El investigador Carlos Ollés nos propone en '50 lugares mágicos de los Pirineos' (Ediciones Cydonia) un viaje por los más sorprendentes lugares de la zona. Por cortesía de la editorial, os ofrecemos este extracto sobre San Juan de la Peña, un lugar marcado por el demonio y el Santo Grial.
Carlos Ollés
18 de junio de 2021 (12:55 CET)
San Juan de la Peña: la tentación del diablo (Fuente: Wikimedia Commons)
El monasterio rupestre de San Juan de la Peña está situado en la provincia de Huesca, en la comarca de La Jacetania (A Chacetania en aragonés), cuna de la corona de Aragón. Este impresionante cenobio, panteón real y lugar de reposo de muchos nobles de esta tierra, albergó durante largo tiempo el controvertido y escurridizo Santo Grial, mandado traer por San Lorenzo, por entonces obispo en Roma, en un afán de colocar a este objeto sagrado fuera del alcance de manos impías y por temor a que cayera en manos sarracenas.
Fue parada obligatoria para los peregrinos de lo que hoy es el Camino de Santiago
Los inicios de este cenobio se sitúan, según referencias escritas, sobre el año 720, cuando un reducido grupo de ermitaños se afincan en la gruta donde se encuentra ubicado a día de hoy el monasterio "viejo", creando un foco de vida eremítica que duró hasta el siglo XIV. Este emblemático lugar fue parada obligatoria para los peregrinos de lo que hoy es el Camino de Santiago y posiblemente también lo fue antes incluso de la era cristiana, cuando el itinerario era recorrido por iniciados en un saber ancestral vinculado a la madre tierra.
San Juan de la Peña (Fuente: Wikimedia Commons)
En la segunda mitad del siglo XII se inicia la decadencia de este mágico rincón, pero fue en el siglo XIV cuando se pone fin a las donaciones que sustentaban este lugar. Además, y como agravante, se inician múltiples pleitos con distintos obispados donde se hallaban ubicadas sus propiedades, (Jaca, Pamplona y Zaragoza) acrecentando aún más las deudas del monasterio.
En todo caso, el fin de la vida monacal fue a causa de los múltiples incendios acaecidos en el monasterio, el último de ellos en el 1675, que destruyó en gran parte el edificio, por lo que se decidió abandonar esta ubicación y crear otro nuevo en la parte superior de la roca que albergaba el viejo.
LUCIFER TIENTA AL NOBLE
Juan de Atarés, un influyente noble aragonés nacido en la cercana población de Atarés, decide un día renunciar a sus lujos y, vistiéndose con humilde hábito, se interna en el bosque para refugiarse en una cueva situada en las faldas del monte Pano y cercana a su población natal. Allí, este santo varón pasaba los días orando en austera vida eremítica, viviendo de los frutos que la madre naturaleza le ofrecía.
En una ocasión estaba orando, cuando escucha pasos en el exterior de la cueva donde vivía. Juan sale al exterior para ver de quién se trataba y comprobó que fuera estaba esperándole un caballero ricamente vestido y sonriente, que le dice: "¿Qué haces vestido con telas de saco? Tu lugar está entre las finas sedas, como corresponde a tu nivel de nobleza. Ven, te mostraré el destino que te aguarda".
Mira de lo que soy capaz, reniega de tu fe y todo cuanto quieras será tuyo
El extraño caballero, que no era otro que el mismísimo Lucifer, rodeó con su brazo los hombros del encorvado ermitaño e hizo un simple gesto con su otra mano. Tras un fuerte estruendo, las rocas de las laderas de la montaña empezaron a juntarse solas como por arte de magia, formando columnas, arcos y bóvedas, de tal manera que en poco tiempo tuvo ante él un majestuoso palacio.
Juan, que ya se había percatado de quién era el desconocido, se apartó de él mirándolo asustado. El diablo le comenta: "Mira de lo que soy capaz, reniega de tu fe y todo cuanto quieras será tuyo". El ermitaño se hinca de rodillas y empieza a rezar lleno de temor por cuanto había contemplado y, perdiendo el sentido, cayó al suelo.
Cuando volvió en sí, vio que se encontraba ante él un ser angelical que le ayudó a levantarse y le hizo contemplar la obra del maligno y levantando su brazo hizo que toda su obra fuera engullida por el suelo, donde se abrió una gran sima.
Verás una gran cueva, en la que por voluntad de Dios levantarás un altar en honor a San Juan Bautista
Finalmente, el ángel se dirigió a Juan de Atarés diciéndole: "Mira lo que queda de la manifestación del enemigo de Dios que vino a tentarte. Ve y desciende al valle. Acércate al monte Uruel (Oroel) donde verás una gran cueva, en la que por voluntad de Dios levantarás un altar en honor a San Juan Bautista, a quien encomendarás tu alma".
