“ʺ… Me aclararon que esta ciudad azul, tiene jurisdicción bajo su de-‐‑ pendencia, las ciudades intraterrenas que están en el lugar conoci-‐‑ do como Talampaya, en La Rioja….”ʺ
Ángel Cristo Acoglanis De “Los Diarios de Erks”.
A Paola Miniccelli, Joaquín Drugueri y Flor Giménez, y a todos los caminantes que se congregaron en Talampaya para el Concilio del Nuevo Tiempo. (7-9 de septiembre, 2013)
Y a Sol, mi bendición, mi compañera de ruta…
Agradecimientos
Mi especial agradecimiento a los grupos de contacto de la Argenti-‐‑ na, porque ellos sostuvieron esta tarea de “activar” el Retiro Inte-‐‑ rior, que hoy abre sus puertas para que su mensaje se difunda. Un mensaje que va más allá del “fenómeno ovni”, y que procura en-‐‑ cender en nosotros el real sentido de nuestras vidas. Ése, y no otro, es el objetivo de los encuentros cercanos: ver adentro.
A los guardaparque y autoridades del Parque Nacional Talampaya, porque fueron valientes para contarnos sus extraordinarias vivencias en el lugar, y por todas las facilidades que nos entregaron, en estos años de tantos viajes, para desarrollar nuestra investigación. La Talampaya “invisible” se da a conocer hoy al mundo.
Índice
Prólogo: una búsqueda de 20 años (pag.9)I: Bases extraterrestres en la Tierra (pag.12)
II: Los intraterrestres y sus centros de iniciación (pag.25)
III: Irdin: la lengua cósmica (pag.34)
IV: El Portal de Talampaya (pag.43)
V: El Concilio del Nuevo Tiempo (pag.52)
VI: La masa crítica después del 2012 (pag.83)
VII: La conexión con Erks (pag.92)
VIII: La invitación al Belukha (pag.110)
IX: El renacimiento de Shambhala pag.(pag.118)Epílogo: Creer es crear (pag.131)
Nota del autor: (pag.139)
Apéndice: Las Leyes de Erks: pag.(pag.140)
Sobre el autor: pag.(pag.154)
Pies de pagina:
Capitulo 1:
1www.lariojaesnoticia.com.ar/share_noticia.asp?id=7309&acc=Imprimir
2 Charlie Paz Wells, co-fundador con su hermano Sixto del hoy disuelto Grupo Rama, lo explica así en su libro “Os Semeadores de Vida”, Capítulo VII, pág 148 (Icone Editora, Sao Paulo, 1988).
3 El relato de esta experiencia fue publicado en 2003 con el nombre “Informe Mintaka”, y luego ampliado en mi libro “Nuestros Lazos Extraterrestres” (Ecis Publicaciones, Buenos Aires, 2004).
4 Curiosamente, luego de haber visitado Talampaya, viajamos hacia Capilla del Monte, y allí continuamos nuestras investigaciones. Desde un principio intuimos la conexión con Erks.
5 A comienzos de la década de 1980, el paleontólogo Dale Russell, conservador de la colección de fósiles de vertebrados del Museo Nacional de Canadá en Ottawa, exploró la posibilidad de que los dinosaurios, de haber sobrevivido, y de haberse hecho más inteligentes ⎯como se supone empezó a ocurrir con el Troodon⎯, finalmente habrían tenido que erguirse para contrarrestar el equilibrio de su pesada cabeza, y se habrían transformado en “reptiles humanoides”. Así, se habría dado la aparición de una estructura similar a la de los hombros, para permitir que el “dinosauroide” arrojara objetos.Haciendo una proyección sobre la posible evolución de otras características de esta especie, Russell llegó a un modelo de bípedo reptil con un cerebro grande y ojos enormes, manos de tres dedos, ausencia de genitales externos (típico de los reptiles) y ombligo (ya que algunos reptiles modernos presentan placenta, y esto último habría sido necesario para permitir el nacimiento de jóvenes con grandes cavidades craneales). ¿Los dinosaurios eran el recuerdo de viejas civilizaciones extraterrestres de Rigel?
6 He publicado información sobre ese episodio en África que involucra la aparición del ser humano y su posterior historia en Atlántida y Mu en mi libro: “Kayona y los Dioses de Mu”, ECIS Publicaciones, Buenos Aires, junio 2013.
