En el Nychthemeron, de Apolonio de Tiana (o Tyana), podemos leer: “En la unidad los demonios cantan las alabanzas de Dios, ellos pierden su maldad y su cólera“.
Todo aquél que quiere recorrer el camino de la Gnosis universal debe comenzar por entrar en la Primera Hora de Apolonio, con el estudio trascendental del Ocultismo. Ésta se refiere al camino de Juan, autor del Apocalipsis, quién enseña el camino para el dios que hay en los seres humanos, el hombre-alma caído.
El gnosticismo es un conjunto de corrientes sincréticas filosófico-religiosas que llegaron a asimilarse con el cristianismo en los tres primeros siglos de nuestra era, convirtiéndose finalmente en un pensamiento que fue declarado herético después de una etapa de cierto éxito entre los intelectuales cristianos.
Según esta doctrina, los iniciados no se salvan por la fe en el perdón, gracias al sacrificio de Cristo, sino que se salvan mediante la gnosis, o conocimiento introspectivo de lo divino, que es un conocimiento superior a la fe. Ni la sola fe ni la muerte de Cristo bastarían para salvarse. El ser humano sería autónomo para salvarse a sí mismo.
El gnosticismo es una doctrina mística sincrética de la salvación. En ella se mezclan sincréticamente creencias orientalistas e ideas de la filosofía griega, principalmente platónica, que posteriormente influyeron en la doctrina cátara. Es una creencia dualista: la luz frente a las tinieblas, el bien frente al mal, el espíritu frente a la materia, el ser supremo frente al Demiurgo, el espíritu frente al cuerpo y el alma.
El término proviene del griego y significa ‘conocimiento’. Los demonios a los que aquí se hace referencia no serían los etéreos habitantes del más allá, sino los demonios que existen en cada ser humano. Lo demoníaco sería lo malo. lo impuro y lo pecaminoso en el ser humano.
Lo demoníaco sería la suma negativa de todas las existencias vividas en nuestro microcosmos y que permanecerían en nuestro subconsciente como un flujo de determinadas tensiones magnéticas. Así pues, el microcosmos contendría innumerables cargas magnéticas heterogéneas, absorbidas en el curso de sus interminables viajes a través de la naturaleza dialéctica. Estas cargas provienen de las diversas situaciones vitales, de sentimientos, pensamientos, actos y experiencias.
Apolonio de Tiana (3 a.C. – 97 d.C.) fue un filósofo, matemático y místico griego neopitagórico. En su Historia de la Religión Cristiana hasta el año Doscientos, del juez y teólogo decimonónico Charles B. Waite, encontramos partes de la obra relacionadas con el gran taumaturgo del segundo siglo d.C., Apolonio de Tiana, personaje importante en el Imperio Romano.
Según podemos leer en este libro: “El tiempo del cual este volumen toma especial conocimiento está dividido en seis periodos, durante el segundo de los cuales, 80 al 120 d.C., está incluida la ‘Era de los Milagros’, la historia que demostrará ser de interés para los espiritualistas como una forma de comparar las manifestaciones de inadvertidas inteligencias de nuestro tiempo con similares eventos de los días inmediatamente posteriores a la introducción del Cristianismo.
Apolonio de Tiana fue la más notable personalidad de este periodo, y fue testigo del reinado de una docena de emperadores romanos. Antes de su nacimiento, Proteo, un dios egipcio, se le apareció a su madre y le anunció que encarnaría en el niño venidero. Siguiendo las indicaciones dadas en un sueño, ella se dirigió a un prado para recoger flores.
Estando allí, una bandada de cisnes formó un coro a su alrededor, agitando sus alas y cantando al unísono. Mientras estaban ocupados en ello, y el aire era abanicado por un delicado céfiro, Apolonio nació”. Un conjunto de tradiciones describe a Proteo como hijo de Poseidón y como un rey de Egipto. Esta es una de las numerosas leyendas que se refieren a un personaje como hijo de un dios y milagrosamente nacido de una virgen.
Se dice que en su juventud Apolonio tenía un poder mental y una belleza personal maravillosos, y hallaba su mayor felicidad en las conversaciones con los discípulos de los filósofos griegos Platón, Crisipo y Aristóteles. Apolonio no comía ningún ser vivo y se mantenía con frutas y productos de la tierra. Era un admirador y discípulo del filósofo y matemático griego Pitágoras, y asimismo miembro de la Hermandad Pitagórica, que era una escuela de pensamiento a la que también se la conocía como los pitagóricos.
Afirmaban que la estructura del universo era aritmética y geométrica. Obtuvieron grandes cuotas de poder hasta el siglo V, en el que fueron perseguidos y donde muchos de sus miembros murieron. La hermandad estaba dividida en dos grupos, los estudiantes y los oyentes. Los estudiantes aprendían las enseñanzas matemáticas, religiosas y filosóficas directamente de su fundador, mientras que los oyentes se limitaban a ver el modo de comportarse de los pitagóricos. Pitágoras fue el introductor de los pesos y medidas, y elaborador de una teoría musical.
Asimismo, fue el primero en hablar de «teoría» y de «filósofos», así como en postular la existencia del vacío, canalizar el fervor religioso a intelectual, y en considerar que el universo es una obra sólo descifrable a través de las matemáticas. Fueron los pitagóricos los primeros en afirmar la forma esférica de la Tierra y postular que el Sol, la Tierra y el resto de los planetas conocidos no se encontraban en el centro del universo, sino que giraban en torno a una fuerza simbolizada por el número uno.
