Poco a poco se acumulan los indicios inquietantes sobre nuestro futuro como especie.
Algunos de ellos son más llamativos; otros pasan más desapercibidos.
Lo que nadie puede negar es que el ser humano está a las puertas de una transformación sin precedentes y debemos empezar a reflexionar muy profundamente sobre qué sentido debemos darle a este gran cambio.
Actualmente muchas personas están distraídas, pensando en futuros de “izquierdas” o “derechas”, convencidas de que afrontan una lucha transcendente a nivel social o económico, cuando lo que está realmente en juego es nuestra mismísima esencia como seres vivos.
Mientras nos distraemos discutiendo sobre si el presidente del gobierno debe vestir traje o debe ir en mangas de camisa, no nos percatamos de que el smartphone que llevamos entre las manos ha cambiado más la faz de la sociedad, la política y la economía que todos los miembros del parlamento juntos.
¿Quién ha provocado cambios más profundos en el mundo en los últimos 20 años? ¿Los últimos 4 presidentes del gobierno o la expansión de Internet?
Centrémonos pues en los elementos determinantes que nos configuran como especie y dejemos de distraernos con el color de las corbatas; Lo que se avecina no es un simple cambio de chaqueta: por primera vez en la historia, debemos decidir si seguimos siendo humanos como hasta ahora o si decidimos ser otra cosa diferente.
Los primeros síntomas de que estamos en los albores de una dramática transformación, provocada por nuestra relación con la tecnología, están por todas partes y adquieren diferentes aspectos, muchas veces problemáticos.
Uno de ellos tiene que ver con nuestra sexualidad y con los modelos de relación que los humanos tendremos en un futuro.
A continuación transcribimos un artículo del diario The Independent, que resulta de lo más revelador al respecto…
LA ADICCIÓN AL PORNO Y LOS VIDEOJUEGOS LLEVAN A UNA CRISIS DE LA MASCULINIDAD
Un prestigioso psicólogo ha advertido de que los jóvenes se enfrentan a una grave crisis de masculinidad debido al consumo excesivo de videojuegos y pornografía.
El célebre psicólogo y profesor emérito de la Universidad de Stanford, Phillip Zimbardo, ha realizado dichas advertencias, que forman parte importante de su último libro, “El hombre (Des) Conectado”.
En una entrevista para un programa de la BBC, Zimbardo habló sobre los resultados de su estudio, una mirada en profundidad sobre la vida de 20.000 jóvenes y sus relaciones con los videojuegos y la pornografía.
Philip Zimbardo
Según Zimbardo: “Nuestra atención se centra en los hombres jóvenes que juegan a videojuegos en exceso y que lo hacen solos en su habitación, aislándose de la sociedad”
“Ahora, con la pornografía libremente disponible, algo único en la historia, estos jóvenes realizan una acticidad combinada: juegan a videojuegos y como descanso, ven un promedio de dos horas de pornografía a la semana”
Zimbardo dice que hay una “crisis” entre los hombres más jóvenes, un gran número de los cuales están experimentando una “nueva forma de adicción” relativa al consumo excesivo de videojuegos y pornografía.
Un país más avanzado a nivel tecnológico que la media y que por lo tanto dibuja el posible horizonte futuro del sexo masculino en todo el mundo, es Japón.
Otros ejemplos de disfunciones sexuales y psicológicas relacionadas con la tecnología, la encontramos en los siguientes artículos…
Zimbardo ya dio una charla en 2011 en la que esbozaba los problemas de desarrollo social de los jóvenes y de su rendimiento académico, que él atribuyó a un uso consumo excesivo de pornografía, videojuegos e Internet.
Citó el ejemplo de una madre que conoció mientras realizaba el estudio, cuyo hijo no ve ningún problema en jugar a videojuegos hasta 15 horas al día.