7 En mi libro, “Después de 2012”, editado por Ecis Publicaciones en 2008 y reeditado por Ediciones Luciérnaga del Grupo Planeta en España en 2010, ya habíamos hecho un análisis profundo de lo que significaba, en realidad, la fecha clave de la Cuenta Larga de los mayas: el tránsito hacia una nueva era de luz. Hoy sabemos que ese período “post 2012” ⎯conocido también como Baktún 14, un ciclo de 144.000 días⎯, nos tomará unos 400 años…
Prólogo
Una búsqueda de 20 años
Lo recuerdo muy bien. Corría el mes de noviembre de 1993. Me encontraba en la oficina de una conocida empresa argentina que abría operaciones en la ciudad de Lima. Me habían llamado para una entrevista de trabajo. En ese entonces era estudiante de Mercadotecnia y tenía 19 años.
En la sala de espera, me entretuve con libros turísticos sobre la Argentina. Nunca había visitado el país. Pero sí mi padre, que siguió estudios de medicina en la Universidad de La Plata y quedó enamorado de esas tierras. Mientras revisaba fotografías de las cataratas de Iguazú o los glaciares patagónicos, no me imaginaba que terminaría años más tarde viviendo en Buenos Aires. Cosas del destino…
De pronto, una imagen capturó toda mi atención… Me quedé casi congelado con el libro de fotografías, abierto en la mitad, mostrando un lugar que sentía conocer… ¿Cómo era posible?
Un enorme cañón de rocas rojizas me había hipnotizado. Y la sensación de estar siendo “hechizado” por ese paisaje se incrementó cuando vi los desconcertantes petroglifos que ate-‐‑ sora: seres ataviados de ropajes extraños parecían saludar, indicando, tal vez, que venían de lejos…
Desde un primer momento “supe” que no eran representaciones rituales de chamanes o curanderos…
“Sabía” que aquello había llegado del cielo…
Apurado, busqué el nombre del lugar en el libro y nunca más lo olvidé: Talampaya.
Siendo un muchacho que llevaba poco tiempo investigando el enigma de los no-‐‑identificados, mi interés por ese lugar de poder en la Argentina era comparable con las pirámides de Egipto, la muralla china o los viejos templos mayas de México. Hoy, 20 años más tarde ⎯y luego de haber visitado muchos santuarios de poder en todo el mundo⎯, sigo pensando que Talampaya es un lugar único y especial.
Tuvieron que pasar varios años desde que aquel libro de fotografías “activara” mi conexión con Talampaya para visitar la Argentina. Desde el año 2000, insistí a los grupos de contacto de ese país para hacer un viaje al lugar e investigarlo en profundidad. Mi recordada amiga Silvia Verlengia, de Buenos Aires, me escuchó, y gracias a su grupo del barrio de 11, concretamos la primera incursión en octubre de 2002. Luego se “desencadenarían” otras aproximaciones y contactos, hasta que hallé un vínculo poco conocido entre Talampaya y los misterios de Erks: el centro intraterreno del Cerro Uritorco.
Este pequeño libro es una síntesis de la información reunida en tantos años de trabajo. Sé que ayudará a aclarar el panorama sobre Talampaya, ya que han circulado distintos artículos y reportes en internet, inspirados en nuestros viajes y experiencias, pero no siempre fieles a la información original recibida.
Esta iniciativa ha sido orientada por los hermanos mayores del cosmos, que se hicieron presentes en el encuentro internacional que desarrollamos en el mismísimo Parque Nacio-‐‑ nal Talampaya. Nunca antes había ocurrido algo así. Este encuentro marcó el momento para dar a conocer la otra historia de Erks, que se inicia hace millones de años con una visita extraterrestre en Talampaya…
Hoy comprendo, que la “certeza interior” que experimenté cuando ví por primera vez esa fotografía de los petroglifos, no sólo era correcta, sino la “punta del iceberg”…
Es momento de desvelar el enigma, y que su mensaje, llegue a todos.
