“Aun tenemos en nuestras cabezas estructuras cerebrales muy parecidas a las del caballo y el cocodrilo”, dice el neurofisiólogo Paul MacLean, del National Institute of Mental Health (NIMH).
No sé si habrás oído hablar del complejo “R” o cerebro reptiliano.
Intentaré empezar aclarando en que consiste este complejo “R” o cerebro reptiliano.
Para ello recordaremos aquí las ideas de McLean.
De acuerdo a su teoría, el cerebro humano resulta de la superposición e integración de las funciones de tres cerebros distintos, con diferentes características estructurales, neurofisiológicas y de comportamiento.
El cerebro es una masa arrugada de aproximadamente 1.4 Kg que se comporta como un sistema que recibe, procesa y emite información. Rige nuestros movimientos, pensamientos, recuerdos, gustos, anhelos, sueños y es el órgano que nos hace ser quienes somos.
El cerebro es un sistema auto-regulado que dispone de diez billones de neuronas que se interconectan y se comunican unas con otras a fin de realizar todos los procesos necesarios para nuestra existencia.
Se comunican entre ellas y procesan/emiten información mediante señales químicas y eléctricas.
Y la actividad normal cerebral requiere que estas señales funcionen de manera equilibrada.
A lo largo de su evolución, el cerebro humano adquirió tres componentes que fueron surgiendo y superponiéndose. Estos son, respectivamente:
El cerebro primitivo (arquipálio), constituido por la estructuras del tronco cerebral: Bulbo, cerebelo, ponte y mesencéfalo, con el más antiguo núcleo en la base, el globo pálido y bulbos olfatorios.
Se dice que corresponde al cerebro reptiliano, también llamado complejo-R por el neurofisiologo Paul MacLean.
Luego vemos al cerebro intermedio (paleopálio), formado por las estructuras del sistema límbico. Se dice que corresponde al cerebro de los mamíferos inferiores.
En la capa superior está elcerebro superior o racional (neopálio), que comprende la mayor parte de los dos hemisferios cerebrales (formado por el neocórtex) y algunos grupos neuronales subcorticales. Este último solo es compartido por los mamíferos superiores, incluyendo a los primates y el hombre.
Esas tres capas se desarrollan de manera superpuesta durante la evolución embrionaria y del feto.
Y también cronológicamente en la evolución de las especies (filogenia), desde el lagarto hasta el homo sapiens.
En palabras de MacLean, son como tres computadoras biológicas que, aunque íntimamente interconectadas, conservan cada una sus propias formas peculiares de inteligencia, subjetividad, sentido del tiempo y del espacio, memoria, motricidad y otras funciones menos específicas.
Tal como hemos dicho antes, la parte de nuestro cerebro que es más primitiva es el cerebro básico, instintivo y reptiliano. Esta parte del cerebro está formada por los ganglios basales, el tallo cerebral y el sistema reticular.
Es esa parte la que se ocupa de las actividades intuitivas. Alojado en el tronco cerebral, es la parte más antigua del cerebro y se calcula que se desarrolló hace unos 500 millones de años. Se encuentra presente primordialmente en los reptiles.
Los reptiles son las especies animales con un menor desarrollo cerebral.
El suyo, está diseñado para manejar la supervivencia desde un sistema binario: huir o pelear, con muy poco o ningún proceso sentimental.
Tiene un papel muy importante en el control de la vida instintiva y se encarga de autorregular el organismo.
Por lo tanto este cerebro no está capacitado para pensar, ni sentir. Su función es la de actuar, cuando el estado del organismo así lo demanda. El complejo reptiliano, en los seres humanos, incluye conductas que se asemejan a los rituales animales como el de aparearse. La conducta animal e instintiva está en gran medida controlada por esta área del cerebro.
Se trata de un tipo de conducta instintiva programada y poderosa y, por lo tanto, es muy resistente al cambio. Es el impulso por la supervivencia: comer, beber, mantener la temperatura corporal, sexo, territorialidad, necesidad de cobijo y de protección. Es un cerebro funcional, territorial, responsable de conservar la vida y el responsable de las mayores atrocidades.