Zimbardo dijo: “Para mí, el problema no está en el número de horas que juega, sino en los cambios psicológicos en la forma de pensar”
Zimbardo da un ejemplo de la forma de pensar de un joven adicto a los videojuegos y la pornografía; según el chico: “Cuando estoy en clase, me gustaría estar jugando al World of Warcraft. Cuando estoy con una chica, me gustaría estar viendo pornografía, porque así nunca sería rechazado”.
Zimbardo afirma que este fenómeno relativamente nuevo está afectando a la mente de los hombres jóvenes.
Citando la investigación que él y su equipo realizó para el libro, dice: “Esto empieza a cambiar la función cerebral. Está cambiando el centro de recompensa del cerebro, y produce una especie de excitación y adicción”
“Lo que estoy diciendo es que los cerebros de estos muchachos están siendo reprogramados digitalmente”
También mencionó el creciente problema de un fenómeno controvertido en el mundo científico, llamado “disfunción eréctil inducida por el porno”, o PIED: “Los muchachos que deberían ser muy viriles, ahora están teniendo problemas para conseguir una erección”.
“Tienes esta paradoja: están viendo vídeos subidos de tono que deberían excitarlos y en cambio no consiguen excitarse”
Sin embargo, un artículo en Psichology today, sostiene que no hay vínculos científicos demostrables entre el consumo de pornografía y la disfunción eréctil.
Como decimos, este es un tema controvertido en estos momentos en el mundo de la ciencia.
En opinión de Zimbardo, la solución es aceptar que el problema es grave, que los padres deben tomar conciencia de la cantidad de horas que los niños gastan solos en su habitación jugando y viendo porno a expensas de otras actividades.
Zimbardo también culpa a la imagen negativa sobre los hombres que se ofrece en los medios de comunicación estadounidenses, que muestran a los hombres como “patanes, indeseables, que sólo desean tener sexo y que incluso son patosos al practicarlo”
También abogó por una mejor educación sexual en las escuelas, que debería centrarse no sólo en la biología y la seguridad, sino también en las emociones, el contacto físico y las relaciones románticas.
El problema acuciante de la salud mental masculina, se ha convertido en una gran preocupación en la actualidad.
El año pasado se realizó la primera Conferencia sobre Psicología Masculina en la University College de Londres, destinada a fomentar que la Sociedad Británica de Psicología introdujera una sección especializada al sexo masculino.
La Campaña “Campaign Against Living Miserably o CALM” (algo así como Campaña contra vivir miserablemente), se inició en 2006 y ha ganado importancia estos últimos años, por sus esfuerzos en alentar a los hombres a que hablen de sus problemas de salud mental, con el objetivo de reducir la tasa de suicidios masculinos.
Phillip Zimbardo es famoso por el “Experimento Zimbardo”, realizado en 1971 en la Universidad de Stanford, en la que se pidió a 24 estudiantes que realizaran el papel de “guardias” y “prisioneros” en una prisión simulada en los sótanos de la Universidad de Standford.
El experimento, que debía durar dos semanas, fue abandonado después de tan solo seis días, ya que los estudiantes que realizaban el papel de guardias y que antes del experimento se habían mostrado como personas normales, se volvieron extremadamente sádicos y los “prisioneros” se convirtieron en sumisos y deprimidos.
EL SEXO CONSUMISTA
Aunque lo parezca, este no es un tema menor o anecdótico.
Estamos ante los primeros síntomas de una enfermedad social que puede acabar siendo grave para el futuro de la especie y que no es más que el reflejo lógico de una serie de mecanismos que ya configuran el funcionamiento de nuestra sociedad.
Esta nueva modalidad de adicción enfermiza a la pornografía, está íntimamente relacionada con lo que encontramos al entrar en un supermercado o con lo que nos sucede cuando encendemos un televisor.
De hecho, comparte los mismos mecanismos psicológicos de funcionamiento.
Simple y llanamente, es una expresión más del consumismo.
Y es que el consumismo desenfrenado, ese que nos lleva a cambiar de canal compulsivamente o a adquirir todo tipo de productos innecesarios, se basa fundamentalmente en nuestro instinto de supervivencia.