Capítulo I
Bases extraterrestres en la Tierra
Nuestro planeta tiene alrededor de 4.500 millones de años. Obedeciendo a las “cifras oficiales”, el ser humano, como un ser bípedo primitivo ⎯el llamado Australopithecus, que vivió en las sabanas arboladas del este de África⎯, tiene apenas unos 4 millones de años de antigüedad. En otras palabras, llevamos muy poco tiempo aquí…
Talampaya tiene 250 millones de años. De hecho, fue testigo de la división del supercontinente Pangea. Su emplazamiento comprende la cuenca geográfica Triásica, que es considerada por científicos de todo el mundo como uno de los paraísos más importantes en “material geológico”. Como es de suponer, Talampaya cuenta con rocas que documentan la evolución del planeta a lo largo de millones de años. Además, es un importante yacimiento paleontológico. Entre los fósiles descubiertos se encuentra el Lagosuchus Talampayensis, uno de los primeros dinosaurios que habitó la Tierra en los inicios del triásico; también, se encontraron fósiles de tortugas con una antigüedad de 210 millones de años, como la Palaeocheris Talampayens.
Gracias al hallazgo de todos estos animales desconocidos para la ciencia, se está permitiendo completar uno de los estudios más interesantes de la Paleontología: cómo y cuándo surgieron los primeros dinosaurios. Y ampliar los conocimientos sobre los “reptiles mamiferoides”, de cuyo tronco básico aparecieron, posteriormente, los mamíferos.
Incluso, en la entrada del Parque Nacional Talampaya, hay un Museo con información sobre los dinosaurios que allí habitaron 1. Esa región fue un crisol de criaturas impensables…
Si nuestro planeta recibió en el pasado visitas de otros mundos, y si aquellos seres de las estrellas venían con propósitos científicos, Talampaya pudo haber sido un lugar ideal para estudios geológicos y biológicos, en una época en que los seres humanos, sencillamente, no existíamos…
De acuerdo a los mensajes que recibimos en la experiencia de contacto, nuestro Sistema Solar ya fue visitado por seres de Orión hace unos 65 millones de años. Curiosamente, en el final de la “Era de los Dinosaurios” 2. Pero luego descubrimos que hubo otras misiones extraterrestres más antiguas…
¿Por qué le interesaba a los extraterrestres una zona en donde vivían los dinosaurios? ¿Y por qué la expedición de Orión parecía coincidir con la caída del “cuerpo celeste” que puso en jaque a los reptiles gigantes en la Tierra?
Desde nuestra primera expedición a Talampaya, en el año 2002, empezamos a confirmar nuestras informaciones previas y los entretelones de esta historia. Una historia “imposible”, que pude “hilar” con más detalle luego de un nuevo viaje que realicé a las pirámides de Egipto y el Monte Horeb en la Península del Sinaí en marzo de 2003.
En el interior de la Gran Pirámide, en la llamada “Cámara del Rey”, viví una experiencia extraordinaria que me permitió ser “proyectado” espiritualmente hacia las estrellas de Orión. Fue un contacto programado para que pudiera acceder a información de origen extraterrestre. En esa inolvidable vivencia ⎯que nos aportó datos importantísimos sobre el Plan Cósmico⎯, se me habló de viejas bases extraterrestres en la Tierra. Además de Egipto, los seres que me “guiaban” en ese contacto, me hablaron de Talampaya3.
De acuerdo a todo esto, Talampaya habría sido en el pasado una importante “instalación subterránea” de origen extrate-‐‑ rrestre. Con el tiempo, el inmenso “bunker” pasaría a estar bajo la supervisión de la Hermandad Blanca, ya que en él quedaron herramientas de poder y tecnología que debían ser custodiados. Eran los tiempos de “Ankar”, el antiguo nombre de esa región que más tarde se transformará en un Retiro Interior. Tenía sentido ir allí…
El 30 de septiembre del 2000, en Buenos Aires, los Guías extraterrestres ya me adelantaban en una comunicación que debíamos conectar con los puntos aún no “activos” de la Argentina para acceder a su información y enlazar los procesos.
El mensaje decía:
“La misión requiere que diversos puntos de poder en la Argentina sean activados y enlazados. Ello lo irán recibiendo en la medida que vuestro trabajo sea constante y estén dispuestos a asumir nuevas responsabilidades y compromisos.
