Uno de los últimos exoplanetas descubiertos, bautizado con el nombre de Kepler 63b, confirma la existencia de cuerpos planetarios cuya órbita traza un recorrido perpendicular al ecuador de su estrella. Hasta el momento este tipo de trayectorias como la de Nibiru se tenía por algo imposible pero… una vez más, los hallazgos obligan a cambiar el establishment científico actual.
Recreación de la nasa del planeta Kepler 63b, cuya órbita describe un recorrido totalmente perpendicular.
Un descubrimiento asombroso
Nuevamente, los descubrimientos del ya veterano telescopio espacial Kepler que lleva más de 100 planetas confirmados en 69 sistemas solares distintos en los 4 años a sus espaldas de su brillante hoja de servicios y, del que todavía se espera mucho, han vuelto a sorprender por enésima vez a la comunidad científica internacional. En esta ocasión ha detectado un exoplaneta con unas particularidades orbitales que invitan a la reflexión, el debate y la revisión de algunos conceptos establecidos desde hace algún tiempo en el mismo seno de la ciencia acerca de la dinámica interna de los sistemas estelares. Y es que el protagonista de tal evento, Kepler 63b, se mueve alrededor de su estrella de un modo muy característico, pues su recorrido presenta una inclinación en ángulo recto, eso es de 90°, con respecto al ecuador de la misma.
David Latham es astrónomo senior del Observatorio Astrofísico Smithsoniano (SAO) estadounidense. Sus recientes investigaciones se centran en el descubrimiento y caracterización de exoplanetas en tránsito, tanto de la tierra como desde el espacio. Toda la información del hallazgo del Kepler 63b ha sido publicada mediante un artículo en la revista Astrophysical Journal
Siempre según los astrónomos, se daba por hecho que si un planeta posee una desalineación considerable de su itinerario habitual en relación al ecuador de la estrella a la cual circunda, estoresulta un factor fatal que inevitablemente provoca su desestabilización primero y luego sudestrucción. Con lo cual encontrarse con este insólito mundo con una órbita de inclinación tan pronunciada ha sido todo un jarro de agua fría que obligará a replantearse muchísimas cuestiones, abriendo así otro extenso y no menos interesante abanico de posibilidades a tener en cuenta a la hora de seguir buscando otros cuerpos celestes… incluso dentro del sistema solar.
David Latham y su equipo del Centro de Astrofísica de Harvard-Smithsonian afincado enCambridge han sido los artífices de la revelación; ratificando además que son posibles los planetas con órbitas polares coincidentes con su propio eje de rotación; algo que hasta ahora apenas resultaba una hipótesis bastante improbable y un tanto alocada bajo la óptica contemporánea. El Kepler 63b se encuentra más o menos a unos 600 años luz de la Tierra, en los dominios de la constelación del cisne y, gira alrededor de una modesta estrella muy similar o casi idéntica al Sol, al menos en lo que a masa y temperatura se refiere.
El planeta Nibiru de Zecharia Sitchin
Zecharia Sitchin con la reproducción de una tablilla cuneiforme en las que se basan sus teorías sobre el planeta nibiru y los anunnakis.
Si bien es cierto que su especialidad estaba fuera de los círculos astronómicos y ambientes semejantes, Zecharia Sitchin, a mediados de la década de los 70, publicó el primer libro de una serie de proyectos editoriales que no ha sido poco lo que han dado que hablar a pesar de ser rechazados por el mundo académico. En 1976 vio la luz, bajo el título de “El 12º planeta”, una increíble publicación donde entre otras cosas se postulaba la existencia en el Sistema Solar de un miembro planetario desconocido y no catalogado todavía; su nombre es Nibiru. Al igual que Kepler 63b, Sitchin lo pintaba con una órbita perpendicular al ecuador solar.
