Simona aprovechó unas vacaciones con las niñas en Rumanía para quedarse allí y secuestrarlas. "Las he parido yo y son mías", espetó al padre.
12/6/2022 - 08:10
La suya es una historia de película, pero de terror. Antonio Y Simona se conocieron en la ciudad murciana de Balsicas en 2007. Ella entró a trabajar en la empresa de él como secretaria y rápidamente se enamoraron. Durante los 8 años que estuvieron juntos, formaron una familia y mantuvieron una relación sentimental idílica. O eso pensaba él, hasta el 13 de agosto de 2015. Fecha en la que ella secuestró a sus hijas y puso tierra de por medio. Se marchó a su país, Rumanía, con el propósito de "no volver jamás".
Aquel día habían comido juntos, "como siempre". "Y habíamos hecho las cosas que hacen las parejas para despedirse", añade. A las 17:20 horas, "aquella maldita hora", Antonio dejó a su mujer y a las dos niñas en al aeropuerto de Manises (Valencia), donde cogieron un vuelo a Bucarest -supuestamente- con el objetivo de visitar a sus abuelos maternos, como tantas otras veces. Nada le hizo sospechar las macabras intenciones de Simona y su familia, a la que responsabiliza en parte del plan urdido para quedarse con las pequeñas.
Nunca temió que algo así pudiera ocurrir. La pareja no tenía problemas. "Había una relación perfecta no, lo siguiente", asegura él. Ella iba cada año a Rumanía. De hecho, voló a su país incluso estando embarazada de María (la pequeña de sus hijas) y volvió para dar a luz en España.
Lo que fuera que cambió en la cabeza de Simona, lo hizo a espaldas de Antonio. "Fue una canallada", sentencia. Un par de semanas después de su último viaje, "me comunicó por WhatsApp que no volvería a ver mis hijas". "Las he parido yo y son mías", alegó.
"Se me vino el mundo al suelo", confiesa Antonio, "de golpe y porrazo me quedé sin mujer y sin hijas". No daba crédito, todo esto le pilló absolutamente por sorpresa. Ni lo vio venir, ni recibió ningún tipo de explicación. "Nunca se ha dignado a hablar conmigo", asevera.
Con las niñas tuvo algún contacto telefónico al principio, los tres primeros años. Ni más ni menos que el tiempo en el que "la Embajada la obligó". En cuanto hubo cambios en la representación diplomática y dejó de ser así, la madre de las niñas bloqueó su teléfono y dejaron de producirse las llamadas.
Gracias por ver
"Ahora mismo no sé si están bien, si están mal, si tienen alguna dolencia, si no la tienen", explica. Eso le genera una gran angustia vital que ha desembocado en constantes problemas de salud, en particular desde que Vladimir Putin dio la orden de invadir su país vecino el pasado 24 de febrero. Se da la circunstancia de que su hija mayor tiene diabetes y de que su madre se las ha llevado a la ciudad de Tomesti, en la frontera con Ucrania. "Yo tengo los nervios destrozados, por si se escapa algún misil para allá", señala.
7 años de ausencia
Antonio Martínez lleva 7 años sin ver a sus hijas. En la actualidad, Rocío tiene 13 años -los cumplió el 28 de marzo a las 22:15 horas, recuerda su padre-. El próximo 29 de junio, a las 00:30 horas, será María la que alcance las 11 primaveras.
No pudo felicitar a la mayor, ni podrá hacerlo a la pequeña. Acumula muchos pasajes perdidos de la vida de sus pequeñas, a pesar de tener la patria potestad así como la guarda y custodia, "tanto en España como en Rumanía". "Me dieron la razón en todos los juzgados", destaca, "hablé con todo el mundo y llegué a la autoridad central española, que es el Ministerio de Justicia, que instó a Rumanía a devolver a las crías, que son españolas".
Aun así, allí, "hicieron un gran juicio y después de 11 apelaciones, de 11 recursos, la Corte Suprema de Bucarest también me dio la razón". De poco sirvió. "Tengo a mis hijas en papeles, pero no conmigo", dice Antonio, que no puede contener la emoción. "Es duro y triste para un padre".
Abandonado por el Gobierno
"El Ministerio de Exteriores no ha hecho nada", lamenta Antonio. Y al de Igualdad no quiere ni mencionarlo, a la vista de cómo procede. Él le llama "el de igual da". No ha tenido más remedio que acudir a la policía de Rumanía, que -destaca- no es como la de España. "Aquí si tú vas con una sentencia -como le pasó a Juana Rivas con una sentencia italiana- la policía no tiene más remedio que entregar esos niños". Allí es "todo lo contrario".
Al padre de las pequeñas le parece incomprensible que "tratándose de un robo de dos niñas españolas, de 4 y 6 años (en el momento del secuestro), nadie mueve un dedo". "Dos niñas pequeñas y una de ellas enferma", insiste durante la entrevista para LD, visiblemente afectado.
Sin comer ni dormir
Antonio se ha visto obligado a pedir ayuda y está en tratamiento psiquiátrico. Los médicos han llegado a temer por su vida. Cuando acudió a ellos, "tenía una anemia gigante". "Me tuvieron que hacer una transfusión", admite con pesadumbre. Pensaron que podía estar provocada por una enfermedad grave, pero esa no era la explicación a su estado de salud.
"Mi cerebro ahora mismo está muy preocupado con esto de la guerra, yo vivo sin saber nada de cómo están mis hijas", a eso lo achaca él. Lo peor lo vivió en el mes de marzo. "No comía, no dormía" y se empezó a sentir mal. Cuando le dieron los resultados de su analítica, le alertaron de que no podía continuar así.
Seguirá luchando
Está desesperado, ya no sabe qué hacer. Ha pasado por todo tipo de situaciones. Ha viajado en siete ocasiones a Rumanía, le han sacada el dinero "a espuertas" y nada de lo que ha hecho ha servido para recuperar a sus hijas, que ni siquiera sabe lo que pueden pensar de él. Teme que lo peor, influenciadas por el entorno materno "ortodoxo, ortodoxo, ortodoxo".
Él cree que este tema puede tener algo que ver, además del recelo que su familia sentía porque Simona era feliz en Murcia. La madre de la que fuera su mujer "era muy religiosa". Para que nos hagamos una idea, obligan a las niñas a ir a rezar los domingos "al convento a las 6 de la mañana". "No sé por qué no se pone una orden de busca y captura a esa señora, cuando está aprobado que robó dos niñas y se ríe de la justicia española", sentencia.
"Indefenso", "frustrado", "triste", así se siente Antonio. No puede ser de otra manera. Aun así, hace un esfuerzo por recomponerse y hacerle caso a la psiquiatra. Sabe que tiene que estar fuerte para seguir luchando por sus hijas, porque no se piensa olvidarse de ellas. "Ni puedo ni quiero olvidarme de mi Rocío y de mi María".
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