Vuestra misión es en cada lugar donde se encuentren, por lo tanto estén atentos a las claves que podrían llegar y que muchas veces dejan pasar sin darle la debida importancia.
…Procuren integrarse más como grupo para ir comprendiendo y sintiendo la parte que les toca. Entonces, cuando se encuentren listos, serán convocados para conectar con aquellos lugares de los que les hablamos.
Recorrerán Argentina, y se llevarán más de una sorpresa al encontrar aquello que creían no existía.
Hay muchos puntos que los aguardan, existen conocimientos que los esperan, y más importante aún, un proceso que está en marcha y que depende de cada esfuerzo”.(Oxalc).
Al año siguiente, en el 2001, ante nuestras consultas los extraterrestres empezaron a hablar de Talampaya en comunicaciones recibidas por distintos miembros de los grupos de contacto. Todo ello precipitará la expedición de 2002, que ya mencioné, y que fue muy importante por haber sido la primera aproximación “consciente” a esa antigua base extraterrestre.
En ese viaje, además de un importante archivo fotográfico de los petroglifos y testimonios de los guardaparque sobre hechos “sobrenaturales”, recibimos los primeros datos sobre la historia de Ankar ⎯los extraterrestres llamaron a ese archivo “La Esfera del Conocimiento”⎯, un primer peldaño de comprensión para redescubrir por qué Talampaya y la cercana “Ciudad Perdida” eran tan importantes.
Esa expedición fue conformada por María Esther Yrigoyen de Bariloche, Amalia Michel de Entre Ríos, Silvia Verlengia y Cristián Sánchez Barros de la ciudad de Buenos Aires. Yo fui el único extranjero. Estuvimos en la zona cinco días, del 9 al 13 de octubre4.
Recuerdo ese viaje con mucho cariño. Ha transcurrido más de una década desde que acampamos en medio de la nada
⎯no existían las modernas instalaciones que hoy ofrece el Parque Nacional⎯, con una vista de los murallones de Talampaya y un cielo estrellado que nos permitió constatar la presencia de los Guías del cosmos.
Ahora bien: ¿Por qué se estableció esa base extraterrestre en Talampaya? ¿Qué conexión existe con los dinosaurios y el arribo de la misión científica de Orión? ¿Por qué en mi experiencia de contacto en Egipto surgió Talampaya como un lugar “clave” para comprender nuestro pasado extraterrestre?
Experimentos genéticos
De acuerdo a los seres del cosmos, fuimos visitados desde la noche de los tiempos. Nuestro planeta, en una época temprana de formación, habría recibido a distintas misiones científicas de la llamada “Confederación de Mundos de la Galaxia”. El objetivo era ayudar al planeta para crear las mejores condiciones de vida.
Cuando estas “condiciones” fueron auspiciosas, los extraterrestres sembraron patrones de vida de sus mundos de origen. La Tierra, cual “laboratorio natural” predestinado, cobijó a esas moléculas autoreplicantes que se mezclaron con las primeras formas de vida que surgieron en el planeta. Es decir: nuestro mundo permitió que tanto formas de vida de origen extraterrestre como manifestaciones propias que se engendraron en su seno, coexistieran.
Los extraterrestres estaban interesados en ver material orgánico de sus mundos de origen adaptarse y crecer en la Tierra bajo “reglas distintas”. Desde luego, la agenda apuntaba a la posterior aparición del ser humano.
Según ellos, el hombre debía ser una “síntesis” del Universo, y desarrollarse en un “mundo escuela” como la Tierra para hallar el equilibrio interrumpido en la evolución. Los extraterrestres sólo ejecutaban la parte física de este proyecto. Los designios provenían de planos superiores. Por esta razón, la presencia de seres de otros mundos en la Tierra, colaborando en nuestro surgimiento como especie, no contradice la existencia de lo divino.
Pero antes de que surgiera el hombre, una especie se adueñó del planeta, poniendo en riesgo nuestra aparición: los dinosaurios.
Aquellas criaturas ⎯muchas de ellas gigantescas⎯, dominaron los ecosistemas terrestres de la Era Secundaria durante unos 160 millones de años… Curiosamente, una de las principales características de los dinosaurios es la propiedad de tener las patas situadas en posición vertical por debajo del cuerpo, como los mamíferos, y no hacia los costados, como la mayor parte de los reptiles. Los dinosaurios eran reptiles originariamente bípedos e iban en camino a la evolución.