En los países que visitó, Apolonio reformó el culto religioso y realizó actos milagrosos. En las fiestas asombró a los invitados produciendo pan, frutos, verduras y varios bocados exquisitos de la nada. Animaba a las estatuas, dotándolas de vida, y las figuras de bronce de los pedestales realizaban las labores de los sirviente, como si fueran modernos robots. También produjo desmaterializaciones, provocando que vasos de oro y plata, con sus contenidos, desaparecieran. Incluso los sirvientes desaparecían súbitamente de la vista.
La escuela neopitagórica surgió en Alejandría durante el siglo I de la era cristiana. Solo dos nombres destacan en relación con ella: Apolonio de Tiana y Moderato de Gades, filósofo hispano-latino del siglo I d. C. El neopitagorismo es un eslabón entre las filosofías paganas más antiguas y el neoplatonismo. Al igual que aquellas, contenía numerosos elementos de pensamiento derivados de Pitágoras y Platón, en que, al igual que Platón, hacía hincapié en la especulación metafísica y el ascetismo.
Varios autores han observado una semejanza notable entre el neopitagorismo y las doctrinas de los esenios, una comunidad dentro de las escuelas político-filosóficas en el judaísmo antiguo. Giuseppe Flavio describe a los esenios como judíos creyentes que vivían en comunidad, dedicados al estudio de las Escrituras, pero también de la medicina y de otras ciencias.
Se ponía especial énfasis en el misterio de los números y es posible que los neopitagóricos tuvieran un conocimiento mucho más amplio de las verdaderas enseñanzas de Pitágoras del que se sabe en la actualidad. Incluso en el siglo I a Pitágoras se lo consideraba más un dios que un ser humano y, aparentemente, se recurrió a reinstaurar su filosofía con la esperanza de que su nombre despertara interés por los sistemas de aprendizaje más profundos.
Sin embargo, la filosofía griega había pasado el apogeo de su esplendor y el grueso de la humanidad estaba abriendo los ojos a la importancia de los fenómenos físicos. El énfasis en los asuntos terrenales que empezó a imponerse posteriormente alcanzó su madurez de expresión en el materialismo y el comercialismo del siglo XX, aunque tuvo que intervenir el neoplatonismo y tuvieron que pasar muchos siglos antes de que ello adquiriese forma definida.
Si bien durante mucho tiempo se consideró fundador del neoplatonismo a Amonio Saccas, filósofo de Alejandría del siglo III, en realidad la escuela comenzó con Plotino (205 – 270), filósofo griego neoplatónico, autor de las Enéadas, texto en que se proponen algunas preguntas para indagar lo que es el animal y el hombre, siendo el tema principal el alma. Entre los neoplatónicos de Alejandría, Siria, Roma y Atenas destacaron Porfirio, Jámblico, Salustio, Plutarco, Proclo y el emperador romano Juliano, conocido como Juliano II o como «el Apóstata».
El neoplatonismo fue el esfuerzo supremo del paganismo decadente por preservar para la posteridad su doctrina secreta, no escrita. Entre sus enseñanzas, el idealismo antiguo alcanzaba la máxima perfección. El neoplatonismo se interesaba de forma casi exclusiva por los problemas de la metafísica más elevada.
Reconocía la existencia de una doctrina secreta que, desde la época de las civilizaciones más primitivas, se ocultaba en los rituales, los símbolos y las alegorías de las diversas religiones y filosofías. Se basaban en las instituciones de los Misterios, escuelas secretas en cuyo profundo idealismo se iniciaron casi todos los primeros filósofos de la Antigüedad. Como antes nos hemos referido a Proteo como anunciador del nacimiento de Apolonia, debemos decir que en la mitología griega Proteo es un dios del mar, una de las varias deidades llamadas por Homero en la Odisea ‘anciano hombre del mar’.
Se convirtió alternativamente, según las distintas fuentes, en hijo de Poseidón, según la teogonía olímpica, o de Nereo y Doris, o de Océano y una náyade. También se convirtió en pastor de las manadas de focas de Poseidón, el dios de los mares y, como «Agitador de la Tierra», de los terremotos en la mitología griega.
El nombre del dios marino etrusco Nethuns fue adoptado en latín para Neptuno (Neptunus) en la mitología romana, siendo ambos dioses del mar análogos a Poseidón. Las tablillas en lineal B muestran que Poseidón fue venerado en Pilos y Tebas en la Grecia micénica de finales de la Edad del Bronce, pero fue integrado en el panteón olímpico posterior como hermano de Zeus y Hades. Poseidón tuvo muchos hijos y fue protector de muchas ciudades helenas, aunque perdió la disputa por Atenas contra Atenea. Le fue dedicado un himno homérico.
Proteo podía predecir el futuro, aunque cambiaba de forma para evitar tener que hacerlo, contestando sólo a quien era capaz de capturarlo. Proteo aparece en las más antiguas leyendas como súbdito de Poseidón, y se lo describe como capaz de ver a través de toda la profundidad del mar. Según Homero, la arenosa isla de Faro, situada a un día de distancia del delta del Nilo era el hogar de Proteo, por lo que también era llamado Egipcio. Sin embargo, Virgilio menciona en lugar de Faro la isla de Cárpatos, entre Creta y Rodas, mientras que, según el mismo poeta, Proteo había nacido en Tesalia. Su vida es descrita como sigue: “A mediodía salía del agua y se dormía a la sombra de las rocas de la costa, rodeado de los monstruos de las profundidades.