Ese instinto es el que nos lleva a acaparar todo lo que necesitamos para sobrevivir y acumularlo por si acaso se acercan futuros tiempos de dificultad.
Imagina que vives en un estado de incertidumbre constante sobre el mañana, en el cual no sabes si al día siguiente tendrás comida que llevarte a la boca; hasta el punto de que puedes llegar a pasar varios días sin comer.
Ahora imagina que estando en esta situación, te encuentras con un saco lleno de comida y víveres. ¿Qué harás? ¿Te limitarás a comer solo hasta saciarte y después dejarás el saco tirado o te llevarás el saco a tu refugio y guardarás lo que sobre por “si las moscas”?
Este mecanismo de supervivencia y reserva de recursos está arraigado en los más profundo de nuestros genes desde tiempos remotos y es el que, de facto, utiliza la sociedad para convertirnos en ávidos consumistas.
Es el que nos lleva a llenar los armarios hasta los topes con ropa innecesaria y a atestar nuestras neveras de productos que muchas veces acaban pudriéndose en la basura.
Es una necesidad grabada a fuego en los más profundo de nuestras psiques.
Se suman la necesidad instintiva de acaparar recursos, la oportunidad real de saciar esa necesidad y la ilusión de la libertad de elección y todo ello combinado provoca un efecto devastador en nuestras mentes, convirtiéndonos en esclavos psicológicos del consumismo y en unos auténticos adictos.
Pues bien, este mismo mecanismo adictivo con profundas raíces psicológicas es el mismo que se activa en la mente de un hombre cuando entra en una página web pornográfica.
Es indiscutible que los hombres tenemos una pulsión profunda que nos hace desear la posesión de todas las mujeres.
Quizás tenga una raíz biológica, pero lo cierto es que el deseo inconfesable de un hombre es ser el único macho del mundo y poder disponer sexualmente de todas las hembras sin oposición.
Este impulso de “acaparamiento sexual”, es similar al impulso instintivo que nos lleva a acaparar todos aquellos productos que necesitamos para garantizar nuestra supervivencia.
Las webs porno actúan como sucedáneo para este deseo inconfesable e irrealizable.
De repente, a un simple clic de ratón, hay miles de mujeres “disponibles”, con diferentes características y atractivos, dispuestas a realizar sumisamente cualquier práctica sexual ante nuestros ojos.
Es como entrar en unos grandes almacenes con la cartera llena y poder comprar todo aquello que se nos antoje. Aquí la tienda de ropa es una web pornográfica y los pantalones, blusas y chaquetas son chicas orientales, teenagers traviesas y rubias tetudas y viciosas.
De nuevo, como en el caso del consumismo, se suman la necesidad instintiva de acaparar mujeres, la oportunidad “real” de saciar esa necesidad sin oposición y la ilusión de la libertad de elección y todo ello configura un cóctel explosivo en la mente de un hombre, con el consiguiente peligro de acabar convirtiéndose en un adicto al cibersexo.
Además hay un elemento distintivo altamente pernicioso, que convierte la adicción a la pornografía en especialmente peligrosa: el miedo.
En una web pornográfica no hay miedo al rechazo, no hay dificultades, exigencias, ni desengaños.
Solo una sola satisfacción que cumplir, la propia, sin lugar al compromiso.
Y este es un reflejo muy claro de la sociedad que empieza a perfilarse de cara al día de mañana.
Una sociedad que solo premia la comodidad propia y el egoísmo más descarnado, sin correr riesgos emocionales.
Una sociedad formada cada vez por individuos más íntimamente cobardes.
Un ejemplo claro de ello lo encontramos en las cada vez mas omnipresentes páginas y apps de contactos y ligues.
PÁGINAS DE CONTACTOS
Mucha gente las ve como algo necesario, como un instrumento fantástico que permite aumentar las probabilidades de una relación exitosa para “solteros exigentes”.
Pero bajo el pretexto de la búsqueda de las personas afines, se esconde algo mucho más nocivo.
