los seguidores de cierto califa llamado Yezid (siglo XI) marcaron siete lugares privilegiados, a través de los cuales creían que podrían alcanzar los cielos con ayuda de Lucifer. Los yezidíes escondieron esos enclaves bajo siete torres que imitaban la disposición de la Osa Mayor. Y afirmarían que esas «torres del diablo» —como las llamarían en adelante— cubrirían una superficie aún mayor que la dibujada por las catedrales francesas, extendiéndose por los actuales territorios de Irak, Níger, Siberia, Siria, Sudán, Turkestán y los Urales.El pueblo kurdo es una etnia indoeuropea que no poseen estado propio. El territorio del Kurdistan está repartido entre varios estados: el Kurdistán noroccidental, en Turquía; el Kurdistán meridional, en Irak; el Kurdistán oriental, en Irán; y el Kurdistán suroccidental, en Siria, a los cuales hay que añadir un pequeño enclave kurdo en Armenia. Sin contar una diáspora que pasa por Rusia, Alemania y llega incluso a USA.La historia del pueblo kurdo, es la historia de un pueblo que ha sido maltratado durante siglos, debido a sus costumbres, sus tradiciones, su idioma y sobre todo debido a una religión milenaria ancestral que aún conservan parte de los kurdos; el yazidismo. Algunos consideran que la religión del yazidismo es una religión sincrética con elementos extraidos del zoroastrismo, maniqueismo, cristianismo nestoriano e islam. Al igual que otros pueblos “elegidos”, se consideran un pueblo aparte, diferente a los demás, descendientes directos de los los partidarios del califa Umayyad Yazid.
Los yezidies constituyen una sociedad endogámica y su religión no admite por el momento conversiones de personas ajenas a la etnia kurda que practica el yazidismo, aunque dicha conversión sería posible si llegara el punto de que el yazidismo estuviera en peligro. Debido a esta endogamia religiosa, a la adoración de un ángel llamado Melek Taus (Pavo real), considerado por algunos profanos el ángel caído o Lucifer, los yezidies fueron sometidos a persecución religiosa, especialmente por los musulmanes. De hecho, los musulmanes no tienen mucha consideración por los yezidies, a veces usan la expresión “hijo de yezidi” para ofender a otra persona que es de su desagrado. Los yezidies no guardan tampoco mucha consideración por los musulmanes.De hecho, entre ellos existía la creencia de que cuando un yezidi escuchaba rezar a un musulmán solo tenía dos opciones: suicidarse o matarle. Pero al contrario de lo que piensan sus detractores, su religión dispone de dos libros sagrados: el Kitab al-jilwah(“El Libro de Revelación”) y el Mashaf (”Escritura Negra.La religión de los yazidies, tiene una peculiaridad, respecto a otras religiones.Carece de la eterna dualidad del bien y del mal y del pecado original que cometió Adan.Pero eso no quiere decir que sean adoradores del diablo, ya que ellos creen que las malas acciones se pagan a través de la transmigración de las almas, como forma de purificar el espiritu. Los yezidies adoran a siete ángeles y el ángel de la discordia,Melek Taus, que después de rebelarse contra Dios, decidió obedecerle. Los Yezidis creen en un Dios, un ser supremo llamado Yazdan, creador del Universo pero que no es objeto de culto por su parte, pués Yazdan no se ocupa de la suerte de los hombres.Yazdan dio luz a 7 espíritus, ángeles o Meleks, de los cuales Melek Taus fue el primero y el mas poderoso, al cual se le prometió después de la creación del mundo, el gobierno de la Tierra por 10.000 años de los que ya han transcurrido 6.000 años. Melek Taus es diferente a otros ángeles, ya que es vicioso, tiránico y rebelde, pero convencido que al final recibirá el perdón de Yazdan y que volverá a ocupar el asiento que dejo vacio cerca del trono de Dios después de su caída. En ese instante, posterior a su redención, Yezidi se vengará de la humanidad que le maldijo y salvará a su pueblo elegido; los yezidies. Wigram escribe en su libro “Los Yezidis o Adoradores del Diablo” que los yezidies se congregan principalmente en Mosul. Y añade “Ahora bien, ellos son de hecho adoradores del diablo, porque no tienen escrúpulos para admitir que el ser a quien ellos alaban es realmente idéntico al Shaitan (Satán) de los cristianos, musulmanes y judíos. Pero, afortunadamente para sus compatriotas, su homenaje no llega a la práctica de conductas oscuras. Su religión es de fe y no de obras. Ellos no están obligados a hacer el malo, sólo deben mantener el respeto el gran placer de su divinidad, alcanzando así el estado de honor de estar cerca del trono ardiente de su dios“.
