Javier Fdez-Largo
Actor y dramaturgo. Director de los Teatros del Canal, cree que la sociedad catalana ha sido adoctrinada de «forma paranoica», y asegura que sólo volverá a Cataluña «cuando termine el régimen».
–¿Por qué se fue de Cataluña?
–Fue una decisión profesional porque me encontré con que la compañía de teatro –Els Joglars– estaba prácticamente vetada por mi posición política: no había forma de hacer actuaciones y la gente dejó de ir a las funciones.
–¿Se le condenó?
–Totalmente, en el momento en que fui de los fundadores de Ciudadanos el porcentaje de público pasó de casi un 100% al 20%: es obvio que fue algo directamente realcionado con ello. Los medios iniciaron un ataque general de todo tipo. Por lo tanto el país no era el lugar propicio ni para vivir ni para trabajar.
–¿Ha llamado a Cataluña país?
–No, eso ha sido un error. Desde hace tiempo le llamo región. Me parece más apropiado.
–¿Es duro que le den la espalda a uno por creerse aquello de la libertad de expresión?
–Si hubiera sido un escritor que sólo escribiese en lengua catalana hubiese sido muy desagradable. Pero tuve la inmensa suerte de poder abrir los teatros del Canal en Madrid y me ha ido muchísimo mejor que antes: somos un teatro de referencia en España y fuera de ella. Además Madrid es una ciudad enormemente abierta, de las más agradables de Europa.
–Ahora que está en Francia, ¿cree que en el extranjero se tiene en consideración la política de Mas?
–Francia es una nación seria. Este asunto de Cataluña se ve como algo fuera de todo sentido común, lejano. También ha pasado por problemas de este tipo en su historia, pero el Estado francés no hace frivolidades como el español de traspasar las competencias de Educación, por poner un ejemplo.
–¿El origen de que hayamos visto espectáculos como convertir cartnes en urnas el 9-N está en la permisividad central?
–Hay un hecho es muy importante que todo el mundo pasa por alto y es la historia de los hechos diferenciales. Es una auténtica desvergüenza decir que un ciudadano de Bacerlona no tiene nada que ver con uno de Zaragoza o de París. Yo que soy catalán y no me siento esencialmente distinto. Sí hablo catalán, pero no soy de cultura islámica, sino cristiana. No hay hechos diferenciales lo suficientemente relevantes como para promover una secesión. Hay que ser muy zoquete como para no darse cuenta de que la gente que está 600 kilómetros es exactamente igual. A todos esos me gustaría pedirles que los enumeren, a ver si son capaces. El único que se atrevió fue el general Franco, que decía que éramos laboriosos y prudentes.
–¿Qué compensación esperan los que se sienten distintos?
–En este caso, económica. Hay que decirlo con franqueza. Lo que quieren son dividendos económicos. Y naturalmente yo no estoy por una España desigual, estoy por la igualdad. Es curioso cómo han sabido vender un cuento e incluso creérselo, que es el colmo.
–¿Usted cree que se lo creen?
–Sí, porque es cómodo creerse que al ser distinto eres mejor. Es un cuento que les va bien. Pero lo que es paradójico es que algunos españoles se lo crean, es lo que me tiene totalmente alucinado. Hay que reconocer a los nacionalistas que lo han sabido vender muy bien, porque han sabido acomplejar a muchos españoles. Se han promovido como víctimas de algo.
–Llegó a decir que hubiera sido necesaria más mano dura.
–Los distintos gobiernos, por intereses electorales y falta de inteligencia, han cedido a muchos chantajes. Como durante el gobierno de Zapatero, con las teorías dementes de que lo que se dijese en el parlamento catalán iría a misa. Eso es pasarse por el forro al Estado español.
–¿Sigue creyendo que los catalanes serían más felices sin su lengua?
–Creo que no ha sido un vehículo de comunicación, sino para diferenciarse del resto de los españoles y establecerlo como una pugna con otra lengua. Si no hubiera existido el catalán no se hubieran perdido poetas, ni escritores, sino todo lo contrario: tendrían más peso en Latinoamérica y el resto del mundo. Y no hubiéramos promovido aquí este efectivo militar que ha traído desgracias y frustraciones.
–¿Usted habla con su familia y amigos en catalán?
–Sí, porque es la lengua con la que nos conocimos. Pero pasamos del catalán al español con facilidad. Antes no se utilizaba de modo hipócrita, ahora a mis nietos les hablo en español para que no tengan dilemas.
–¿El independentismo en los catalanes ocupa un lugar prioritario o es lo que venden los medios?
–Hay una parte representativa a la que todo esto le parece una demencia, pero no olvidemos, y lo hemos visto durante la Diada, la otra que ha sido adoctrinada de una forma brutal por los medios y de la propia educación a partir de los años 80, y de una forma siempre paranoica. Hay un enemigo que era España, y eso se lo han metido en el cogote. De una forma frívola, como lo es a través de los programas de humor de TVE3, y de un modo más perverso, a través de la mnipulación de la historia. Y eso ha creado un virus paranoico contra todo lo español.
–¿Qué responsabilidad tienen los partidos constitucionalistas el 27 de septiembre?
–Hay dos frentes muy concretos. Uno, secesionista, y otro que quiere permanecer dentro de España. La unión siempre es positiva.
–Escribiendo un guión utópico, ¿cómo sería una Cataluña independiente?
–Estamos muy acostumbrados al Estado del Bienestar, y la realidad que pinta Mas es una estafa. Bajaría el nivel de vida y se matarían entre ellos. Ya no existe el espíritu de sacrificio, nadie quiere que le jodan un fin de semana.
–¿Qué papel le daría a Artur Mas?
–No tiene talento para ninguno, es una persona de una mediocridad cósmica. Yo creo que en una sociedad normal ya estaría procesado. Sólo espero que el juicio de la historia sea severo y duro contra él.
–¿Cuándo volverá a Cataluña?
–Cómo se decía en época de Franco, cuando acabe el régimen.
13 de septiembre de 2015. 09:38hAurora G. Mateache. Madrid.