Y, aunque las ideas controvertidas de este autor resultan bastante discutibles en muchos aspectos, la probable existencia de Nibiru, con más o menos acierto por su parte, viene respaldada por documentos sumerios de más de 3000 años de antigüedad como lo son el Enuma Elish, el Mul Apin o los denominados Astrolabios. Todos ellostextos que, presumiblemente se basan en observaciones celestes reales de la considerada primera civilización. Así pues, este planeta oculto habría resultado visible por un breve período de tiempo en el cielo nocturno para nuestros antepasados, coincidiendo con el paso por el punto más cercano al Sol de su amplio y milenario recorrido.
reproducción de una de las tablas Mul.Apin
Dejando a un lado el resto de planteamientos deSitchin, este se encontró con dos obstáculos principales a la hora de que la ciencia considerara la posibilidad de la existencia de tal astro dentro de los dominios del Sol en la forma que lo presentaba.
El primero de ellos era justo la prominente y subrayada inclinación de la órbita propuesta para un planeta, en este caso Nibiru, de 90°, que hasta ahora se ha tenido por un imposible y que en este momento David Latham y sus colegas acaban de confirmar; no sólo es posible sino que además tenemos una magnífica muestra.
Y por otro lado, seguramente con razón a juzgar por los parámetros que a día de hoy se manejan, todavía resulta difícil de digerir para los astrofísicos el concepto de que un planeta se comporte como un cometa, que era el modo en el cual Sitchin nos mostraba a Nibiru, con un recorrido elíptico al estilo de un cometa.
Historia del planeta X
Aunque Nibiru como hipotético planeta por descubrir no es nada popular en el mundo científico sino más bien todo lo contrario, para sorpresa de muchos tiene un homólogo dentro de su amparo; se trata del planeta X. A primera vista esta ambigua denominación nos puede recordar al número 10 romano o cierto género de películas bastante populares, sin embargo, se refiere simplemente a desconocido, en concreto a un probable cuerpo planetario situado más allá de Neptuno. Aun así podríamos decir que su historia arranca en el año 1843, justo cuando John Couch Adams, célebre matemático y astrónomo británico, se encontraba estudiando las irregularidades orbitales de Urano. Una de sus conclusiones, a partir de las interacciones gravitatorias detectadas, fue que debía existir un octavo planeta tirando de aquel gigante gaseoso. De este modo se descubrió Neptuno pocos años después en 1846, orbitando al Sol a unas 30 unidades astronómicas (UA) de distancia del mismo.
Pero el asombro de los científicos de la época no terminó aquí, pues la órbita del nuevo astro no estaba exenta de anomalías, en consecuencia no tardó a arrancar una búsqueda a la caza de un noveno planeta en el Sistema Solar que, de una forma u otra, sigue vigente en la actualidad.Percival Lowell (1855-1916), astrónomo aficionado, empezó a buscarlo en 1905 y lo llamó planeta X. Sin embargo no fue hasta 14 años después de la muerte de Lowell, cuando se encontró otro miembro importante de la corte del astro rey,
Plutón, descubierto por Clyde Tombaugh (1906-1997) que metódicamente había seguido los pasos de Lowell. Ambos utilizaban una técnica que consistía en tomar dos fotografías de la misma zona celeste pero en dos días diferentes. La verdad que la empresa resultaba bastante tediosa, cada una de las fotografías contenía entre 50000 y 400000 estrellas y, si al final ambas imágenes resultaban idénticas, sería porque los puntos de luz se correspondían solamente con estrellas. Así pues, al proyectar ambas sobre una pantalla, quedarían perfectamente superpuestas y ninguna estrella o punto de luz se movería. En cambio, si había un planeta entre estas, su luz se movería sobre dicho fondo fijo durante el proceso de alternancia de las imágenes descritas.
recreación de la nasa del planeta Sedna, el penúltimo candidato a planeta X, con vistas a la parte interna del sistema solar donde el sol aparece al fondo casi como una estrella más debido a la gran distancia que les separa.