Según Charpentier, los templarioslevantaron sus catedrales siguiendo un diseño celeste similar, y poniendo en marcha un proyecto que superaba en complejidad arquitectónica todos sus precedentes. Es signifiaivo el rombo que forma la silueta de Virgo sobre Francia, y que, en efecto, se obtiene uniendo con líneas rectas la ubicación de las primeras grandes catedrales góticas.Se extiende sobre una superficie de 33.600 kilómetros cuadrados, y debió de requerir de sus constructores unos conocimientos geodésicos de la máxima precisión, en el que dibujaron la constelación de Virgo. Es difícil entender que sentido tenía emprender una obra de tales proporciones. Pero tal vez la clave estaba en un libro fechado en el siglo I de nuestra era, llamado el Kore Kosmou, y que formaba parte de los llamados escritos herméticos. En él se narra cómo la diosa Isis decidió un buen día revelar a su hijo Horus uno de los secretos fundamentales del dios de la sabiduría egipcio, Toth. Según Isis, Toth puso en manos de los hombres «los grandes misterios de los cielos» en una serie de libros que un día serían descubiertos junto al Nilo y cambiarían la percepción humana del mundo y de los dioses mismos. Esos libros, sigue refiriendo el Kore Kosmou, contienen «el conocimiento correcto de la verdad… las cosas secretas de Osiris… los símbolos sagrados de los elementos cósmicos».Y advierte que cuando el hallazgo se produzca, será la señal inequívoca para que los dioses regresen, restauren una Edad de Oro largo tiempo perdida, y gobiernen de nuevo sobre la Tierra. Pero el descubrimiento de esos libros no se ha producido todavía. No obstante, durante el dominio árabe de Egipto, y durante el Renacimiento después, corrió el rumor de que los textos de Toth, al que los griegos llamaron Hermes Trismegisto, circularon en manos de iniciados, despertando un tremendo florecimiento de las artes y las ciencias. Es incluso probable que lo que descubrieran los templarios en el solar del antiguo Templo de Salomón fuera una parte de esos libros, tal vez las célebres tablas de la ley de Moisés que él mismo pudo haber robado de Egipto antes del Éxodo, y que desencadenaron la furibunda persecución del faraón que se detalla en las Sagradas Escrituras hebreas. Si los escritos herméticos son una filtración de lo que Toth nos dejó, es evidente que investigando su contenido podremos deducir a qué clase de «secretos de los cielos» se refería Isis en el Kore Kosmou. Por ejemplo, uno de los libros inspirados en los escritos de Toth-Hermes se redactó precisamente en España. Es un tratado de magia conocido como Picatrix, fechado en torno al siglo XII, y en el que su autor recoge lo que parece un método para fabricar talismanes siguiendo un complejo sistema de vigilancia de las estrellas.Pero los talismanes de los que habla el Picatrix se trata, en realidad, de supertalismanes que adoptan la forma de edificios y hasta de ciudades enteras, y queimitan ciertas estrellas del firmamento con el propósito de destilar de ellas todo su poder. Es algo así como lo que explica Hermes Trismegisto a su discípulo Asclepio en una de las citas que encabeza la primera parte del libro.
