El Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago, la obra del Maestro Mateo, joya del románico español, ha recobrado su mensaje tallado, el color y la luz de la piedra, y, tras diez años de espera, se acaba de abrir al público. TEXTO Fran Contreras FOTOS Fundación Barrié
Diez años han pasado, con más de 50.000 horas de trabajo de conservación y restauración por los miembros del Equipo Maestro Mateo del Instituto de Patrimonio, coordinado por Ana Laborde, restauradora del Instituto del Patrimonio Cultural de España del Ministerio de Cultura, y financiados por la Fundación Barrié, para que se haya abierto al público el Pórtico de la Gloria, la obra del Maestro Mateo, situado en la fachada del Obradoiro de la Catedral de Santiago de Compostela.
La gris piedra, estropeada por el agua y tapada por una capa verdosa de musgo, se ha convertido en pétreo tapiz de vida y color.
Unas obras de conservación y restauración que comenzaron en 2008 debido al grave deterioro que sufría por las filtraciones de humedad de la fachada y cubiertas del santuario, que fueron enfocadas en eliminar los materiales inestables -como suciedad, costras salinas, depósitos biológicos y productos alterados en otras intervenciones-, que han respetado los añadidos históricos y han sido realizadas en tres fases utilizando las técnicas más innovadoras.
Estudios y análisis que no solamente han recuperado la obra medieval sino que además han desvelado la existencia de tres policromías al óleo que cambiaron la imagen del Pórtico de la Gloria. La primera, de origen medieval, de la que se conserva gran parte, la segunda, del siglo XV, que pertenece a las primeras modificaciones de la portada exterior del templo, y una tercera del siglo XVII, que es la más visible actualmente.
El Pórtico de la Gloria fue realizado hace ocho siglos por el Maestro Mateo –del que no se conoce dato alguno, ni si quiera su procedencia, constructor también del puente sobre el río Miño en Portomarín, del gran puente sobre el río Esla y de la Iglesia de Santa María de Tera, maestro de San Isidoro de León, donde está enterrado, según el Libro IV de Códice Calixtino–, por encargo del rey de León Fernando II en el siglo XI, entre 1168 y 1199, para sustituir una obra anterior realizada por el Maestro Esteban.
Es un pórtico, tallado entre 1168 y 1188, diferente a cualquiera, en el que se aúnan el estilo románico imperante y las nuevas técnicas del gótico que llegaba a la península.
De 17 metros de largo, 4 de ancho y 10 de alto, está conformado por tres partes superpuestas con arcos de medio punto –que se corresponden con cada una de las naves del templo–, albergando el central un tímpano, dividido por una columna, el parteluz, con la imagen de Santiago.
En él hallaremos el Árbol de Jesé y el Santo dos Croques –para muchos, autoretrato pétreo del Maestro Mateo y en el que los peregrinos apoyan sus manos y cabeza, realizando un ancestral y pagano ritual de iniciación y conocimiento–, junto a doscientas figuras todas diferentes entre sí.
La parte inferior, la cripta, simboliza el mundo terrenal, donde encontramos animales fantásticos y seres monstruosos.
La central, el pórtico, la puerta de entrada occidental, representando la Jerusalén celeste, y las figuras de los apóstoles y profetas.
Y la superior, la tribuna, iluminada por un rosetón, que simboliza la elevación de lo humano a lo divino, donde se hallan los 24 ancianos del Apocalipsis, portando cada uno de ellos un instrumento musical –un organistrum, 14 cítaras, 4 salterios y dos arpas–, dos ángeles en los espacios que unen el arco central, la figura de Jesucristo rompiendo con la imagen medieval del momento, mostrando las palmas de su mano, y debajo, la de Santiago, con el bastón de peregrino, báculo de constructor, portando un pergamino en el que se lee: Misit me Dominus, “Me envió el Señor”.
Una obra colosal por sus dimensiones, riqueza y calidad iconográfica que solventó el pronunciado declive del terreno con una genial superposición de espacios, marcada en su distribución, diseño y composición, al igual que la catedral, por la simbología heterodoxa del número 9, equivalente con el sefirá Yesod, que corresponde a la fundación, y a la letra hebrea Teth, que representa la sabiduría, relacionado todo ello con el maestro Hiram, constructor del Templo de Salomón; una joya que desde el 27 de julio podrá ser visitada, de forma gratuita, en grupos de hasta 25 personas, desde las 8 de la mañana hasta las 22 horas, hasta el mes de octubre, cuando el pórtico volverá a ser cerrado para protegerlo durante los trabajos de restauración que todavía quedan por realizar en el interior de la catedral.
Jueves 13 de Diciembre, 2018
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