Como cabría esperar… al final se movería. El 18 de febrero de 1930, Tombaugh se percató de que situado en la constelación de los gemelos había un pequeño objeto que se desplazaba muy lentamente, motivo por el cual debería estar aún más lejos que el propio Neptuno. Antes del transcurso de un mes a partir del hallazgo, se anunció el trascendental descubrimiento de aquel objeto transneptuniano. Se le puso nombre de Plutón al igual que su homónimo dios romano, por aquello de la oscuridad infernal con la que se relaciona este dios de los muertos. No obstante, pronto resultó evidente que el diminuto Plutón no disponía de suficiente masa para explicar satisfactoriamente las alteraciones observadas en la órbita del enorme Neptuno, por lo que la búsqueda del Plantea X no se pudo dar por concluida.
Desde entonces se han encontrado diversos planetas enanos o similares a Plutón, como su satélite Caronte; ambos forman una especie de sistema binario. Pero ha sido durante los últimos diez años cuando se ha engordado significativamente la lista de objetos cuya ubicación reside más allá de Neptuno entre los que destacaría el Sedna por sus particulares peculiaridades. Otros son los Make Make, Hidra, Haumea, Varuna, Eris, Ixión, Quaoar y Orcus. En este sentido, Alan Stern, astrónomo y científico planetario en el Instituto de Investigación del Suroeste (SwRI) en Boulder, Colorado,afirmó hace poco que “Cuando se escriba finalmente la historia del Sistema Solar, es mucho más probable que estemos más cerca de los 900 planetas que de los 9 con los que crecimos”. Sin duda una declaración interesante.
Sigue la búsqueda
En la misma línea de investigación acerca del Planeta X pero en tiempos modernos, han saltado a la palestra otras ideas similares apoyando la existencia de algún objeto transneptuniano de carácter masivo como Némesis o Tyche. Los nuevos estudios de científicos de la talla de John J.Matese, Daniel P. Whitmire, Lorenzo Iorio y Rodney Gomes, apuntan a la presencia casinecesaria de uno de estos cuerpos celestes para darle una explicación a lo que ocurre en el denominado “acantilado de Kuiper”. Y el catálogo de posibilidades resultante se muestra bastante amplio y no deja de crecer día a día a medida que se incrementan las variables utilizadas en los cálculos, pues dicho objeto podría ser desde un pequeño planeta idéntico a Marte, hasta un gigante gaseoso tipo Júpiter o incluso una enana marrón; todo iría en la función de la distancia a la que se encontrara situado este cuerpo escurridizo que se resiste a volver el rostro desde los oscuros confines del sistema solar.
Pero vayamos por partes; el Cinturón de Kuiper es una región con forma discoidal situada más allá de Neptuno, más o menos entre las 30 y 100 UA de distancia desde el Sol, que además, contiene infinitud de pequeños cuerpos helados. Se piensa que se trata de la fuente de los cometas de periodo corto. Parece ser que en ocasiones, la órbita de alguno de estos objetos se ve perturbada por diversas interacciones, presumiblemente de los grandes planetas gaseosos, y sucede que se descuelgan de su emplazamiento habitual. Así pues su futuro más probable pasa por tener un encuentro cercano con Neptuno, el cual terminará por expulsarlo del sistema solar o por el contrario lo enviará hacia la parte interna del mismo.
Vista del Sistema Solar rodeado por el cinturón de Kuiper con disposición discoidal y la nube de oort de forma esférica, o lo que es lo mismo, nuestra geografía cósmica más próxima.
Asimismo resulta cuanto menos desconcertante otro evento que tiene lugar en esta zona tan peculiar. Su parte más alejada recibe el nombre de acantilado de Kuiper. Y los astrofísicos han elegido esta curiosa denominación precisamente porque allí la densidad de objetos del cinturón decrece drásticamente, cae en picado, y esta incógnita sigue provocado verdaderos quebraderos de cabeza en el presente. Una de las explicaciones más lógicas para justificar este extraño comportamiento no sería otra que la existencia de un planeta con una masa suficientemente grande como para atraer y sacar con su propia gravedad a todos esos objetos de su órbita, quedando claro así el porqué de esta especie de vacío. En pocas palabras, la causa principal equivaldría a una versión postrera de Planeta X.