La base de tan peculiar tratado reside en una inequívoca magia celestial o astrológica mediante la cual pueden concentrarse las fuerzas cósmicas en lugares específicos. Su autor, Abul-Kasim Maslama, propuso incluso edificar una urbe que tuviera en cuenta esas correlaciones con las estrellas para elaborar así una fabulosa fuente de poder y precipitar el cumplimiento de la profecía de Toth, que anunciaba la construcción de una ciudad para los dioses hacia el sol poniente.¿Fue la búsqueda de ese poder, y la preparación del retorno de los dioses, lo que motivó la construcción de las primeras catedrales? ¿Debe entenderse que la disposición de las catedrales imitando el plano de Virgo buscaba, en realidad, la construcción de uno de esos supertalismanes de los que habla el Picatrix?Tanto el Picatrix como otras fuentes herméticassugerían que se consumó la construcción de esa magnífica ciudad talismánica al poniente. Pero ¿dónde? En la llamada profecía de Hermes-Toth se hace referencia a «por tierra y mar» y afirma que esa ciudad se edificó en el «extremo más lejano de Egipto». ¿Y si el Kore Kosmou estuviera apuntando a alguna región al otro lado del Atlántico? Sin embargo, en 1994, Javier Sierra encontró en torno al lago más alto del planeta, el Titicaca,en el corazón de los Andes, los vestigios de una civilización perdida que tenía decenas de puntos en común con los antiguos egipcios.Los habitantes dela región del lago Titicaca confeccionaban balsas de totora, un resistente junco local, que eran parecidas a las embarcaciones de papiro egipcias o a las usadas por otros pueblos mediterráneos, como los antiguos pobladores de Córcega. Además, ambas civilizaciones tuvieron religiones solares, construyeron pirámides, utilizaron bloques monolíticos de más de doscientas toneladas, sin que el peso pareciera importarles, tenían similares preocupaciones astronómicas, etc. Demasiadas coincidencias para creer en las casualidades. Tiahuanaco constituye el conjunto de ruinas más enigmáticas, extensas y elevadas de toda América del Sur. Arthur Posnansky llevaba muerto más de medio siglo, pero todos en el Altiplano andino, sin excepción, lo consideraban aún el padre de la arqueología boliviana. De origen germano y aspecto austero, en los años veinte fue el primer científico que se interesó por el extraño conjunto de ruinas próximas al lago Titicaca. Emplazadas a 3.825 metros sobre el nivel del mar, hasta principios del siglo XX aquel páramo sembrado de ruinas geométricas sólo había conseguido atraer a canteros y constructores del ferrocarril en busca de materia prima para sus obras. Arthur Posnansky, a principios del siglo XX, fue el primero en proponer una datación de Tiahuanaco en función de los alineamientos de sus monolitos hacia determinadas posiciones estelares. Estaban a pocos pasos de la pequeñísima villa de Tiahuanaco, y orientadas, con absoluta precisión, a los cuatro puntos cardinales.Posnansky tenía una visión de la arqueología muy adelantada para su época y decidió emplearse a fondoen Tiahuanaco para resolver las dudas más elementales, tales como: ¿quién construyó aquellos templos? ¿Quiénes habitaron la enorme ciudad que los albergó? ¿Qué técnicas emplearon para mover los miles de toneladas de piedra? Y, sobre todo, ¿para qué los construyeron?
En la época de Posnansky todavía no se habían desarrollado métodos de datación como el carbono 14 y, mucho menos, la termoluminiscencia, así que Arthur Posnansky apostó por estudiar las alineaciones de los monumentos en relación con las posiciones de salida y puesta del Sol para determinar, de esta forma, en qué época fueron levantados. Él sabía que el Sol nunca sale dos veces por el mismo lugar, sino que se desplaza sobre el horizonte en función de un fenómeno conocido como la «oblicuidad de la eclíptica». Esto es, la Tierra órbita en torno al Sol ligeramente inclinada con respecto al ecuador y esto provoca que, lógicamente, el ecuador celeste que vemos se encuentre también inclinado respecto al plano orbital. Ese ángulo conforma la llamada «oblicuidad de la eclíptica» y se desplaza progresivamente en ciclos de 41.000 años, oscilando entre los 22,1 y los 24,55 grados de ángulo.Así pues, si una piedra se orienta hacia el punto de salida del Sol en un momento relativamente lejano en el tiempo, puede calcularse la diferencia espacial existente entre el lugar de aquel lejano amanecer y el nuestro, y determinar la fecha de orientación del monumento con escaso margen de error.Posnansky aplicó ese principio y determinó que el ángulo en el que se encontraba el horizonte de Tiahuanaco en el momento de su construcción (23° 8′ 48″ exactamente) correspondía a una fecha indeterminada alrededor del 15000 a.C. Aquella r datación, lejos de amilanar a Posnansky, lo forzó a desarrollar una teoría según la cual una avanzada civilización pobló América mucho antes de lo que la mayoría de los expertos suponían. Éstos concedían a Tiahuanaco una antigüedad que oscilaba entre el 2000 a.C. y el 900 d.C. Es más, aquella civilización, de avanzados conocimientos astronómicos, poseedora de un calendario preciso que el arqueólogo germano creyó ver reflejado en la célebre Puerta del Sol y capaz de desplazar monolitos de más de 400 toneladas, el doble de peso de los gigantescos bloques de caliza que forman parte del templo de la Esfinge de la meseta de Giza, en Egipto, se extinguió tras un cataclismo devastador.E inevitablemente emergió un nombre para explicar el origen cultural de Tiahuanaco: la Atlántida. Pero las conclusiones de Posnansky fueron arrinconadas a causa de sus elucubraciones sobre ese continente perdido. Sin embargo, una nueva generación, encabezada por Oswaldo Rivera, antiguo director del INAR (el Instituto Nacional de Arqueología) ha permitido que se revise este asunto a la luz de los modernos conocimientos astronómicos. Oswaldo Rivera había puesto en marcha una de las mayores campañas de excavación e investigación de Tiahuanaco jamás emprendidas. Sabía que aquellas ruinas eran un tesoro de tremendas implicaciones históricas, y se empeñó en sacarlo a la luz. Oswaldo Rivera dirigió durante años las excavaciones en Tiahuanaco, y se mostró convencido de que una cultura remotísima se asentó allí hace varios miles de años.
