Entre el confinamiento en algunos estados y los millones de desempleados por la pandemia, los expertos empiezan a valorar la posibilidad de disturbios y la respuesta de las autoridades
12/04/2020
Nadie quiere mirar en esa dirección, pero, a medida que se expanden la pandemia y sus consecuencias socioeconómicas, es inevitable sopesar el espectro de
saqueos en Estados Unidos. La probabilidad de que ocurran y, sobre todo, cuál sería la respuesta de las autoridades, son preguntas que ya afloran en el debate. Con diferente tacto.
«En tiempos inciertos como este, el derecho a defenderte, a defender tu propiedad y tu familia no podría ser más importante», declaró el exrepresentante de Georgia, Paul Broun, que vuelve a presentarse al Congreso.
«Sea de las hordas saqueadoras de Atlanta, o de un gobierno tiránico en Washington, hay pocas máquinas de la libertad tan buenas como un AR15″. El republicano iniciaba así su anuncio de campaña: dispuesto a combatir con un rifle los problemas que se avecinan.
Paul Broun no está solo con sus miedos. La pandemia ha generado el mayor aumento en la venta de armas de la historia de Estados Unidos. Solo en Illinois se vendieron el mes pasado medio millón de armas de fuego.
«La gente ha visto cómo actúan algunas personas en una situación de emergencia. Ha abierto los ojos al hecho de que, a veces, tienes que protegerte», decía a este diario Chris Kraynanski, propietario de la tienda de armas County Line Firearms, en Nueva Jersey.
En muchos estados y ciudades, a pesar del cierre general todo tipo de negocios como parte del confinamiento, las tiendas de armas permanecen abiertas. Tanto en el conservador Misisipi como en la progresista Los Ángeles, estas tiendas han sido consideradas «negocios esenciales», y sus ventas continúan. Muchas empresas se han quedado rápidamente sin municiones y han tenido que racionar las entregas.
Por otro lado, la crisis de coronavirus está triturando el tejido económico del país a un ritmo sin precedentes. Durante las 106 semanas que duró la Gran Recesión de 2008 y 2009, se destruyeron unos 8,8 millones de empleos.
Millones de desempleados
Las estimaciones de crecimiento económico están barajando números astronómicos, impensables desde hace casi un siglo. La agencia Moody’s Analytics calcula que, si la economía estadounidense reabre antes del verano, la contracción interanual del PIB en el segundo trimestre sería del 30%.
Si el cierre se extiende,
la contracción podría llegar al 75%. A pesar de que el daño solo acaba de empezar, aproximadamente un tercio de los neoyorquinos no han podido pagar el alquiler del mes de abril.
«La economía entera ha caído de repente en una especie de agujero negro», declaró a ‘The Wall Street Journal’ Kathy Bostjancic, economista jefe de Estados Unidos en Oxford Economics. Está previsto que, a finales de abril, hayan perdido el empleo más de 20 millones de personas. Los servicios públicos, en consecuencia, están teniendo grandes dificultades en responder a la avalancha de peticiones de ayuda.
Al estrés económico se unen los
efectos biológicos de la pandemia en las fuerzas del orden público. Los policías de Nueva York están en primera línea de batalla. Sus deberes diarios, como desbandar grupos de gente que ignora los criterios de distancia física, ha pasado factura a su salud y 1 de cada 5 agentes han tenido que darse de baja.
Un déficit de 7.000 uniformados. La parte positiva es que, de momento, el confinamiento ha disminuido los delitos, y la cancelación de grandes eventos públicos permite al cuerpo de policía centrarse en otros menesteres.
Los elementos están ahí, como también están las noticias de disturbios en zonas del sur de Italia, donde muchas familias se han quedado sin opciones de subsistencia. «Si la gente pierde su confianza pública en que la policía pueda mantener el orden social, empezará a defenderse a sí misma contra aquellos que no reconocen el imperio de la ley», declaró Andrew Bringuel II, agente especial retirado de la Unidad de Análisis de Comportamiento del FBI, a ‘Washington Examiner’.