Esta es la hipótesis más probable para Rodney Gomes, astrónomo del Observatorio Nacional de Brasil, en Río de Janeiro, que también señalaba que el planeta advertido podría emplazarse lo suficientemente lejos como para no ser detectado, aunque esas alteraciones de los objetos del cinturón de Kuiper prácticamente delatan su presencia en alguna parte. Y es que al menos, seis cuerpos importantes del propio cinturón que ha estudiado pacientemente en el que se incluiría el distante Sedna, se encuentran en posiciones y circunstancias muy exóticas, comparadas con dónde deberían estar según los modelos existentes.
omes presentó su descubrimiento el pasado 15 de mayo de 2012 en una reunión de la Sociedad Astronómica Americana en Oregón (Estados Unidos). Para su estudio, analizó y examinó incansablemente ni más ni menos que las órbitas de 92 de estos cuerpos, comparando los resultados con multitud de simulaciones realizadas por ordenador de cómo tendrían que estar distribuidos dichos objetos, con o sin el nuevo astro. Mas al final, sin él de por medio, el resultado de las simulaciones no producían ni de lejos, las órbitas tan alargadas como las observadas en los seis afectados. Para Rodney no queda claro la dimensión exacta del cuerpo celeste pero, desde luego, localizarlo resultará todo un reto, pues podría estar prácticamente en cualquier lugar ahí afuera.
Un nuevo modelo de sistema solar
Este sería un hipotético modelo de Sistema Solar donde encontraríamos al planeta Nibiru orbitando a una enana marrón u otro cuerpo planetario (planeta x y planeta y, por descubrir), y ambos orbitando a Sol conjuntamente en la distancia. De forma que, este planeta X (seguramente un gran objeto helado) pudiera resultar visible desde la Tierra en su punto de máxima aproximación.
Teniendo en cuenta los flamantes descubrimientos astronómicos como el de Kepler 63b y las no menos recientes hipótesis acerca de astros por descubrir en el sistema solar tipo Tyche o Némesisde los últimos años, qué duda cabe que la figura de Nibiru ha superado de buen grado el estatus de factible; pero nunca bajo la jurisdicción de los dictados de Sitchin. Necesitaría de algunos arreglos y matices que encajarían a la perfección dentro de las posibilidades que ofrece la ciencia y que, por otra parte, también estarían de acuerdo con el legado astronómico sumerio.
En conclusión, dentro de este fresco decorado de lo más vanguardista que ofrecen los elementos de juicio expuestos, no sería nada raro que al final formáramos parte de un sistema estelar binario -entre otras posibilidades- del que todavía se desconoce la identidad de la compañera de fatigas del astro rey. Lo digo en femenino porque uno de los más firmes candidatos a tal certamen resultaría una estrella tipo enana marrón, que escoltara al Sol en la distancia. Justamente aquí, en este escenario, es donde un planeta como Nibiru hallaría su lugar bien asentado.
Y es que siendo un planeta Nibiru y comportándose como tal, del mismo modo que Kepler 63b,podría estar orbitando en sentido perpendicular a la citada y supuesta socia del Sol u otro cuerpo planetario, también desconocido por el momento. De esta manera no incumpliría las leyes fundamentales de la astrofísica a la vez que resultase un componente inaudito dentro de la vasta matriz del sistema solar.
Seguramente será pronto para sacar conclusiones definitivas pero los próximos años prometen ser muy interesantes al respecto. Sobre todo porque, aunque explorar el cosmos en persecución de un astro del que nada o apenas se sabe de su auténtica ubicación es como buscar una aguja en un pajar y además de color transparente, pues, la puerta sigue abierta a futuros encuentros con mundos ocultos como Nibiru residentes en las tenebrosas profundidades de nuestro sistema solar. Y es que el planeta Nibiru parece estar más cerca cada día.
Para saber más sobre el nibiru sumerio y contrastado con el legado astronómico de otros pueblos antiguos como el egipcio, el dogón, la maná, etc., recomiendo la siguiente obra de mi autoría: “NIBIRU. Si no existe habrá que inventarlo” por Samuel García Barrajón, SAM, Palibrio2012. Un itinerario apasionante que no deja a nadie indiferente”. Ya a la venta en Casadellibro:
Por : Samuel García Barrajón en Investigación y Misterio