Tras los primeros trabajos, Rivera pronto llegó a la conclusión de que, a una profundidad media de entre 12 y 21 metros, existe otro Tiahuanaco. Una enorme ciudad hundida, mayor que la antigua Roma, que debió de albergar la cultura original del lugar… y para la que la etiqueta de «colonia atlante», en palabras del propio Rivera, «es sólo una posibilidad más a tener en cuenta». Según Rivera: “Hasta la fecha tenemos detectados cinco períodos para Tiahuanaco, y hay una evidente relación de unos con otros. Pero no sabemos todavía si, igual que sucedió en Grecia, encontraremos pronto una cultura pretiahuanaco. Sin embargo, aun los cálculos más moderados para datar esa civilización arrojan un abanico de veintisiete siglos. Los incas, sumados al período colonial español y a la República no son ni la sombra de esa historia «moderada» de Tiahuanaco“. Oscar Corvison, un ingeniero y astrónomo cubano afincado en La Paz,fue autorizado por el INAR para medir de nuevo las alineaciones solares de los templos de Tiahuanaco.Acababa de presentar a la prensalos resultados de su trabajo, que proponían que los tiahuanacotas poseían un calendario agrícola milenario basado en el sistema vigesimal —con meses de veinte días, como los mayas—, y confeccionado gracias a una minuciosa observación del Sol a su paso por una peculiar pared de monolitos gigantes del lugar. Según explicó Corbison a Javier Sierra: “La primera vez que estuve en Tiahuanaco para investigar su orientación astronómica fue hace veinte años, pero entonces sentí que no había llegado aún el momento de hablar.Entonces la comunidad científica no estaba preparada para admitir ciertas cosas —continuó—; hoy sí. Por ejemplo, si nos fijamos en el muro de monolitos que hay detrás de la Puerta del Sol, se dará cuenta de que hay diez pilastras de piedra separadas equidistantemente entre sí, menos una, donde la distancia con la siguiente es el doble de las demás. Esto, desde mi punto de vista, indica claramente que en aquel hueco falta una pilastra, la séptima del conjunto, que una vez restaurada en su lugar completaría un calendario astronómico preciso. Las once pilastras completas marcan veinte posiciones del Sol en diferentes momentos del año y, a la vez, señalan la aparición de ciertas constelaciones en el firmamento nocturno del Altiplano. Para llegar a esa conclusión, he dedicado dos años de mediciones en el lugar, y a calcular el desplazamiento del Sol respecto a los monolitos debido a la oblicuidad de la eclíptica. Las piedras fueron orientadas marcando posiciones celestes del 9000 a.C, cuando menos. Marcaba varias constelaciones. Por ejemplo, cuando el Sol se ponía sobre la undécima pilastra, esa noche Orión emergía por el centro del muro. Cuando se ponía sobre la décima, eran las Pléyades. Sobre la quinta, la Cruz del Sur. Esta pilastra de andesita debería estar colocada en el muro que puede verse en el fondo de la imagen. Sólo así este conjunto recuperaría su antigua función como medidor del movimiento de las estrellas, y Tiahuanaco volvería a ser la «computadora estelar» en piedra que fue antaño.Siguiendo las investigaciones previas de Posnansky, yo he encontrado la pilastra que le falta a ese muro calendario.Está a 229 metros de sus compañeras, y yo creo que fue removida en tiempos remotos por ciertas fuerzas negativas. El conjunto de Tiahuanaco funcionaba como una especie de máquina de precisión para medir el tiempo y regir la vida agrícola y religiosa de sus gentes. Si algunas piezas clave de ese mecanismo se retiraban, la «máquina» dejaba de funcionar. Por eso, una vez encontrada la pilastra, estoy luchando para que se vuelva a restablecer en su lugar original y se dé un paso adelante en la restauración exacta del recinto“.
Corbison no es el único científico del Altiplano que lee en clave mágica los monumentos de Tiahuanaco, pero sí quien más lejos está llevando sus planteamientos. Y es que, desde 1997, Corvison libra una dura batalla contra la oposición oficial a colocar la séptima pilastra del muro calendario en su lugar. Sus responsables aducen que, aunque la piedra procede de la misma cantera y se asemeja a las que forman esa pared, no se puede estar del todo seguro de que tal monolito pertenezca al templo del Kalasasaya.Siguiendo al pie de la letra las alusiones de Platón a una isla y su capital, Poseidón, que se hundió hace unos 12.500 años, la Atlántida y Tiahuanaco coexistieron en el tiempo. En ese período del «primer Tiahuanaco» la ciudad tenía su propio puerto, cuestión que por cierto parecen reforzar las enormes piedras del vecino conjunto monumental de Puma Punku y que muchos estudiosos creen que son muelles de desembarco de mercancías.Pero, , ¿qué función cumplió Tiahuanaco en el pasado? A este respecto es recomendable leer los trabajos del escritor escocés Graham Hancock, y en especial su libro El espejo del paraíso. En esa obra, Hancock plantea una tesis tan osada como fascinante.Según él, las civilizaciones del pasado de la Tierra quetuvieron más conocimientos de astronomía, construyeron sobre sus territorios impresionantes monumentos que imitaban ciertas constelaciones del firmamento. Exactamente aquellas que emergían cada noche por los puntos cardinales hacia la primavera del 10.500 a.C., como si de esa forma trataran de señalardicha fecha.Pues bien, en el 10500 a.C, el norte geográfico señalaba cada noche la constelación del Dragón. En Angkor, Camboya, unas ruinas fechadas alrededor del siglo XI d.C., pero construidas sobre templos de edad imprecisa, imitan en el suelo la constelación del Dragón y su orientación al norte. En Egipto el asunto es aún más complejo, pues en la meseta de Giza las tres grandes pirámides imitan el cinturón de la constelación de Orión, que en el 10500 a.C. emergía exactamente por el sur. Mientras tanto, la Esfinge estaba orientada hacia el este por donde surgía la constelación de Leo.Yhay que recordar que la Esfinge tiene cuerpo de león. Curiosamente no se ha encontrado ningún monumento que señale al oeste en el 10500 a.C.. Pero en aquella remota época el oeste estaba vacío de constelaciones importantes, al menos las vistas desde el hemisferio norte. Sin embargo se daba la curiosa circunstancia de que en el hemisferio sur era visible perfectamente la constelación de Acuario.
Y Hancock no pudo evitar hacer sus cabalas sobre el monumento que pudo completar el «espejo estelar» formado por las grandes civilizaciones del pasado: «Quizá sea Tiahuanaco —escribe Hancock—, pues tiene características pronunciadas acuarianas en los motivos acuáticos de las dos grandes estatuas dentro del Kalasasaya y en los canales de conducción de agua del lado oeste de la pirámide de Akapana».Acuario (el portador del Agua o ánfora), es una de las 88 constelaciones reconocidas por la astronomía moderna, descrita por Claudio Ptolomeo. Su símbolo representa el flujo del agua. De todo el zodiaco, Acuario es una de las constelaciones reconocida con mayor antigüedad. Los sumerios le dieron este nombre a la constelación, en honor a su dios Anu, que derrama el agua de la inmortalidad sobre la Tierra. Se encuentra en una región comúnmente llamada el Mar o Aqua por su prodifusión de constelaciones acuáticas tales como Cetus, Piscis, Eridanus. Algunas veces el río Eridanus se representa como lo que derrama la vasija de Acuario. La constelación de Acuario es la décima más extensa, cubriendo más de 2,3% del cielo nocturno. Incluye 56 estrellas observables a simple vista, en su mayoría tenues, siendo Sadalsuud (β Aquarii) la más brillante con magnitud 2,90. Contiene varias gigantes rojas como Hydor (λ Aquarii) —la más brillante—, φ Aquarii, χ Aquarii y 3 Aquarii. En Acuario se localiza el cúmulo globular M2, uno de los más compactos que se conocen. También en esta constelación se encuentra la Nebulosa de la Hélice, espectacular nebulosa planetaria distante unos 700 años luz cuya edad aproximada es, curiosamente, de 10.600 años. El conocido mito identifica a Acuario, que también era conocido como escanciador, con Ganimedes. Ganimedes es hijo de Laomedonte, Rey de Troya. Su padre le encargó la tarea de guardar los rebaños en las montañas. Era, según los relatos, uno de los mortales más hermosos, de tal manera que Zeus, padre de los dioses, se enamoró perdidamente de él y convirtiéndose en águila (otra constelación) lo rapta y lo lleva al Olimpo. Como compensación Zeus regaló al padre del muchacho unos corceles divinos inmortales. En el Olimpo Ganimedes se convierte en el copero divino encargado de servir a los dioses. Acuario generalmente representa la figura de un hombre, y cuando se consideran las estrellas que para un ser humano son muy tenues o indistintas de ver, toma la figura de un hombre con una jarra la cual derrama un líquido. Acuario también ha sido identificado como Deucalión, el que se salvó junto a su esposa Pirra del diluvio universal enviado por Zeus, en la versión griega del mito.
