La del pueblo kurdo ha sido, durante décadas, una historia de sometimiento y persecución.
Con cerca de cuarenta millones de personas de esta etnia sin nación, hoy repartidas entre los territorios deTurquía, Irak, Siria e Irán –una región denominada Kurdistán–, los kurdos han sufrido en sus propias carnes las terribles consecuencias de su anhelo por la independencia y la autonomía.
Con cerca de cuarenta millones de personas de esta etnia sin nación, hoy repartidas entre los territorios deTurquía, Irak, Siria e Irán –una región denominada Kurdistán–, los kurdos han sufrido en sus propias carnes las terribles consecuencias de su anhelo por la independencia y la autonomía.
Los kurdos de Turquía intentaron sin éxito conseguir la independencia en los años 80 del siglo pasado –con guerra abierta incluida–, fueron gaseados en territorio iraquí por Sadam Husein en 1988, y desde el año pasado vienen sufriendo los terribles ataques del Estado Islámico en la región norte de Irak.
Vista del santuario de Lalish, en el kurdistán iraquí | Crédito: Wikipedia.
Una persecución que ha sido especialmente violenta con una pequeña porción del pueblo kurdo, los yazidíes, debido especialmente a las peculiaridades de su culto religioso.
La antiquísima religión yazidí –algunos autores estiman que sus orígenes se remontan al 2000 a.C.–, de carácter gnóstico, es hoy una singular amalgama de creencias, con elementos tomados delzoroastrismo, cristianismo e islam, y cuyos pilares fundamentales fueron asentados en el siglo XII por el sheikh (jeque) Adi ibn Musafir (en kurdo Şêx Adî), un místico sufí que se convirtió en reformador del culto, dándole la mayor parte de las características que posee hoy en día.
Los yazidíes creen en un dios supremo al que llaman Yasdan, un ser tan elevado que no puede ser adorado de forma directa, y rinden también culto a los Siete Grandes Ángeles (o Siete Seres Santos), entre los que destaca Tawûsê Melek (o Malak Taus), el “Ángel Pavo Real”, al que rezan cinco veces al día y que es considerado representante de Dios en la Tierra.
Por desgracia para los kurdos yazidíes, Malak Taus es a menudo nombrado también comoShaytan, un nombre que en el Corán se utiliza para denominar a Satán, por lo que esta confusión ha llevado que en ocasiones los yazidíes hayan sido considerados como “adoradores del Diablo” por parte de musulmanes y cristianos, un error que ha alimentado su mala fama, propiciando su persecución.
Puerta de entrada al templo principal de Lalish, con la famosa serpiente negra | Crédito: Wikipedia.Con la reciente persecución del Estado Islámico en la región norte de Irak, decenas de miles de yazidíes residentes en la zona de Sinjar se vieron obligados a huir de sus hogares. Miles de ellos se refugiaron en las montañas Sinjar, donde se produjo una matanza en la que cientos de yazidíes perecieron a manos de los yihadistas del ISIS, y sus mujeres fueron secuestradas como esclavas.
Otros, más afortunados, consiguieron refugiarse en la ciudad de Lalish –a unos sesenta kilómetros de Mosul–, el santuario más importante de la religión yazidí y enclave en el que se alzan los más destacados templos de este singular culto religioso. Allí se encuentra, por ejemplo, el templo de Lalish, un antiguo santuario cuyos orígenes se remontan al siglo XII, y en cuyo interior se encuentra enterrado el jeque Adi Ibn Musafir.
Este recinto sagrado yazidí es un lugar de peregrinación que debe ser visitado al menos una vez en la vida –al igual que La Meca para los musulmanes–, por los fieles de esta religión. El templo que contiene los restos de Adi Ibn Musafir –considerado por los yazidíes como la encarnación en la Tierra de Melek Taus–, es un llamativo edificio de piedra, ubicado en lo alto de un monte y coronado por curiosas torres cónicas.
La puerta principal del templo cuenta con un curioso detalle que ha originado varias leyendas entre los yazidíes. A la derecha del vano de entrada –coronado por tallas de símbolos vegetales y solares–, una gran serpiente negra que parece reptar por las paredes recibe al visitante. Antes de entrar pisando primero con el pie izquierdo –gesto que hay que repetir en cada uno de los vanos de paso que separan las diferentes estancias–, los yazidíes besan y acarician la serpiente.
Esta curiosa costumbre tiene su origen en dos leyendas que aseguran que la serpiente estuvo una vez viva. Para algunos yazidíes, fue el mismísimo jeque Adi quien la transformó en piedra mientras el ofidio trepaba por el muro. Para otros, fue un compañero de Adi, el jeque Mend –encarnación de otro de los Siete Grandes Ángeles– quien abandonó su forma mortal y se transformó en la serpiente. De ahí que hoy los yazidíes le muestren su veneración y respeto.
Tumba del jeque Adi Ibn Musafir, rodeada por telas de colores | Crédito: Wikipedia.
Nada más atravesar el umbral, los fieles yazidíes se encuentran a la derecha con una pequeña piscina de aguas oscuras. Es el llamado lago de Azreal, el “Ángel de la Muerte” de la tradición yazidí. Para los miembros de esta minoría kurda, es en esta agua donde Azrael limpia su espada después de haberse cobrado el alma de un difunto. Otra tradición, sin embargo, asegura que Azreal trae a la piscina las almas de los muertos, para que sean juzgadas por Melek Taus.
Pero el santuario de Lelish, con el templo que custodia la tumba del jeque Adi –siempre cubierta por telas de colores brillantes– no es el único recinto sagrado que posee la ciudad. También están allí las tumbas de los otros siete “Grandes Ángeles” que se encarnaron en carne mortal junto con Adi Ibn Musafir, además de varias fuentes sagradas –llamadas Zamzam– y otros recintos que los fieles yazidíes deben visitar durante su peregrinación a la ciudad. Una costumbre que es obligatoria cada año para aquellos yazidíes que residen cerca de Lalish, y que los congrega durante varios días en otoño.
Con la cada vez más amenazante presencia del Estado Islámico en el norte de Iraq y otras zonas de la región, los yazidíes –y con ellos su ciudad sagrada de Lalish– corren el riesgo de ser aniquilados por los islamistas radicales, quienes les ofrecen sólo dos alternativas: la conversión al islam suní o la muerte.
Un callejón sin salida para los más fervientes yazidíes, pues su culto prohíbe tajantemente la conversión a otra fe: al igual que uno sólo puede ser yazidí por nacimiento (no se contempla la conversión desde otra religión), quien nace creyente en el culto del “Pavo Real” muere yazidí. Así, los miembros de esta minoría kurda sólo tienen dos opciones: escapar o morir a manos de sus perseguidores.
Por Javier García Blancovie, 24 abr 2015
https://es.noticias.yahoo.com/blogs/arte-secreto/lalish--el-refugio-sagrado-de-los-yazid%C3%ADes-161405243.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario