Un tocón en Nueva Zelanda que debería haberse secado hace mucho tiempo se mantiene vivo gracias a formar parte de un «superorganismo» forestal gigante, que puede incluir centenares de árboles.
Supo ser alguna vez un majestuoso árbol kauri —una especie de conífera endémica que puede alcanzar los 50 metros de alto—, pero ahora luce como un tocón desprovisto de toda vegetación que debería haberse muerto hace rato.
Sin embargo, un nuevo estudio nos ha recordado que lo superficial puede engañarnos. Debajo del suelo, el tocón aún forma parte de un «superorganismo», una red de raíces interconectadas que comparten recursos y que incluyen a docenas o cientos de árboles.
Al injertar sus raíces en las del vecino, el tocón de kauri se alimenta de agua y nutrientes que los otros árboles han recolectado, tal como si fuera un vampiro.
Manteniendo vivo al abuelo «Para el tocón las ventajas son obvias, estaría muerto de no ser por los injertos en las raíces, no tiene ningún tejido verde por sí mismo», explica Sebastian Leuzinger de la Universidad Tecnológica de Auckland, coautor del estudio publicado al respecto.
«Pero, ¿por qué los árboles verdes mantendrían vivo a su abuelo en el suelo del bosque si no parece proporcionarles nada a cambio?» Leuzinger y sus colegas intentaron contestar esta pregunta al estudiar los nutrientes que fluyen a través del tocón vampiro y sus dos vecinos más cercanos.
Utilizando varios sensores para medir el movimiento del agua y la savia (que contiene importantes nutrientes) en los tres árboles, el equipo observó un curioso patrón: el tocón y sus vecinos beben agua en tiempos totalmente opuestos.
Durante el día, cuando sus vibrantes vecinos están ocupados transportando agua desde sus raíces hasta sus hojas, el tocón permanece inactivo.
De noche, cuando sus vecinos se apaciguan, el tocón se activa y el agua comienza a circular a través de lo que queda de su cuerpo.
Los árboles, al parecer, se turnan —sirviendo como surtidores separados en una sola red hidráulica—.
Entonces, la respuesta que esbozan los investigadores es que este resto de árbol, casi muerto, aún forma parte de la red porque sus raíces tienen valor como puente hacia otros árboles perfectamente sanos en el bosque.
Entonces, la respuesta que esbozan los investigadores es que este resto de árbol, casi muerto, aún forma parte de la red porque sus raíces tienen valor como puente hacia otros árboles perfectamente sanos en el bosque.
También es posible que, dado que sus raíces se unieron con las de sus vecinos hace mucho tiempo y que aún es capaz de transportar los nutrientes, su familia no se haya dado cuenta de su condición.
Sea como fuere, los autores opinan que su estudio «tiene consecuencias de largo alcance para nuestra percepción de los árboles», pues es posible que «no estemos tratando con los árboles como individuos, sino con el bosque como un superorganismo», que, potencialmente, podría ayudar a crear una protección adicional contra las sequías.
Fuente: Live Science.
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