«La historia nos han enseñado que, sea a causa del miedo, la frustración o la impotencia que entraña estar prisionero, los seres humanos no responderán bien al confinamiento forzoso»,
escribe por su parte Nicole Fisher, presidenta de la consultora Health & Human Rights Strategies. «Nuestros instintos de supervivencia pueden ser detonados por algo como estar confinado», añade, y destaca las actitudes indisciplinadas y los disturbios que se han dado en escenarios parecidos al actual.
El «espíritu del Blitz»
Otros observadores, sin embargo, son escépticos respecto a las posibles escenas de pánico, saqueos o disturbios masivos a las que nos ha acostumbrado el cine. Uno de los ejemplos más optimistas que se manejan estos días es el del «espíritu del Blitz», la extraordinaria entereza y cohesión social que, con excepciones, demostraron los británicos durante el bombardeo de sus ciudades en la Segunda Guerra Mundial.
El Gobierno de Winston Churchill había preparado
planes de contingencia para prevenir el pánico y los saqueos. Había estimado que unos 4 millones de personas, casi la mitad de la población de Londres, padecerían alguna crisis nerviosa. Pero sucedió lo opuesto: millones de personas iban cada día al trabajo, se refugiaban de pie, durante horas, en el metro, seguían con su vida, y los casos psiquiátricos descendieron, como describe Sebastian Junger en su libro ‘Tribe’, publicado en 2016.
Durante la Guerra Fría, el Gobierno de EE.UU. encargó muchos estudios acerca del comportamiento humano en situaciones de crisis. «Su noción general era que la gente se volvería loca, que entraría en pánico, que lucharía, que saquearía», dice a ‘Wired’ Scott Gabriel Knowles,
historiador de Drexel University especializado en desastres.
«Y que la sociedad estaba, básicamente, a una alerta de misil del caos total. Los sociólogos descubrieron una y otra y otra y otra vez que esa idea estaba totalmente equivocada, que la gente suele ser prosocial en un desastre y que no entra en pánico. Se ayudan unos a otros, buscan información».
¿Ley marcial en EE.UU.?
En el peor de los casos, las autoridades pueden responder de diversas maneras. La más draconiana, y que ha ido circulando como rumor en las redes sociales desde hace semanas, es la ley marcial. El
despliegue del Ejército estadounidense, por parte del Gobierno federal o estatal, para garantizar la paz y el suministro, entre otras labores. Una medida que, por ahora y según expertos en seguridad, todavía queda muy lejos.
«El concepto de ‘ley marcial’ no está bien entendido, por no decir definido, en las leyes estadounidenses», escribe Joseph Nunn, miembro del Brennan Center for Justice’s Liberty and National Security Program. «Normalmente se refiere a las fuerzas armadas adoptando las funciones del gobierno civil ordinario. La palabra clave es ‘adoptando'», aclara Nunn. Una zona gris que estaría por explorar.
Antes, como apunta Nunn, la ley marcial fue un recurso habitual de los gobiernos estadounidenses. «Entre 1857 y 1945, la ley marcial fue declarada 70 veces en Estados Unidos. En la mayoría de los casos, un gobernador estatal la imponía en una ciudad, condado o grupo de condados. A veces era la respuesta a disturbios violentos, pero más a menudo se trataba de romper huelgas en nombre de intereses empresariales». La última vez que se declaró fue en 1966.
En medio de la incertidumbre, las autoridades se han movilizado para sostener económicamente a la población. El plan de estímulo de 2 billones de dólares aprobado por el Congreso incluye cheques de 1.200 dólares a los norteamericanos que ganen menos de 75.000 al año, y 500 por hijo.
En Nueva York, el Ayuntamientogarantiza desde la semana pasada tres comidas diarias por habitante, en más de 400 puntos de distribución, sin preguntas ni necesidad de enseñar identificación. El tiempo dirá hasta qué punto se estiran las ayudas públicas, la paciencia de los ciudadanos y el poder expansivo del coronavirus.