El financiero apareció muerto, con heridas en el cuello, en la mañana del sábado en la celda que ocupaba en el Centro Correccional de Nueva YorkJeffrey Epstein, al ingresar en la prisión de Nueva York en la que se suicidó.Handout . REUTERS
EEUU. Jeffrey Epstein, acusado de crear una red de tráfico sexual de menores, se suicida en su celda
¿Lo mató Trump o lo mataron los Clinton? Puede sonar a barbaridad, pero ésas son dos de las hipótesis más populares acerca del suicidio del financiero Jeffrey Esptein, acusado de manejar una red de pederastia entre cuyos clientes estaría el Príncipe Andrés de Inglaterra, el ex gobernador de Nuevo México, ex secretario de Energía y enviado para Corea del Norte con Bill Clinton, Bill Richardson, la estrella del Derecho Alan Dershowitz, y el padre de la Inteligencia Artificial Marvin Minsky, y uno o varios jefes de Gobierno extranjeros cuya identidad -o la de sus países- no se conoce.
Si todo eso suena enloquecido, aquí va otra, lanzada por los seguidores de Donald Trump que se concentran bajo el hashtag #QAnon, para quienes el presidente de Estados Unidos está combatiendo con la ayuda de Vladimir Putin una red mundial de tráfico de menores dirigida por el financiero y filántropo judío George Soros, y que Angela Merkel es la nieta de Adolf Hitler: Epstein está vivo.
Todas estas teorías conspiratorias obedecen a tres factores: la polarización de la vida política de EEUU, la proliferación de mentiras en internet y redes sociales -cuyas empresas no son, desde 1996, responsables de los contenidos que en ellas se viertan-, y las extrañas circunstancias de la muerte de Epstein, justo un día después de que la Justicia autorizara la divulgación de 2.000 páginas de documentos acerca de su caso.
Son documentos que en su mayor parte se refieren a acusaciones previas, que culminaron con una sentencia ridículamente baja para Epstein en 2007, y que habían sido cerradas cuando las demandantes, sobre todo.
Virginia Giuffre, una mujer que trabajaba como masajista en el club de campo de Donald Trump, Mar-a-Lago, en Florida, y que fue 'reclutada' para trabajar como prostituta para Epstein cuando tenía 16 años, es la principal fuente de estas acusaciones.
Virginia Giuffre, una mujer que trabajaba como masajista en el club de campo de Donald Trump, Mar-a-Lago, en Florida, y que fue 'reclutada' para trabajar como prostituta para Epstein cuando tenía 16 años, es la principal fuente de estas acusaciones.
Pero primero la muerte de Epstein. Ése es el nudo gordiano de la cuestión. El financiero apareció muerto, con heridas en el cuello, en la mañana del sábado en la celda que ocupaba en el Centro Correccional de Nueva York.
A pesar de ese nombre, el Centro Correccional de Nueva York no es ninguna cárcel parta delitos menores. Por allí han pasado sospechosos de terrorismo, mafiosos, y hasta Bernie Madoff, el estafador más famoso de la Historia, quien se quejaba de que los fundamentalistas islámicos que estaban en las celdas vecinas no le dejaban dormir con sus constantes llamadas a la oración.
El hecho de que Epstein fuera capaz de suicidarse en ese centro es llamativo. Más aún si se tiene en cuenta que era un preso importante, y que los acusados de este tipo de delitos tienen más propensión a quitarse la vida.
El gestor de hedge funds y amigo de la plana mayor de Hollywood, Wall Street, y gran parte del Congreso y de la Casa Blanca -al menos, de los presidentes Donald Trump y Bill Clinton- tenía, además, dos motivos para ser sometido a vigilancia especial: estaba acusado de abusos sexuales a menores, lo que le convertía en un probable blanco de otros internos, dado que en las cárceles ese tipo de delitos no suelen dar ningún tipo de prestigio; y, lo más grave, ya había tratado de quitarse la vida el 23 de junio, 17 días después de su detención.
VIGILANCIA CADA 15 MINUTOS
Tras aquella intentona, Epstein fue puesto en vigilancia. Eso significa que cada cuarto de hora un funcionario pasaba por su celda para ver cómo estaba, y que todo tipo de material que pudiera ser empleado para cometer suicidio -por ejemplo, sabanas o prendas de ropa susceptibles de transformarse en sogas para ahorcarse- le fueron retiradas.