En el fondo, las páginas de contactos son el vehículo perfecto para la expresión de la comodidad, el egoismo, la cobardía y la falta de amor incondicional hacia los demás.
No queremos hacer el esfuerzo de conocer a personas muy diferentes de nosotros y tener que abrirnos a sus intereses y aprender cosas nuevas y nuevos puntos de vista. ¡Qué incómodo! Somos demasiado importantes para perder el tiempo de esta manera. Demasiado esfuerzo. Nosotros nos merecemos un producto que encaje con nuestros requisitos para no tener que movernos ni un milímetro.
Es mas confortable y útil buscar a las personas con las características adecuadas, de la misma manera que buscamos un hotel, unos pantalones o un vehículo acorde con nuestras necesidades.
Y he aquí donde reside la clave del asunto: que las personas no son coches, ni hoteles, ni piezas de ropa que deban enacajar obligatoriamente con nuestras exigencias y no se pueden recomendar, puntuar, ni clasificar por estrellas como los hoteles.
En el mundo actual, cada vez tendemos más a confundir los objetos con las personas y una vez se acabe de instaurar esta visión de la realidad y se alcance una nueva normalidad, nuestro futuro será de los más oscuro.
Porque una vez instalado en nuestra mente el hábito de calificar a los demás individuos como objetos, acabaremos tratando a los demás como simples productos adquiribles y utilizables para nuestro beneficio y disfrute.
Y una vez empecemos a actuar así, ¿qué diferencia habrá entre relacionarse con una persona o con un androide?
Cuando empecemos a pensar así, ¿para qué querremos perder el tiempo buscando una persona que encaje con las características exactas que estamos buscando si podemos encargarla directamente como se encarga una pizza?
Solo tendremos que meternos en la tienda virtual de turno y diseñarla a medida como si fuera un personaje de videojuego. “Un poco más de tetas, un culo más respingón, los ojos más grandes…”; la tecnología nos permitirá que en la tienda nos monten el androide con las características que solicitemos y con el software de personalidad de nuestra elección y nos lo enviarán a casa para que disfrutemos de su compañía.
Puede parecer una exageración, pero estamos dando los primeros pasos para que en el futuro las personas reales y físicas, con todos sus maravillosos defectos y complejidades, acaben siendo consideradas demasiado incómodas, molestas, obsoletas, imperfectas, indeseables e imprevisibles.
Si no tomamos conciencia de ello para corregirlo, vamos camino de un futuro sexual en el que no habrá seres humanos, sino estereotipos animados a los cuales todo el mundo querrá parecerse para ser deseable y no recibir “votos negativos” de la comunidad.
Y eso nos llevará a la destrucción de la individualidad, de la personalidad propia y única, sentando los cimientos para una sociedad represiva y profundamente enferma, formada por pseudo-individuos clonados que se esforzarán constantemente por adaptarse a la última tendencia de lo que es deseable, sexy y apetecible y que odiarán la “imperfección” de los que no reflejen esas tendencias.
ESCLAVOS DE LA INTERFAZ
Uno de los grandes problemas que se están generando en la actualidad, es que hemos permitido que nuestros avances tecnológicos se hayan convertido en intermediarios indispensables a los cuales no podemos ni sabemos renunciar, hasta el punto de que condicionan todos los aspectos de nuestras relaciones y de nuestra existencia.
Pongamos un ejemplo: un smartphone es un instrumento fabuloso, maravilloso, cuya función original era la de facilitar la comunicación entre las personas. Pero paulatinamente ha dejado de ser una herramienta útil para convertirse en otra cosa diferente.
Cuando alguien ve en la terraza de un bar a un grupo de amigos que apenas se hablan entre sí y que están inclinados sobre las pantallas de sus móviles, en lugar de estar riendo, charlando y mirándose a los ojos, podemos empezar a intuir que hay algo que no encaja.
Se hace obvio que esa herramienta, que debía ejercer de intermediaria en la comunicación, ha adquirido una nueva función que va mucho más allá, hasta el punto de alterar tan radicalmente nuestra forma de comunicarnos, que ya no sabemos hacerlo si no es bajo sus dictados.
