En esta fotografía del 13 de agosto de 2021 proporcionada por el Servicio Geológico de Estados Unidos se muestra el cráter del volcán Kilauea, en la Isla Grande de Hawai. (Drew Downs/Servicio Geológico de Estados Unidos vía AP)
Por Pascual Uceda Piqueras*.- Se da el nombre de enjambre sísmico al conjunto de eventos sísmicos en un área específica durante un período de tiempo relativamente corto. Pues bien, el pasado 11 de septiembre se desencadenó uno de estos enjambres sísmicos previo a la inminente erupción del volcán de Cumbre Vieja. Una catástrofe que, anunciada desde las profundidades mediante una sucesión de movimientos tectónicos en cadena, está dejando un reguero de lava y destrucción como nunca se había visto en la isla de La Palma.
Ni siquiera en la erupción del Teneguia en 1971. Entre el asombro y la fascinación, asistimos atónitos a las evoluciones del volcán, mientras los palmeros afectados abandonan sus casas, sus recuerdos y sus ilusiones. Aunque por fortuna no hay lamentar ninguna víctima, muchos de nuestros compatriotas insulares lo han perdido todo.
Paralelamente al horror y a la desgracia padecida por los afectados, otro enjambre, formado este por turistas sin escrúpulos, representantes políticos y líderes mediáticos a la caza de la foto y el reportaje en exclusiva, se afanan en ocupar las “butacas de patio” más próximas al escenario y así sacar la mejor tajada de los fastos del volcán (véase copar las pantallas del televisor en horario de máxima audiencia). Sin duda, esa falta de empatía, de carroñerismo desmedido que dirían otros, es un claro indicador del grado de deshumanización que hemos alcanzado.
A ello sumaremos el doloroso espectáculo de ver a las víctimas alejarse despavoridas de las lenguas del Leviatán, dejando en su huida un reguero de imágenes muy difíciles de borrar de la retina: la mujer con los colchones llorando en la caja de un camión; el pobre obrero de la construcción, con lágrimas en los ojos, diciendo que lo había perdido todo; los animales de granja sacrificados en nombre de algún Popocatépetl o el campanario de la iglesia de Todoque desmoronarse sobre el río de lava.
El espectáculo está servido. El morbo asegurado ¡Pasen y vean! Para asombro de propios y extraños, la prensa recoge la noticia de que el volcán de Cumbre Vieja se ha convertido en el primer foco de azufre del mundo. Un gas nocivo como pocos. Pero ¿hemos dicho azufre? ¿No es ese el aliento fabuloso del Maligno? Quizá no sea todo tan descabellado.
Puede que se trate de un efecto llamada: ¿nuestros “primeros espadas” mediáticos, desafiando a la “fétida bocanada” –o alimentándose de ella, que todo pudiera ser—, se sacuden las cenizas de sus “trajes sin luz” en una especie de bacanal o taurobolio en el que se sustituye el puñal por la “alcachofa” y la res por el palmero?
La gravedad de los hechos que se están sucediendo durante los días en que el volcán ocupa el foco de atención de todos los medios, se propaga como una sucesión de ondas que aparecen registradas en el sismógrafo de nuestro cerebro, incapaz de zafarse del acoso mediático y por ello abocado a un estado de alerta permanente.
Porque los datos consignados apuntan a la posibilidad de que nos hallemos ante un inminente “estallido mundial”, donde la erupción del volcán de La Palma serviría de anunciador, junto con otra serie de “movimientos psíquicos” de gran resonancia en la esfera de la actualidad, en la gestación de esa “tormenta perfecta” o explosión global en ciernes.
Desde México, morada del rey de los volcanes (Popocatépetl), nos llega una de las infinitas réplicas de este seísmo oscuro y/o ceniciento anunciador de la debacle. Porque, el padre de todos los hermanos que lo son en el cristianismo – ¿o habría que decir ya en el globalismo?—, el papa, ha soltado una perla –otra más— en contra de los lazos centenarios que unen a los pueblos hispanos: no se le ha ocurrido otra cosa que pedir perdón a México por los pecados cometidos por los españoles en la Conquista.
En fin, sin entrar en valoraciones más extensas, parece que la primera función pastoral de unir a los pueblos en la fe no va con las prédicas que son propias al ¿“príncipe –como cardenal de la Iglesia— de este mundo”?
Aparte de que arrogarse el papel de redimido español causante del torticero agravio sea poco creíble en carne de un argentino. Las muestras de abandono, pues, por parte de quien ostenta el báculo de la fe hacia el pueblo que más ha contribuido a su defensa y propagación, podría considerarse como otro dato relevante en el advenimiento de ese evento catastrófico.
Tenga presente el lector que el enjambre sísmico de La Palma comenzó un fatídico 11 de septiembre. ¡Qué casualidad! Da la impresión de que todas las desgracias que más afectan a la humanidad hayan de coincidir con el número 11 (atentados de las Torres Gemelas, atentado de los trenes de la estación de Atocha y un sinfín de extraños eventos y oscuras celebraciones).
No queremos que nos tilden de conspiranoicos, pero, en fechas recientes, ha temblado la tierra también en la isla de Creta (terremoto de 5,8 grados). Y es que parece que los graves sucesos provocados por la erupción del volcán Cumbre Vieja les hayan venido a los propagadores oficiales del terror y del miedo como anillo al dedo. Sobre todo, en un momento en que parecía que los contagios por covid estaban decayendo, la seguridad relajándose y las gentes del común vislumbrando el final del túnel.