Pero, hace pocos días, el detenido fue retornado a un régimen normal. Con una excepción: Epstein no volvió a tener un compañero de celda, como había sido el caso hasta el día 23 de julio, sino que permaneció solo.
Esa decisión ha desatado todas las conspiraciones online, a pesar de que no hay ningún indicio que pruebe ninguna de ellas. Pero ahí ha estrado Donald Trump, retuiteando el sábado un mensaje de la red social Twitter en el que se acusa a Hillary y Bill Clinton de haber organizado el asesinato del financiero. El tuit reenviado por el jefe del Estado y del Gobierno de EEUU afirma -falsamente- que Epstein estaba en vigilancia especial por riesgo de suicidio.
Consecuencia: la mataron los Clinton para que no se descubra su vínculo y la de los "globalistas" en todo tipo de actividades de abusos sexuales a menores que, en ocasiones,incluyen sacrificios humanos.
De hecho, ya hay hasta el hashtag #Clintonbodycount, algo así como #recuentodecadáveresdeClinton.
Claro que para la oposición demócrata se aplica el mismo argumento, solo que a la inversa. Hasta que en 2005 empezó a tener ambiciones presidenciales, Trump fue amigo de Epstein, e incluso participó en sus juergas. De hecho, Epstein afirmabaque él había sido quien había presentado al presidente a su tercera esposa, Melania.
Además, el Centro Correccional de Nueva York está bajo la jurisdicción del Departamento de Justicia, es decir, del Gobierno federal, cuyo máximo responsable es Donald Trump. Y el Departamento de Justicia está dirigido por Bill Barr, que modificó las conclusiones del informe del fiscal especial de la 'trama rusa', Robert Mueller, para hacerlas favorables a Trump.
El padre de Barr dio el primer empleo a Epstein, hace décadas, en una escuela privada ultra exclusiva del Upper West Side de Manhattan, y el propio Barr trabajo para uno de los bufetes que defendió a Epstein en su proceso por pederastia y prostitución en 2007.
Consecuencia: a Epstein lo mató Trump para que no destapara sus orgías con él. ¿El hashtag? #Trumpsbodycount.
Y al margen está QAnon, formado por el ala más dura trumpista, que afirma que, lisa y llanamente, Epstein está vivo.
No se sabe muy bien porqué está vivo. Pero hay que tener en cuenta que muchos seguidores de esa teoría afirman que el senador John McCain no murió de cáncer en agosto, sino que fue ejecutado en secreto, y que John F. Kennedy, nieto del presidente del mismo nombre, lleva 20 años viviendo escondido, pero volverá a la luz en algún momento para ayudar a Trump a combatir a los pederastas "mundialistas" que dominan el mundo.
Con toda esa ceremonia de la confusión, la gente parece estar olvidándose del caso legal. La muerte de Epstein, por de pronto, elimina la posibilidad de un proceso penal (no se puede meter en la cárcel a un muerto), pero no civil.
Ello implica que ahora la lucha en los tribunales se va a centrar en obtener la mayor indemnización posible para las víctimas de su red de tráfico de menores. Pero eso, de nuevo, plantea más interrogantes.
Fundamentalmente: ¿cuánto dinero tenía Epstein? Porque, aunque vivía una existencia de multimillonario, en las últimas semanas han empezado a surgir informaciones contradictorias que apuntan a que su fortuna es en realidad mucho menor de lo que se pensaba, y que, tal vez, podríamos estar ante el caso de un nuevo Bernie Madoff, es decir, de un timador que mantuvo una serie de fondos ficticios para mantener su tren de vida.
Dos preguntas más: ¿qué va a pasar con Ghislaine Maxwell, la hija del fallecido multimillonario británico (y ex agente del Mossad israelí) Robert Maxwell, que aparentemente era la 'mano derecha' de Epstein?
Porque en su caso sí se están acumulando testimonios que podrían ser base para una imputación. Y, sobre todo, ¿existen los presuntos vídeos en los que Epstein grabó básicamente a todos los ricos y famosos del mundo teniendo relaciones sexuales con prostitutas -muchas de ellas, menores- que él les había suministrado?
Muchas preguntas y muchas teorías conspiratorias para un caso en el que la realidad sobrepasa, y con mucho, a la ficción.
PABLO PARDO
Corresponsal
Washington
Actualizado Domingo, 11 agosto 2019 - 21:07
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