Como hemos dicho tantas veces, hemos acabado siendo esclavos de nuestras creaciones.
Es un problema que se repite constantemente y que hemos vivido de mil y una maneras diferentes.
En su momento inventamos miles de dioses que debían ayudarnos a sobrellevar la pesada carga de nuestra angustia existencial, pero con el paso del tiempo, todas esas creencias liberadoras han acabado derivando en dogmas con los que programar nuestra mente y encadenar nuestra existencia, con rutinas y tradiciones absurdas de obligatorio cumplimiento, hasta el punto de que al final solo nos han añadido más carga y más dolor, siendo incluso fuente de guerras y disputas sin sentido.
Lo hicimos con todos los dioses que creamos y ahora nos sucede con el desarrollo tecnológico.
Las herramientas a nuestro servicio, las acabamos convirtiendo en pesadas cadenas que solo sirven para destruir nuestra individualiad y nuestra personalidad propia.
Es un proceso enfermizo que se repite constantemente a todas las escalas.
Lo podemos ver con las nuevas tecnologías, donde al final hemos confundido la interacción con la imitación.
A cualquier persona con un mínimo de sensibilidad e intuición, le resulta absolutamente terrorífico ver miles y miles de fotos de selfies de personas diferentes imitando las mismas posturas y las mismas expresiones en la cara, una y otra vez, una y otra vez.
Es como ver una película de horror en la que un inexplicable virus mental se ha apoderado de la mente de la gente que te rodea y les ha convertido en clones psíquicos, borrando cualquier chispa de individualidad y personalidad propia y convirtiendo a los individuos en expresiones insulsas de una misma masa informe.
Las redes sociales, que deberían ser herramientas para la interacción entre individuos y para el enriquecimiento mútuo, solo son espejos en los que replicar la estupidez de los demás hasta límites vomitivos.
Oleadas de campañas virales de origen desconocido irrumpen continuamente como tsunamis uniformadores que se llevan por delante todo atisbo de diferencia y originalidad; es como si estuviéramos en una inmensa batidora que poco a poco nos va mezclando a todos hasta que consigue crear una masa homogénea, informe e insípida.
Un idiota se tira de un balcón a una piscina: mil idiotas se tiran de un balcon a una piscina.
Una idiota pone morritos ante un espejo: un millón de idiotas ponen morritos ante un espejo.
Un grupo de imbéciles se ponen a bailar haciendo el mono: doscientos millones de imbéciles bailan como monos imitando a los primeros.
Lo peor es que este mismo virus planetario está destruyendo la personalidad propia y la individualidad a todas las escalas.
A escala urbana podemos verlo en el centro de todas las grandes ciudades, en forma de Starbucks, McDonald’s o Zaras, que como una infección cancerosa se extienden hasta los últimos confines del planeta y convierten los centros de todas las urbes en clones impersonales de la misma basura.
Dicen que hay una élite que gobierna el mundo y que esa élite está convencida de que el 95% de la población sobramos, que no aportamos nada, que somos irrelevantes y que no tenemos ningun valor, creen que solo servimos para obedecer, para consumir y para contaminar y que el planeta estaría mucho mejor si todos nosotros desapareciéramos.
¿Y cuál es la respuesta de la población ante tal insulto y tal falta de respeto?
Pues bien, parece que la respuesta común es esforzarse denodadamente en darles la razón y en justificar cualquier argumento que nos lleve a una extinción en masa o a ser esclavos obedientes y sumisos.
Debería avergonzarnos a todos.
Disponemos de las mejores herramientas tecnológicas para liberarnos jamás creadas y en cambio las estamos utilizando casi exclusivamente para destruir lo mejor de nuestra esencia individual.
Pero quizás deberíamos ver el vaso medio lleno.
Todo tiene su vertiente positiva.
Y es que ahora, gracias a las redes sociales, ya sabemos que nuestra estupidez es “trending topic”…
GAZZETTA DEL APOCALIPSIS