Nos sitúa en el presente, sin pasado ni futuro y por tanto es incapaz de aprender o preveer. No piensa ni siente emociones y es pura impulsividad. En el cerebro reptiliano se procesan las experiencias primarias, no verbales, de aceptación o rechazo.
Aquí se organizan y procesan las funciones que tienen que ver con el hacer y el actuar, lo cual incluye: las rutinas, los hábitos, la territorialidad, el espacio vital, las adicciones, los rituales, los ritmos, las imitaciones, las inhibiciones y la seguridad. Es el responsable de las conductas automáticas, tales como las que se refieren a la preservación de la especie y a los cambios fisiológicos necesarios para la sobrevivencia.
En síntesis: este cerebro se caracteriza por la acción.
El sistema básico o reptiliano controla la respiración, el ritmo cardíaco, la presión sanguínea e incluso colabora en la continua expansión-contracción de nuestros músculos.
Este primer cerebro es sobre todo como un guardián de la vida, pues en él están los mayores sentidos de supervivencia y lucha.
Y además, mantiene la interrelación con los poros de la piel, los cuales son como una especie de interfase que poseemos con el mundo externo.
Este primer cerebro es nuestro agente avisador de peligros para todo el cuerpo.
Permite la adaptación con rapidez por medio de respuestas elementales poco complicadas emocional o intelectualmente. Esta conducta no está basada en consideraciones basadas en las experiencias previas ni en los efectos a medio o largo plazo.
Las conductas de las personas calificadas como de psicópatas (las que carecen de sentimientos de culpa) y de paranoicos se ajustan a este patrón de conducta. En la psicopatía se juega el papel de depredador y en la paranoia el de presa.
Es en este primer cerebro donde las adicciones son muy poderosas, tanto a algo como a alguien o a una forma de actuar. Por decirlo de alguna forma rápida, este primer cerebro es una herencia de los períodos cavernarios, donde la supervivencia era lo esencial.
El cerebro reptil sustenta una parte de la mente inconsciente, o subconsciente, donde se graba, se aloja y se desarrolla el Trauma Psicológico, aquello que determina la mayoría de miedos y fobias que conforman la mente reactiva, la cual, en algunas ocasiones, lleva al ser humano a comportarse como un animal salvaje.
El sistema límbico del cerebro pertenece a la evolución intrínseca de los mamíferos, es el encargado de gestionar las emociones, artífice de la ira, el miedo, la pasión y el amor.
La parte reptiliana del cerebro posee un poder atávico dentro de nuestras vidas, que es el impulso y el lugar donde se revelan los rituales más ancestrales, sexo, territorialidad o necesidad de cobijo.
En este punto tenemos que incidir en algo que hemos detallado en otros artículos, como “los dioses serpiente y dragón en la mitología, ¿reflejan una realidad en las antiguas civilizaciones?”.
El aspecto reptiliano de los dioses bíblicos era un secreto bien guardado y ocasionalmente solo es perceptible en algunos párrafos del Antiguo Testamento, como por ejemplo la adoración del “seraphim” o “serpiente de bronce” en el incidente durante el Éxodo.
Hay muchas más referencias, muchas de ellas explícitas en distintos mitos y leyendas de todo el mundo.
También son muy comunes los mitos sobre la “Serpientes de la sabiduría” que iluminaban a la humanidad.
En el libro de Génesis, Dios castiga a la serpiente por haberle dado a Eva la fruta prohibida declarando; “sobre tu vientre andarás y polvo comerás todos los días de tu vida” (Génesis 3:14).
De esta manera la Biblia daba a entender que la serpiente antiguamente tenia, brazos y piernas, que al ser maldecida le fue quitado este privilegio.
También en las viejas catedrales europeas se ven adornos de gárgolas, que son un tipo de reptil.
Asimismo, también hay muchas referencias al cruce entre “dioses” y humanos, así como a manipulaciones genéticas con humanos, lo que aún fortalecería más la idea del posible origen de esta parte reptiliana del cerebro.