¿Y si esas criaturas no se hubiesen extinguido luego de su largo reinado en la Tierra? ¿El ser humano habría aparecido?
¿Los dinosaurios habrían dado el “salto” hacia una especie “reptilhumanoide”?
Hay diversos estudios que ponen en relieve esa posibilidad: si no hubiesen desaparecido los dinosaurios, nosotros no estaríamos aquí5.
La información que manejamos, es que expediciones científicas extraterrestres vinieron a la Tierra interesadas en realizar estudios en los dinosaurios. Pero la expedición de los oriones no estaba en los planes de la Confederación.
Entrando y saliendo de nuestro tiempo, los científicos estelares que seguían a los dinosaurios fueron controlando y observando su evolución, hasta que los oriones decidieron intervenir, directamente, en la genética de aquellas criaturas, con la intención de hacerlas “a su semejanza”. Buena parte de esos científicos provenían del sistema de Rigel, a unos 700-900 años luz de la Tierra. La apariencia de esa civilización extraterrestre es reptiloide. Los dinosaurios terrestres, por lo tanto, les recordaba sus orígenes primitivos.
Debo aclarar ⎯por la literatura ufológica que inunda actualmente internet⎯, que un ser del cosmos con apariencia reptil no necesariamente tiene que ser una entidad violenta y maligna. Hay de todo en el Universo, pero la misión de Rigel sólo tenía un interés científico en una especie que les recordaba, como dije, su génesis biológica. Talampaya fue uno de los principales escenarios de sus estudios.
La conflagración vino después. Y fue precipitada, aunque resulte increíble, por la propia Confederación… Una decisión estratégica para “eliminar” a los dinosaurios y asegurar la posterior aparición del hombre ⎯el “proyecto lemuriano” en África6⎯, sería el eje de un enfrentamiento de posturas entre distintas civilizaciones extraterrestres. Iremos comprendiendo la trama más adelante…
Instalaciones extraterrestres ayer: centros de la Hermandad Blanca hoy.
Benjamín Solari Parravicini, el célebre sensitivo argentino, recibió esta intrigante psicografía en 1959:
“Razas extraterrestres regresarán a la Tierra. Ellas ocuparán ciudades subterráneas que de ellas fueron, y aún habitadas por sus naturales aclimatados. Bajarán para restablecer costumbres que fueron superiores a las nuestras, hoy desaparecidas. Las manifestarán en forma telepática… Será en el 2000”.
Suelo citar el contenido de está psicografía porque cuenta una historia no muy conocida dentro del contacto extraterrestre: muchas de las “instalaciones intraterrenas” que hoy ocupa la Hermandad Blanca, fueron, originalmente, construidas por viejas misiones extraterrestres en el planeta.
Y Talampaya, no es la excepción…
Parravicini canaliza en esta psicografía el retorno de seres del cosmos que “ocuparán ciudades subterráneas que de ellos fueron”. Recuerda, inevitablemente, la historia de Erks y su origen celeste. Una historia que, como veremos a lo largo de este libro, está unida al misterio de Talampaya.
Pero la psicografía añade que esas ciudades subterráneas de origen extraterrestre aún están habitadas por sus “naturales aclimatados”. Es muy probable que se refiera a la Hermandad Blanca: descendientes de aquellos que sobrevivieron a la última catástrofe planetaria que hundió Atlántida y otros mundos olvidados.
La Hermandad Blanca, aunque también de origen cósmico, en su etapa más reciente en la Tierra ha sido conformada por los remanentes de Atlántida, Mu y Lemuria (ambos se suelen confundir: Mu estaba en el océano Pacífico, y Lemuria se hallaba emplazada en África y Madagascar), quienes han resguardado en el mundo intraterreno los Anales Sagrados de su cultura. Un valioso compendio de conocimiento “antediluviano” que será entregado al hombre de superficie cuando éste recupere la memoria y se encuentre listo para emprender la Magna Obra: crear un futuro distinto planetario en armonía con las leyes superiores.