De aceptar la conclusión de Hancock sobre la relación de Tiahuanaco con la constelación de Acuario, habría que inaugurar una nueva vía de investigación histórica. Una que se ocupara de establecer quién, en tan remoto pasado, planeó que ciertos lugares de la Tierra imitaran los «pilares» del cielo, y cómo se las arregló para llevar a cabo tan minuciosamente su plan. Lo que parece evidente es que estos «supercartógrafos» debían tener la capacidad de volar y eran capaces de trazar mapas colosales sólo visibles desde el aire.No fue necesario ir demasiado lejos. O relativamente. A fin de cuentas, vencer mil quinientos kilómetros en un continente como América para llegar al siguiente misterio, no es en realidad mucho. Lo complicado, en cualquier caso, son los transportes y la necesidad de olvidar el concepto preciso y mecánico del tiempo que se vive en Europa. Mucho antes de la llegada de los conquistadores en el siglo XVI, en la zona del altiplano floreció una gran variedad de culturas técnica y socialmente muy avanzadas. Es decir, que aquí, como en África, también se vivió una Edad de Oro sin parangón.Ica, en Perú, dispone de un museo arqueológico con refinados objetos tallados o moldeados por las culturas locales, que reflejan un pasado glorioso. Cerca de Nazca se extienden kilómetros de líneas y figuras que multiplican exponencialmente el misterio de esa región del planeta. ¿Por qué sus habitantes trazaron dibujos que sólo podemos ver si somos capaces de volar? Sobre el suelo rocoso de un valle conocido como Nazca, aunque con más precisión habría que decir «Pampa Colorada», se dibujan miles de kilómetros de líneas que parecen apuntar a ninguna parte. Rectas inabarcables, figuras de animales y hasta formas geométricas como trapecios o espirales se reparten sobre un territorio virtualmente plano y desprovisto de vegetación. Se trata de un misterio que sólo se deja ver desde el aire. Un especialista en paleo-irrigación de la Universidad de Long Island, llamado Paul Kosok, vio algunas de las figuras de Nazca por primera vez. Su sorpresa fue mayúscula: grandes figuras antropomorfas, con aspecto de aves, monos, cetáceos e insectos se mezclaban en una danza caótica entre otra maraña de líneas rectas y curvas que sólo podían verse desde cierta altura. Fue el 22 de junio de 1939, a bordo de un avión Fawcett, cuando Kosok se dio cuenta del valor de aquellas enormes figuras, y decidió estudiarlas a fondo por primera vez. Pueden observarse una singular sucesión de figuras antropomorfas de características muy extrañas habían sido «vaciadas» del fondo del desierto y resaltaban vivas sobre la colina. La técnica era sencilla y no requería grandes alardes tecnológicos.Consistía en apartar el polvo del desierto con las manos o un palo, dejando al descubierto el suelo blanquecino que quedaba debajo. En ese lugar casi no llueve, lo que, evidentemente, contribuye a preservar cualquier línea que rasgue el desierto. Ahora bien, el misterio no está en el método con el que se trazaron las figuras, sino en la precisión empleada en la confección de sus grandes dibujos y, sobre todo, en la finalidad que persiguieron quienes los elaboraron. ¿Cómo habría casado Kosok esas figuras vagamente humanas con su teoría de que las líneas de esta región sirvieron como una especie de marcador astronómico? Como un calendario en el que las líneas señalaban los puntos del horizonte por los que emergían determinadas estrellas en momentos específicos del año. Kosok, de hecho, entregó sus notas a la matemática alemana Maria Reiche y la incitó a concentrarse sólo en las líneas y su función astronómica, ignorando a estos gigantes o a otros grandes geoglifos hallados en la costa atlántica.
