¿Que su estado de ánimo ha cambiado en segundos sin que pueda explicar por qué?
¿Que el buen ambiente de un lugar, de repente se vuelve gris como si una nube se hubiese posado sobre el mismo?
Si es así es posible que junto a usted haya un vampiro psíquico…
Vampirismo psíquico
No es una cuestión que debamos tomarnos a risa.
Los vampiros psíquicos existen, enmascarados por una apariencia de brillantez que oculta la realidad ególatra e insensible de quien pretende atacarnos.
Para Albert Bernstein, psicólogo y autor del libro Vampiros emocionales, «nos acechan, incluso cuando hablamos.
Están ahí afuera, disfrazados como gente normal hasta que sus necesidades internas los convierten en depredadores. No buscan su sangre, sino su energía emocional. No solo tienen el poder de exasperarles, sino de hipnotizarles, de obnubilarles la mente con promesas falsas hasta enredarles en sus hechizos».
Aunque los vampiros emocionales poseen características que los psicólogos enmarcan dentro de lo que llaman «desórdenes de la personalidad» –un amigo deprimido o un familiar enfermo que a costa de poner de manifiesto continuamente su dolor, llegado el momento da la sensación de que nos ha agotado completamente–, en muchas ocasiones han de ser combatidos con fórmulas más o menos mágicas o incluso amuletos.
Porque se ha creído y se cree que para frenar el avance de estos personajes hay que oponer en su camino un objeto luminoso. Asegura la escritora Isabela Herranz que «el más numeroso de todos los amuletos protectores es una mano en diversas posiciones o gestos.
Entre los pueblos mediterráneos los más populares son el de la higa, mano con el dedo pulgar insertado entre los otros doblados, y el de la mano cornuda con los dos dedos centrales doblados y el pulgar y el meñique extendidos imitando la cabeza de un animal con cuernos.
Estos gestos o mudras se basan esencialmente en la creencia de que los órganos sexuales masculinos, fuente de fertilidad, poseen la virtud mágica de repeler ataques malignos».
En la antigua Roma para combatirlos se solían llevar al cuelo colgantes con falos de diferentes minerales como el oro, la plata o el bronce.
Sea como fuere, las técnicas de protección varían dependiendo de las creencias y de las prácticas que cada uno ponga en marcha. Por ejemplo, para los practicantes de Reiki no son necesarios amuletos o fórmulas mágicas tanto como mantener nuestra vibración alta. ¿Cómo se consigue?
La directora y maestra del Instituto Monroe, Carol Sabick, afirmaba que «hay métodos sencillos como envolvernos en luz blanca, darnos Reiki o meditar un poco todos los días».
Sin embargo, para la druida inglesa Maureen Cowen es más importante «desarrollar un espacio psíquico seguro formado por un círculo de luz con piedras y árboles donde practicar meditación.
Tanto si se busca protegerse de otras personas que podrían estar transmitiéndonos su maldad mágicamente, o bien mediante recuerdos desagradables, hay técnicas que ayudan. La más conocida acaso sea la plegaria. Otro método efectivo me lo facilitó un sanador psíquico.
Consistía en visualizarme a mí misma dentro de una burbuja transparente y que las fuerzas malignas no me alcanzaran a su través. Las veía en el exterior, a veces intentando romper la burbuja, pero no lo conseguían».
Como vemos la manera de defenderse es tan diversa como en ocasiones aparentemente absurda. Pero quizás sea efectiva, porque no siempre una actitud extremadamente positiva ayuda a no caer en la trampa de los vampiros psíquicos.
Quizá la fórmula más sencilla es la que propone el autor del libro Gente tóxica, Bernardo Stamateas, para quien lo mejor es «alejarnos de toda relación social que nos resulte tóxica.
Alimentar nuestros vínculos sociales saludables y cortar todo tipo de conexión con aquellos que deciden contaminar y amargarnos el día desde el momento en que nos levantamos».
Es probable que sea la solución.
16 de Agosto de 2019 (11:00 CET)
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