Quien desease forzarle a predecir el futuro estaba obligado a atraparle en ese momento, pues de hecho tenía el poder de adoptar cualquier forma posible para así evitar la obligación de profetizar, pero cuando veía que sus esfuerzos no le llevaban a nada retomaba su apariencia habitual y decía la verdad. Cuando había finalizado su profecía, regresaba al mar“.
A veces se representa a Proteo viajando por el mar en un carro tirado por un hipocampo, una criatura mitológica, mitad caballo, mitad criatura marina. En la Odisea, poema épico griego atribuido al poeta griego Homero, Menelao cuenta a Telémaco que había sido apaciguado en la tierra de Argos, donde reinaba Proteo, durante su viaje de vuelta de la Guerra de Troya.
Aprendió de la hija de Proteo, la ninfa Idotea, que si podía capturar a su padre podría obligarle a revelar a cuál de los dioses había ofendido, y cómo podía apaciguarlo y, de esta manera, volver a casa. Proteo salió del mar para dormir entre su colonia de focas, pero Menelao logró atraparlo, a pesar de que se transformó en león, serpiente, leopardo, cerdo, e incluso agua y árbol.
Proteo le respondió entonces verazmente, informando además a Menelao de que su hermano Agamenón había sido asesinado en su viaje de regreso, que Áyax el Menor había naufragado y muerto, y que Odiseo estaba varado en la isla de Calipso, Ogigia.
Asimismo, de acuerdo con la cuarta Geórgica de Virgilio, poeta romano, autor de la Eneida, las Bucólicas y las Geórgicas, se cuenta que en cierto momento todas las abejas de Aristeo, hijo de Apolo, enfermaron y murieron. Aristeo acudió a su madre, Cirene, en busca de ayuda.
Ella le dijo que Proteo podía decirle cómo evitar otro desastre igual, pero que sólo lo haría si se le obligaba. Aristeo tenía que agarrarle y sujetarle, sin importar en qué se transformase. Así lo hizo, y Proteo terminó rindiéndose y le dijo que sacrificase doce animales a los dioses, dejase los cuerpos en el lugar del sacrificio y volviese tres días después.
Cuando Aristeo volvió encontró en uno de los cadáveres putrefactos un enjambre de abejas, que llevó a su apiario. Las abejas nunca volvieron a enfermar. En la Odisea se atribuye a Proteo una hija, la ninfa Idotea, pero Estrabón, geógrafo e historiador griego conocido principalmente por su obra Geografía, menciona una segunda, la ninfa Cabiro. Por su parte, Zenódoto de Éfeso, primer bibliotecario de la Biblioteca de Alejandría, menciona a Eurínome en lugar de Idotea. Otras tradiciones describen a Proteo como hijo de Poseidón y como un rey de Egipto que tenía dos hijos, Tmolo y Telégono.
Sin embargo, Diodoro Sículo, historiador griego del siglo I a. C., observa que sólo los griegos le llamaban Proteo y que los egipcios le llamaban Cetes. Su esposa se llamaba Psámate o Torone, según distintas versiones. Y, además de los anteriores, Teoclímeno y Teónoe (o Ido) son igualmente mencionados como hijos suyos. Se dice que Proteo acogió hospitalariamente durante sus vagabundeos a Dioniso, dios de la vendimia y el vino, e hijo del dios principal Zeus.
Asimismo se cuenta que Hermes llevó a Proteo a Helena de Troya tras su rapto. Helena era considerada hija de Zeus y era pretendida por muchos héroes debido a su gran belleza. Fue seducida o raptada por Paris, príncipe de Troya, lo que originó la guerra de Troya. Otras versiones dicen que el propio Proteo la tomó de Paris, entregó a éste un fantasma y devolvió la auténtica Helena a Menelao tras su regreso de Troya. La historia también cuenta que Proteo era originalmente un egipcio que viajó a Tracia, donde se casó con una tal Torone, que también es el nombre de una ciudad de la Calcídica.
Pero como sus hijos con ella, Tmolo y Telégono, empleaban mucha violencia con los extraños, Proteo rezó a su padre Poseidón y le pidió que lo llevase de vuelta a Egipto. Poseidón abrió así una sima en la tierra en Palene y lo guió de vuelta a Egipto por un pasaje bajo el mar. Otro personaje llamado Proteo es mencionado por Apolodoro de Atenas, gramático, historiador y mitógrafo griego, como uno de los cincuenta hijos del rey Egipto.
Apolonio de Tiana pretendía descender de los antiguos fundadores de Tiana, una ciudad de Capadocia que recibió el nombre del rey tracio Thoas, llamado también el rey de los Tauros. Está situada al pie de los Montes Tauro, cerca de las Puertas de Cilicia y en la orilla de un río afluente del Lamos. Tiana es la ciudad mencionada en archivos hititas como Tuwanuwa. Durante la época del Imperio hitita a mediados segundo milenio a.C., Tuwanuwa fue uno de los principales asentamientos de la región junto con Hupisna, Landa, Sahasara, Huwassana y Kuniyawannni.
Esta región del centro-sur de Anatolia se la conoce como la Tierra Baja en las fuentes hititas y su población hablaba principalmente luvita, extinta rama anatolia de la familia lingüística indoeuropea. Tras el colapso del imperio hitita, Tuwanuwa era una ciudad importante de los reinos neohititas independientes. No está claro si estaba o no inicialmente incluida como parte del reino Tabal al norte, pero sin duda a finales del siglo VIII a.C. era un reino independiente bajo un gobernante llamado Warpalawa.