Una de aquellas figuras de arenaposeía un cuerpo cuadrado y presentaba dos orificios a la altura de sus hipotéticos pechos. María Reiche, la mujer que estudió Nazca durante más de cuatro décadas hasta su muerte en 1998, examinó algunas fotos del «monstruo». De su cráneo —tan cuadrado como su cuerpo— emergían, además, cuatro brazos a modo de cabeza de Medusa. A su lado se adivinaba otra testa redonda con dos ojos formados por círculos concéntricos y una suerte de rayos a modo de aureola, y más allá los trazos de una tercera figura se diluían en la arenisca.¿Por qué no se había visto nunca reseñado en ninguno de los numerosos libros que existen sobre Nazca? Ni Kosok ni otros investigadores posteriores habían prestado demasiada atención a que en los valles aledaños de Nazca, especialmente en el área de Palpa, existía todo un universo de líneas y figuras prácticamente desconocidas para la opinión pública. Figuras que algunos autores, como el suizo Erich von Dániken,habían tildado ya de «astronautas» y que no hacían sino añadir más misterio si cabe a esa inhóspita región del planeta. Para ver algunas figuras influye muchísimo la hora, la altitud, el mes del año, las condiciones meteorológicas. A veces, da la impresión de que este desierto permite a unas personas ver ciertas cosas que no permite a otras. Expertos que han estudiado las líneas afirman que existen figuras trazadas sobre otras de más edad que resurgen en las condiciones más inesperadas. Es más, hoy saben que muchos de los graffiti que se grabaron en suelo de Nazca fueron después borrados por nuevos dibujantes que, cuando menos, trabajaron de forma ininterrumpida sobre el desierto durante ochocientos años. Muchas de estas figuras están en Palpa. Nada más entrar en el área de Palpa, podemos ver un extraño gigante, diferente a todo cuanto puede verse en la vecina Nazca. Se trata de una gran figura de cabeza cuadrada, coronada por un extraño penacho que formaba una semicruz sobre su cabeza. Sus brazos, alzados, sostenían sendos objetos indescifrables y su mirada y gesto neutro parecía perderse en la profundidad del espacio. Y es que, en efecto, otros gigantes, como si fueran miembros de una misma procesión, salen al paso a pocos metros del primero, sobre la misma colina. Pareciera que toda la ausencia de seres antropomorfos que se detecta en Nazca se compensara aquí con esas extravagantes representaciones. De aspecto muy erosionado, da la impresión de que su antigüedad es mayor que la del «mono», la «araña» o el «colibrí» de Nazca. Von Dániken sobrevoló ya algunos de estos gigantes en el otoño de 1995 y en su libroEl Retorno De Los Dioses hizo notar su extraordinaria similitud con otro titán de 121 metros de longitud grabado a 1.300 kilómetros de allí, sobre el Cerro Unitas, en el desierto chileno de Atacama. Como los de Nazca, el coloso del Cerro Unitas —descubierto por el general de las Fuerzas Aéreas chilenas Eduardo Jensen— presenta la misma corona de «rayos» o cruz alrededor de su cabeza, con idénticos ojos cuadrados y una especie de mono colgado de su brazo derecho. Tiene la misma manufactura que los gigantes de Palpa, y sin duda su estudio obligará pronto a los expertos a preguntarse hasta dónde se extendieron los «artistas» que los trazaron y por qué los hicieron.