El eremita, siguiendo las indicaciones, encontró la cueva. Modeló con sus manos una tosca imagen de San Juan Bautista, que colocó en un improvisado altar, pasando allí el resto de sus días hasta que la muerte le alcanzó. Estando en el tránsito cercano a su muerte, esculpió en una losa de piedra la siguiente inscripción:
"YO, JUAN. PRIMER ANACORETA DESTE LUGAR Y HABIENDO DESPRECIADO EL SIGLO POR AMOR A DIOS, FABRIQUÉ SEGÚN ALCANZARON MIS FUERZAS ESTA IGLESIA EN HONOR A SAN JUAN Y AQUÍ REPOSO".
Muchos años más tarde, en un día de otoño del siglo VIII, unos hermanos de noble cuna llamados Félix y Voto se encontraban cazando montados en sus caballos por la zona donde hoy se encuentra el monasterio nuevo. Voto observó un majestuoso y desafiante ciervo en las lindes de la espesura del bosque. No se lo pensó dos veces y arrancó en loca carrera hacia el animal, adentrándose en el bosque. De pronto, el ciervo desapareció de su vista, ya que había caído por un precipicio.
Voto, creyendo que iba a correr la misma suerte, dada la velocidad del caballo, se encomendó a San Juan Bautista. Justo en ese mismo instante, el corcel se detuvo y evitó el mortal accidente. Habiendo visto la muerte muy de cerca, bajó del caballo e hincándose de rodillas rezó una oración a San Juan, dando gracias por haberle librado de una muerte segura.
Los capiteles del claustro pueden llegar a admitir más de una interpretación, según los ojos que lo vean (Fuente: Wikimedia Commons)
Voto quiso ver el lugar donde había caído el ciervo, para ver si podía recuperar su presa, por lo que bajó la empinada ladera del monte. Ante sus ojos apareció la gran cueva donde a día de hoy se encuentra ubicado el viejo monasterio de San Juan de la Peña.
El noble se internó en la gran oquedad, descubriendo los restos óseos del anacoreta Juan de Atarés, allí fallecido, con la cabeza sobre la losa con la inscripción antes citada. Voto se apiadó de los restos de este humilde ermitaño y decidió darle cristiana sepultura, amontonando piedras sobre sus restos. Cuando terminó, subió de nuevo la empinada ladera para encontrarse con su hermano Félix para tranquilizarlo, dado que había permanecido un tiempo más que considerable en la gruta enterrando al anacoreta.
Con el tiempo, Voto, impresionado por la visión de los restos del ermitaño, decidió donar los bienes a los pobres y retirarse a vivir a la cueva que había descubierto casualmente. Este hecho conmovió a su hermano Félix, que decidió hacer lo mismo, acompañando a su hermano en su nuevo estilo de vida eremítico.
EL SANTO GRIAL
San Lorenzo, natural de Huesca (Osca), fue el obispo que, estando afincado en Roma, mandó traer la santa reliquia del Grial a su tierra natal para ponerla a salvo de las incursiones sarracenas de muchas ciudades del Mediterráneo, viendo en los Pirineos un sitio seguro para guardarla ya que la mayoría de los ataques eran perpetradaos por la costa.
Así, el Santo Grial deambuló durante siglos por los Pirineos, siempre por territorios aragoneses, entre los que figuran: La cueva de Yesa, San Pedro de Siresa, San Adrián de Sasabe, San Pedro de la Sede Real de Bailo y la catedral de Jaca, hasta que llegó finalmente a San Juan de la Peña en los primeros años del siglo X.
Por otra parte, el investigador Louis Charpentier "intuye" que toda la impresionante riqueza escultórica de este monasterio, sobre todo la de los capiteles del claustro, pueden llegar a admitir más de una interpretación, según los ojos que lo vean. Incluso apuesta por que toda la gran cueva que alberga el complejo monacal es un punto de energía y por ello empleado en la antigüedad para la celebración de ritos iniciáticos, donde culturas anteriores ya celebraban cultos sincréticos a la madre tierra.
CÓMO LLEGAR
Tomaremos Jaca como punto de partida, circulando por la carretera N-240 durante unos 12 kilómetros. Seguidamente, encontraremos un desvío que tomaremos por la A-1603, que nos conducirá a Santa Cruz de la Serós, que rebasaremos y continuaremos por esta misma vía unos 11 kilómetros hasta que lleguemos al monasterio de San Juan de la Peña.
Siempre circularemos por carreteras en buen estado y bien señalizadas. El aparcamiento está prohibido en esta zona, así que tendremos que llegar hasta al monasterio nuevo para estacionar y tomar un autobús que nos llevará de nuevo al monasterio viejo.
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