Tal vez a ello se refiera el mensaje de Parravicini cuando afir-‐‑ ma que se restablecerán “costumbres superiores”, hoy desaparecidas… Por lo que se interpreta de esta psicografía, mensajes telepáticos de estos seres anunciarían el advenimiento de esa nueva etapa. Y por alguna razón se marca el año 2000. Curiosamente, esta última década, la peregrinación a lugares de poder, vinculados con la Hermandad Blanca, se ha incrementado visiblemente. Hay que decir que en buena medida por el fenómeno 2012 y su pésima interpretación de “fin del mundo” o, en su contraparte, de la “ascensión” del planeta a una cuarta o quinta dimensión. Como fuese, ninguna de esas cosas sucedieron. Al margen de que estamos en tránsito, gradualmente, hacia esferas superiores de consciencia, fue un grave error afirmar que algo extraordinario iba a ocurrir el 21 de diciembre del 2012. Nosotros lo advertimos en años previos: era solo el cierre de una etapa y el inicio de otra7.
Independientemente de los viajes que se han hecho por todo el planeta, movidos por lo que “podía pasar” en 2012 ⎯sin contar los “refugios” que algunos construyeron esperando lo peor⎯, hubo expediciones y trabajos impulsados por una energía genuina de servicio. Viajes que conectaron con santuarios de poder de la Hermandad Blanca como parte de una tarea encomendada por la propia Confederación.
Uno de esos trabajos fue la conexión con los lugares de poder que resguardan los discos solares.
En gran medida, a esta tarea, se debió nuestros primeros viajes a Talampaya y Ciudad Perdida.
A pesar de que he tratado el asunto de los discos solares en mis anteriores libros, considero importante hacer un breve repaso de esta información y explicar cómo conecta con Talampaya y los “naturales aclimatados”…
Parravicini, una vez más, tenía razón…
Capítulo II
Los Intraterrestres y sus Centros de Iniciación
La Hermandad Blanca es una organización cósmica. Llegó a nuestro planeta hace más de 10.000 años, luego de la destrucción de la Atlántida. Su primera “base” fue establecida en el desierto de Gobi, Mongolia, en donde depositaron la misteriosa “Piedra de Orión” o Chintamani: un cristal octaédrico de color verde capaz de registrar toda la información de la Tierra y, al mismo tiempo, brindar una poderosa energía de vida. Esa radiación, también de color verde, será llamada “Vril” por la literatura esotérica. El brillo de esa luz anima a los seres y los conduce a la suprema iniciación. Las leyendas cuentan que el cristal cósmico de la Hermandad Blanca del Gobi era esa Luz Maxim que guiaba a los caminantes en su peregrinación hacia el Belukha, la montaña sagrada del Altai, en Siberia. Dentro de ese macizo, por un tiempo, estuvo oculta la nave blanca en la que llegaron los 32 Mentores de la Luz, tal y como los describe el texto esotérico “Las Tablas Esmeralda” de Thot1:
“…Después para un lugar donde habitar, muy debajo de la corteza terrestre, explotaron ellos grandes espacios con su poder, espacios lejos de los hijos de los hombres. Rodeados por fuerzas y poder, escudaron del daño a los Salones de los Muertos.
De lado a lado entonces, colocaron ellos otros espacios, llenos con Vida y con Luz de arriba. Construyeron así los Salones de Amenti, que pueden habitar eternamente ahí, viviendo con vida hasta el fin de la eternidad.
Treinta y dos estaban ahí de los hijos, hijos de la Luz que habían venido entre los hombres, buscando liberar de la esclavitud de la oscuridad a aquellos que estaban atados por la fuerza del más allá.
En lo profundo de los Salones de la Vida creció una flor, ardiendo, expandiéndose, manejando la noche hacia atrás.
Colocaron en el centro, un rayo de gran potencia, dador de Vida, dador de Luz, llenando con poder a todo el que se acercara. Colocaron a su alrededor tronos, dos y treinta, lugares para cada uno de los Hijos de la Luz, para que ellos fueran bañados en el resplandor, llenados con la Vida de la Luz eterna”.