Él figura en varias inscripciones jeroglíficas luvitas que se encuentran en la región, incluyendo un relieve en roca hallado en Ivriz, lugar de culto neohitita en el centro-sur de Anatolia. Warpalawa también se menciona en los textos asirios, bajo el nombre de Urballa, primero en una lista de tributos al rey asirio Tiglatpileser III y posteriormente en una carta del rey Sargón II. Warpalawa probablemente fue sucedido por su hijo Muwaharani, cuyo nombre aparece en otro monumento que se halló en Niğde, ciudad situada en el centro de Turquía.
Se trata de una tierra de cultivo muy rica cerca de la cual pasan varias antiguas rutas comerciales, entre ellas, la ruta de Kayseri, la antigua Caesarea de Capadocia, a las Puertas Cilicias. Entre los colonizadores que ocuparon la región, se encuentran los hititas, los asirios, los griegos, los romanos, los bizantinos y los turcos, éstos últimos, a partir de 1166.
Apolonio era un niño prodigio, y cuando, a la edad de catorce años fue llevado a estudiar con Eutidemo, profesor de retórica en Tarso, sintió tal disgusto al ver la relajación de costumbres de aquella ciudad, que consiguió que su padre le permitiera trasladarse a un pueblo vecino. Siguiendo el ejemplo de la mística de Pitágoras, cuyas doctrinas había abrazado, sólo se alimentaba de legumbres, se abstenía del vino y de las mujeres, daba sus bienes a los pobres y vivía en los templos.
Su estilo de vida y su lenguaje críptico pero que, a la vez, propiciaba una enseñanza moral, hicieron tal impresión que Apolonio no tardó en verse rodeado de numerosos discípulos. Se dice que fue admirado por los brahmanes de la India, los magos de Persia y los sacerdotes de Egipto. En la tradición religiosa hinduista, el bráhmana es el miembro de la casta sacerdotal, la más importante de las cuatro existentes, y que está formada por los sacerdotes y los asesores del rey. En la época védica, antes del siglo V a. C., los sacerdotes eran los encargados exclusivos de cantar los himnos del Rig-veda para la realización de los sacrificios. El canto de esos himnos estaba prohibido para alguien que no fuera bráhmana. El permiso para cantarlo se transmitía de padres a hijos.
Por otro lado, los magi eran miembros de una tribu persa antigua que se encargaba de las prácticas religiosas y los ritos funerarios. Cuando la tribu se convirtió al zoroastrismo los tres imperios persas reconocieron en los magi a los guardianes del legado de Zaratustra. A medida que se expandían sus conocimientos sobre el mundo, los magos de Persia incluyeron elementos de Babilonia como la astrología, la magia y la demonología. Sus ritos religiosos involucraban diferentes sustancias, desde miel y leche hasta aceite y ramas de tamarisco.
Los cánticos y rezos también han sido una parte fundamental en sus hechizos y posteriormente los magos occidentales se inspirarían en estos procedimientos para llevar a cabo sus prácticas esotéricas. Hacia el siglo I la imagen de los magos paso a relacionarse directamente con los hombres sabios.
Los Reyes Magos mencionados en la Biblia respondían a la definición original del término mago, ya que se trataba de sacerdotes persas. En Hierápolis, en Éfeso, en Esmirna, en Atenas, en Corinto y en otras grandes poblaciones de Grecia, Apolonio apareció como preceptor del género humano, visitando los templos, corrigiendo las costumbres, como los sacrificios de animales para los dioses, y predicando la reforma de todos los abusos.
Apolonio quiso ser admitido en los misterios de Eleusis, pero fue tratado como un mago y se le prohibió la entrada en ellos. Este interdicto no le fue levantado sino cuando ya estaba en los últimos días de su vida. Los misterios eleusinos eran ritos de iniciación anuales al culto a las diosas Deméter y Perséfone que se celebraban en Eleusis, cerca de Atenas, en la antigua Grecia. De todos los ritos celebrados en la antigüedad, estos eran considerados los de mayor importancia. Estos mitos y misterios se extendieron posteriormente al Imperio romano.
Los ritos, así como las adoraciones y creencias del culto, eran guardados en secreto, y los ritos de iniciación unían al adorador con el dios, incluyendo promesas de poder divino y recompensas en la otra vida. En Roma, a donde había ido para ver “qué especie de animal era un tirano“, condenó el uso de los baños públicos. También se dice que hizo algunos milagros.
Una vez, al pasar delante de él el féretro de una doncella de una familia consular, se acercó a ella, pronunció algunas palabras misteriosas y la doncella se levantó y se fue caminando hacia la casa de sus padres. Éstos le ofrecieron una crecida suma de dinero, pero él la aceptó sólo para dársela como dote a la doncella. Otro día encontró una multitud que observaba aterrada un eclipse de sol en medio de una fuerte tormenta. Apolonio miró al cielo y dijo en tono profético:
“Algo grande sucederá y no sucederá“. Tres días después cayó un rayo en el palacio del emperador Nerón y derribó la copa que Nerón se llevaba a los labios. El pueblo creyó ver en aquel incidente el cumplimiento de la profecía de Apolonio.
El emperador Vespasiano, que le había conocido en Alejandría, le miraba como hombre divino y le pedía consejo. Habiendo cantado un día Nerón en un teatro en los juegos públicos, Tigelino, prefecto de la Guardia Pretoriana durante gran parte del reinado del emperador romano Nerón, preguntó a Apolonio qué pensaba de Nerón: “Le hago mucho más favor que tú, respondió el filósofo; tú le crees digno de cantar; yo de callarse“. El rey de Babilonia le pedía un medio de reinar con tranquilidad.