Von Dániken, autor de best sellers internacionales como Recuerdos del futuro o El oro de los dioses, sostiene que «no es una buena idea estudiar Nazca aislada de otros lugares»,y propone comparar los geoglifos hallados en Palpa con otros descubiertos en los desiertos peruanos de Majes y Sihuas, en el departamento de Arequipa, o cerca de Moliendo, también en Perú, o en Chile, México y California.Al menos una cosa parecen tener en común todos estos grabados, que únicamente pueden verse desde el aire. Según Dániken, en algún momento remoto, una expedición extraterrestre tomó tierra en Nazca, trazando sobre el suelo líneas para facilitar la navegación aérea que, tiempo después, cuando los «dioses» se hubieron marchado, serían imitadaspor los habitantes de aquellas regiones. En Palpa, Dániken ha encontrado un nuevo geoglifo para sustentar su tesis. Se trata de una extraña franja de puntos en forma de aspa excavados a lo largo de una parrilla de líneas paralelas que totalizan 15 columnas de anchura y que recuerdan una especie de tarjeta perforada de los antiguos ordenadores. La Ancient Astronaut Society, una agrupación que defendió las ideas de Dániken hasta su disolución en 1999, ya habló de esta extraña franja a finales de los años ochenta, pero sólo recientemente se la ha comparado con ciertas señales terrestres trazadas cerca de los aeropuertos, para advertir a los pilotos de la altura a la que vuelan y cuánto deben descender para aterrizar.Esos sistemas, que reciben los nombres clave de VASIS (Visual Approach Slope Indicator System) y PAPI (Precisión Approach Path Indicator) suelen ser luminosos, pero los hay que se limitan a signos geométricos gigantes cortados, pintados o quemados en el suelo. Tal vez lo que pretendieron representar en Palpa servía para orientar a navegantes aéreo del pasado. Sobre otra loma de Palpa, un gigantesco colibrí, similar al muy célebre pájaro grabado en la vecina Nazca, había sido dibujado con lo que parecía un «pequeño avioncito». El glifo estaba grabado en su interior, justo en el centro de su escuálido cuerpo. Era perfecto: alas rectas, morro puntiagudo y hasta una cola en forma de cruz similar a los timones de cola de los modernos aviones.La escena parecía representar aviones en la antigüedad. Aunque la idea de la navegación aérea5en el pasado era algo plausible, una experta en tradiciones andinas, llamada Rosa María Alzamora, explica que el dibujo se refería, sin duda, a un mito ancestral del lugar. Según esa leyenda —la del Con Quente—, un colibrí, obsesionado por ver la cara al Sol, se camufló entre las alas de un cóndor para cumplir su sueño. En los Andes creen que los cóndores son los únicos animales que pueden mirar de frente al astro rey, por lo que el pequeño colibrí lo tomó como un «vehículo». Dice la historia que el curioso logró su objetivo y que el Sol, admirado, lo convirtió en un pájaro de oro, nombrándole mensajero entre los hombres y los dioses. El geoglifo, pues, debía ser un homenaje a ese mensajero.
El más extraño, complejo y fascinante de los geoglifos descubiertos en la región hasta la fecha,está ubicadoa 14° 38′ 39″ latitud sur y 75° 10′ 30″ longitud oeste.El trazado de esta figura se compone de un círculo central con una cruz griega grabada en el interior, y flanqueada por otros tres círculos menores unidos a la figura principal por líneas rectas perfectas. En realidad, la impresión que da el conjunto es el de un juego geométrico de proporciones gigantescas en el que la cruz griega, en realidad una cruz andina o chakana, representada a menudo por todas las culturas de los Andes, parece desempeñar un papel predominante.Situada en la Hacienda de San Javier, esta figura de 64 metros de diámetro está formada por un círculo doble que fue visto por primera vez en 1984 por los pilotos de Aerocóndor. Sin embargo, sólo en 1998 se puso en marcha el primer intento serio de estudiar esta formación geométrica. Con la ayuda del ingeniero alemán Rudolf Gantenbrink, el mismo que construyera el pequeño robot oruga que en 1993 descubrió una pequeña «puerta» al fondo del canal sur de la Cámara de la Reina de la Gran Pirámide, en Egipto, se tomaron medidas desde el suelo que, a la postre, parecen estar revelando que quien trazó este diseño disponía de unos sólidos conocimientos de trigonometría. Aquel geoglifo era un prodigio matemático y geométrico. Si se trazó a la vez que la «araña» o el «mono» de Nazca, era evidente que nos enfrentábamos a una cultura refinada capaz de elaborados diseños visibles desde el aire. Nada de un pueblo primitivo como quisieron hacernos creer.
Fuentes:
Robert Bauval – El misterio de Orión
Robert Temple - El misterio de Sino
Javier Sierra – En busca de la Edad de Oro
Erich von Daniken - El Retorno De Los Dioses
Graham Hancock – El espejo del paraíso
Arthur Posnansky – Tiahuanaco, la cuna del hombre americano
Louis Charpentier – El misterio de la catedral de Chartres
http://oldcivilizations.wordpress.com/2014/07/16/los-asombrosos-conocimientos-astronomicos-de-nuestros-remotos-antepasados/