El “rayo de gran potencia” que colocaron los 32 fundadores de Shambhala en el desierto de Gobi, no es otra cosa que Chintamani, la piedra de poder que trajeron del cosmos con una misión… Ese inmenso cristal tiene la facultad de liberar tres objetos pequeños, para que se mezclen entre los hombres de superficie y capte de ellos sus hazañas y aprendizajes. Entre los “fragmentos” más conocidos de Chintamani se halla la piedra sagrada de los lamas tibetanos ⎯también llamada Chintamani⎯, el Caliz de Buda, el Santo Grial de Cristo ⎯cuya leyenda original lo describe, también, como una piedra verde “caída del cielo”⎯, o la Diosa Umiña de los in-‐‑ cas ⎯curiosamente, Umiña en quechua significa “esmeralda”⎯. Actualmente, el cristal principal del Gobi se encuentra emplazado en el Monte Sajama, la montaña más alta de los Andes bolivianos. Y mientras escribo estas líneas, los tres fragmentos se hallan en el templo subterráneo de Kayona, en Antártida; en el cráter Rano Raraku, en isla de Pascua ⎯el “mana” o energía verde de los rapanui⎯; y el tercero en custodia de Alcir, el guardián intraterreno del Gran Disco Solar del Paititi2.
Ese disco dorado que la Hermandad Blanca del Paititi protege, fue construido por los 32 Mentores de la Luz en el desierto de Gobi. El objetivo de esa tarea era “activar” otros doce discos ocultos en el mundo, fragmentos de un “espejo interdimensional” que fue creado por los sacerdotes de la olvidada Lemuria.
En aquellos lejanos tiempos, el gran espejo de Lemuria era peligroso, ya que podía desencadenar, prematuramente, toda clase de eventos interdimensionales en el planeta. Por ello fue “desactivado”, separándolo en doce fragmentos.
Con el arribo de la misión extraterrestre en el desierto de Gobi, se decidió reactivar el proyecto lemuriano enlazando los doce fragmentos con la construcción de un disco número trece: un elemento que pudiese reunir, energéticamente, el “Espejo del Tiempo” de los lemurianos.
A partir de todo esto se le llamará la “Red del Tiempo”, una disposición estratégica de estos trece discos dorados en la zona más activa energéticamente del planeta ⎯el sector oriental del Anillo de Fuego, desde Mount Shasta hasta la Antártida⎯, con miras a colaborar en la ascención del planeta hacia otra esfera de consciencia o “realidad”.
Los discos están construidos con una aleación de piedras de poder y vibraciones (tonos o sonidos). En algún punto esta información recuerda historias de la Atlántida y su legendario Orichalcum, citado por Platón3.
¿En dónde se enlaza todo esto con Talampaya? De acuerdo a los seres que nos contactan, uno de estos trece discos se halla emplazado bajo el “Mogote Negro” de Ciudad Perdida, en el Parque Nacional Talampaya: un cerro piramidal que no es otra cosa que el núcleo de un antiguo volcán…
Aunque su última erupción fue hace 18 millones de años, la zona está activa energéticamente. Recorriendo su cráter de 3 kilómetros de diámetro, en medio de laberintos de roca formados por antiguos cursos de agua y lava, el caminante siente que está entrando en otra realidad.
Desde que empecé a trabajar con el misterio del Disco Solar del Paititi ⎯a raíz del contacto físico con Alcir, en la expedición al Manú de 1996⎯, y la información que los Guías extraterrestres me entregaron en Celea, en 2001, sobre los trece discos4, muchos viajes se han realizado para lograr la definitiva activación de esta red, hoy despierta y operativa.
Debo decir que en aquellos años nadie hablaba de los discos solares. Hoy es un tema muy difundido que ha sido adoptado por diversos grupos místicos y de contacto. El mensaje es de todos y la luz debe difundirse. Pero debo aclarar que no tengo vínculo alguno con aquellos grupos que citan la información que recibimos en un contexto religioso y, me atrevería a decir, sectario. Tampoco he organizado ⎯ni lo haré⎯, viajes de “activación de los discos solares” con fines de lucro. Toda esta tarea, ya concluida, se hizo como una labor de servicio y con nuestro propio esfuerzo.