Apolonio se limitó a contestarle: “Ten muchos amigos y pocos confidentes“. Luego habiendo sorprendido a un esclavo eunuco con una concubina de dicho rey de Babilonia, el rey preguntó a Apolonio cómo castigaría al culpable. “Dejándole la vida“”, contestó el filósofo. Y como el rey se mostraba sorprendido, añadió: “Si vive, su amor será el mayor de los suplicios“.
Cuando Domiciano era emperador romano, Apolonio fue acusado de magia, y fue encerrado en un calabozo, cargado de grilletes y cadenas, después de haberle hecho cortar el pelo y las barbas. Desterrado después por el mismo Emperador, murió al poco tiempo, lo cual no fue obstáculo para que a su muerte se le erigieran estatuas y se le hicieran honores divinos. Éfeso, Rodas y la isla de Creta pretenden tener su tumba, y Tiana, que le dedicó un templo, obtuvo en memoria suya el título de ciudad sagrada, lo que le daba el derecho de elegir magistrados.
Elio Lampridio, uno de los seis autores ficticios de la colección de biografías llamadas Historia Augusta, asegura que el emperador romano Alejandro Severo tenía en su oratorio, además de las imágenes de Jesús, Abraham y Orfeo, la de Apolonio. Flavio Vopisco, uno de los de los seis historiadores romanos de la Historia Augusta del siglo III, hace grandes elogios de Apolonio, diciendo que debe honrársele como un ser superior.
Hasta el siglo V, la reputación de Apolonio se mantuvo viva incluso entre los cristianos. Prueba de ello es que un ministro del rey de los visigodos, Eurico, invitó a Sidonio Apolinar, obispo de Auvernia, a que le tradujera la vida del filósofo Apolonio, escrita por Filóstrato de Atenas (160 – 249), sofista griego.
Probablemente era hijo de sofista, dada la transmisión frecuente de dicha actividad en esa época entre padres e hijos. Se citan entre sus maestros a Proclo de Naucratis, Hipódromo de Larisa, Demiano de Éfeso y Antípatro de Hierápolis. Sería posiblemente este último el introductor de Filóstrato en el círculo de la emperatriz siria Julia Domna, esposa de Septimio, usurpador del Imperio romano proclamado emperador en 271, en Dalmacia, durante el reinado del emperador oficial Aureliano.
Debió colaborar en sus trabajos con la emperatriz desde comienzos del siglo III, siendo precisamente la Vida de Apolonio un encargo en vida de la emperatriz. A la muerte de la emperatriz escribió un tratado titulado Vidas de los sofistas. Se le atribuyen a Filóstrato asimismo el Heroico, unas Cartas, un Gimnástico y unos Cuadros. Es quizá también autor de un diálogo, el Nerón.
El obispo Sidonio Apolinar efectuó su traducción que remitió al ministro con una carta en que ensalza las virtudes del filósofo; diciendo que para ser perfecto sólo le faltaba haber sido cristiano. Jacques Bergier, autor de obras como El retorno de los brujos, en su libro Los libros condenados, dice: “El lector podría preguntarme de dónde he sacado la idea de que obras pertenecientes a civilizaciones muy antiguas se encuentren en la India. Esta idea no es nueva; fue introducida en Occidente por un personaje tan fantástico como Apolonio de Tiana…
Apolonio de Tiana impresionó mucho a sus contemporáneos y a la posteridad. Se atribuyen a Apolonio poderes sobrenaturales, que él mismo niega con la mayor energía. Es indudable que viajó a la India. Murió a una edad muy avanzada, más de cien años. Lo cierto es que Apolonio de Tiana afirmaba que existieron en su época, o sea en el siglo I después de Cristo, en la India, libros extraordinarios y muy antiguos que contenían una sabiduría procedente de edades extinguidas, de un pasado muy remoto.
Al parecer, Apolonio de Tiana trajo de la India alguno de estos libros, y conviene observar que, gracias a él, encontramos en la literatura hermética pasajes enteros de Upanishads y de la Bhagavad Gita. Damis habla, en lo que nos queda de sus notas, de reuniones secretas, de las que él era excluido, entre Apolonio y los sabios hindúes. También parece que éstos recibieron a Apolonio como un igual, que le instruyeron y que le enseñaron más de lo que jamás habían enseñado a ningún occidental“. Apolonio escribió también una biografía sobre Pitágoras, aunque de sus escritos auténticos el único que nos queda es la Apología, conservada por Filóstrato.
Filósofo y matemático griego, Pitágoras, su nombre se halla vinculado al teorema de Pitágoras y la escuela por él fundada, dando un importante impulso al desarrollo de las matemáticas en la antigua Grecia. Pero la relevancia de Pitágoras alcanza también el ámbito de la historia de las ideas, ya que su pensamiento, teñido todavía del misticismo y del esoterismo de las antiguas religiones mistéricas y orientales, inauguró una serie de temas y motivos que, a través de Platón, dejarían una profunda impronta en la tradición occidental.
Pocos son los que conocen realmente la vida de Apolonio de Tiana. Pero estamos haciendo referencia a uno de los personajes más poderosos e importantes de la Historia. Nació, al igual que Jesús y otros personajes históricos o legendarios, de una supuesta Virgen.
En cualquier caso, estos nacimientos míticos lo que estaban encubriendo era una intervención genética de los llamados Señores del Cielo, que propiciaron su nacimiento y probablemente la manipulación genética correspondiente. Apolonio estudio en las mismas escuelas, con las mismas personas y con los mismos métodos que Jesús, visitando los lugares y templos donde previamente se supone había estado Jesús.