Porque el propósito de esas élites que nos gobiernan en la sombra no puede ser otro que seguir bombardeando a la población con noticias y hechos catastróficos y/o injustos para que no cese el acoso y la presión.
Es decir, alimentar la incertidumbre y la inestabilidad con golpes sucesivos que mantengan activado ese miedo atávico que experimenta el hombre ante estímulos que atenten contra su propia seguridad. Sería algo así como vivir en un “enjambre psíquico” permanente. Esa podría ser la consigna mientras se prepara el asalto definitivo.
A lo aducido más arriba sobre las últimas declaraciones del papa, que de este modo tan evidente se desmarca de su santo ministerio –y se enmarca en el opuesto o globalista—, se añaden al “enjambre” otros movimientos en las estructuras sociales que amenazan con fracturar los terrenos que sustentan la casa patria y el espíritu que la anima:
– La crisis de abastecimiento de combustible que vive el Reino Unido, con exhibición pugilística, zarandeos y todo tipo de animalidades también es un anuncio de lo que está por llegar. El propio Primer ministro Boris Johnson hace pública su opinión de que los problemas de abastecimiento no se deban a una cuestión nacional (al Brexit), sino global.
– El precio desorbitado de la energía eléctrica, lejos de ser un tema tabú por los medios de comunicación a sueldo, es tratado con gracejo de taberna y siguiendo las mismas pautas que se utilizan para la covid, del estilo: “¡nuevo récord de subida!”.
Es decir, induciendo al oyente a solidarizarse de manera amable con una medida impopular que no admite réplica, incluso a pesar del anuncio de nuevas subidas. Y es que el runrún sobre un posible corte energético, que se extiende también al gas (en fecha reciente ha viajado una delegación española a Argelia con la misión de garantizar el suministro), sitúa al campo de las energías como una pieza clave en el tablero de los globalistas y de su interés por imponer el NOM a toda prisa.
– La repetición de noticias sobre “botellones”, donde de nuevo se nos muestran unas impactantes imágenes de la animalidad humana en estado puro (robos, vandalismo, apuñalamientos), constituye, en nuestra opinión, una preparación del escenario con el propósito de cubrir un futuro expediente de descargo de responsabilidad –¿ante los nuevos contagios de una próxima ola vírica?—, que recaerá irremediablemente sobre la gente joven.
– La noticia de la llegada de la campaña de vacunación contra la gripe, que empezará a mediados de octubre, supone otro instrumento más salido de la fragua de ese “Vulcano” más torticero que cojo. Porque, ¿no nos dijeron que durante la anterior campaña la gripe había desaparecido gracias al uso de las mascarillas contra la covid? No en vano, casi nos atreveríamos a decir que los afectados por el virus estacional podrían contarse con los dedos de una mano
¿Acaso no se trocaría –por arte de birlibirloque— los casos de gripe por los de covid?
Sea como sea, ¿a qué viene ahora volver a vacunar a destajo de una enfermedad de escasa incidencia? A no ser que se trate de algún tipo de reconstituyente –discúlpese la ironía— con el que nuestros ancianos alcancen una salud de hierro, o ¿deberíamos de decir de grafeno?
– Este otro temblor del que nos vamos a ocupar ahora es anterior al 11 de septiembre, pero la idea de incluirlo en este “enjambre” se debe al recrudecimiento de la intensidad de sus “réplicas”, que llegan a sentirse a través de las ondas electromagnéticas.
Y no solo nos referimos a la activación de la red 5G, que debería empezar a funcionar a su máxima potencia en fechas próximas, sino a su contrario: la posibilidad de que ocurra un apagón informático o ciberpandemia provocada por un virus informático, como así podría deducirse del simulacro sobre un hackeo global, que el pasado mes de julio fue ensayado en el Foro de Davos, el Evento Cyber Polygon, con similar propósito del Evento 201, de 2019, sobre los efectos de una posible pandemia de coronavirus.
– La idea de no dejar títere sin cabeza se manifiesta en su estado puro en la campaña de “vacunación” que ha emprendido en Figueruela (Zamora) la empresa Opel, que ha decidido, junto con los organismos institucionales competentes, no dejar ni a uno solo de sus 700 trabajadores sin su correspondiente dosis de brebaje anticovid; so pena de mandarlos directamente al paro. Parece ser que en esa Comunidad se han sumado más empresas a la indigna tarea coercitiva. El éxito de la campaña –como podrá imaginarse – está asegurado.
– Y, qué decir de los chemtrails, esas parrillas “sulfurosas” (metales soltados al aire con oscuras intenciones) con los que en los últimos días nos están “rayando” nuestros cielos por real decreto – literalmente hablando— de manera sistemática.
A buen seguro que el lector –aquel que no es ajeno a ese estado de tensión en el ambiente –mirará hacia arriba de vez en cuando en busca de esas señales en los cielos, que no serán las bíblicas del pacto de Moisés precisamente; aunque bien nos tememos que no andarán muy lejos de aquel arco fabuloso (que no arcoiris). Luego mirará hacia abajo y observará que la tierra bajo sus pies no para de tambalearse con cada sacudida padecida por nuestros hermanos palmeros.
Y entre el cielo y la tierra, en medio de un espacio que ha sido creado para cada uno de nosotros, queda nuestra conciencia que, ahora más que nunca, se la juega a una sola carta. Nos toca decidir a nosotros.
¿Queremos seguir siendo sometidos a la dictadura del miedo permanente, que además no nos salvará, o, por el contrario, decidimos quitarnos la venda de los ojos y plantar cara a la situación?
https://www.alertadigital.com/2021/10/03/el-enjambre-sismico-un-metodo-para-predecir-la-inminente-erupcion-global/