Uno de los aportes que compartimos para conectar con esa red de herramientas de poder de la Hermandad Blanca, ha sido el mantra de los discos solares. Recibimos los nombres y sus “tonos” en la expedición a las Sierras del Roncador, en Brasil, en agosto de 2004, y luego en la experiencia que me llevó a Kayona, la ciudad perdida bajo los hielos de la Antártida, en diciembre de ese mismo año. Luego de ello, gracias a la importante colaboración de Jaqueline Illica Magnani de Buenos Aires, e Ignacio González Trejo de México, confirmamos la base de la melodía de un mantra que hoy es cantado por miles de personas en todo el mundo5.
Ese “canto antiguo”, que se remonta a los tiempos de Lemuria, reune trece vibraciones o “códigos de luz” en un solo mantra que ayuda a envolver al planeta en un campo de fuerza de ascensión. Permite, además, conectar con los trece santuarios intraterrenos que protegen esos discos y, por con-‐‑ secuencia, con la información allí resguardada.
El mantra o nombre cósmico del disco solar de Talampaya es “Mitakunah”. A continuación, un esquema de la ubicación de los discos solares. Parece seguir un orden geográfico, de nor-‐‑ te a sur. Empero, en realidad, su emplazamiento sigue un “mapa energético”, dispuesto por la Jerarquía:
1. Monte Shasta, Estados Unidos: Emanashi
2. Valle Siete Luminarias, México: Sipenbó
3. Ciudad Blanca, Honduras: Aromane
4. Guatavita, Colombia: Xemancó
5. Roraima, Venezuela: Urinam
6. Cueva de los Tayos, Ecuador: Jasintah
7. Paititi, Perú: Ilumana
8. Lago Titicaca, Bolivia: Demayón
9. Licancabur, Chile: Ramayah
10. Talampaya, Argentina: Mitakunah
11. Sierra del Roncador, Brasil: Omsarah
12. Aurora, Uruguay: Ulimen
13. Antártida: Ion
Esta es la información original de los discos solares, entregada y confirmada por los Guías extraterrestres y los guardianes de la Hermandad Blanca.
Hemos visitado todos esos santuarios. Una tarea que hicimos hace ya varios años y que ha inspirado a otros caminantes para acudir a los centros de iniciación de los Maestros.
En el caso de Talampaya, por haber sido en el pasado una vieja instalación extraterrestre ⎯que albergaba laboratorios genéticos orientados a la “evolución rápida” de los dinosaurios⎯, era un Retiro Interior en estado de “cuarentena”. Es decir, aun no se hallaba totalmente activo como centro de iniciación, ni conectado con otros santuarios intraterrenos de la Argentina. Mas esa situación empezó a cambiar en el equinoccio de septiembre de 2012, y fue consolidada, después, el 9 de septiembre de 2013 con el Concilio del Nuevo Tiempo.
Los “naturales aclimatados” de Parravicini ⎯los Maestros intraterrenos⎯, protegen actualmente las tres entradas interdimensionales de Talampaya. Lo explicaré en las próximas páginas.
Al igual que los mantras de Erks, que permitían entrar en contacto con las “luces” del Uritorco o Los Terrones, Talampaya posee sus claves. Palabras de poder, como los nombres de los discos solares, que por alguna razón desconocida nos une a lo “invisible”.
Los centros de la Hermandad Blanca, más allá de su función de ser grandes dispensas de conocimiento, y “agujas” de acupuntura planetarias ⎯ya que se asientan sobre líneas de fuerza naturales⎯, funcionan como templos iniciáticos. Esos lugares mágicos de los Maestros ⎯que están en comunicación con los visitantes del cosmos⎯, siguiendo la misión de Shambhala en el desierto de Gobi, procuran activar el recuerdo en el peregrino dormido a través de experiencias que le devuelvan la memoria. Recuperar el conocimiento nos conduce hacia la consciencia (Ciencia=Conocer=Uno mismo): Y de la consciencia a la acción.
Desde luego, no es imperante que el sincero buscador de la verdad busque su iluminación en Talampaya, el desierto de Gobi o cualquier otro santuario de la Hermandad Blanca. El contacto empieza en lo más íntimo del ser. En el silencio y la autoobservación.
No obstante, los centros de iniciación de la Hermandad Blanca cumplen una función complementaria de aprendizaje.
Los mantras y las ceremonias de luz en estos centros sagrados, forman parte de ese proceso dispuesto por la Jerarquía.
Es necesario analizar todo esto para comprender el vínculo entre Talampaya y Erks.