Apolonio tuvo, tal vez, tanto o más poder que el propio Jesús, pues además del don de profecía y de la sanación, resucitaba a muertos, volaba, o desaparecía y aparecía en dos sitios a la vez. Y finalmente y según testimonios históricos, parece ser que Apolonio empleaba unos “extraños cristales” con los que se comunicaba con los dioses y sanaba o resucitaba a los muertos. En Roma, Apolonio fue acusado de traición.
Pero cuando lo llevaron ante el acusador, éste desplegó el rollo en el que había sido escrita la imputación, y quedó sorprendido al ver que estaba completamente en blanco. En otra ocasión, encontrándose en un cortejo fúnebre, dijo a los asistentes: “coloquen el féretro y yo secaré las lágrimas que ustedes han vertido por la doncella“.
Tocó a la joven mujer, profirió unas palabras, y la muerta resucitó. Estando en Esmirna, fue convocado a Éfeso, a unos 76 km. de aquella ciudad, donde se había producido un brote de rabia. Inmediatamente ya se encontraba milagrosamente en Éfeso. Cuando tenía casi cien años, fue llevado ante el Emperador romano, acusado de ser un encantador.
Sus respuestas a los acusadores impresionaron al Emperador, que lo declaró inocente del crimen que se le imputaba. Pero ordenó que permaneciera detenido para sostener con él una conversación privada. Apolonio contestó: “podrá usted detener mi cuerpo, pero no mi alma; e incluso agregaré, tampoco mi cuerpo“. Habiendo proferido estas palabras, desapareció del Tribunal, y aquel mismo día se encontró con sus amigos en Puteoli, a tres días de Roma.
Los escritos de Apolonio revelan que fue un hombre de gran erudición, con un conocimiento consumado de la naturaleza humana. Además estaba imbuido de nobles sentimientos y de los principios de una filosofía profunda. En una epístola al cónsul romano Valerio, con motivo de la pérdida de su hijo, le dice: “Nada muere excepto en apariencia, y del mismo modo, tampoco, nada nace excepto en apariencia.
Lo que ocurre en esencia dentro de la naturaleza aparenta ser el nacimiento, y lo que ocurre en esencia dentro de la naturaleza, en cierto modo, es la muerte; aunque nada realmente se origina, y nada alguna vez perece; pero tan solo ahora aparece a la vista, y ahora se desvanece. Aparece a causa de la densidad de la materia; y desaparece a causa de lo tenue de la esencia; pero siempre es la misma, solo difiere en movimiento y condición“.
Tal como hemos dicho, Apolonio nació en Tiana, ciudad de la Capadocia, actualmente llamada Kemerhisar, en Turquía, a 4 km al sudoeste de Bor, en los primeros años de la era cristiana. Su familia descendía de los fundadores de la ciudad de Tiana. Desde temprana edad, destacó por su inteligencia, su sorprendente memoria, su gusto y facilidad por el estudio. Se dice que fue un niño prodigio. A la edad de catorce años fue llevado a estudiar con Eutidemo de Fenicia, profesor de retórica en Tarso.
Pero, descontento con el estilo de vida de los habitantes del lugar, que consideraba burlones e insolentes, pidió a su padre que lo dejase ir a Egas, pequeña ciudad vecina donde había un templo dedicado al dios Esculapio o Asclepio. A los 16 años abrazó la doctrina pitagórica. Por ello dejó de comer carne, argumentando que “vuelve espeso el espíritu y lo hace impuro”.
El único alimento puro, decía, es aquel que proviene de la tierra, como las frutas y verduras. Igualmente se abstuvo de tomar vino, pues consideraba esta bebida contraria al equilibrio del espíritu, entorpeciendo la parte superior del alma. Renunció a toda vestidura hecha de piel o pelo de animal, vistiéndose de lino. Iba descalzo o con sandalias de corteza, se dejó crecer el pelo y se fue a vivir a un templo consagrado al dios Esculapio.
Tras la muerte de su padre y al llegar a la mayoría de edad, Apolonio heredó una fortuna considerable a la que renunció, quedándose con lo estrictamente necesario para sus desplazamientos y alimentación.
Repartió los bienes entre su hermano y algunos familiares, explicando que llevaría una vida de asceta y por tanto nunca formaría un hogar. Su género de vida y su lenguaje sentencioso y críptico hicieron tal impresión que no tardó en verse rodeado de numerosos discípulos. Por ello se dice, tal como ya hemos idicado antes, que fue admirado por los brahmanes de la India, los magos de Persia y los sacerdotes de Egipto.
En Hierápolis, en Éfeso, en Esmirna, en Atenas, en Corinto y en otras grandes poblaciones de Grecia, Apolonio apareció como preceptor del género humano, visitando los templos, corrigiendo algunas costumbres, como los sacrificios de animales para los dioses, y predicando evitar todos los abusos. A estos aspectos de su biografía hay que añadir la singularidad de su muerte, al menos la de Creta, en un templo custodiado por fieros perros que no le atacaron, puertas del templo que se abrieron solas ante él y un coro celestial que lo conminaba a subir. Además tenemos el hecho singular de que después de su muerte se apareció a un discípulo que dudaba de la inmortalidad del alma, algo similar a la historia de Jesús y el apóstol Tomás.
Todo ello según la Vida de Apolonio de Filóstrato. El Emperador romano Tito rindió tributo a Apolonio. El filósofo le escribió poco después de su nombramiento, aconsejándole moderación en su gobierno. Tito respondió: “En mi propio nombre y en nombre de mi país le doy las gracias, y estaré atento a esas cosas. De hecho, yo he conquistado Jerusalén, pero usted me tiene capturado a mi“. Las cosas maravillosas realizadas por Apolonio, consideradas como milagros, fueron creídas extensamente durante el siglo II y los años subsiguientes, tanto por los cristianos como por otros.
Algunos escritores pretendieron hacer aparecer a Apolonio como un personaje de carácter legendario, mientras que algunos medios cristianos insisten en llamarlo un impostor. Apolonio de Tiana fue amigo y corresponsal de una Emperatriz romana y de varios emperadores, mientras que de Jesús nada ha permanecido en las páginas de la historia. Apolonio, entonces, es un personaje histórico.
Apolonio viajó mucho, y no dejó de visitar uno solo de los puntos que debía recorrer prosiguiendo a un guía invisible. Fue a la India, donde recogió toda su ciencia. Visitó Egipto, Italia, toda la Grecia, el norte de África y llegó a la Península Ibérica.
Este viaje ha sido negado, porque refiriendo Filóstrato la estancia de Apolonio, según lo que pudo saber de ella por las Memorias de Damis, dice que los distantes moradores de Cádiz eran unas gentes que jamás habían asistido a una tragedia ni a un concurso de cítara. Además cuenta que los habitantes de Hipolo, seguramente Sevilla, no pudieron por menos de asustarse durante la representación de una tragedia, celebrando la victoria de Nerón en los Juegos Olímpicos, cuando vieron a un actor “andar a grandes pasos, erguirse sobre los coturnos, abrir una gran boca y envolverse en una gran capa”.
El emperador romano Nerón participó en los Juegos Olímpicos celebrados en 67 d.C., un año antes de su muerte y dos del que es conocido como el año de los cuatro emperadores. Lo hizo en varias especialidades. Una de sus aficiones era la de ejercer de auriga, compitiendo así con un carro tirado por diez caballos que sufrió un accidente del que salió malherido. También intervino en los concursos de canto y de declamación, ganando todos los premios disponibles.
Seguramente su condición de emperador y los sobornos a los jueces ayudaron a tal éxito. De vuelta a Roma exhibió con gran orgullo todas las coronas de laurel recibidas en Olimpia. Conocido el carácter y propósito de reforma que animaba a Apolonio, su viaje a Península Ibérica es perfectamente verosímil, donde la indiscutible existencia de templos y santuarios consagrados a diversas divinidades podían reclamarle para dicha reforma. La existencia en Cádiz de un templo de Hércules y la naturaleza excepcional de su culto debían reclamar a Apolonio.
El culto gaditano tenía muchas semejanzas con el culto ideal que perseguía Apolonio. “Los sacerdotes del templo gaditano vivían conventualmente, observaban el celibato, iban descalzos, tonsurada la cabeza: delante de los altares, su vestidura era toda de blanco lino pelusiano, sin mezcla de lana, y consistía en una túnica larga y una mitra o tocado del mismo color: para ofrecer el incienso se desceñían, dejando ver una capa de púrpura como el litaclavo”.
Pero el templo no tenía imágenes, ni siquiera la del propio Hércules. Cerca de Cádiz había más templos, uno consagrado a Saturno y en la isla Eritea otro dedicado a Venus marina, que fue un oráculo muy famoso en la época.
Eritea es el nombre de una región que en la Antigüedad se identificó con Gadeira (Cádiz) o con alguna otra isla situada en sus proximidades. Según Plinio el Viejo, el término era utilizado por los geógrafos Éforo de Cime y Filístides, y hacía referencia a que sus primeros pobladores, de origen tirio, decían proceder del mar Éritro.
En ella venció Hércules al gigante Gerión y le robó sus rebaños de bueyes. Según Estrabón, era el nombre que le aplicaban los indígenas al lugar donde se había establecido la primera colonia fenicia. La ciudad ha desaparecido por la explotación de sus canteras y la erosión marina, y debía de extenderse desde el Castillo de Santa Catalina hasta la punta del Nao, donde parece se encontraba el templo.
Efectivamente, no se conocen discípulos de Apolonio en la Península Ibérica. Pero hay rastros muy marcadas de su paso por la Península Ibérica. ¿Quiénes pudieron leer en Península Ibérica la Vida de Apolonio de Filóstrato?. En general, se supone que todos aquellos que estaban vinculados al pitagorismo.
El licenciado Torralba repite uno por uno los episodios más sugestivos de la Vida de Apolonio, y es un Apolonio de Tiana adaptado a las circunstancias cristianas de la simplicidad de la gente de la Península Ibérica en aquella época. Eugenio de Torralba fue un célebre nigromante y mago español, nacido en la ciudad de Cuenca. El licenciado Torralba fue el mago más célebre de todo el Renacimiento español. Nacido en el seno de una familia de viejos hidalgos cristianos, viajó muy joven a Italia, seguramente como sirviente de algún clérigo.
En la Roma de comienzos del siglo XVI estudió Filosofía y Medicina, y fue protegido del obispo de Volterra, municipio de la provincia de Pisa, en la región de la Toscana italiana, quien sería nombrado cardenal en 1503.
En la misma ciudad se inició también en las ciencias ocultas, en la astrología y en la nigromancia. El famoso escritor Cervantes recuerda al licenciado Torralba en su Quijote:
“No hagas tal, respondió don Quijote, y acuérdate del verdadero cuento del licenciado Torralba a quien llevaron los diablos en volandas por el aire caballero en una caña, cerrados los ojos y en doce horas llegó a Roma, y se apeó en Torre de Nona, que es una calle de la ciudad, y vio todo el fracaso y asalto y muerte de Borbón, y por la mañana ya estaba de vuelta en Madrid, donde dio cuenta de todo lo que había visto”.
Para el estudioso de los orígenes del cristianismo no hay un período en la historia de occidente de tan gran interés e importancia como el primer siglo de nuestra era, que comparativamente es aún poco conocido. Los escritores del primer siglo no dejaron información con respecto al origen y desarrollo que tuvo la religión en el mundo de occidente, ni sobre las condiciones sociales y religiosas de la época.
Las leyes y las guerras del Imperio Romano parece que constituyeron el principal interés de los historiadores del siglo siguiente, y aún en esta parte de la historia política no nos encontramos sobre un terreno histórico. Sin embargo, los actos públicos de los emperadores romanos y otras autoridades pueden arrojar alguna luz sobre el general estado social de la época, aunque no viertan ninguna luz sobre las condiciones religiosas.
Así, pues, se puede reconstruir la vida religiosa de la época a partir de las leyes y los edictos del Imperio. Pero las llamadas historias romanas no pueden ayudarnos a reconstruir la situación en que, por un lado, Pablo enseña la nueva fe en Asia Menor, Grecia y Roma, y en que, por otro, se halla la nueva fe ya está establecida en los distritos limitados por el sureste del Mediterráneo. Es únicamente por medio de fragmentos esparcidos, trozos de inscripciones, por lo que llegamos a darnos cuenta de la existencia de diversas asociaciones religiosas, y de que existió en este período un culto privado.
No tenemos aún por eso una verdadera información de lo que pasaba en esas asociaciones, comunidades y hermandades; pero sí bastante evidencia para lamentar la falta de un mejor conocimiento. Pero si tratamos de obtener una idea general de la situación de los asuntos religiosos durante el primer siglo, nos hallamos sin una guía segura, pues las obras que tratan de este particular son muy pocas, y de ellas muy poco en lo que concierne al pensamiento del cristianismo.
Por ello es interesante analizar el estado del mundo religioso no cristiano. Si, por ejemplo, examinamos las obras de historia general, tal como la Historia de los Romanos bajo el Imperio, de Carlos Merivale, encontrará una descripción del estado de la religión antes de la muerte de Nerón, pero poco inteligible.
Si observamos las obras de los últimos escritores de la historia de la Iglesia que han tratado particularmente esta cuestión, hallará que están ocupados e la relación entre la Iglesia Cristiana y el Imperio Romano, y que únicamente, de un modo incidental, suministran alguna información adicional. Sobre este punto especial es interesante el estudio del profesor William Mitchell Ramsay en La Iglesia en el Imperio Romano, porque se esfuerza en interpretar la historia romana a través de los documentos del Nuevo Testamento, cuyas fechas son tan discutidas.
Pero, ¿cuál es la relación de todo esto con Apolonio de Tiana? Pues que Apolonio vivió en el primer siglo de la era cristiana y su obra se sitúa precisamente entre estas asociaciones religiosas. Un conocimiento de esta época puede describirnos el ambiente natural de una gran parte de su vida. Y el examen de su actividad en este primer siglo acaso nos ayude a comprender mejor algunas de las razones del trabajo que emprendió.
Pero Apolonio ha sido mirado desde el siglo IV con recelo, ya que muchos consideraron a Apolonio no ya sólo como un charlatán, sino hasta como un anticristo. Pero cuando se tiene conocimiento de las asociaciones y órdenes religiosas de la época, no solo se arroja luz sobre la primera evolución del cristianismo, sino también sobre esas escuelas que fueron sucesivamente condenadas como heréticas.
El Imperio Romano llegaba al cenit de su poder y no contaba con grandes administradores y hombres de valer para el gobierno. Sin embargo, por lo que toca a la libertad religiosa en el mundo antiguo, siempre estuvo garantizada, y cuando la hallamos perseguida, como en los reinados de Nerón y Domiciano, lo es por razones políticas pero no teológicas.
Así, aparte de la cuestión de la persecución de los cristianos bajo Domiciano, la persecución neroniana se dirigió contra aquellos a quienes el poder imperial consideraba como revolucionarios políticos, como el caso de los judíos.
Del mismo modo, cuando vemos a filósofos encarcelados o desterrados de Roma bajo esos dos emperadores, no lo fueron porque fueran filósofos, sino porque el objetivo de algunos de ellos era la restauración de la República, por lo que fueron acusados de conspirar contra el Emperador. Apolonio, sin embargo, fue un ardiente defensor del régimen monárquico. Cuando decimos que algunos filósofos deseaban restaurar la República, hemos de recordar que la inmensa mayoría de los mismos se apartaban de la política, y éste fue especialmente el caso con los discípulos de las escuelas religioso-filosóficas.
En el dominio de la religión es cierto que los cultos del Estado romano y las instituciones estaban en una situación lamentable, por lo que Apolonio consagró mucho tiempo a tratar de purificar unas y otras.
Su esfuerzo influyó, en general, sobre las instituciones religiosas del Estado, donde todo era superficial; pues no hallándose la vida religiosa en los cultos oficiales y en las instituciones antiguas, no producían una verdadera satisfacción de las necesidades religiosas del pueblo, por lo que dicho pueblo se aficionaba a los cultos privados, ansioso de sumergirse bajo la ola del entusiasmo religioso que venía desde el Oriente.
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